Miserable matrimonio.
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6
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Capítulo 6 Cap

Nerviosismo y miedo eran las palabras perfectas que describían el estado en que se encontraba Liviana. La noche más importante de su vida había llegado, no sabía cómo actuar cuando Marcus entrara a la habitación para consumar el matrimonio.

¿Feliz?

Claro que lo estaba, amaba a Marcus y por ende estaba feliz de entregarse a él. Su nana le había explicado más o menos como sería el acto.

Miró su ajuar y sonrió, lady Lilian, su ahora suegra se había esmerado con todos los preparativos de su boda, incluido su vestido el cual había sido de un blanco con bordados y encajes. Y ni hablar del ajuar, era el color de la pasión, rojo como la sangre. Estaba ensimismada mirándose en el espejo, tenía que admitir que estaba preciosa, no podía quejarse tanto de su cuerpo después de todo, si, era voluminosa pero tenía curvas que podrían ser la perdición de cualquier hombre, esperaba que su esposo fuese uno de ellos.

Esperó sentada en la cama a que su esposo entrara a la habitación, no podía evitar pensar en cómo se comportaría Marcus esa noche, ni mucho menos pensar como sería, puesto que no conocía nada sobre el tema de las relaciones íntimas entre hombres y mujeres.

La chimenea estaba casi apagándose, lo que quería decir que la madrugada había entrado y ni rastro de Marcus, Liviana resignada decidió recostarse y esperarlo acostada, lloró al saber que él no vendría, lloró porque sabía que Marcus no le correspondería nunca, ni porque estuviesen casados. Más tarde el sueño la venció y calló dormida esperando a quien debería estar a su lado abrasándola.

Marcus entró a su residencia, pensando en que tendría que comprar otra donde conviviría con su indispuesta esposa, porque ni en sueños se quedarían en su residencia de soltero, esa la conservaría para sus amantes, sí, porque pensaba tenerlas, y muchas, y claro que se lo haría saber a su queridísima Liviana, como se lo prometió a sí mismo, la haría sufrir y la llevaría a un matrimonio miserable. Entró a su habitación encontrándose con la sorpresa de ver a su ahora esposa recostada en su cama, durmiendo. Respiró profundamente para no enojarse más de lo que estaba.

Su amigo le había dicho antes de salir del club, que lo mejor era conocer a su esposa y tratar de llevar un matrimonio en paz, pero ni loco haría eso. Se acercó a su esposa y la miró, sus ojos recorrieron su cuerpo desde los pies hasta la cabeza, sintió una corriente recorrerle el cuerpo hasta acumularse en la parte más íntima de su cuerpo, frunció el ceño al pensar lo hermosa que su esposa se veía en esa posición, era como un ángel pero a la vez la tentación en persona, y más con ese corto vestido de seda que dejaba descubierta sus piernas, sus manos picaban por tocarlas y sentir que tan suave era su piel, luego estaban sus cadera y cintura, que a pesar de tener más volumen en comparación a la mujeres con las que estaba acostumbrado a acostarse, eran una tentación insoportable, podía ver claramente la curva por encima del vestido, y sus pechos... ¡Por Dios! Tuvo que hacer un gran esfuerzo para no tocarlos y acariciarlos, pero al reparar en su rostro y fijarse en sus mejillas sonrojada y nariz roja supo que se había dormido llorando, sin evitarlo toco su mejilla y lo comprobó, aún estaban húmedas, se dio cuenta de lo cerca que estaba de los labios de su esposa cuando sintió que respiraban el mismo aire, rápidamente se alejó cuando tuvo el deseo de besarla.

Claramente estaba excitado, era hombre y reaccionaba ante un cuerpo femenino, pero se negaba a desearla. Y para que no volviera a ocurrir lo mismo asignaría una habitación diferente para cada uno, como debía ser. Miró por última vez a Liviana y salió de la habitación para dirigirse a su despacho.

Al despertar se vio sola en la habitación, tal y como se durmió, la tristeza la invadió y no pudo evitar pensar en lo mucho que se había esmerado para recibir a su esposo, se había perfumado con los perfumes más deliciosos y se había arreglado más de la cuenta para él, pero nunca llegó. Tenía que ser realista, ellos se habían casados por obligación o por lo menos para Marcus había sido así, ¿qué esperaba? ¿Qué Marcus fuera y la tratara como si la amara? Sabía que eso no pasaría, pero no podía evitar llorar al imaginarse donde él pasó la noche.

Decidió salir de la habitación ya cambiada y lista, seguramente Marcus le diría que viajarían a Green Hills, donde se ubicaba la casa de campo de los duques, a pasar su luna de miel. Al llegar al comedor lo encontró sentado en la mesa leyendo el periódico del día, su corazón empezó a latir más rápido de lo común; como no controlara sus sentimientos, su corazón sufriría de un ataque cardiaco.

-Buenos días- saludó y se sentó en una las sillas cerca de Marcus.

-Buenos días- respondió él -. Espero que haya pasado bien la noche.

Liviana lo miró sorprendida, no pensó que tendría el descaro de recordarle que no llegó la noche pasada para consumar el matrimonio.

-Eso tendría que preguntárselo yo - respondió Liviana sorprendida por dar aquella respuesta -. ¿Se divirtió?

-Mucho- respondió Marcus con una sonrisa de suficiencia sabiendo que eso la haría sufrir, pero a quien engañaba, eso era lo que estaba buscando.

-Deberías tener un poco más de respeto hacia mí, soy tu esposa Marcus- dijo Liviana, a lo que él la miró sorprendido y con una ceja arqueada.

¿Cómo se atrevía ella a pedirle respeto cuando por su causa estaban condenados a ese matrimonio? Por haberlo besado en contra de su voluntad. La miró con odio y trató de controlar su enojo, quería parecer tranquilo ante ella.

-Pero solo por papeles querida, recuerda que aún sigues siendo virgen, o es lo que pienso.

-Claro que sigo siendo virgen y eso es porque no llegaste para completar nuestra unión - Liviana no se había dado cuenta de lo que había dicho hasta que vio cómo su esposo explotaba en risa.

-¿Nuestra unión? - seguía riendo -. Déjame aclararte algo querida, este matrimonio es solo una apariencia ante la sociedad, por mi seguirás siendo virgen porque no te tocaré, ¿quién en su sano juicio querría acostarse contigo?, solo mírate, no provocas nada en nadie.

¿Cómo podía mentir tan descaradamente? Sabía que si un hombre viera a Liviana como el la vio anoche, no dudaría con llevarla al placer más exquisito, pero solo él lo sabría, ella no tenía por qué enterarse, además, no volvería a verla como lo hizo esa madrugada.

-¿Qué? Marcus no puedes hacer eso, ¿cómo vamos a concebir un heredero? – preguntó liviana sin creer lo que su esposo había dicho.

-Con algunas de mis amantes - respondió llevando su tasa de café a su boca -. Y tú lo criaras como tuyo, sencillo- Liviana estaba destrozada, no sabía cómo reaccionaría verdaderamente si Marcus hiciera realidad sus palabras -. Por cierto, para mañana nos estaremos mudando a nuestra nueva residencia.

-¿No pasaremos una temporada en Green Hills como dijo su madre?

-Por supuesto que no, estamos a principio de temporada, y no me pierdo ninguna querida - sonrió victorioso al ver el rostro de Liviana, así es como quería mantenerla, triste y desdichada -. ¡Ah!, y otra cosa, nunca más me reclame por no llegar o llegar tarde en las noches, si tengo o no tengo amantes no es de su incumbencia, podrás hacer lo que quieras mientras seas discreta y al igual que lo seré yo. ¿Queda claro?

Liviana asintió sin poder creer en sus palabras, ¿acaso estaba insinuando que se buscara un amante?

Observó cómo Marcus se levantaba de su silla y la dejaba sola en el comedor. No podía evitar las lágrimas, y ahora en esa situación se daba cuenta del grave error que cometió al besar a Marcus esa noche, tal vez ella no estaba destinada a ser esposa de Marcus, debió de haber esperado a ver que le traería el futuro y conformarse con lo que le daría la vida, pero por ser egoísta ahora tendría que soportar una vida llena de sufrimiento y dolor, de lágrimas y miseria.

            
            

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