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Era la mañana del lunes y se sentía avergonzada, toda la vergüenza que no había sentido el día anterior ahora regresaba para hacerla sentir culpable, inconsecuente y tonta, no entendía como había podido actuar de la forma en que lo había hecho y mucho menos podía comenzar a comprender lo que se le había cruzado por la mente para estar en total intimidad con un completo extraño y además como comodín en un lugar público donde dos hombres había estado observando todo el acto en sí, cada vez que pensaba en eso sus mejillas se volvían rojas y deseaba cubrirse el rostro tanto como quiso hacerlo en e
l momento en el que se encendieron las luces en aquella sala de cine, no por nada había salido casi corriendo.
Ella sabía que tenía un problema y no era precisamente la vergüenza que embargaba su cuerpo, el problema sin dudas era que sin importan lo que pensara o lo que hiciera para alejar la vergüenza esta iba acompañada de una extraño sentimiento de excitación que recorría su cuerpo entero cada vez que rememoraba los sucesos del día anterior, ella quería olvidarse de lo que había sucedido y al mismo tiempo solo quería repetirlo, su conciencia moral le decía que no debía hacerlo, que se alejara del hombre y que se olvidara de todo pero su cuerpo y deseos buscaban algo muy distinto, quería escribirle, quería conocer al hombre con el que había estado, deseaba tanto volver a tocarlo y el conocimiento de poseer su número le pesaba cada vez que veía su cartera, porque no había podido deshacerse de ese número aunque intentos no faltaron.
Había abierto y cerrado la cartera al menos cien veces desde que había llegado el día anterior, casi se había deshecho del teléfono completamente hasta que había leído el nombre de él, de Rafael y no había podido borrarlo, había quedado guardado nuevamente en su cartera. Ahora estaba cerrada en el mismo lugar de la mesa donde la había dejado la tarde anterior pero cada vez que la veía parecía que llamas se encendía en el objeto llamándola de alguna forma, su cuerpo se aceleraba y su corazón se agitaba sin poder evitarlo o ignorarlo.
Se levantó de la cama ignorando estoicamente la estúpida cartera y se alistó para ir al trabajo. Su ropa era bastante seria, ese día usaba un traje de pantalones anchos bastante formal de color gris con unos tacones bajos de color negro, desayunó rápidamente y luego salió de casa para dirigirse al trabajo. Se subió en su carro para iniciar el camino que le llevaría treinta minutos, llevaba la dichosa cartera en el asiento del copiloto y ni por la seguridad de su vida y de la de los demás podía dejar de ver el objeto en su asiento, se imaginaba la cara de decepción de Rafael al notar pasando los días que ella nunca le iba a escribir y esa sensación de decepción la hacía sentirse tan mal que tenía que apretar los puños en el volante para evitar usar el número.
Llegó a su oficina como siempre apretando la cartera bajo su brazo y luego soltándola como si estuviera prendida en llamas en el sillón más cercano a su escritorio, se le revolvía el estómago de la ansiedad y se sentía tan contenida que salió de la oficina dejando la cartera atrás y se dirigió a la oficina contigua a la suya, esta le pertenecía a una de sus amigas más queridas y colegas en el trabajo. Anastasia, era alta y esbelta, de piel morena con pelo rizado junto a una personalidad ardiente que hacía que todos los hombres se sintieran atraídos a ella como moscas a la miel, era una habilidad que ella nunca había poseído y ahora que había hecho algo mucho peor que todas las proezas sexuales que su amiga alguna vez le había contado, se sentía tan vulnerable que no deseaba admitir lo que había sucedido pero al mismo tiempo sabía que Anastasia le sacaría la verdad al final. Con algo de resignación entró en el lugar con la cara roja.
-¡¿Que hiciste qué?!- Gritó Ana riendo luego de que ella le contara la historia.
-Ya te lo dije, no me hagas repetirlo- contestó ella avergonzada.
-¿Y por qué no?- Preguntó su amiga sorprendida -es la historia más interesante que me has contado en toda nuestra historia como amigas.
-Porque... fue algo público, estaba fuera de mis cabales- explicó ella sintiendo pena -estoy a punto de entrar en un puto divorcio Ana ¡Por favor!
-Y exactamente por eso deberías estar disfrutando- dijo Ana exasperada -estás a punto de divorciarte del idiota que te engañó, puedes hacer lo que se te venga en gana y el imbécil ya no puede decirte nada porque él fue quien la cagó cariño, no te avergüences, deja de darle vueltas a la moral y disfruta, es solo sexo y ya te hacía falta.
-Es que...- comenzó ella temerosa -ese es el problema, nunca es solo sexo, yo... me da miedo encariñarme, si ya ni puedo dejar de mirar mi estúpida cartera por un segundo completo para buscar su número.
-Bueno si te encariñas lo afrontarás luego- dijo Ana con una sonrisa -pero nunca dejes de disfrutar de algo solo porque tengas miedo Cassy.
-No puedo evitarlo- dijo ella seria -después de todo mi esposo era un idiota en el que no se podía confiar.
-Pero no todo el mundo es así- dijo Ana con ojos perspicaces -ya deja las excusas, regresa a tu oficina y escribe ese mensaje.
Ella se levantó entonces de la silla en la que estaba y se dirigió a su oficina, se sentó frente a su escritorio enfrentándose al dilema que se encontraba dentro de su cartera, la abrió con un suspiro dándose por vencida y sacó el teléfono, buscó el número escrito entre sus contactos y pensó en lo que diría, no se le ocurría nada interesante o inteligente por lo que solo escribió unas palabras de saludo.
"Aquí Cassy, guarda mi número" escribió y alejó el celular sintiéndose tonta. Inició su trabajo del día pero al escuchar el sonido de notificación de su teléfono casi saltó de emoción.
"Espero estar en lo correcto y seas la mujer del cine. Estuve esperando tu mensaje"
"Soy yo" ella se ruborizó.
"Así que ese es tu nombre, Cassy es muy bonito. Me alegra que me escribieras"
"Me alegra que me dieras tu número"
"Tenía que hacerlo, la experiencia fue tan excelsa que deseo más"
"No siempre puede ser tan fácil" escribió ella riendo a la pantalla.
"Nunca asumí que lo sería, solo decía que me gustaría probar mucho más"
"Bueno estoy en el trabajo ahora y no puedo seguir hablando, tengo que concentrarme"
"Escríbeme cuando tengas tiempo entonces, espero que tengas un buen día"
Con eso ella pudo dejar su teléfono a un lado con una sonrisa en los labios, el corazón acelerado y las mejillas rojas, solo que en esta ocasión no se debía a la vergüenza, se debía las emociones que se creaban en su cuerpo que hervía como la lava en un volcán, no se había sentido tan emocionada desde hace demasiado tiempo y se alegraba del consejo que le había dado su amiga unos minutos atrás, no debía arrepentirse de nada. Con esa nueva resolución el día de trabajo pasó sin inconvenientes ni disgustos, todo el día tuvo una sonrisa en los labios y cuando su amiga la vio al finalizar el día las risas no faltaron.
Ella se dirigió entonces a su hogar, se desprendió de la ropa, se duchó y después de cenar se acostó en su cama lista para irse a dormir, pero la emoción del día aún se mantenía en su cuerpo por lo que no podía descansar, daba vueltas en la cama sin poder detenerse pero por más que lo intentaba su mente seguía regresando a Rafael, por lo que con un suspiro se levantó de la cama y buscó su celular.
"¿Estás dormido?" preguntó ella nerviosa.
"Aún sigo aquí, me encanta que me escribas"
"Yo no puedo dormir, por eso pensé en escribirte"
"Me encanta que me escribas, sea por la razón que sea"
"Pues qué bueno que lo hice"
"Lo único que me entristece es que de esta forma no puedo verte"
"Que línea tan propia, nadie se daría cuenta del significado oculto" dijo ella riendo en su cama.
"No es ningún significado oculto, no puedo dejar de pensar en ti y en esa tarde de cine"
"¿Y qué harías si me vieras?" preguntó ella sintiendo como su cuerpo excitado comenzaba a calentarse. Se reía como una niña traviesa en la cama mientras lanzaba respuestas sinceras.
"Para ser sincero querría verte desnuda, otra vez"
En un arrebato infantil que disfrutó bastante, ella se levantó de la cama, corrió por la habitación para cambiarse el pijama que llevaba puesto y se dirigió a su closet para cambiarse. Se puso un pequeño top blanco que en cada movimiento dejaba ver un poco de sus senos y un tanga del mismo color que era uno de sus favoritos, apagó la mayoría de las luces, dejando solo algunas para que el ambiente fuera bastante sensual y luego con su celular se colocó en su cama para iniciar una video llamada. No podía creer que realmente estuviera haciendo aquello, pero las palabras de Ana seguían resonando en su mente, por lo que con decisión hizo la llamada fijándose en la cámara y en cómo se veía. Él le contestó unos segundos después con una sonrisa pícara que dejaba ver lo complacido que se sentía.
-Nunca pensé que me llamarías- dijo él con una sonrisa a la cámara -esperaba tantas respuestas negativas pero jamás una llamada y mucho menos que lo hicieras con esa ropa.
-¿Te gusta?- Preguntó ella sonrojada acercándose a la cámara.
-Me encanta- contestó él en el mismo tono quitándose la camisa y recostándose en lo que parecía su cama.
-Veo que tú también te estás poniendo cómodo- dijo ella riendo.
-Tengo que hacerlo después de verte con esa ropa minúscula tan hermosa- dijo él con voz oscura -ahora mi única pregunta es, ¿qué quieres hacer?
-Estoy dispuesta a hacer todo lo que me pidas- susurró ella lamiendo sus labios ansiosa.
-¿En serio?- Preguntó él -tan valiente y sensual como siempre.
-Sí- aceptó ella riendo.
-Muy bien, hagamos una prueba- dijo él acercándose a la cámara -tócate los senos suavemente mostrándome que te gusta.
Ella hizo exactamente lo que decía comenzando a gemir, notaba como su vagina se iba mojando y que su pequeño tanga no hacía nada para disimularlo, pero solo quería que él lo viera y se sintiera tan excitado como ella lo estaba. Sus pechos se veían grandes y atrayentes en la cámara, podía ver como Rafael tocaba la erección que crecía en sus pantalones de forma disimulada y eso hizo que su cuerpo se calentara mucho más.
-Quiero que juegues con tus pezones hasta que se vean a través de la camisa- gruñó él.
Ella seguía tocándose hasta que sus pezones eran dos guijarros que se transparentaban sobre su top. Ella gemía sin cohibirse ni un poco.
-Ahora quítate la blusa suavemente- pidió él con voz ronca.
-Tócate exactamente cómo quieres a cambio- pidió ella temblando -tu pene se marca en tus pantalones, quiero verlo.
Él gimió mientras tocaba su paquete de una forma lenta para que ella lo viera mientras gruñía, Cassy se quitó entonces el top que estaba usando dejando que sus pechos rebotaran, sus pezones se alzaban excitados y se mostraban en la imagen de la cámara, ambos gemían en esos momentos.
-Ahora hazlos rebotar exactamente como hiciste ahora- ordenó -déjame verlos, eres maravillosa.
Ella usó sus rodillas para darse un poco de impulso y botar sus senos tal y como él deseaba, gemía mientras la veía, moviendo la mano en su miembro con más rapidez.
-Date la vuelta, coloca las manos en el cabecero de tu cama para apoyarte y muéstrame tu culo- ella hizo lo que le pedía mostrándole un primer plano de sus nalgas en el tanga -muévelo para mí preciosa, luego quítate el tanga en esa posición.
Ella se quedó desnuda en esa posición sintiendo como cada vez salía cada vez más flujo de su vagina, estaba tan mojada que sentía sus muslos pegajosos de sus propios jugos. Su cuerpo estaba tan caliente que si en ese momento él le hubiera pedido que se acariciara y jugara con su clítoris se habría corrido en tres segundos, solo que él no lo hizo, la mantuvo en esa posición por al menos tres minutos solo pidiéndole que abriera las piernas para que él pudiera verla exactamente como deseaba. Un tiempo después le pidió que se volteara por fin con un gruñido mesclado con un gemido.
-Dime que tienes un juguete en tu habitación- casi rogó él, ella asintió buscándolo.
Rafael se había quitado su pantalón mientras ella estaba de espaldas y ahora era ella quien tenía un primer plano de su miembro erecto, grande y duro frente a su rostro. Su boca se hacía agua de deseo, se lamía los labios con la vista fija en aquel trozo de carne que tanto deseaba de nuevo en su cuerpo y aunque no dijo nada la mirada que ella le lanzaba fue suficiente para él gimiera y apretara su erección frente a la cámara, era obvio que ambos estaban tan cerca del orgasmo que ya no podían sostenerlo mucho más tiempo.
-Busca ahora el juguete cariño- ordenó él.
Ella abrió con urgencia la mesita de noche que estaba al lado de su cama sacando de su caja el vibrado que ella siempre usaba, era algo delgado y no tan largo pero a ella le encantaba porque se sentía increíble dentro de su cuerpo, además tenía niveles de vibración que la hacían temblar hasta correrse. Era de color plateado y ella se lo acercó al cuerpo mientras veía en la pantalla como él seguía jugando con su erección.
-Enciéndelo- pidió mirándola de cerca -y luego juega con él en tu vagina, pero nunca tocando tu clítoris, penétrate, húndelo en tu humedad para mí, usa la velocidad de mi mano para embestirte como si fuera yo quien estuviera allí contigo.
Mientras Rafael iba hablando ella iba haciendo lo que él le pedía paso por paso, sus gemidos se escuchaban por toda su habitación, su mano no se detenía, ambos estaban deseosos y llenos de lujuria, disfrutando de las caricias compartidas. Ella se penetraba con el dildo jugando con su cuerpo, tenía las piernas abiertas de par en par para que él pudiera apreciar la humedad de su excitación, el juguete se hundía con facilidad en su interior con un chasquido debido a sus jugos mientras ella gemía con fuerza, estaba tan cerca que sentía como su cuerpo se tensaba, cada músculo preparado para la explosión de placer que estaba cada vez más cerca. Rafael gemía con ella moviendo su mano, su erección palpitando un poco cada vez, sus gruñidos eran fuertes mientras su glande se humedecía.
-Juega ahora con tu clítoris- rugió Rafael -quiero que lo coloques exactamente sobre tu clítoris hasta que te corras.
Ella lo hizo, la excitación la hizo gritar mientras su cuerpo temblaba con placer, estaba tan cerca que casi era demasiado, las vibraciones se centraban en su clítoris pero recorrían su cuerpo entero, sentía como su vagina temblaba cerca, tan cerca del orgasmo hasta que ella simplemente no pudo más, abrió los ojos para ver como Rafael gemía junto a ella con su mano firmemente agarrada a su miembro, se movía a una velocidad increíble que se veía tan sensual y con esa vista ella se rompió, se corrió temblando, su vagina palpitaba en la cámara dejando a sus jugos fluir, sus ojos se centraban en él hasta que de sus labios salió el nombre de Rafael en un grito y luego no pudo hacer mucho más salvo disfrutar del placer. Pudo verlo entonces, Rafael gruñía mientras su nombre salía de sus labios mientras su mano se llenaba de su semilla a borbotones, chorro tras chorro de semen emanaba de su miembro llenándolo todo, él temblaba mientras el placer recorría su cuerpo hasta que ambos solo quedaron allí silenciosos y sin aliento.
-Que hermosa te ves- dijo de pronto él con una sonrisa.
-Estoy deshecha- dijo ella riendo -pero la verdad es que me ha encantado.
-¿Puedo hacer una última petición?- Preguntó él acercando su rostro a la cámara.
-Claro, dime.
-Muéstrame lo mojada que estás- pidió él con una sonrisa avergonzada.
-No me digas que ahora, después de todo lo que hemos hecho te sientes cohibido- dijo ella riendo con fuerza. Se acercó a la cámara mostrando el charco en el que se había convertido su vagina abriéndola con descaro.
-Tantas ganas de probarte- suspiró él con deseo.
Ella sonrió a la cámara antes de alejarse y cubrirse con la sábana que tenía en su cama.
-Ya tengo que irme, es bastante tarde- dijo ella sonriendo.
-Descansa- contestó él devolviéndole la sonrisa -espero que vuelvas a llamarme pronto.
-Tú también puede llamarme- dijo riendo para colgar la llamada.
Ella se acostó totalmente desnuda en su cama dejando su celular reposar en la mesita de noche, guardó su juguete en su caja recordando que debía limpiarlo luego y con los pensamientos calientes de Rafael cerró los ojos, aún permanecía la preocupación en su mente de que su corazón se aceleraba de emoción cada vez que hablaban o tenían aquellas citas tan obscenas pero decidió guardar esa información en un rincón de su mente y dejando los buenos pensamientos recorrer su mente llena de endorfinas se quedó dormida con una sonrisa.