Mí patrón es mi profesor
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Capítulo 4 IV

Relata Adiel: Desde la cinco de la mañana cantan los gallos y no puedo continuar durmiendo, agregar las constantes pesadillas que tampoco me dejan dormir, acostumbrarme de nuevo al campo no me será fácil, son diez años en los que no escuchaba el áspero y ronquido canto de los gallos.

Paso largo rato dando vueltas en la cama, tratando de conciliar el sueño. Cuando al fin lo había logrado el sonido de una aspiradora acabo con el delicioso sueño dónde me encontraba. Suspiro profundo y me introduzco en el baño, se que será difícil seguir durmiendo más si las empleadas ya han empezado con la limpieza. Esta es la vida del campo, y debo acostumbrarme como en mi niñez y adolescencia.

Salgo de la ducha envolviendo una toalla en mi cintura, abro las ventanas para recibir el fresco aire del campo, camino hasta el balcón y contemplo los enormes cerros que rodean a Valleral, son extremadamente altos, estamos en un valle que es espléndidamente hermoso

Saco un tabaco y empiezo a fumarlo, seguido escucho mis tripas rugir y procedo a bajar, llevo el móvil en mano a espera de que una línea de señal aparezca, cuando estoy por las gradas escucho a mi madre reprender a la empleada de una manera no adecuada y procedo a intervenir.

-Tranquila mamá, ya estoy despierto. -Comunico acercándome a ella.

-Adi, seguro el ruido que hizo esta insolente, te despertó.- Replica mi madre crujiendo los dientes y mirando con desprecio a la muchacha que se encuentra de espalda.

-Mamá, ¿Por qué te expresas así de tus empleados? -Censuro desconforme por lo que escucho.

La mujer, o mejor dicho la joven que se encuentra de espalda a nosotros agarra la aspiradora y se aleja, intuyo que es una joven por el cuerpo bien formado que posee.

-No la defiendas-. Brama mi madre-Sabes que tengo razón, esa insolente termino despertándote.

-Si, es verdad que desperté con el ruido de la aspiradora, pero no por eso vas a maltratar a las empleadas, mamá tu no eres así. -Replico con el ceño fruncido puesto que ese aroma que fue quedando en el aire me pareció haberlo respirado en otro lugar.

-Hijo ¡Por favor! No interfieras en mi manera de ser con esa, además no es mi empleada-sabes que no trato así a mis empleados.

-¿Como es eso que no es tu empleada? Entonces ¿por qué esta haciendo la limpieza?- Indago sin despegar la mirada de aquella mujer, que por cierto tiene unas curvas bien puestas.

-Es la sobrina de Félix, Dominga le ha traído para que la ayude, según Dominga no se da abasto con las otras tres empleadas-Explica mi madre.

-Félix, ¿el capataz? -Cuestiono algo curioso.

-Si, pero ya dejemos de hablar de esa mocosa y su familia, mejor vamos a desayunar.- Expresa mi madre acercándose a mi.

-Esta bien-Pronuncio dándole una última mirada a esa joven, quién se encuentra de espalda limpiando el pequeño bar.

Mi madre pasa su brazo por mi espalda y caminamos abrazados hasta el comedor.

-Dominga, ¡Por favor que nos sirvan el desayuno!

-Esta bien mi niña-. Respondió la nana.

Me siento a espera del desayuno, sumergido y perdido en los pensamientos estoy porque aquel aroma se quedó impregnado en mi olfato desde la noche anterior. Seguía haciendo memoria, de dónde había percibido ese olor, como cuando pasa una estrella fugaz, el recuerdo de aquella noche llega a mi mente. Si, es el mismo perfume que aquella mujer usaba, mi nariz estaba tan cerca de su cuerpo que lo grabó muy bien. Sin perder más tiempo me levanto y camino en dirección al bar.

-Iré por un trago-informo, camino a pasos rápidos y en el pasillo que cruza a la alberca encuentro a mi padre.

-Adi... ¿Ya desayunaste?

-¡No!, voy por un trago primero, luego desayuno.

-Te acompaño. -Verbaliza mi viejo y camina a la par de mí.

La curiosidad por ponerle rostro a ese esplendoroso cuerpo que se movía al limpiar, era grande, no podía esperar más tenia que verle la cara.

-Aquí haz estado-. Pronuncia mi padre con cariño.

-Señor Mohamed...Buenos días-Verbaliza la joven, al darse la vuelta. Al verme se queda gélida, mantenía una sonrisa dibujada en sus rostro la cuál desapareció en el mismo instante que se encontró con mis ojos, y era de esperarse, después de lo que hizo anoche encontrarse conmigo era un impacto.

Mis ojos azules se clavan en los verdosos de ella, no podía creer lo que estaba viendo, solo era una pinche adolescente, una mocosa había sido la culpable del calambre que me dio en mis gemelares.

En la oscuridad de la discoteca, no pude divisar el color de sus ojos, pero ahora, ahora podía verlos claramente y eran verdes, tan verdes como el color de Valleral.

-¿Que haces aquí, pequeña?-Deberías estar estudiando-duce mi padre con mucho cariño en sus palabras, a diferencia de mi madre él si la trata bien.

Se queda en silencio pasando saliva cada segundo por su garganta, se nota la impresión que le a causado encontrarse nuevamente conmigo.

-¡Oh, que burro!, no te he presentado, él es Adiel, talvez no lo recuerdas porque eras muy pequeña cuando se fue-explica mi padre cruzando su brazo por los hombros de ella, seguido me mira y habla-Adiel ¿recuerdas a Kiara?, la sobrina de Félix.

-¿De Félix?-formo una muñeca en mis labios expresando no acordarme.

Como no voy a recordarla, si esa mocosa pasaba robándose las flores de mi madre, sonrío en mis adentros al recordar el día que la ayude a escapar y desde entonces la convertí en mi cupidita. Vaya que el tiempo ha pasado de prisa, solo era una niña de seis años y ahora se ha convertido en toda una mujer, y ¡que mujer! trago gruesas salivas al recorrer mis ojos por todo su cuerpo.

-La verdad...es que no la recuerdo-enuncio clavando mis ojos en los verdes de ella.

-¿Como no la vas a recordar?-Cuestiona mi padre.

-Adi, cariño, el desayuno está servido-. Llama mi madre, a lo que le respondo con un-En un segundo estoy ahí-vuelvo a dirigir la mirada a ellos y expreso -Lo siento papá, pero no recuerdo casi nada de mi pasado, mucho más si fueron cosas insignificantes-comunico al retirarme, pude notar el rubor de su rostro, algo me dice que golpeé su ego de niña valiente.

Me dirijo hasta el comedor con el pensamiento ocupado por ella, sonrío al ver lo maravilloso que es el destino porque no tuve que salir a buscarle, la trajo hasta esta casa para cobrarme la que me hizo. Vuelvo a sonreír pero en esta vez al recordar su hermoso rostro.

-¿Por que sonríes? ¿De que picardía te estas acordando? -Inquiera mamá sonriendo.

Si le contara que sonrío por esa niña que acaba de cautivar mi atención, seguro se enojara a sabiendas que nunca le ha agradado. Suelto un suspiro al recordar cómo trataba aquella pequeña, ahora convertida en una hermosa joven, que por cierto está muy hermosa ¿Pero qué cosas digo? Me reprendo así mismo, por las palabras que pronuncia mi mente.

-Por nada mamá, solo recordaba algo que me causó gracia.

-¿Que cosa te cuso gracia? -Continua cuestionando, lo que le me hace ponerle un alto.

-¡Por favor mamá! ¿No querrás que te cuente todo lo que me ha causado gracia en el transcurso de mi vida?, porque de ser así no terminaría nunca.

-Tengo todo el día para escuchar a mi niño, sabes que no te veo desde hace años y tenemos que ponernos al tanto de todo.

Suelto un suspiro y asiento.

-Nos podremos al día en todo, no te preocupes, me quedaré en Valleral, ya no volveré a la capital.

-Que bueno mi niño eso me alegra.

            
            

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