Suspiro profundamente porque no esperaba encontrarme al hombre de anoche, y lo que es peor, que sea hijo del señor Mohamed y la bruja de Fanny, rezo en mis adentros para que no me haya reconocido, aunque recordando la escena de anoche tengo la remembranza de que lo tuve tan cerca, lo cual es imposible que se haya olvidado de mi rostro.
¿Por qué tuvo que ser Adiel Mohamed el hombre que se cruzara en mi camino?, no quiero ni imaginar que le cuente al tío Félix, porque de hacerlo estaría en serios problemas. Estoy absorta en mi pensamientos reprochando mi desobediencia de la noche anterior e imaginando a mi tío dándome un sermón, de esos que duran horas. Aunque pensándolo bien Adiel tendrá que dar una explicación del por qué lo golpeé, y estoy segura que no tendrá el valor suficiente para admitir y confesar que es un pervertido.
-Kiara ¿Estás aquí?-el señor Mohamed hace un movimiento de mano delante de mi rostro, estoy abstraída y concentrada viendo partir al guapo de Adiel, que olvidé por completo al señor Sergio. ¿Guapo?, ¿he dicho guapo?-Me reprendo así misma por llamarle guapo a ese patán de Adiel, porque eso es lo que es, un palurdo.
De que le sirve que sea guapo si no tiene educación y parece que perdió los valores en la lujosa capital, tras de ser un despojo es un engreído y presumido, irse a la capital le a cambiado demasiado, tanto así que se ha vuelto estirado. Mira que venirme a decir "cosa insignificante", cuando en el pasado esta cosa insignificante bien que le sirvió de recadera, cuando le enviaba flores, a la pelos de lote, llamada Lidia. Ahss, cuando dijo eso me daba ganas de darle con el cepillo de la aspiradora en la cabeza, para ver si se queda de una vez sin recuerdos. Suelto un suspiro y no se por qué me dolieron esas palabras, quizás sea porque ese patán me trató como cualquier cosa que nadie recordaría.
-kiarita, ¿me escuchas?-Sigue hablando el señor Mohamed-Sonrío y dirijo la mirada hacia él, este señor es la única persona de esta familia que vale la pena, su cariño hacia mí es sincero, me aprecia y jamás me ha tratado mal, a diferencia de la bruja, perdón, la señora Fanny, aquella "elegante y educada señora" desde que tengo uso de razón me ha tratado con la punta del pie, y por lo visto Adiel sigue sus pasos, ya no es el chico que extrañé por muchos años, ahora se ha vuelto presumido y paleto.
-Cuéntame ¿Cómo está zafiro?
-Bien, con decirle que ya camina bien.
-Me alegro, sabía que lo cuidarías bien y que no estaría en mejores manos que en las tuyas.
-¡Gracias por ese regalo, señor Mohamed!
-No tienes que agradecer, y cuéntame ¿Por qué andas con esto?-Señala la aspiradora.
-A...es que Dominga me pidió ayuda, ya que hoy organizará una gran fiesta para el desmemoriado de Adiel-. Pronuncio haciendo un movimiento de manos que le causa gracia al señor Sergio. Suelta una carcajada que retumba las paredes de esta enorme hacienda. Fue tan fuerte, que seguro se escuchó hasta el comedor.
-¿Desmemoriado?, no puedo con esto-. Continúa riendo hasta que se encasquilla, lo que me empieza a preocupar
-Señor Mohamed ¿Qué le pasa?-Golpeo su espalda.
-¡Tranquila!, ¡tranquila!-murmura con el rostro rojizo-Estoy bien, solo que me causó mucha gracia lo que dijiste.
-¿Que sucede?¿Cual es tu algavaro que hasta el comedor se escucha el bullicio?-El ambiente se volvió tenso, don Sergio se puso serio al ver la manera tan tosca con la que arremete la señora Fanny-¡Tu!, se dirige a mi-Haz venido a trabajar, no hacer tus chistes baratos a mi esposo, así que muévete-.Traquetea los dedos y me mira con ojos afilados.
-¡Ya mujer!, no le hables así a Kiara-. Intervino don Sergio.
-Tu no te metas-, brama-¿Que esperas para marcharte y empezar a laborar?-Suspiro profundo agarro la aspiradora, camino con la antes nombrada a otro lado donde no este aquella mujer. Una vez que llego a la sala me dedico a limpiar los polvos y olvidar aquel momento desagradable que pasé.
Estoy tan concentrada en la limpieza, que ni cuenta me di cuando el pervertido de Adiel se acomodó en la sala. Al girar mi cuerpo me quedo perpleja, puesto que lo encuentro bien cómodo sentado en el mueble observándome con determinada atención. Gruesa saliva rueda por mi garganta al sentirme acechada, trato de moverme pero mis piernas no responden es cómo si se hubieran quedado pegadas en el suelo.
Le veo levantarse y caminar hasta mi, cuando está a un metro gruño-Un paso más, y le reviento el cepillo-. Hace caso omiso y prosigue caminando hasta quedar a centímetros de mi, su cercanía me pone tan nerviosa que reacciono e inmediatamente doy dos pasos a tras. Al chocar mi cuerpo con la pared me siento acorralada, Adiel Mohamed posa sus manos en la pared y clava su mirada en mis ojos. Sonrie de medio lado lo que le hace ver muy guapo, al tenerlo tan cerca me quedo gélida observando sus facciones, los gruesos suspiros que sale de sus foses nasales caen en mi rostro. Estoy en trance, no sé porque ese hombre me hace sentir un cosquilleo en mi ingle.
-Kiara, kiarita-. Verbalizo aún manteniendo su mirada clavada en mis labios-Así que fuiste tú quien se atrevió a golpearme anoche.
-Yo...yo no sabía que era usted
-Pero ahora ya lo sabes, así qué, pídeme perdón
-¿Que le pida qué?-cuestiono irritada.
Hace una sonrisa de muecas, seguido ajusta los dientes tensando la mandíbula en demostración de desagrado.
-Lo que escuchaste, pídeme perdón, por lo que hiciste anoche-pide con ínfulas de rey.
-¿Y si no lo hago qué?, ¿qué me va hacer?, ¿va a obligarme?
Le veo lamer sus labios y retirar una mano para llevarla hasta su sien, y procede deslizar un dedo por ella. Observo todos sus movimientos y siento palpitar mi corazón con gran fuerzas, como nunca ante lo había escuchado, ¿qué diablos me pasa?, ¿porque carajos siento aleteo con su cercanía?
Trago grueso al sentir el aire que expulsa caer sobre mi rostro, gira el antes nombrado y lo acerca a mi oído haciendo clic en mi intimidad-Si no me pides perdón, te haré pagar por ello-dice con una voz seductora.
Siento como sus labios rosan mi oído y aquello provoca un desenfreno en las válvulas de mi corazón, rehusándome a sentir esos tontos sentimientos lo empujo e inmediatamente me propongo a salir. No obstante, su fuerte agarre me detiene y me lleva devuelta a la pared, en esta vez apega su cuerpo sobre el mío sin dejar opción a moverme.
-Aléjate de mí, maldito pervertido-. Mis palabras le causaron gracia porque siento su respiración saturada caer sobre mi cuello y su nariz posarse en mí hombro.