El Corazón de una Princesa
img img El Corazón de una Princesa img Capítulo 3 Segundo capítulo:
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Capítulo 6 Quinto capítulo: img
Capítulo 7 Sexto capítulo: img
Capítulo 8 Séptimo capítulo: img
Capítulo 9 Octavo capítulo: img
Capítulo 10 Noveno capítulo: img
Capítulo 11 Décimo capítulo: img
Capítulo 12 Onceavo capítulo: img
Capítulo 13 Doceavo capítulo: img
Capítulo 14 Treceavo capítulo: img
Capítulo 15 Catorceavo capítulo: img
Capítulo 16 Quinceavo capítulo: img
Capítulo 17 Dieciseisavo capítulo: img
Capítulo 18 Diecisieteavo capítulo: img
Capítulo 19 Dieciochoavo capítulo: img
Capítulo 20 Diecinueveavo capítulo: img
Capítulo 21 Vigésimo capítulo: img
Capítulo 22 Vigésimo primero: img
Capítulo 23 Vigésimo segundo: img
Capítulo 24 Vigésimo tercero: img
Capítulo 25 Vigésimo cuarto: img
Capítulo 26 Vigésimo quinto: img
Capítulo 27 Vigésimo sexto: img
Capítulo 28 Vigésimo veintisiete: img
Capítulo 29 Vigésimo veintiocho: img
Capítulo 30 Vigésimo noveno: img
Capítulo 31 Trigésimo: img
Capítulo 32 Trigésimo primero: img
Capítulo 33 Trigésimo segundo: img
Capítulo 34 Trigésimo tercero: img
Capítulo 35 Trigésimo cuarto: img
Capítulo 36 Trigésimo quinto: img
Capítulo 37 Trigésimo sexto: img
Capítulo 38 Trigésimo séptimo: img
Capítulo 39 Trigésimo octavo: img
Capítulo 40 Trigésimo noveno: img
Capítulo 41 Cuadragésimo: img
Capítulo 42 Cuadragésimo primero img
Capítulo 43 Cuadragésimo segundo img
Capítulo 44 Cuadragésimo tercero: img
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Capítulo 3 Segundo capítulo:

Al día siguiente mamá llegó a mi habitación gritando a los cuatro vientos para despertarme y que así no llegáramos tarde a la desgraciada tragedia que sucedería frente a la plaza del reino. Costa Mein sería testigo de la atrocidad que mi padre hacía alegando que era la única forma de hacer "reflexionar" a aquellos vándalos que solamente querían complicar la vida del pueblo.

Si tan solo supiera que él es el único que complica la vida de los pobres habitantes Costa Meinitas. Siempre y cuando las personas pagaran sus altos e injustos tributos a la corona el rey era feliz y para retribuir ese tesoro él decía que prefería "demostrar que velaba" por el bien de su pueblo, pero solamente era una pantomima mal creada, todos sabían su verdadera careta y a nadie le gustaba, más bien lo odiaban por ello y mi padre hacía oídos sordos. Mamá no era diferente, mientras tuviera sus comodidades, lujos y todo lo que una reina debe tener no le importaba cómo rayos los Costa Meinitas hacían malabares para conseguir el pesado y alto tributo mientras también trataban de sobrevivir.

Nadie vivía en realidad en Costa Mein, todos sobrevivían, o lo intentaban, a excepción de la familia real que nadábamos en las dulces aguas de la vida.

Durante casi toda mi preparación no dije absolutamente nada pensando en lo difícil que sería para mí presenciar algo como la ejecución de personas inocentes que se volvieron delincuentes, según mi padre, por un poco de comida porque quizás sus estómagos no daban para aguantar más, ¿y si tenían familia que alimentar sin poder tener con qué?

Suspiré con tanto pesar.

-No puedo creer que mi padre me obligue a presenciar esa masacre – mascullé a Lili quien me ayudaba con el corsé de mi vestido – Pero menos puedo creer que no pueda darse cuenta de lo que está ocasionando – mi frustración aumentaba más y más.

-Nuestro reino sería tan próspero como otros si tan solo tu padre fuera consciente y diferente – concordó conmigo – Incluso la familia real sería mucho más beneficiada – añadió suspirando como yo.

-Lo sé, quisiera que ya fuera mi turno de reinar, así ya no tendría que suceder todo esto – volteé a verla – Ellos no podrían contradecirme y no necesitaría del consentimiento de ni uno ni de otro, no necesito nada de esto – tomé las joyas de mi tocador – Si sé que allá afuera hay niños sufriendo o muriendo de hambre, personas muriendo de enfermedades porque no pueden pagar un médico, comerciantes con negocios perdidos, quebrados y con deudas – negué con la cabeza – Solo espero que lo que haré sea bueno y servicial para el pueblo – dije al colocarme las joyas en sus respectivos lugares.

-Claro que lo será Shay, no lo dudes, estás haciendo algo por nosotros – volteé a verla con el ceño fruncido – Aunque sea tu dama y mejor amiga – sonrió – Sigo siendo parte de esa gran cantidad de pueblo sufriente, porque el hecho de que trabaje para ti y viva prácticamente aquí en el palacio no significa que deje de ser de la parte plebeya del pueblo, mi familia lo es y yo también – sonrió levemente y yo solo pude abrazarla con tanto dolor, frustración e impotencia golpeando mi pecho. Cuánto quisiera que el pueblo pudiese tener lo necesario y básico para vivir y no sobrevivir.

Me separé de ella y sonreí – Mientras tú seas mi dama y mejor amiga, algo que estoy segura de que no cambiará, porque, aunque sea Reina algún día quiero que sigas siendo mi compañía, no te faltará nada, ni a ti ni a tu familia – ella me abrazó fuerte y yo le devolví el gesto sonriente.

-Gracias, muchas gracias Shay – se soltó – Y también muchas gracias alteza, es usted muy amable, larga vida a la Princesa Shinees – hizo una reverencia que me hizo reír.

-No tienes que agradecer nada Lili y concuerdo con lo que dice Shay señorita Lilibeth – sonreí con elegancia, un gesto que es muy común en mi rostro cuando estoy en público, esa es mi careta de Princesa delante del pueblo. Lili y yo reímos. Nos encantaba jugar a que Shay era un personaje diferente a Shinees, aunque algo me decía que así era, una era la auténtica y la otra era la máscara de la realeza.

La familia de Lili al igual que las familias de todo el personal del palacio eran beneficiados por la buena paga que se les daba, sin embargo, eran el único sustento fijo y mejor pagado de todas las familias porque ellos vivían como los demás, es decir, sin trabajo o a duras penas logrando algo durante el día para comer.

-De todas formas, no tengo cómo pagarte todo lo que has hecho por mí, gracias a ti tenemos la posibilidad de tener ahorros por cualquier situación que se presente, algo que desafortunadamente la mayoría de las familias no tiene, mi familia no sufre de hambre y estamos bien en lo demás que necesitamos. Aunque debo admitirte por no se cuánta vez, que sigo dudosa de seguir aceptando tu pago extra – dijo tímida.

Yo no tenía tanto como mis padres que poseían el tesoro de la corona o como muchos decían "el tesoro del Rey" porque parecía que así fuera, pero mis padres me permitían tener cierta cantidad de ese tesoro por ser su hija, por lo que esa mini fortuna la utilizaba lo mejor que podía y a espaldas de ellos, claro. Una de esas buenas utilidades era brindarle a Lili un pago extra que aumentaba su salario normal, así en su familia podían sostenerse mejor ya que eran cinco hermanos y sus padres.

-Tonterías – agité mi mano con desdén – Tengo más de lo que podría desear y tú junto a tu familia lo necesitan más, créeme, no me sirve de nada viviendo bajo un techo casi que de oro – me encogí de hombros y ella sonrió con el agradecimiento reflejado en su rostro.

-Eres fantástica, algo me dice que cuando seas la Reina de Costa Mein todo realmente cambiará – tomó mis manos – Y deseo que pueda ser pronto, claro sin desearle el mal al Rey – se encogió en su lugar cohibida ante sus palabras a lo que yo reí.

-No te preocupes, entiendo bien por qué lo dices, de todas formas, sea cuando sea si no puedo ahora convencerlo de lo contrario al menos tengo en el trono que intentarlo – dije para luego sentarme en el banco de mi tocador para que Lili pudiera peinar mi cabello mientras yo intentaba maquillarme un poco, aunque realmente no era una ocasión para ello, pero mamá se lanzaría sobre mí si no iba presentable.

-De todas formas, estás aportando demasiado con lo que harás – dijo mientras comenzaba a hacer un recogido – Piensa en lo mucho que ayudarás y a los que beneficiarás. Esa pequeña fortuna que tienes será muy bien utilizada y si por ello ya no puedes darme un pago extra yo no me quejaré en lo absoluto – sonrió mientras la veía por el espejo – Hay gente que lo necesita muchísimo más.

-No te preocupes por eso, seguirás teniendo tu pago extra, del control de la mini fortuna me encargo yo y hasta te aseguro que me quedará para algo más – sonreí segura – Solamente necesitaré que tú si te encargues de lo que te solicité, eso si no podré hacerlo yo.

-Que no te aflija eso, Shay. Hoy mismo hablaré con los demás para ponernos a trabajar lo más rápido que podamos y así avanzar.

-Eso sí, recuerda que solo deben ser los de confianza mía y tuya, no quiero que esto llegue a oídos de los sirvientes leales a mi padre o madre, de ser así todo esto se vendría abajo, incluso antes de comenzar.

-Tú tranquila que de todo eso me encargo yo – me dio una mirada cómplice que no pude ignorar.

(...)

Llegamos a la plaza rodeados de los soldados, la mayor parte del pueblo se encontraba rodeando la misma, mi corazón ya estaba acelerado y la tragedia todavía no había ni comenzado. No pude evitar darme cuenta que el escenario ya estaba preparado.

Todo el mundo miraba hacia el centro de la plaza expectantes de lo que sucedería, unos susurraban con miedo, otros miraban con odio hacia donde estábamos porque seguramente culpaban a papá, otros observaban con pesar a los "delincuentes" y yo simplemente trataba de respirar profundo para soportar esto.

Tomamos nuestros lugares y papá en vez de sentarse dio unos pasos al frente para luego alzar su voz.

- ¡Pueblo de Costa Mein! Estamos aquí el día de hoy para presenciar la medida disciplinaria que estos dos delincuentes merecen por su delito cometido – nadie decía nada – La Reina, la Princesa y yo, su Rey, estamos acá para demostrar que los delincuentes no tienen lugar en nuestro reino y por eso estos dos sucios y descarados ladrones están sentenciados a ser azotados hasta la muerte – los murmullos no se hicieron esperar y uno que otro grito de tristeza se escuchó.

Mi corazón se apretó y mis manos temblaban ligeramente, mi respiración se estaba volviendo irregular, estaba segura de que la angustia que sentía mi rostro no podía evitar reflejar.

-Shinees cambia esa cara – susurró mamá molesta – Pareciera que fueras tú la que será ejecutada – suspiré levemente más no dije nada.

-Que comience la ejecución – ordenó mi padre. La gente comenzó a hacer alboroto, algunos de acuerdo, otros en desacuerdo, pero los guardias no permitían que la gente pasara más allá de donde se encontraban.

-Madre, esto es injusto – susurré de vuelta luego de un momento – Ellos solamente tenían hambre – protesté.

-Tú qué sabes, Shinees, déjale esos temas y decisiones a tu padre, tú concéntrate en poner una buena cara y nada más – contestó bajo con un tono grotesco.

Suspiré – Madre no – volví a protestar, pero mamá tomó mi mano con elegancia por si alguien nos veía, sin embargo, el dolor que atravesó esa parte de mi cuerpo me dejó congelada. Mi madre me había insertado las uñas en el dorso de mi mano lastimándome mientras me dirigía una mirada dura y furiosa por mis protestas. No dije nada y solo pude apartar la mirada con la mayor elegancia que pude.

-Cierra la boca, Shinees, que no te importe lo que está por suceder, esos desgraciados delincuentes pagaran lo que robaron con su vida, fin de la discusión – dijo así sentenciando la situación y sentenciándome a mí a no volver a quejarme. Tragué fuerte.

En ese momento todo inició y yo ya no quería ni estar ahí. Los guardias tomaron a los supuestos ladrones a la fuerza y ellos solamente luchaban por su vida mientras gritaban pidiendo piedad al Rey quien se sentó al lado de mamá sin importarle tales ruegos.

Escuchar esos gritos y lamentos más el alboroto del pueblo que estaba dividido entre apoyar a la realeza y apoyar a los "delincuentes" hacían que mi cabeza se volviera un lío. Mi respiración volvió a acelerarse junto a mi corazón, mis manos comenzaron a sudar y yo ya no quería más. Mis ojos comenzaron a lagrimear y mi madre volvió a apretar mi mano llamándome la atención sin siquiera voltear a verme, esto simplemente era atroz para mí.

Los dos hombres que habían robado algo de comer fueron obligados a hincarse sobre una mezcla de arena y piedritas que seguramente les lastimarían las rodillas mientras tomaban sus manos y los hacían rodear con sus brazos unos grandes postes de madera que no permitirían que se movieran. Estaban siendo amarrados a esos postes mientras seguían suplicando, esos gritos de piedad estrujaban mi corazón mientras que con mis padres era todo lo contrario, esos gritos los llenaban de satisfacción, podía notarlo en la tranquilidad y leves sonrisas que tenían en sus caras.

Mis padres eran demasiado crueles e injustos, morir azotados e hincados en esa arenilla agregando la atadura de las manos era uno de sus métodos más dolorosos y crueles, tenían varias "medidas disciplinarias" y esa era una de las peores, por lo tanto, de sus favoritas.

Los dos hombres seguían gritando por piedad hasta que uno gritó desesperado al escuchar como uno de los soldados azotaba el látigo en el suelo.

- ¡PIEDAD MAJESTAD! TENGA PIEDAD, YO SOLO QUERÍA ALIMENTAR A MI HIJA DE TRES AÑOS Y NO TENÍA CÓMO, LA DESESPERACIÓN ME LLEVÓ A ROBAR – y mi respiración se detuvo solo para sentir como mi corazón latía causándome un gran dolor al apretujarse ante tal confesión, mis ojos se inundaron de lágrimas y recosté mi cabeza en el respaldo de la silla.

- ¡POR FAVOR MI REY! – gritó el otro hombre – YO TENGO UNA ESPOSA ENFERMA Y NO TENGO PARA PAGARLE UN MÉDICO – lloró con pesar el hombre – Y TAMPOCO TENÍA PARA LA COMIDA, PERO NECESITABA DARLE ALGO DE COMER – siguió. Suspiré temblorosamente.

No, ya no, absolutamente ya no.

- ¡A NADIE LE IMPORTA! – gritó papá con una voz de desdén - ¡Ustedes decidieron con su propia mano su destino, ahora afróntenlo como hombres! Los sucios ladrones no tienen lugar en mi reinado.

Los soldados se prepararon para cumplir con el supuesto castigo y antes de acercarse a los hombres volvieron a golpear los látigos en el duro y caliente suelo. El sol del medio día ya comenzaba a calar en todos.

Mi padre levantó la mano hacia sus soldados y ellos obedientemente se acercaron a los dos hombres que serían latigados, en un momento mi padre bajó la mano y para horror mío y de los espectadores los guardias comenzaron con el primer latigazo en las delgadas espaldas de los castigados que provocó un sonido que hizo que mi piel se pusiera de gallina seguido de un escalofrío por toda mi columna. Me encogí en mi lugar al escuchar los siguientes latigazos que las espaldas de los pobres hombres recibían mientras soltaban jadeos, quejidos y sobre todo gritos, muchos gritos de dolor.

Cerré los ojos con fuerza mientras seguía escuchando el aterrador alboroto. En un momento solo pude escuchar el latir de mi corazón en mis oídos y luego de eso no pude tener más el control de mis acciones.

- ¡SUFICIENTE! – grité.

            
            

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