El Corazón de una Princesa
img img El Corazón de una Princesa img Capítulo 5 Cuarto capítulo:
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Capítulo 6 Quinto capítulo: img
Capítulo 7 Sexto capítulo: img
Capítulo 8 Séptimo capítulo: img
Capítulo 9 Octavo capítulo: img
Capítulo 10 Noveno capítulo: img
Capítulo 11 Décimo capítulo: img
Capítulo 12 Onceavo capítulo: img
Capítulo 13 Doceavo capítulo: img
Capítulo 14 Treceavo capítulo: img
Capítulo 15 Catorceavo capítulo: img
Capítulo 16 Quinceavo capítulo: img
Capítulo 17 Dieciseisavo capítulo: img
Capítulo 18 Diecisieteavo capítulo: img
Capítulo 19 Dieciochoavo capítulo: img
Capítulo 20 Diecinueveavo capítulo: img
Capítulo 21 Vigésimo capítulo: img
Capítulo 22 Vigésimo primero: img
Capítulo 23 Vigésimo segundo: img
Capítulo 24 Vigésimo tercero: img
Capítulo 25 Vigésimo cuarto: img
Capítulo 26 Vigésimo quinto: img
Capítulo 27 Vigésimo sexto: img
Capítulo 28 Vigésimo veintisiete: img
Capítulo 29 Vigésimo veintiocho: img
Capítulo 30 Vigésimo noveno: img
Capítulo 31 Trigésimo: img
Capítulo 32 Trigésimo primero: img
Capítulo 33 Trigésimo segundo: img
Capítulo 34 Trigésimo tercero: img
Capítulo 35 Trigésimo cuarto: img
Capítulo 36 Trigésimo quinto: img
Capítulo 37 Trigésimo sexto: img
Capítulo 38 Trigésimo séptimo: img
Capítulo 39 Trigésimo octavo: img
Capítulo 40 Trigésimo noveno: img
Capítulo 41 Cuadragésimo: img
Capítulo 42 Cuadragésimo primero img
Capítulo 43 Cuadragésimo segundo img
Capítulo 44 Cuadragésimo tercero: img
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Capítulo 5 Cuarto capítulo:

Especial POV:

-Bueno, esto nos ayudará a lograr lo que deseamos, mi amor, podremos llegar a formar parte de la familia real y ayudar a Costa Mein – escuché que decía mi madre – Además, imagínate, emparentar con los Van Bisen – dijo con emoción, me acerqué lentamente a la sala de estar para escuchar.

-Ya lo sé, querida – respondió papá con su tranquila voz – Marktool mismo habló conmigo el día de la reunión en la que decretó la muerte de los bandidos esos que al final ni siquiera ejecutó – añadió y luego suspiró con cansancio – Gracias a la Princesa Shinees esos dos hombres no murieron en esa masacre, aun no entiendo cómo el Rey puede tan siquiera pensar en dañar a unos hombres y ni siquiera escuchar sus razones, lo que me hace pensar en cómo llegará a ser el reinado de la Princesa cuando se convierta en Reina.

-Pues no he tenido el contacto necesario con la Princesa como para indagar si realmente será una buena Reina cuando llegue al trono – escuché la duda en la voz de mi madre – La Reina Freya la mantiene al margen, y vaya que lo hace muy bien – reprochó a la Reina.

-Pues el Rey tampoco da indicio de que ella sea diferente a ellos, aunque lo que hizo hoy frente a todo el pueblo y ciertos miembros de la nobleza, como yo, nos ha dado a entender que realmente ella... puede llegar a ser diferente.

Decidí dejar de esconderme – ¿Quién puede llegar a ser diferente, padre? – pregunté fingiendo no saber nada y todo inocente, aunque en realidad no sabía con certeza de qué hablaban. Me acerqué a mi madre para besar su mejilla.

-Oh hijo mío, que bueno que te unes a nosotros – sonrió cálidamente. Me senté a su lado en el sofá largo.

-Hablábamos de tu prometida, hijo – soltó mi padre esa confesión como si nada que en ese momento me calló como un balde de agua fría, pero con hielo.

- ¿Prometida? – pregunté con un asombro notable en mi rostro – ¿Cómo que prometida? Puedo saber... ¿desde cuándo estoy prometido a alguien? Creo que como novio tendría que saber tal información – hablé con un sabor algo amargo en la boca, resulta que ahora me querían casar sin considerar a preguntarme nada con nada más y nada menos que Shinees Van Bisen, la Princesa de Costa Mein, o eso creía, ya que atando cabos de lo que hablaban antes de que entrara era de la familia real y de emparentar con ellos. Mamá tomó mi mano suavemente. Suspiré – Considero que es una noticia que debían de haberme dado de otra manera y una decisión que debieron haberme consultado – dije algo molesto.

-Hijo mío... - comenzó mamá.

-Ah no madre, no quiero que vengas a utilizar tus encantadoras artimañas conmigo ahora – negué levantándome del sofá.

-Escucha Drew, el mismísimo Rey Marktool fue quien se acercó a mí en una de las reuniones hace poco – explicó papá mientras dejaba a un lado lo que había estado leyendo hacía unos momentos – Él desea que tú puedas ser el futuro marido de su hija, la Princesa Van Bisen – recalcó con un tono diferente en su voz.

-Imagina tesoro mío – habló mamá con una gran sonrisa de emoción – Tú, Drew Melborne, no solo serías heredero al título de los Melborne, no solo serías Lord Melborne, también tendrías en tus manos el título de Rey Consorte de Costa Mein. Serías el confidente total de la Reina Shinees y ambos reinarían nuestro pueblo. Sabrías toda la información de primera mano, mi amor – añadió mamá con cierto extraño aire que me causaba fascinación y confusión al mismo tiempo.

- ¿Y ella lo sabe? – pregunté dudoso de que ella realmente lo supiera y dudaba de que estuviera totalmente de acuerdo en un matrimonio arreglado, estaba casi seguro de que esto no le agradará si es que aún no lo sabe.

Nunca antes nos habían presentado, desde muy pequeña, la Princesa siempre fue muy marginada del pueblo y por lo que sé, de asuntos con respecto al reino, incluso de eventos donde su presencia no era requerida. Además, los reyes Marktool y Freya no era que hicieran demasiados eventos en su palacio, se mantenían alejados del pueblo todo el tiempo que podían. Eran unos pésimos reyes, pero nadie se atrevía a ir en contra de ellos por el simple hecho de que Marktool III Van Bisen era conocido por su brutalidad y cero piedad.

Sí, sabía que cierta parte del pueblo ponía su esperanza en el corazón de la Princesa, pero había cierta parte del pueblo que afirmaba que Shinees no sería nada diferente a su padre, a su abuelo y bisabuelo.

-De eso no tengo idea hijo, solo el Rey lo sabe, pero pronto visitaremos el palacio a pedido de los reyes – informó levantándose de su lugar.

-Pero ni siquiera he aceptado para decir que me casaré con la Princesa, padre – protesté todavía sin querer ser el futuro esposo de Shinees Van Bisen – Ni siquiera quiero formar parte de esa familia, no se me da la gana emparentar con la familia real – me seguí quejando sin dejarlos hablar.

-Hijo, tú eres un Melborne – acotó papá como si eso fuera una razón para aceptar dicha alianza de matrimonio entre los Van Bisen y los Melborne.

- ¿Y qué, padre? No entiendo ese punto – declaré con sinceridad.

-Que tú puedes hacer lo correcto cuando ya estés en el trono – dijo seriamente – Si Shinees no fuera como esperamos, tú puedes redirigir el camino – no sabía si alguna vez podría hacer tal cosa.

Fui hacia la ventana de la sala de estar que daba al jardín delantero de nuestra casa, si bien toda Costa Mein sufría las consecuencias de culpas que no le concernían, culpas que solo pertenecían a los reyes, pero quizás mis padres tenían razón, quizás podría lograr algo al ser el Rey Consorte de la próxima Reina Van Bisen.

-Espero que sepan del peso que están poniendo sobre mis hombros – dije con seriedad – Pero todo sea por el pueblo – les sonreí levemente a mis padres.

Mamá sonrió con emoción y papá con orgullo al haber obtenido mi respuesta. Si podía y estaba en mis manos, haría algo por este pueblo que cada día moría.

(...)

Era el día.

Terminé de vestirme y arreglarme totalmente para luego pararme frente a la gran plancha que dejaba ver mi reflejo de cuerpo completo.

Cuando me pareció estar presentable salí de mis aposentos para dirigirme al vestíbulo de nuestra casa en donde mis padres ya me estaban esperando.

Salimos y nos subimos al carruaje real que había llegado por nosotros.

-Estoy segura de que no te arrepentirás de tu decisión, hijo – aseguró mi madre, algo que no sabía si así sería. Me sentía confundido y al mismo tiempo decidido, solo esperaba que la Princesa pudiera ser diferente a sus padres o no tardaría demasiado en rechazar la alianza matrimonial con ella.

-Ya lo veremos, aún no estoy convencido y aunque el Rey Marktool me quiera cortar la cabeza no cederé y tendrá que buscar una nueva víctima para su hija – hablé viendo por la ventana la desolación del pueblo de Costa Mein.

-Hijo, ya diste tu respuesta, no puedes echarte atrás y no importa la opinión del Rey, quien no te permitirá retractarte soy yo – sentenció papá – Está en juego el honor de los Melborne, no podemos quedar en ridículo delante del pueblo – rodé los ojos molesto.

-Padre, solo mira esto – señalé las calles del pueblo – Créeme, a nadie le importa que quedemos en ridículo, el pueblo está más concentrado y gastando todas sus energías en sobrevivir cada día, no en estar al pendiente del honor de la realeza o la nobleza – crucé mis brazos, mi mal humor solo aumentaba y no quería enojarme o no podría contenerme en el palacio – No les interesa en lo absoluto mi palabra dada.

-Créeme hijo, hay muchos más ojos que sí les importa nuestro honor y mucho más que eso – habló con un extraño tono en su voz que me causó muchas preguntas que al final decidí no hacer por ahora.

En ese momento la impresionante estructura del gran palacio real de Costa Mein se alzó ante mi vista y la de mis padres. En cinco minutos entramos por las grandes rejas que llevaban hacia el jardín delantero del palacio que era un largo camino con árboles y arbustos florales de todo tipo.

El carruaje llegó y siguió el camino rodeando la gran fuente de agua con detalles de piedra, cristal y oro que la hacía ver hermosa gracias a los rayos de sol que chocaban contra el material haciéndolo brillar y resplandecer dándole un toque real y majestuoso.

El carruaje paró frente a las extensas escalinatas que daban directo a las puertas principales del palacio. Un miembro del personal abrió la puerta del transporte y uno a uno fuimos bajando. Fuimos recibidos por el personal del palacio, por lo que sabía nuestra visita era oficial y por ello todos estaban muy bien formados y cerca de las puertas se encontraban sus majestades.

Por ningún lado veía a la que se supone iba a ser mi prometida y futura esposa.

Las trompetas del palacio sonaron dando a entender a todos que habíamos llegado para la visita real oficial.

El Rey Marktool fue el primero en acercarse a mis padres a saludar y la Reina Freya fue la segunda.

Llegamos hasta la puerta principal y nos hicieron entrar al vestíbulo donde un gran retrato familiar real de los Van Bisen nos dio la bienvenida. Como siempre, se mostraban majestuosos, regios, imponentes y solemnes, los tres, cuando en realidad eran todo lo contrario, la Princesa, es decir, mi futura esposa, mostraba ser diferente a sus padres, pero nadie podía asegurarme si esa diferencia era real y no solo una careta de falsedad.

-Es un gusto verlos, me alegra tanto poder recibirlos en mi palacio – afirmó el Rey con orgullo.

-El honor y gusto es para nosotros, Rey Marktool – dijo mi padre.

-Agradecemos su cortez invitación, majestades – habló mi madre con una sonrisa delicada, aunque por dentro estuviera más feliz que una lombriz.

-Nuestra hija, la Princesa Shinees... - comenzó la Reina con una sonrisa, pero fue interrumpida.

-Ya está aquí – habló una dulce voz la cual llamó la atención de todos haciéndonos voltear.

Y como si fuera una visión, se apareció la impresionante figura de ella, la gran aclamada, y por otros odiada, Princesa Shinees Van Bisen, en la que muchos ponían sus esperanzas mientras otros en lo secreto la detestaban.

Una belleza andante, sin dudarlo, pero ¿esa belleza seguiría intacta cuando la llegara a conocer y saber sus verdaderas intenciones al obtener el trono?

La belleza no solo tiene que ver con lo físico, la belleza va mucho más allá y me preocupaba que esta belleza fuera hueca por dentro.

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