El Corazón de una Princesa
img img El Corazón de una Princesa img Capítulo 4 Tercer capítulo:
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Capítulo 6 Quinto capítulo: img
Capítulo 7 Sexto capítulo: img
Capítulo 8 Séptimo capítulo: img
Capítulo 9 Octavo capítulo: img
Capítulo 10 Noveno capítulo: img
Capítulo 11 Décimo capítulo: img
Capítulo 12 Onceavo capítulo: img
Capítulo 13 Doceavo capítulo: img
Capítulo 14 Treceavo capítulo: img
Capítulo 15 Catorceavo capítulo: img
Capítulo 16 Quinceavo capítulo: img
Capítulo 17 Dieciseisavo capítulo: img
Capítulo 18 Diecisieteavo capítulo: img
Capítulo 19 Dieciochoavo capítulo: img
Capítulo 20 Diecinueveavo capítulo: img
Capítulo 21 Vigésimo capítulo: img
Capítulo 22 Vigésimo primero: img
Capítulo 23 Vigésimo segundo: img
Capítulo 24 Vigésimo tercero: img
Capítulo 25 Vigésimo cuarto: img
Capítulo 26 Vigésimo quinto: img
Capítulo 27 Vigésimo sexto: img
Capítulo 28 Vigésimo veintisiete: img
Capítulo 29 Vigésimo veintiocho: img
Capítulo 30 Vigésimo noveno: img
Capítulo 31 Trigésimo: img
Capítulo 32 Trigésimo primero: img
Capítulo 33 Trigésimo segundo: img
Capítulo 34 Trigésimo tercero: img
Capítulo 35 Trigésimo cuarto: img
Capítulo 36 Trigésimo quinto: img
Capítulo 37 Trigésimo sexto: img
Capítulo 38 Trigésimo séptimo: img
Capítulo 39 Trigésimo octavo: img
Capítulo 40 Trigésimo noveno: img
Capítulo 41 Cuadragésimo: img
Capítulo 42 Cuadragésimo primero img
Capítulo 43 Cuadragésimo segundo img
Capítulo 44 Cuadragésimo tercero: img
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Capítulo 4 Tercer capítulo:

- ¡SUFICIENTE! – grité con fuerza.

Todos se espantaron de mi arrebato y lo supe cuando soltaron un jadeo asustado, los guardias pararon de impartir el castigo y yo perdí el control de mis acciones delante del pueblo, pero sobre todo delante de mis padres, el Rey y la Reina de Costa Mein.

Sabía que esto podía atraer inconvenientes para mí y seguramente serias consecuencias que sufriría, pero no podía estar aguantando más esto, era algo injusto, por culpa de unos gobernantes crueles e injustos la gente sufre y tienen que optar por medidas y caminos incorrectos que los ponen en peligros como este.

Mis pies caminaron y mi cuerpo estaba tomando vida solo, sentía que mi cerebro tomaba las órdenes solo sin pedirme permiso a mí por lo que sentí como cada una de mis piernas avanzaba y daba pasos hasta uno de los guardias que me miraba perplejo.

-Suelte ese látigo en este instante – ordené con una voz que ni yo sabía que en mí existía. Tan fría, tan neutra, tan firme y mandona.

El soldado se me quedó viendo con una sorpresa que seguramente todos tenían y más mis padres, pero no soportaría más.

-Pe-pero Prin-princesa... - tartamudeó nervioso y hasta podía decir que dudoso de acatar mi orden.

- ¡Princesa nada! Acata la orden soldado – se volvió a repetir esa voz con decisión.

- ¡No, soldados, traigan a la Princesa acá en este instante! – ordenó papá, yo volteé a verlo furiosa, me importaba poco tener de fondo a todo el pueblo que se hacía notar por todos los murmullos que nunca cesaron desde el inicio.

-No se atrevan – dije con los ojos entrecerrados hacia los guardias – No creo que el Rey quiera que arme un escándalo aquí ¿o sí majestad? – me dirigí a él con desafío.

- ¿Cómo te atreves Shinees? – murmuró audiblemente para mí tan, o más, furioso que yo.

-Me atrevo porque esto no es justo – murmuré igual que él.

-Shinees, deja esta rabieta tuya y deja que tu padre tome el control – dijo con mucho más disgusto del que quisiera aparentar – No nos avergüences jovencita – dijo mi madre.

-No es ninguna rabieta madre – luego me volteé – Bajen esos látigos he dicho – volví a ordenar, los guardias con indecisión se vieron uno al otro para luego apartarse un poco de los hombres que yacían hincados, jadeando y ya lastimados por los latigazos que todavía recibieron.

- ¡EN NINGÚN MOMENTO DI LA ORDEN O EL PERMISO PARA DETENER LA EJECUCIÓN! – volvió a gritar el Rey – SIGAN O USTEDES SERÁN LOS EJECUTADOS EN LUGAR DE ESOS DESGRACIADOS – amenazó a los soldados.

Con indignación volteé a verlo, los soldados volvieron a acercarse para pegarles a los hombres quienes volvieron a temblar al escuchar a mi padre. Cuando el soldado que estaba más cercano a mí quiso volver a golpear a uno de los hombres el valor que entró en mí hizo que perdiera el temor y que me importara poco lo que me sucediera. Me acerqué a paso decidido y cuando el brazo del soldado se balanceó para atrás yo tomé la punta de ese horroroso artefacto que iba a dañar al pobre hombre y lo tomé con una fuerza increíble que no creía que tuviera, aunque era obvio que los entrenamientos con espada ayudaban, además de que había tomado al soldado por sorpresa y se giró inmediatamente.

-He dicho que paren – ya no me reconocía y por la cara de todo mundo, ellos tampoco.

Papá se acercó a mí con rapidez y me tomó por el brazo haciéndome daño y jalándome hacia él.

- ¿Estás loca Shinees? ¿Eres idiota, estúpida o ambas? – preguntó furioso en un siseo, vi en sus ojos que no tendríamos una riña demasiado pacífica al volver al palacio, pero yo sería feliz si lograba salvar a esos hombres.

-Ninguna, padre – susurré quedito solo para él – Solamente estoy evitándote problemas, el pueblo no estará contento con esto, si para ti es un espectáculo para ellos es una masacre.

- ¿En algún momento pedí tu opinión? Porque que yo recuerde nunca pedí el consejo de una estúpida insensata – apretó mi brazo lastimándome con fuerza y taladrándome con su feroz mirada con hambre de lastimar a alguien, y ese alguien era yo. Aparte mis ojos por un momento sintiéndome pequeña en su presencia, jadee de dolor.

-Padre, basta – siseé adolorida – Al menos mándalos por unos días al calabozo – imploré sin que los demás se dieran cuenta, aunque el espectáculo entre padre e hija ya era suficiente escandaloso en realidad.

- ¿Cuántas veces tengo que repetirte lo mismo, Shinees? – dijo soltando un leve gruñido de enfado – Mi palabra es ley, yo soy el Rey, ¿tanto te cuesta digerir el mensaje? Aún no es tu tiempo y todavía debes seguir aprendiendo – lo miré molesta – Aún no eres Reina y nunca lo serás si no dejas de ser una debilucha con conciencia – se mofó.

-SIGAN CON LA EJECUCIÓN – volvió a gritar, volteé a verlos mientras mi padre jalaba de mi brazo, lágrimas de enojo e impotencia eran las que nublaban mi vista. Traté de soltarme de su agarre, pero él en ningún momento lo hizo, más bien apretó más lastimándome mientras yo me quejaba por lo bajo.

-Sigan con su trabajo – dijo mi madre tan tranquila, no entendía nada, no entendía cómo podía. Les ordenaba a los soldados seguir azotándolos hasta la muerte como que si fueran el panadero y el cocinero colocando la comida en los recipientes.

Esto me ponía cada vez más enferma. Volvimos todos a escuchar los lamentos de los hombres y los sonidos del látigo abriendo y quemando la piel de los pobres.

Mis lágrimas bajaron mientras mi madre tomó mi muñeca y me atrajo hacia atrás del carruaje mientras la sentencia seguía siendo ejecutada.

-De verdad que estás tonta hija, pero ¿cómo te atreviste a armar todo ese escándalo tan vergonzoso y fuera de lugar? – me reprochó enojada y al mismo tiempo avergonzada, volteé a ver a otro lado negando con la cabeza, las lágrimas no dejaban de caer.

-No puedo creerlo, madre, están matando a latigazos a unos pobres hombres que robaron por necesidad, porque no sabían que hacer, por desesperación, los están matando frente a nuestras narices y tú ¿te preocupas por el supuesto escándalo que hice por defenderlos?

Ella frunció el ceño – Tú no tienes que defender a nadie – dijo para luego levantar su mano y golpear levemente su dedo índice en mi frente causándome más molestia – Entiéndelo Shinees, tú eres la Princesa de Costa Mein, lo que te debe importar nada más es que esta gente pague sus tributos a la corona, que en realidad te preocupe conseguir marido y que solamente te hostigue la abundancia de trabajo que algún día tengas que hacer, como futura Reina eso es lo que te debe importar, no que se mate a unos inútiles y sucios ladrones – sentenció.

-No sé ni por qué me molesto en explicarte, en decirte y en tratar de revelarte las cosas si tú no las entiendes y creo que jamás lo harás – mi decepción era mayor a muchos otros momentos, días y años. Limpié mis lágrimas frente a su mirada acusadora y traté de volver al lugar donde se llevaba a cabo la injusticia.

-Padre – susurré cuando me acerqué, él se encontraba tan satisfecho, como que si estuviera viendo algún tipo de deporte o de juego – Por favor, te lo ruego – dije al momento en que no medí mis acciones y me arrodillé frente a él – Déjalos libres, ordena que dejen de golpearlos – lloré abiertamente frente al gran asombro y enojo de mi padre.

-Shinees ¿por qué sigues molestándome? – siseó con furia – Levántate – ordenó.

-No si no accedes a mi petición, por favor, es una simple solicitud, no te afectará en nada y beneficiará en mucho – rogué sin hacerle caso. El volvió a tomar mi brazo con fuerza, pero esta vez sin lastimarme tanto, veía en sus ojos un fuego nada bueno.

-PAREN LA EJECUCIÓN – y en ese momento el alivio volvió a mi corazón – En verdad que esta no te la dejaré pasar, Shinees – susurró duramente. No, no me importó, dudaba que papá me pusiera una mano encima, pero sí me castigaría – A pedido de la Princesa, se les dará otra medida disciplinaria a estos mugrientos ladrones. Pasarán un mes encarcelados sin pan y sin agua – muchos ovacionaron el cambio mientras que otros seguían murmurando, no sabía si era de felicidad de que no los mataran, aunque en realidad podían morir de hambre en un mes estando encarcelados, o era porque sabían que morirían, pero de otra forma.

Suspiré aliviada, sabía muy bien que ellos tendrían la oportunidad de salir en un mes con vida porque yo no los abandonaría. Sonreí levemente hacia el pueblo, muchos de los que ahí estaban me sonrieron agradecidos, otros me veían con pena y otros con molestia, sabía que no todos me querían, pero hasta por ellos pondría en riesgo mi vida. Son mi pueblo, sé por qué no me tienen confianza y yo quería cambiar eso.

Papá con el mismo enojo mandó a llevar a los hombres al calabozo. Mamá me jaló hacia el carruaje mientras que papá no me habló en todo el viaje.

Cuando llegamos al palacio nos bajamos y caminamos hasta llegar a la sala de estar familiar que era más personal. Ahí era donde se hablaban los temas más importantes, complicados o confidenciales. Sabía lo que se avecinaba. No había nadie del servicio y solo seríamos los tres.

Papá cerró la puerta con más fuerza de la que hubiese deseado y que provocó un escalofrío por mi columna vertebral. Mamá se sentó en uno de los sillones mientras comenzaba a servirse té con tranquilidad, claro ella no sería la de la guerra, pero sabía que participaría.

Papá suspiró con cansancio y no se sentó, se dirigió al ventanal que daba hacia uno de los tantos y bellos jardines que rodeaban el palacio.

- ¿Qué hice para merecer a una hija así? – dijo causándome desagrado ante sus palabras, si empezamos por ahí un gran listado le podría escribir, fruncí el ceño y crucé mis brazos – Hoy nos has avergonzado como nunca antes, Shinees Van Bisen – sentenció sin voltear a verme.

-Entonces debiste escuchar a esta insensata – respondí sin dejar de ver el suelo. Sentí como papá llegó hasta mí y me tomó fuertemente de mi brazo para acercarme a él.

-A las insensatas jamás se les escucha – siseó – Solo se les deja con las ratas – declaró mientras yo apartaba mi mirada, sí, a veces no me sentía tan valiente, apartar la mirada era un escudo efectivo para mí en determinados momentos que me sentía como él decía, como una sucia y mal oliente rata.

-Pues has tenido tiempo para hacerlo padre y aquí sigo – respondí de vuelta con el mismo tono frío.

-Pero se te va a quitar, eso te lo aseguro – sentenció – Y te vas a arrepentir querida hija – me soltó – Te vas a arrepentir de haberme hecho parecer débil frente a todos – volvió al ventanal.

Volteé a ver a mamá con el ceño fruncido, papá jamás me había amenazado así, algo tenían que haber planeado.

- ¿Qué? ¿A qué te refieres padre? – me acerqué a mamá - ¿A qué se está refiriendo? – rodé los ojos – No me digan que no tendré permiso para salir de nuevo – sí, ya me habían castigado antes con eso, me valía poco si salía o no, no sería difícil – Además padre, no te hice parecer débil, solo te hice parecer benevolente – afirmé.

Papá solo me vio con una sonrisa que sabía no era buena, representaba de verdad peligro, no creía que papá me lastimaría o me pondría en peligro ¿o sí? Ya comenzaba a preocuparme.

- ¿Entonces? ¡Habla papá!

-Hija, mi queridísima hija – habló mamá – No debiste hacer lo que hiciste, ahora tu padre y yo te daremos un castigo ejemplar que esperemos te haga reflexionar y recapacitar – sonrió de lado, con picardía. Jadee asustada, mamá y papá cuando querían podían darme donde en serio me dolía.

- ¿De qué se trata? – insistí.

-Te daremos donde más te duele para que aprendas a respetar y a no meterte donde no te llaman y tampoco te conviene – habló papá y comencé a sentirme acorralada por alguna razón – Si antes habíamos respetado tu decisión y deseo de buscar a alguien y casarte por amor, ahora eso te será arrebatado justo como tú hoy me arrebataste a mí mi decisión, desde hoy el casarte por amor deja de ser tu elección – sentenció papá.

No, no, eso no. No, por favor no. Eso no.

- ¿Qué? – susurré perpleja y un súbito dolor apareció en mi pecho – No, no – jadeé – Padre, madre, no – mis lágrimas empañaron mi vista de nuevo, pero esta vez con tristeza y un profundo dolor – No, no, no por favor, no, cualquier cosa menos esto – me acerqué a papá de inmediato – Padre no, te lo suplico – volví a arrodillarme por segunda vez ante él y tomé su mano mientras una catarata de lágrimas mojaban mis mejillas – Eso no, un casamiento sin amor no, por favor, te doy otras opciones que también me dolerán, pero esa no – él se apartó de inmediato y noté algo de tristeza en sus ojos, pero al voltear a ver a mamá que tenía un gesto de desaprobación él volvió a su dura postura.

-Lo lamento mucho, hija, pero nos orillaste a tomar esta decisión, fue demasiado lo que hiciste y mereces tener un castigo a la altura, para que al fin entiendas que no puedes hacer lo que te dé la gana y más si nosotros aparte de ser tus padres somos primeramente los reyes de Costa Mein – no puede ser, no, era lo último que deseaba perder.

-Pero no es justo, hay muchos más castigos, eso para mí no es castigo, es una sentencia de muerte...

- ¡Ay no exageres Shinees Kassaia Van Bisen! – vociferó mamá enojada – Eso te ganas por no escuchar, además nadie dice que no puedas encontrar el amor en tu futuro esposo escogido, tampoco te dejaremos en manos de un canalla.

-Pues canallada es lo que ustedes están haciendo, así que no confío mucho que vayan a hacer una buena elección – me paré del suelo furiosa – Mamá me diste tu palabra – siseé furiosa – Lo hiciste – terminé con decepción y caminé hasta la puerta.

-Esta es la última advertencia Shinees, no nos hagas tomar medidas más duras – más amenazas.

-Para mí ya no hay nada peor – me giré hacia ellos – Con ese castigo ya me llevaron hasta las profundidades – mis lágrimas eran de puro dolor – ¡CONFIÉ EN USTEDES! – grité y salí corriendo.

            
            

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