Pensé en reiteradas ocasiones que tener un padre hundido en el alcohol, una madre sumisa que dejara que hicieran conmigo lo que quisieran y una hermana que si pudiera matarme con sus propias manos lo haría era lo peor. Tener una familia de mierda siempre parece ser lo peor, pero lo que nunca pasa por tu mente es que esa familia pueda ser peor de lo que imaginas y entonces un día te das cuenta de que si puede serlo.
Mis días con esa familia eran los peores, compartir la habitación con la hermana favorita creo que era una de mis mayores razones para llorar, siempre y cuando no apareciera mi padre borracho para golpearme hasta que perdiera el conocimiento. En las mañanas me despertaba con un golpe de almohada mi hermana, para levantarme a preparar su desayuno y luego organizar la casa. Mientras ella se iba a estudiar a mi me tocaba quedarme en la casa, picando verduras, lavando la ropa que ella manchaba a propósito y ordenando el desorden que yo ni siquiera hacía.
Por las noches todo se volvía totalmente diferente, el cansancio invadía el cuerpo y lo único en lo que pensaba era pegar los ojos hasta el siguiente día. Con suerte lograba tener algún sueño bonito, alguno que pudiera alegrarme el alma y hacerme olvidar el infierno en el que estaba viviendo.
Pero dormir se volvía una tarea difícil cuando mi padre casi todas las noches no se encontraba en la casa, pasaba horas mirando el techo con las manos húmedas por el temor que me causaba pensar que en cualquier momento podría pasar la puerta y que incluso si fingía estar dormida no me salvaría de una buena golpiza.
Los sueños, eso era lo único que no podían arrebatarme en aquella casa y creer que un día podría lograr grandes cosas se volvió la manera que encontré para seguir adelante. Claro que todo cambió en mi vida cuando una mañana mi padre vino con una sonrisa amable, mi madre tuvo que viajar a otra ciudad para visitar a una de mis tías que se encontraba muy enferma y mi padre jamás sonríe con amabilidad si no trama algo.
Me dijo que hoy todo sería diferente por que quería compensarme por su comportamiento últimamente, por mi mente nunca pasó que podía llegar a tal grado de cinismo de utilizar su vicio por el alcohol como un arma y una muy filosa. Me miró con sus ojos cafés cristalizados, las manos le temblaban y sus palabras fueron "estoy enfermo, quiero mejorar como padre y compensar todo el daño que pude hacerte".
Cuando amas a una persona con sinceridad quieres creer que todo lo que te dice es cierto, que no sería capaz de lastimarte a tal punto de preguntarte que es lo que se encuentra mal en ti y que no sería capaz de hacerte llorar a propósito. Yo sabía que mi padre se encuentra enfermo por el vicio, pero nunca pensé que sería capaz de llegar tan lejos para poder seguir bebiendo.
Fuimos al centro de la ciudad, me compró un hermoso vestido y se que jamás voy a olvidar los detalles de tal vestimenta. Un color rojo, la tela brillante con un escote prominente delante y acampanado a partir de la cintura.
Cuando me lo probé no me convencía, por supuesto por que una buena hija escucha a su madre y la mía repetía en reiteradas ocasiones que una chica de bien no debía vestir como una mujer fácil. Desde la posición donde me encuentro ahora mismo ya no pienso de la misma manera, una mujer con un nivel de educación tan pobre no entendería que las prendas que llevan no te hacen menos o más mujer.
Me miré tan hermosa, mi padre se paró detrás mientras me miraba con el vestido frente al espejo y me soltó el cabello rubio hasta media espalda. Me encontré como una chica hermosa, como una chica a la que nunca le permitieron verse bien por que me tenían como una esclava domestica y todo lo mejor siempre lo recibía mi hermana.
Me pidió que me quedara con el vestido puesto, que saldríamos y me llevaría a comer lo que yo quisiera cuando volviéramos de ir por un encargo para la tienda. Mi padre un señor alcohólico, pero que manejaba la pequeña tienda de la cuadra donde todos los vecinos compraban sus alimentos del día a día, en alguna que otra ocasión se encargaba de ir por cierta mercancía y no tuve sospechas de nada.
Fuimos a una feria bastante alejada de la ciudad, me pareció extraño ver que en esa feria había cosas que normalmente no se encuentra en otras y que además estaba organizada en un gran almacén en medio del campo.
Recuerdo que mi padre fue por unos refrescos, cuando volvió me dio un jugo de naranja que fue mi mayor felicidad en esos momentos y es que ver que tu padre aun recuerda tu sabor de jugo favorito es un motivo de alegría. No recuerdo haberlo visto nuevamente hasta que desperté con unos grilletes en las manos y los pies, con unas cadenas. Sin darme oportunidad de hacer pregunta alguna comenzaron a jalarme por un pasillo oscuro, una luz me cegó y cuando volví a ver me encontraba con un publico gigante que aplaudía.
Las personas aplaudían con grandes sonrisas, otros sacudían sus billetes y los hombres muchos con sus puños golpeaban los tablones del escenario.
Lo miré parado a un lado del escenario, sonreía con alegría al ver como tantos hombres apostaban por mí, veía como era vendida sin una mirada de arrepentimiento y eso hizo que mi corazón de hija se oprimiera. Nunca estás preparada para que te destrocen de esa manera, por que los padres se supone que deben ser nuestros pilares y apoyarnos cuando estamos mal, no causarnos ese mal.
Mi miedo incrementó cuando empezaron a subastarme, cuando las cifras subían y habían dos hombres queriéndome a muerte parados uno al lado del otro. Un castaño de traje quizá unos dos años más grandes que yo, que no me quitaba sus ojos verdosos de encima y cada vez que el hombre a su lado aumentaba la cifra él se alocaba su cabello de media melena.
Por otra parte el otro hombre me causaba temor, unos ojos azules profundos con el cabello negro y una barba bien recortada. Solo su mirada me transmitía que si me entregaban a él algo malo pasaría, aunque el castaño pareciera ser mucho más amable, la verdad cualquiera de los dos me causaba un gran temor y no quería irme con ninguno.
Al final el hombre de ojos azules terminó cediendo cuando se dio cuenta de que no podría contra el castaño, me sentí un poco más aliviada. Sin embargo cuando me jalaron atrás del escenario nuevamente por el pasillo mis piernas parecían de flan y me costaba mantenerme de pie, todo fue mucho peor cuando tuve frente a mis ojos a los dos hombres de trajes.
No sabía si lo que vi antes había sido un acuerdo para que se viera que ambos eran muy adinerados, o si de verdad estaban compitiendo para ver cual era mi dueño. Por otra parte paso por mi mente la posibilidad de que ambos estuvieran jugando, que les divirtiera gastar su dinero en personas que luego pueden hacerles lo que quieren.
-No puedo creer que hayas dado tanto por la chica, solo por competir conmigo -gruñó el chico de ojos azules.
-No hables como si no estuviera presente Bastián -me tomó de las manos y por inercia retrocedí-. Lo siento pero quiero quitarte los grilletes, no creo que te sientas cómoda así.
-Pagas una millonada por ella y para colmo Milán le vas a quitar los grilletes para que se escape antes de llegar a la casa -dijo en un tono burlesco apoyado contra una columna.
No me iba a servir de nada escapar, no tenía a donde ir y una chica con un vestido llamativo corriendo por el medio del campo tampoco sonaba de lo mejor. ¿Escapar e ir a donde? Ahora ya no pertenecía a aquella casa y aun que no quisiera irme con un completo desconocido, ni siquiera sabría a donde huir.
-No seas absurdo, hasta la ciudad hay unas dos horas de viaje y no creo que vaya a escaparse para caminar hasta allá.
-Nunca aprendes nada Milán, es por eso que yo me hago cargo de los negocios familiares y tu no -ruge casi empujándolo contra la pared.
-No me voy a disculpar por no ser tan insensible como tu -le devuelve el empujón entre gruñidos.
-Te voy a enseñar a respetar -lo toma por el cuello de la camisa y el rubio prosigue a imitarlo.
-Basta -digo en un tono calmado y temeroso-. No voy a escapar a ningún lugar, señor Bastián.
Mi voz se quiebra cuando me dedica una mirada severa, claro que va a mirarme de esa manera por que no aprueba ni siquiera la idea de que una esclava acaba de pedirle que se detenga y creo que haber hablado empeoró las cosas.
-Claro, vamos a confiar es una esclava que valió una millonada -en varios pasos se para tan cerca de mi que no puedo evitar morder mi labio y cerrar mis ojos con fuerza-. Mejor mantén tu boca cerrada, que no pagamos tanto por ti para que des tu opinión.
Me susurró al oído y me sentí atraída al instante por su voz ronca, además de mi padre jamás hubo ningún hombre así de cerca. Mucho menos dos dispuestos a pelearse por tomar una decisión que tuviera que ver conmigo, sin embargo Milán se acomodó la chaqueta de su traje y pasó por su lado para venir a donde me encontraba.
-No vas a influenciar en mis decisiones querido hermanito, la compré yo y será mi riesgo si se escapa -con una sonrisa me quito los grilletes de las manos y prosiguió a sacar los de mis pies.
-Solamente nuestro padre te permite gastar dinero, eres un niño inmaduro -protesta y con las manos en los bolsillos sale de la sala.
-No le tienes que hacer caso, Bastián es un gruñón y por suerte solo somos medios hermanos -me guiñó un ojo y mis mejillas se ruborizaron-. No me parezco a él ¿verdad?
-Me daría mucho miedo si fueras parecido a él -susurro y mi mirada recorre los alrededores para asegurarme de que no se encuentre cerca.
Milán empieza a reír, pasa una mano por encima de mis hombros y comenzamos a caminar. Mi garganta está seca, me incomoda tenerlo tan cerca de mi y tener que guardar silencio por que a final de cuentas mi opinión sigue sin importar a donde quiera que vaya.
Entre en una camioneta que a un lado tiene una puerta corrediza, Bastián estaba allí sentado y se veía irritado por completo con mi presencia. El castaño por otra parte parece divertirse con los gestos de su hermano, en cuento emprendemos el viaje no duda en encender la música y se pone a bailar en medio de la camioneta.
Me empiezo a reír y Bastián rodea los ojos desaprobando la actitud de su hermano, parece ser un hombre de lo más aburrido. Lo pienso así por que cualquiera que vea a Milán bailando y haciendo morisquetas terminaría riendo hasta que el estomago duela.
El hombre de ojos azules le hizo un gesto con la mano mientras tiene su celular en la mano, el castaño le baja a la música y con gestos serios guardan silencio mientras toma la llamada.
-Padre -aclara su voz rascando su barba Bastián.
Pasamos unos minutos viendo como pronunciaba algún "Sí", o "Entiendo" y algún que otro "De acuerdo". Sin tener un contexto de lo que estaba sucediendo, hasta que en un momento Bastián con el teléfono pegado a la oreja le dio un pequeño golpe a la ventanilla que daba a la cabina del conductor y este detuvo la camioneta. Pasó por mi lado y me miró con cierto desprecio antes de bajarse, gracias al silencio en el que nos encontrábamos podíamos escuchar perfectamente como Bastián levantaba el tono de la voz.
-Tu primer día conmigo y te toca enfrentarte a este tipo de situaciones, de verdad lamento que tengas que escucharlo así -se frota la frente irritado.
Esperaba otra cosa, quizá estar en manos de un hombre que me trate como una esclava realmente y no como una persona. Ante sus palabras solo asiento, parece preocuparse por lo que yo piense y el como me sienta.
-Escucha bien padre, no me importa lo que digas -gruñe apoyado en la puerta de la camioneta Bastián-. No voy a ir con tu hijo irresponsable y mucho menos que trae a esta mujer con él, no te das cuenta en los problemas que podemos meternos.
Su rostro se frunce, mira la pantalla de su celular furioso y le da un puñetazo a la camioneta antes de volver a subir frente a nosotros. Bajo la cabeza por la incomodidad que siento ante su insistencia de su mirada, apenas paso saliva y siento como si todos en ese pleno silencio lo hubieran escuchado.
-Bájate -me ordena en aquel tono ronco.
Miro a Milán que no entiende nada y lo queda mirando fijamente, titubeo por momentos por que realmente no se si deba hacerle caso a sus palabras.
-¡Qué te bajes mujer! -levanta el tono de su voz y con las piernas temblorosas bajo.
-¿¡Te volviste loco!? -se queja Milán que intenta bajar tras de mi pero Bastián se lo impide.
La puerta se cierra ante mis ojos y pocos momentos después veo como comienza a irse sin mi, lo que para ser sincera se siente como un alivio. Ese hombre de ojos azules esta completamente loco y no se si vivir cerca de un hombre como él pueda ser un peligro constante para mi vida, con haber tenido un padre capas de venderme me basta.
Miro los alrededores, creo que mi mayor preocupación ahora mismo debería ser llegar de nuevo a la ciudad. Pasar la noche en miedo de la carretera suena a una idea peligrosa, no solo por las personas que puedan pasar sino también por los animales del campo y teniendo en cuenta el clima que por las noches puede variar.
Me dispongo a caminar, cuanto antes comience a caminar es más probable que llegue hasta la cuidad aun que sigo mirando y no veo ni rastros de estar cerca.
Contemplo los alrededores, los pájaros cantan y al menos el sol hace que el frío se sienta más leve. El silencio hace que me permita preguntarme que pasará por la cabeza de mi madre cuando llegue y ya no me encuentre, quiero pensar que se molestará. Tal vez le pida a mi padre que me busque aun que después de verlo sonreír de la manera que lo hizo estoy segura de que no lo hará y que buscará una excusa para que mi madre también deje de buscarme.
Me gustaría saber que excusa va a utilizar esta vez para zafarse de esta situación, tal vez diga que me fui con algún hombre por voluntad propia o que desaparecí en la mañana y que no pudo encontrarme. No puede pasar por mi mente algo más retorcido que eso, por que de verdad no creo que encuentre una excusa mejor para justificar mi ausencia y calmar el corazón de una madre.
A pesar de que mi madre siempre permitió el maltrato de mi padre hacía mi, siempre tuvo gestos amables que me demostraban su amor y por eso pienso que ella va a buscarme. En mis cumpleaños mi madre me preparaba un delicioso pastel de chocolate por ser mi favorito, aun que casi todos los años mi hermana se encargara de arruinarlo todo y que mi padre me terminara regañando o incluso golpeando.
Aun así el gesto de mi madre para mí era la muestra de amor que necesitaba para saber que no me encontraba del todo abandonada en la casa, que tenía alguien con quien podía contar así fuera para charlar y que alguien me quería.
Escucho un auto detrás de mi y se detiene a mi lado, observo como baja la ventanilla un hombre de mediana edad. Viste como un granjero, con una camisa a cuadros y una gorra de paja.
-¿Necesita que la lleve señorita?, me dirijo hacia la ciudad -recorrió mi cuerpo con la mirada.
Fijó su vista a la altura de mi busto, eso me hizo negar ante su pregunta y volví a caminar. Por supuesto que no pensaba subir con un hombre solo, por que no es correcto y por que tras ver como me miraba pude darme cuenta que solo me pondría en peligro.
Esa es una de las cosas positivas que me dejó mi madre, siempre me repetía que si un hombre extraño ofrecía su ayuda me negara y que jamás estuviera a solas con uno para no dar de que hablar.
Volvió a avanzar hasta donde me encontraba y nuevamente se detuvo, pude ver en su rostro un tanto de molestia al ver que no logró su cometido inicial.
-¿Está segura? puede ser peligrosa la carretera por la noche y la ciudad está al menos a una hora en automóvil -insiste y baja medio cuerpo del vehículo.
-No es necesario señor, mis padres vinieron a la subasta y yo quise salir antes para apreciar los alrededores -sonrió levemente y me seco las manos en el vestido nerviosa-. Pronto pasarán por mí.
Termina de bajarse del vehículo y avanza hasta donde me encuentro, tiendo a retroceder pero aún así se para frente a mí. Su mano áspera me toma por las mejillas con fuerza, lo tomo por la muñeca y trato de que me suelte por que me duele.
-No quieras engañarme, yo estaba en esa subasta y te miré en el escenario -me arrastro contra el capó del auto y me empujó sobre él-. Eres una esclava...
Mi respiración se agita y mis ojos se cristalizan ante la hostilidad, la rabia con la que se dirige a mí. Más que el daño físico lo que me duele son sus palabras, por que a partir de ahora el mundo va a tratarme como eso siempre y es que una muchacha sin una familia yendo por el mundo a su suerte, solo es tratada como una mujer que no tiene futuro alguno.
-Te voy a enseñar -levantó su mano lleno de rabia pero en esos momentos se detuvo en seco.
Con la vista nublada por las lágrimas me cubrí el rostro con mis manos temblorosas, el castaño llegó hasta nosotros a tiempo y evitó que comenzara a golpearme. Su respiración estaba agitada, miré alrededor buscando la camioneta pero no había rastro alguno y eso me hizo llegar a la conclusión de que se bajó para venir por mi.
-No vas a tocarla, ella es mía -gruñó entre jadeos.
-Aparta muchachito -se quejó el hombre soltando su agarre y se subió al vehículo molesto.
Me acerqué a Milán con el cuerpo tembloroso, me rodeó en sus brazos y experimenté por primera vez lo que era sentirse a salvo. Fue una sensación extraña pero a su vez satisfactoria, que apenas conozcas a una persona y que te haga sentir más segura de lo que te hacen sentir en tu propio hogar.
-Quiero ofrecerte una disculpa por dejarte de esa manera, puede que te haya comprado pero eso no te hace menos ser humano que yo -suelta un suspiro y me frota la espalda.
No me atrevo a pronunciar palabra alguna, tal vez sea el destino o incluso Dios dándome una señal de que el mundo entero no es malo y que puedo tener algo mejor en la vida. Cuando apenas los vi pensaba que serían mi condena, que me dañarían y que terminaría pagando por los pecados de mi padre. Ahora veo que existen personas que no piensan como mi familia, que incluso a pesar de tener el poder para controlar mi vida deciden verme con respeto y eso deja mi alma tranquila.