Esos dos mafiosos son míos
img img Esos dos mafiosos son míos img Capítulo 5 "Soy un Campbell"
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Capítulo 6 "El comienzo de una guerra" img
Capítulo 7 "Érase una vez una dulce venganza img
Capítulo 8 "Recuerdos teñidos de negro" img
Capítulo 9 "Pequeña mafiosa, el comienzo de un largo camino" img
Capítulo 10 "Era ella" img
Capítulo 11 "Reencuentro" img
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Capítulo 5 "Soy un Campbell"

"El mar en calma que llevamos fuera, la revolución de las corrientes de las profundidades del océano que somos por dentro" -I.M

La rubia rebelde me vuela la cabeza, no lo entiendo por que ni siquiera es mi tipo. A mi me van más las morenas, las chicas que fingen ser niñas buenas y que me comen con la mirada sin miedo de tenerme cerca.

Ella es pureza, cuando la miro y la siento tan cerca se despierta en mi el deseo animal. Quiero doblegar esa rebeldía, cree que no me doy cuenta de la rabia en su mirada cada vez que le doy una orden y como presiona sus manos con impotencia cada vez que accede cabizbaja.

Su aroma me pone hambriento, me siento como el depredador que mide a su presa y disfruta del miedo reflejado en su mirada. Solo que ella es diferente, ella da pasos lentos viendo hasta donde puede llegar y eso puede llegar a ser excitante.

Es una chica de hogar y debería de sentirme culpable por vestirla como una de mis putas, por tirar de ella de una cadena como lo hago esta noche. Pero la realidad es que no me importa, si aun no la hice mía es por la sencilla razón de que no quiero aguantar las quejas estúpidas de Milán.

La primera vez que la miré parada sobre el escenario se veía asustada, fue un deseo a primera vista y si él no supiera que la quiero tener en mi cama no la hubiera comprado. La verdad no pensaba pagar el dineral que Milán gastó, debí hacerlo por que a final de cuentas el dinero de las tarjetas de ese niño mimado lo trabajo yo.

-Bastián -susurra con una sonrisa la rubia que esta con su cabeza apoyada en mis piernas.

Está en otra dimensión por el efecto que le produjo la droga, ni siquiera me podía mirar sin que sus ojos se volvieran cristal y luego de verme reflejado en su mirada un sabor agridulce se apoderó de mi boca. La rabia del momento me cegó, estoy cansado de lidiar con los rusos que creen poder apoderarse de nuestras zonas y moverse sobre ellas como si fueran sus casas.

Es una de las claves sobre el negocio, no puedes permitir que te falten al respeto y que se crean libres de hacer con tu territorio lo que gusten. Si lo permites hoy son tus territorios, mañana son tus hombres y luego van a por tu familia o tu cabeza, con suerte consiguen ambas.

-Rubia, muévete -la aparto y me pongo de pie para ir a buscar más whisky para mi.

Saco de mi bolsillo un cigarrillo y lo enciendo, Leila se para frente a mi con su mirada fija en mis ojos como pocas veces lo hace. Me coloca una mano en el pecho y me empuja haciéndome caer nuevamente sobre el sofá, no digo ni una palabra de protesta por que me interesa ver que es lo que quiere.

-Solo por hoy, no quiero comportarme como debería.

Se sube encima de mí lo que hace que me sorprenda, trato de quitarla por que se que está bajo el efecto de la pastilla y que como toda chica buena se arrepentirá de cualquier cosa que haga al día siguiente.

-Quita Leila, no juegues por que cuando esa pastillita mágica deje de hacer efecto vas a arrepentirte -le advierto y ella solo se ríe.

-Pero si lo único que esa pastilla hizo fue darme el valor de hacer lo que de verdad quiero -roza su nariz con la mía y me toma con una mano la quijada- Quiero ser tu perdición Bastián.

Me besa de un modo poco amable, rodea mi cuello con sus brazos y puedo sentir el leve movimiento de sus caderas sobre mi. Dios es testigo de que intente contener el animal que llevo dentro, pero los malditos demonios de mi interior no dejan de gritarme que continúe y eso es lo que deseo ahora mismo.

Recorro sus muslos con mis manos y subo hasta llegar a donde se supone que debería estar el vestido, pero que ahora ya no existe por que al montar encima de mi debió quedar en sus caderas. Tomo su cabello suelto con mi mano haciendo una coleta y profundizo más en el beso, estoy a punto de tumbarla en es sofá para subir encima cuando escucho un carraspeo.

Separo mis labios de los de Leila para encontrarme con el rostro de Celina, la miro de pies a cabeza tan hermosa como siempre a sido y cualquier excitación que tengo desaparece. Tumbo a la rubia a mi lado que parece desaprobar mi acción, se acomoda el vestido y mira a Celina esperando que diga algo.

-Buenas noches Bastián y compaña -le dedica una mirada a la rubia de pies a cabeza y suela una pequeña risa- Siento interrumpir tu momento de la noche, pero abajo está Armin.

-Espera acá Leila -ordeno firme.

Lo había olvidado por completo, la razón por la cual estábamos en el club que es una de las tantas propiedades de nuestra familia, los Campbell y es que tengo una reunión con uno de los hijos de la mafia Alemana con la que estamos haciendo negocios.

Bajo las escaleras y Celina camina detrás de mi, se aproxima para pararse a mi lado cuando me detengo frente a uno de los balcones que da a la pista de baile.

-Está en la barra de bebidas con tres chicas -me indica señalando con la barbilla.

-No quiero que estés en la sala vip cuando tengamos la reunión, esta vez no Celina -veo de reojo como tuerce la boca en una mueca de inconformidad.

-No puedo creer que prefieras que se quede la rubia, si, tu mirada lo dice todo -asegura mirando hacia otro lado.

-Este no es los socios con los que acostumbramos a tratar Celina, se trata de un socio nuevo y jov...

-No me digas que vienen los celos a estas alturas, por que después de todo lo sucedido no me lo creo -se aparta y baja las escaleras hacia la pista.

Maldigo internamente ese carácter tan detestable que tiene, en el fondo sabe que no se trata de celos sino que cuando se trata de negocios con hombres jóvenes prefiero que se mantenga al margen. Las esposas no se tocan, pero cuando se trata de rameras entre socios se comparten y lo que menos me puede llegar a apetecer es que este Alemán me pida a Celina prestada.

Camino entre la multitud cuando me topo con Armin rodeado con tres mujeres bebiendo no puedo evitar mirarlo, vino a un club nocturno con traje y claro que como es una noche de negocios se permite algo más formal a lo que estamos acostumbrados a ver por aquí.

-Gute Nacht -le doy las buenas noches en su idioma como una clave para que sepa que esta frente a la persona indicada.

-Un placer conocer al tan nombrado Bastián Campbell -le hace una seña a una de las chicas a su lado y esta pasa a estar junto a mi- Un pequeño obsequio de un futuro inversionista.

-Me alaga tu obsequio -la chica frente a mi pasa sus manos por el cuello de mi camisa me mira fijamente y me regala una sonrisa seductora que me hipnotiza por momentos- Estoy acompañado esta noche.

-No estaba informado de que estés casado o al menos comprometido -suelta una carcajada antes de beber de su trago.

-No lo estoy -niego rápidamente para reír luego por tan solo imaginar la absurda idea.

-En ese caso nunca está de más tener más de una mujer cerca -me asegura guiñando un ojo.

Levanté la vista y me topé con Leila sentada en la banqueta al lado de el cristal, muy cómoda hablando con el chico que prepara los tragos. Guio a Armin hasta la entrada de la sala vip y no me sale de la cabeza la imagen de Leila sonriendo a ese chico que no le quitaba el ojo de encima. Por supuesto que no es necesario decir que es hombre muerto, que apenas salga de este lugar se va a arrepentir de mirar algo que no está a su nivel.

Apenas entramos Armin se fue directo a sentar con sus dos chicas y la otra permanecía a mi lado, le indique con la mano al chico que se encontraba aun hablando con la rubia que viniera. Se acercó un tanto temeroso y detrás de él ella también regreso a mi lado, sin borrar aquella sonrisa tonta.

-Sirve al señor Martin lo que te pida -le ordené en un tono severo que denotaba mi molestia de su simple presencia.

Incluso verlo respirando me molestaba, si no fuera un verdadero problema con la que dice ser la justicia matar a alguien en mi establecimiento ya ni siquiera respiraría.

-Ahora me queda más claro por que no querías la compañía de mi obsequio -su mirada brillosa recorrió el cuerpo de Leila con admiración y ella se apegó a mi mirando al piso- Querré un Martini.

-La próxima vez que nos encontremos, por que quiero pensar que habrá una próxima -tomo la cadena sombre el sofá mientras continuo hablando- Conseguiré una mujer hermosa para tí, estoy seguro de que sabré elegir una de tu gusto.

Me acerque al cuello de Leila, ella me miró sin entender que pasaba y le coloque la cadena. Ella no entiende las reglas de este club, no importa si anda por el lugar sola siempre y cuando lleve la cadena puesta sabrán que tiene un dueño. Las reglas son muy claras, cuando una mujer lleva su cadena puesta no se puede acercar ningún hombre y significa que ya tiene un dueño.

-Leila ve a la pista, tengo negocios que arreglar -inconforme con mi respuesta no se mueve- No te quites la cadena, ve.

Parece no querer sin embargo lo hace, lo que termina por sacarme una sonrisa ya que significa que entendió que si no hace lo que le digo hay consecuencias. Me tiro sobre el sofá de cuero y a mi lado se sienta la chica que rápidamente se apega a mi.

-Bueno me gustaría comenzar a comentar sobre los negocios -hace una pausa para tomar el Martini de la bandeja que le ofrece al chico y este se acerca con un whisky que ni le pedí- Pero...

Entiendo lo que quiere decir, el camarero no puede escucharlo incluso aun que vaya a morirse y estas mujeres también son un verdadero problema.

-Vamos a divertirnos un poco, dejemos los negocios para más tarde.

Me bastó solo con un asentamiento de cabeza como conformación para chasquear los dedos y que colocaran la música en la sala un poco suave, observo a la chica a mi lado que no necesita de una aprobación para subir sobre mi.

Su cuerpo desprende tanto calor que se siente como si estuviera bajando las escaleras al puto infierno, la tomo por las caderas mientras ella besa mi cuello y cierro los ojos para dejarme llevar. Vuelve a mi mente la rubia, el sabor de sus labios carnosos y siento fácilmente la excitación recorrer mi cuerpo.

Sigo con los ojos cerrados imaginando que es ella quién está junto a mi y todo se arruina cuando por primera vez la mujer sobre mi pronuncia palabra.

-¿No te apetece ir a un lugar más privado? -tiene una voz ronca que entorpece cualquier excitación que pude tener.

La miro fijamente, saco el arma de mi espalda y la furia que recorre mi cuerpo me grita que le dispare. La chica se levanta con los ojos abiertos como si nunca hubiera visto una de estas, quizá sea el miedo de terminar como muchas otras y es que trabajar de acompañante de unos lunáticos no es para cualquiera.

-Quiero que te quites la ropa -le exijo y con la boquilla del arma recorro todo su vestido.

Está temblando pero incluso así me sonríe de manera moderada para que no lo note, Armin suelta una risa y sigue con lo suyo. Se está besando con ambas chicas que no dejan de tocarse entre ellas y de disfrutar el momento, lamento que para esta chica no vaya a ser una buena noche si sigue así.

Empieza a bailar, poco a poco baja los tirantes de su vestido sin siquiera mirarme y comienza a asomarse la lencería sexy que trae debajo. Mi mirada se dirige a la puerta principal que se abre, veo a la rubia que esta parada mirando a la mujer ante mi que no deja de desvestirse y puedo ver la decepción en su rostro.

Toma su collar, se quita la cadena que deja caer en el suelo y luego se marcha. Me encanta saber que no tiene miedo de hacerme enojar, que me desafía a pesar de que sabe que soy un demente y me provoca más deseos de doblegarla.

Suelto un suspiro, me levanto y dejo a la chica parada a medio vestir. Camino hasta la barra de bebidas, observo al chico que enseguida me empieza a servir un trago y en pleno silencio me lo tomo como un trago de agua.

-Sirve otro chico -mientras lo observo servirme tanteo mis bolsillos buscando un cigarrillo.

Encuentro uno medio doblado, lo enciendo y mientras siento el vicio pasando a mis pulmones vuelvo a mi sitio con el trago.

-¿No piensas acostarte con ella? -Armin pregunta poniendo una pausa a esas zorras que están tan cachondas que podrían tener sexo ya mismo con él.

-No me apetece ella -le respondo y veo como se acerca cuando el Alemán la llama.

-Sería un desperdicio no aprovecharla -suelta una carcajada cuando ella comienza a tocarlo- si no te importa Bastián, me gustaría que me dejes la sala para jugar con mis niñas.

-Parece que las previas no son lo tuyo -suelto el humo ahogando una leve risa- iré a buscar a mi rubia.

-No se que te hizo esa perra, pero es peligroso mi querido Bastián -le da una nalgada a una de las chicas presentes.

-No lo entenderías -respondo alejándome y salgo de la sala.

Por supuesto que no lo entiende por que es mucho más joven que yo, a esa edad lo único que buscas en las mujeres es que se abran de piernas y giman tu nombre hasta hacer que te corras. A mi edad quieres una mujer que te haga perder la cordura, que te lleve al limite y que cada vez con ella sea una aventura.

En mi vida solo hubo una mujer que me hizo quererla hasta perder la cordura, que tenerla en mi vida y en mi cama era vital para mi día a día. Desde que esa mujer se alejó de mi vida me volví esto que soy, no se como llamarme a mi mismo, algunos me dicen que no tengo un corazón y otros me llaman monstruo. No se cual sea mejor o peor, pero si se que no están lejos de la realidad en la que vivo.

Encontrar a Leila implica una gota de esperanza de volver a experimentar esa sensación de aventura y de adrenalina continua, es como el éxtasis que le falta a mi vida.

Bajo a la pista, comienzo a recorrer entre la gente en busca de la rubia y no logro encontrarla. La confundo con más de una rubia al estar de espaldas, pero ninguna ni siquiera se le iguala y no logro encontrarla. Pensé que podría estar en la barra de bebidas, bailando con algún chico, incluso en la sala de fumadores que usan para drogarse y nada.

El último lugar que me queda por ir es uno en el que no quisiera que se encuentre, las salas de los encuentros comunes, donde se forman las orgias y que me da tanto asco entrar. Paso una cortina negra y luego una roja, camino por el pasillo largo donde esta lleno de habitaciones que no tienen puerta. Se pueden ver las parejas o los grupos disfrutando de la noche a todo pulmón y cuando creí que podría irme en paz llego a la última habitación.

Veo su cabellera rubia, su sonrisa amplia que deja ver su perfecta dentadura y luego miro al chico que está sentado platicando con ella. Maldigo tener que verlo, Milán lleva la misma sonrisa estúpida que cada vez que la mira y aquello me molesta.

Entro en la sala, la primera en mirarme es la rubia que abandona por completo la sonrisa de su rostro y en cambio me regala un gesto de desprecio. Por su parte Milán me mira restando importancia a mi presencia, como sabe que me fastidia que lo haga y continua hablando con ella.

-Como te decía, es un lugar hermoso para pasear y quisiera saber si algún día me quisieras acompañar a ese parque -espera atento a su respuesta.

-Sabes que detesto cuando finges que no estoy aquí -digo sentándome en medio de ambos que tuvieron que apartarse obligados.

-No se si te estás dando cuenta Bastián, pero estábamos teniendo una conversación -protesta la rubia mirando al frente con su mentón apoyado en sus manos.

-Nuestro padre no te educó así -agrega con ironía.

-No me importa de lo que estaban hablando, vamos Leila -le ordeno y vuelvo a ponerme de pie.

Ella ríe ante mis palabras, ambos se miran como si hubiera dicho el mejor chiste de mi vida y no mueve ni un musculo lo cual empeora mi mal humor.

-No va a ir a ninguna parte, por lo que resta de noche como terminé mis obligaciones me corresponde estar con ella -se mofa cruzando su pierna por encima de la otra- Cuando te vayas le pides al mesero que me traiga otro trago y le dices que sea como me gusta.

-No estás entendiendo que tu no tomas las decisiones aquí -presiono mi quijada y saco mi teléfono- Te voy a mostrar lo que piensa nuestro padre de tus decisiones.

-No le llames -interfiere la rubia rápidamente- Iré contigo.

Le mira con suplicia a mi hermano que solo suelta un suspiro, entonces la rubia pasa delante de mí y yo la sigo detrás con mis aires triunfantes una vez más. Cuando pasamos por el área de los fumadores Leila tomó una de esas pastillas que antes le di, le quito el vaso de la mano a un chico y mientras comienza a bailar frente a mi se la toma.

-No te soporto Bastián, esta es la única manera para que te soporte -me analiza de arriba a abajo con un gesto de asco- En mi vida no te quiero cerca de mi jamás.

Estoy cansado de sus rebeldías, de la manera en la cual me responde y la tomo por la muñeca obligándola a seguirme. Salimos del club, no me importa Armin ni los negocios pendientes y mucho menos Milán.

Ahora en mi mente solo se encuentra demostrarle a Leila que yo soy quién mando y que no importa cuanto quiera resistirse a quemarse en el infierno, no puedes resistirte a las llamas.

Entramos en la camioneta donde Cristo espera por nosotros y es muy irónico que sea él quien nos vaya a llevar directo al infierno, mi habitación.

                         

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