Pero claro que Bastián le dio un toque perverso, me entregó un traje corto y unas medias de encaje que claramente se volvió una provocación para la vista de los hombres de la casa.
Fui directo a la cocina con la esperanza de que todos estuvieran dormidos, por supuesto que fue una ilusión tonta. Me topé con la mesa servida y cuando recorrí con la mirada los alrededores me lo encontré de brazos cruzados sentado en el mesón frente a mi, me siento avergonzada al no poder evitar mirarlo.
Lleva una camisa blanca abierta, deja el descubierto su abdomen marcado y a la vista los tatuajes que me doy cuenta que tiene varios además de los de su brazo. Está con una manzana a medio morder, basta con que me mire por unos momentos con sus ojos azules penetrantes para saber que tiene el veneno en la punta de la lengua y que a partir de hoy no volveré a quedarme dormida.
-Parece que la bella durmiente despertó, que bueno que en esta casa existen otras empleadas -rodeo los ojos ante sus palabras y me volteo para salir de la cocina- Detente.
Me lo ordena en un tono firme que me hace paralizarme y tardo varios minutos en voltear medio rostro para encontrarlo a pocos pasos de mi.
-No me puedes dejar hablando solo Leila, no se que pasa por tu mente pero sos una esclava y hasta que yo no te de la orden no te puedes mover -parpadea con una sonrisa de satisfacción y le da una mordida a su manzana.
Me siento humillada y fastidiada al tener que quedarme allí estática, por que fue parte del trato que hice con Milán. Se supone que este hombre arrogante que tengo ante mis ojos debe pensar que lleva el control, por que eso es lo que le gusta y es que lo veo en su mirada, la emoción que siente cuando ve que tiene el poder sobre todo.
-¿Tu entiendes mi pequeña rubia que harás lo que yo diga? -lo tengo tan cerca que puedo apreciar mejor las facciones de su rostro, su barba perfilada y ese aire misterioso que se refleja en sus ojos.
-Basti... -coloca su pulgar sobre mis labios mientras su mano toca mi mejilla, se me corta la respiración y se me seca la boca.
Se que Bastián es un hombre peligroso y que no es el tipo de hombre que quiero en mi vida, solo necesito enfocarme en lo que debo hacer para irme cuanto antes del lugar. Toma una distancia prudente, baja la mirada a su manzana y se queda perdido en sus pensamientos.
-Vete dice al fin -sin embargo si me largo ahora no voy a conseguir ningún avance.
-No te tenía como el tipo de hombre que le teme a una mujer como yo -digo en un canturreo burlesco y me dispongo a caminar fingiendo tener intenciones de salir del lugar.
Siento que me toma del brazo, volteo medio rostro nuevamente para encontrarme con que lleva una confusión notable. Esta era una de las cosas que siempre funcionaban con mi hermana, que dicho sea de paso tiene un carácter tan odioso como el de Bastián y es que burlarse de una persona con tal orgullo siempre funciona.
-Explícate -ordena y trato de zafarme de su agarre lo que me resulta imposible.
-Me tenías cerca, me sentiste y tomaste distancia -sonrío negando- Es tan obvio que tienes miedo.
-¿De que podría tener miedo? ¿De ti pequeña? -separa sus labios al escuchar mi risa pero solo me mira con seriedad.
-Tienes miedo de lo que pueda hacerte sentir -finjo seguridad en mis palabras, doy unos pasos hacia él y le acaricio el pecho- Soy como un torbellino Bastián y puedes terminar con tu vida desordenada.
En muchas ocasiones leí libros románticos, vi películas del genero y creo que esto fue lo que pude aprender. Mis experiencias amorosas son tan escasas que ni siquiera se si dije algo digno de burla, sin embargo si no intento dar un paso al polo norte que lleva en el corazón me espera una larga vida al lado de dos hombres peligrosos.
Me toma la mano que esta sobre su pecho y la baja poco a poco hasta llegar al borde de su pantalón negro, es entonces que se detiene. Enlaza sus dedos a mi cabello, se coloca tan cerca de mis labios que puedo sentir su respiración agitada y tiemblo de solo pensar que va a besarme.
-Ahora puedo darme cuenta quien tiene miedo -me toca la punta de la nariz como quien se dirige hacia una niña y toma una distancia prudente- Organiza la mesa y cuando termines ve a tu habitación, ordené que te dejaran una vestimenta adecuada ya que vamos a salir.
Es fabuloso saber que en la practica soy un desastre, en mi mente una escena con un chico rudo pero guapo se veía mucho mejor y yo seguro que era mucho más valiente. Claro que no le dije absolutamente nada, ni una queja por que me trató como una niña y ni hablar de reclamar por que tendré que salir con él.
Me pongo a limpiar la mesa y dejar todo organizado mientras tatareo una canción de las populares que suenan en la radio. Es uno de los placeres que nadie puede quitarme, me gusta armarme esos shows en mi mente y soñar con que soy una estrella cantando para todo un publico.
Me pongo a lavar los vasos y me sumerjo en ese sueño, me imagino en el escenario con uno de esos vestuarios maravillosos. Un maquillaje super producido, justo como esas chicas que se ven en la tele y que no puedes dejar de mirar.
Termino la canción mientras que tengo bajo el agua el ultimo vaso, entonces no puedo evitar sonreír al pensar lo tonta que debo verme y los aplausos detrás de mi me sacan de mis pensamientos. El vaso resbala de mis manos y se quiebra, miro de reojo a Milán de mala manera por que aun que solo sea un vaso me molesta romper la loza.
Se que en mi casa me hubieran golpeado y obligado a hacer más tareas aún para compensarlo, sin embargo estoy segura que a personas como ellos un vaso les parece insignificante.
-Lamento haberte asustado -se aproxima por detrás y me pega el pecho a mi espalda para ayudarme mientras junto los cristales.
-N-no e-es ne-necesario -titubeo y paso la saliva con dificultad.
Se que no lo está haciendo con una mala intención, Milán es muy servicial y se encuentra cerca en los momentos oportunos. Pero en esta ocasión quisiera no tenerlo tan cerca, su respiración me está dando en el cuello y siento su calor corporal sin contar que puedo sentir sus músculos fuertes pegados a mi.
Siento el ardor en uno de mis dedos y me doy cuenta de que por estar distraída pensando en eso me acabo de cortar, respiro profundo al ver la sangre que me causa una mala impresión. Desde niña me cuesta verme cuando me lastimo, siempre era mamá la que me miraba y me curaba las rodillas sin que yo me diera cuenta. No se trataba del dolor que pudiera sentir, sino de la sensación que me causa en el cuerpo el ver mi propia sangre y es que cuando la miro siento como si fuera una muñeca de trapo, tanto que mi cuerpo se vuelve débil.
Me tambaleo hacia atrás y me toma por los hombros, siento el contacto de sus manos mojadas por encima del uniforme. Los cristales se me caen y el observa hacia abajo, veo una pequeña risa nerviosa escaparse de su ronca voz.
-Tranquila, solo son unas pequeñas gotas de sangre -sube mi mano y la pone a una altura en que puedo ver la sangre.
Me quedo pálida, paso la poca saliva que tengo en la boca y me apoyo contra la pared.
-No me puedo creer que le tengas miedo a la sangre, aun sigues siendo una niña pequeña -me alborota el cabello a lo que logro sonreír.
Pensaba que estaría preocupado por mi, pero esta familia es bastante extraña y lo vea por donde lo vea no creo que vaya a lograr entenderlos. Giro mi rostro cuando siento un pequeño dolor, que llego a la conclusión que debe ser que me esta quitando el cristal que esta incrustó y cuando miro hacia la puerta está Bastián con su cara larga mirando.
Trato de alejarme de Milán, sin embargo me es imposible hacerlo por que él me sostiene con fuerza sin borrar aquella sonrisa divertida de su rostro. Me pregunto si sabe que Bastián nos está viendo y es parte de su juego o si le divierte ver mi rostro pálido.
-Sos muy problemática, te dejo lavando los platos un momento mientras voy a cambiarme y tengo que volver para verte lastimada -me regaña Bastián desde la puerta y el castaño frente a mi levanta la vista.
No me había dado cuenta de lo guapo que se ve con esa camisa color vino y esos pantalones que debo admitir que le favorecen un montón.
-Es despistada, eso es todo -rodea los ojos un momento y vuelve a sonreír- Iré por una bandita para colocarte.
Cuando sale de la cocina me doy cuenta de que Bastián no deja de mirarme curioso y eso me pone nerviosa, pero trato de controlarlo como cada vez que lo tengo cerca.
-¿Te sientes cómoda tan cerca de Milán?
-No se de que habla señor Bastián -miro los muebles a mi alrededor, cualquier cosa mejor que estar mirándolo fijamente y sentir la sensación de sequedad en la boca.
-Te diré por que no te causa nerviosismo tener a Milán cerca, no te gusta como yo te gusto y es por eso que no me puedes mirar como lo haces cuando lo tienes cerca.
-Puedo mirarte sin inconveniente alguno -incluso ante mis palabras no puedo hacerlo, continuo mirando mis alrededores.
Siento sus dedos sobre mi mentón, me toma por el mismo y dirige mi rostro hacia él. Pongo una de mis manos sobre su pecho firme, le acomodo el borde del cuello de su camisa y le sonrío cuando observo que se pone un poco nervioso.
Me basta saber que en el poco tiempo que llevo cerca de él pude lograr ponerlo nervioso, creo que Bastián finge tener una roca en lugar de corazón y que este juego le está saliendo mal.
Acerco mi mano para acariciar su rostro, pero sin embargo me detiene y niega rápidamente.
-Hasta se te olvidó que estás lastimada -miro la sangre en mi dedo y por supuesto que no iba a dejar que lo manche.
-Lo lamento -siento mis mejillas arder de la vergüenza por lo que bajo la cabeza y siento un pequeño ardor en el dedo, el contacto de sus labios sobre la herida.
Se aleja un poco de mi cuando aparece Milán que con media sonrisa se acerca y me coloca la bandita.
-Bueno pequeña, ya está -me acomoda el cabello y besa mi frente lo cual me deja estática- No metas más tus manos en el agua, ya me encargo yo de pedirle a alguna de las empleadas que se ocupe de esto por hoy.
-Ese es su trabajo -interviene el chico de ojos azules con cierta molestia en el tono.
-Por mi culpa se cortó, así que como es mi esclava yo lo decido y que no se te olvide Bastián que no te pertenece -pasa por su lado el castaño y golpea su hombro con fuerza logrando que se aparte.
-No pierdas tu tiempo y ponte la ropa que te dejé, iremos al club de un amigo en la noche pero antes me toca hacer un par de cosas del trabajo -dijo en un tono firme denotando que era una clara orden.
Asentí en silencio y fui a la habitación para encontrarme con un atuendo que en mi vida no podría haberme imaginado con él, un vestido de cuero negro tan corto que apenas me tapa lo suficiente para que no vean mi ropa interior. Los detalles, un cierre delante el cual no llega hasta arriba por lo que por supuesto deja un escote bastante prominente y claro que super ajustado. No deja mucho a la imaginación, sino que por el contrario remarca cada uno de mis atributos.
Incomoda con tan solo mirar la vestimenta me decido a colocármela, jamás usé maquillaje y ahora con un poco de labial además del brillo en los parpados me siento distinta. Me observo una vez más en el espejo ahora ya lista con la sonrisa que no puedo borrar de mis labios, me siento más libre de lo que e sido nunca.
Me aplasto el cabello, me pongo de lado y observo el reflejo. Una vez pasados unos minutos me comienzo a adaptar a lo que veo, de alguna manera me empieza a gustar y después de ser una chica pura ante la vista de mi familia por tanto tiempo, esto suena como la diversión que le faltó a mi vida entera.
-Yo sabía que esa era la elección perfecta para tí -se apoya en el umbral Bastián de brazos cruzados sin quitarme la mirada.
-No me gusta vestir de esta manera -confieso tratando de bajarlo un poco para que me cubra un poco más pero solo consigo que el escote se vuelva más prominente.
Se coloca detrás de mi, me mira a través del espejo y luego con esa mirada rabiosa me pone algo alrededor del cuello. Cuando lo termina de abrochar me doy cuenta que es un collar, pero no uno de esos bonitos y mucho menos una joya brillante. Me terminó colocando un collar como si fuera un perro o un gato, cuando creo que dentro de él puede existir un poco de humanidad siempre me termina sorprendiendo.
-Te voy a llevar a pasear -puso una cadena bastante larga enganchada al collar.
Baje la mirada, mis ojos se nublaron por momentos llenos de lágrimas por que nuevamente me hacen sentir humillada y a su vez me provoca la irá recorriendo todo mi cuerpo.
Me jala a el vehículo en el que llegamos, me detuve frente a la puerta y se apartó para permitirme subir primero. Claro que, con el vestido tan corto que llevo me extrañaría que no quisiera verme subiendo.
Estuve viendo su cara frente a su celular hablando por llamadas, gritándole a personas en otros idiomas y al final cuando la camioneta se detuvo en un gran deposito se bajó con un humor del demonio. No se quienes estarían adentro esperando por él, pero quienes sea se darán cuenta de que hoy no es el día para tocarle los cojones.
Me dispuse a bajar también, sin embargo cuando me acerque a la salida me dedico una mirada que me causó un escalofrío por todo el cuerpo y cerró la puerta casi en mi rostro.
Desde los cristales polarizados solo veía la entrada, dos hombres se acercaron y uno le pasó el teléfono celular. El lugar parece abandonado, sin embargo en ese rato que estuve esperando y escuchando a Bastián gritar hombres salían cargados de cajas de madera.
Cuando volvía luego de un rato en el que casi me quedaba dormida contra mi voluntad, pude escucharlo pronunciar unas palabras que reconocí "Er kontrolliert diesen Bereich nicht, ich werde ihm den Kopf abreißen". Habla alemán entre otros idiomas que lo escuché en el camino, anteriormente no había prestado atención a sus palabras.
Pero esto ultimo llamó mi atención "El no controla esa zona, voy a arrancar su cabeza", entre otras las cosas que hace una chica que no le permiten salir de casa es leer muchos libros. En la casa de mis padres siempre estuvo la biblioteca polvorienta del abuelo, se conservaba tal cual como estaba cuando él tenía vida.
Mi padre quiso que su hija mayor creciera en la ignorancia y por lo tanto siempre tuve prohibido entrar a la biblioteca, pero por las noches cuando salía borracho evitando que pudiera recuperar el sueño iba por un libro. Pasaron por mis manos muchos libros, entre ellos diccionarios y libros de diferentes idiomas. El abuelo siempre fue un hombre culto y que manejaba varios idiomas, ese es otro asunto bastante peculiar ya que en vida el siempre quiso enseñarme.
Ahora mi duda mayor era saber por que Bastián hablaba de muerte y que era eso de una zona que no le pertenecía a alguien, sin embargo no quise preguntar nada. Si descubre que puedo entenderlo es probable que no vuelva a hablar delante de mi, siempre y cuando no me castigue por meterme en sus asuntos. Ya demostró que ante mis faltas siempre habrá un castigo y Bastián molesto no es una persona que me sea agradable ver, en algunos momentos me causa un temor mayor al que me daba mi padre.
-Al callejón Cristo -al escucharlo por primera vez llamar por su nombre al chofer, o el que creo que es su nombre ahogo una risa.
Como terminó una persona con un nombre bíblico trabajando para un hombre como Bastián es algo que no termino de entender, pero al ver su rostro insoportablemente serio desisto de cualquier intento de broma.
Me siento cansada de estar sentada en el asiento de un lado hacia otro, claro que ese famoso callejón al que le dijo que nos lleve no está muy lejos pronto se detiene frente a la entrada. Me está dando hambre, llevamos horas de un lado a otro en un sin fin de paradas y ni siquiera tuvo la delicadeza de invitarme un almuerzo.
-No te muevas -me ordena con su voz ronca y bufo.
Cuando abre la puerta un par de hombres salen de uno de los edificios, traen de arrastras a un hombre que lucha por zafarse patalea y grita que lo suelten. Bastián baja y se desprende los botones de las mangas de su camisa, observo como se remanga dejando sus brazos al descubierto.
Lanzan el hombre a los pies del hombre de ojos azules, los mismos reflejan la rabia mezclada con su frialdad y entonces entiendo que a mi jamás me miró de esa manera. Podría destruir al mundo si el poder lo tuviera en sus ojos, podría hacer caer un imperio a sus pies y doblegar al mismo diablo.
-¿Quién te dio permiso para entrar en mi territorio Larry? -canturreó caminando alrededor y chasqueo los dedos.
Los hombres que antes estaban un poco alejados se acercaron al hombre que se mantenía arrodillado en el suelo, lo tomaron uno de cada lado y lo obligaron a ponerse de pie frente a Bastián. Mi corazón comenzó a latir fuerte cuando vi que le dio el primer puñetazo en el abdomen, luego otro y otro hasta que este callo de rodillas.
-Permanecer en silencio ante mis palabras no te hace más valiente -se alborota el cabello caminando de un lado al otro.
Con cada paso que da noto que pierde un poco más la paciencia, vuelve a golpearlo esta vez en la cara y los hombres lo levantan. Quiero gritarle que se detenga, solo siento que Bastián se parece al hombre que me dio la vida y que está lleno de violencia.
Mis limites fueron cuando de su espalda empuñó un arma, una pistola plateada brillante que en ningún momento me di cuenta de que estaba ahí.
-Detente -susurro y me seco las lágrimas que comienzan a salir.
Las palabras se ahogan en mi garganta, la voz no me sale fuerte y firme como siempre. Bajo la mirada a mis manos por momentos, entonces escucho el sonido de un disparo y cuando vuelvo a mirar el cuerpo del hombre esta tumbado en el suelo.
Siempre escuchaba en las películas decir a los personajes que no se debía mirar un muerto a los ojos, por que nunca te olvidas de esa mirada y es verdad. Luego de verlo tendido en el suelo con su mirada fija hacia la nada, solo puedo sentir que jamás voy a olvidarme de este día y que quiero salir de esa casa de locos cuanto antes.
Cuando subió a la camioneta no pude mirarlo, él tampoco dijo nada al respecto por el contario solo se sirvió un vaso de whisky y volvió a tomar otra llamada en la que quien sabe a quien le informaba que el trabajo estaba echo.
Volví de mis pensamientos en el momento que estacionamos frente a un local, la ciudad de la diversión que nunca termina tiene siempre lugares donde te puedes entretener a cualquier hora del día. Al parecer este lugar era uno de ellos, un club, discoteca o como sea que le llamen a donde se sale a bailar hasta que los pies te duelen.
Tomó la cadena de mi collar y esta vez bajé junto a él, que justo en la puerta se detuvo para mirarme aunque nuestro contacto visual no duró nada.
-Señor Bastián adelante, la sala vip que pidió esta lista -el hombre robusto y alto nos abrió la puerta permitiendo nuestro paso.
Debo de admitir que es un lugar de esos lujosos, con gente que se nota que les sobra el dinero y que también tienen gustos raros. La mayoría de los hombres llevan a las mujeres con collares y cadenas, justo como Bastián me está arrastrando ahora.
Solo que al parecer mientras beben y por lo que veo otros se llevan pastillas extrañas de colores a la boca, parecen divertirse.
-Tranquila, aquí nadie va a darse cuenta de que sos una esclava de verdad -me susurra al oído con cierto desdén.
llegamos a unas escaleras tapizadas con una alfombra roja y dan al parecer hacia una puerta, cuando subimos me encontré con que desde esa sala se veía todo lo que estaba pasando abajo por unos amplios ventanales. Claro que la música no llega casi hasta el lugar lo que te permite poner la tuya propia o incluso sentarte a platicar, en la sala también se encuentra un joven tras una barra que prepara las bebidas y dentro nos encontramos solo nosotros dos.
-Prepare por favor dos bebidas, para mí un whisky -me mira y me empuja sobre el sofá de cuero largo que hay a un lado- Tengo debilidad por esa bebida ¿Qué quieres tomar tu pequeña rubia?
-Yo no bebo alcohol -niego rápidamente.
-Dice que uno para ella también -se empieza a carcajear en mis narices y se sienta a mi lado.
Hasta ahora acaté cada una de sus ordenes para que las cosas fueran más fáciles entre nosotros, pero este hombre no entiende que tengo una promesa conmigo misma y que no pienso beber nada que me haga perder mis principios.
Poco después nos traen los tragos, Bastián se encuentra relajado con el brazo apoyado en el respaldo del sofá y me mira indicándome que tome el vaso que me corresponde.
-Hasta ahora no me negué a ninguna de tus peticiones, pero no pienso beber Bastián -espeto y el hombre con la bebida toma cierta distancia de mi aun que sin moverse demasiado.
-Toma el vaso Leila, no me obligues a mostrarte lo que sucede cuando desobedeces siendo una esclava -le dio un trago a su vaso.
No me muevo tan solo respiro ignorando sus palabras, como si tal vez nunca las hubiera dicho y quizá es lo más cercano por que yo me negaba a escucharlas. Se puso de pie, tomó el vaso y lo dejo a unos pocos en una pequeña mesa.
En el centro de la mesa junto al vaso se encontraba un recipiente con aquellas pastillas, dulces o quien sabe lo que eran. Tomó una se la coloco en la boca y luego lleno su boca con alcohol, mi corazón se detuvo al ver que se aproximó a mi.
Expectante a cada uno de sus movimientos el cuerpo me temblaba, me tomó con una mano por la mandíbula y ejerció tanta fuerza que tuve que abrir la boca por que me dolía la quijada. Bastián me besó y aun que estaba sintiendo sus labios por primera vez, en mi boca entró aquel liquido como un torbellino que no pude liberar.
Me quemó las entrañas cuando lo tragué, la garganta me ardía y aun que ni siquiera me di cuenta estoy segura de que aquella pastilla ahora iba de camino a mi estomago.
-Rubia, tienes que entender que no me gusta cuando me desobedecen -me acarició el rostro y yo sentí las lágrimas que me corrieron por las mejillas.
El las limpió con sus pulgares, podía sentir su respiración caliente sobre mi y me tomó del cabello de forma leve. ¿Él quería volver a sentir mis labios? creo que la respuesta a ello fue obvia cuando volvió a besarme pero esta vez suave y dulce.