El sentimiento de culpa había carcomido sus ganas de existir junto al remordimiento aquella tarde de otoño cuando vio partir a la chica en un autobús. A pesar de que antes de ella dependía emocionalmente de un recuerdo, Mia con su sola existencia se convirtió en el nuevo pilar de su vida, en el eslabón más fuerte de su cadena... Sólo que él ya había mentido lo suficiente como para que la verdad valiese más que sus engaños.
Su estabilidad se tambaleó a medida que el autobús se hacía más y más pequeño por la carretera, hasta que simplemente su razón de ser colapsó, como un principiante al caer de la cuerda floja por falta de conocimiento, confianza en sí mismo y dominio.
Lo único que lo mantenía al margen de una pérdida de cordura, era la idea de que Mia sanaría al reencontrar su amor propio, pero el muy igualado pensó que él podría ser el único digno de su amor.
........ Dijo: Amarás a quien no te ama por no haber amado a quien te amó; pero, ¿Qué pasa si se trata de la misma persona? ¿Qué pasa si en realidad la amaste desde el principio, pero no fuiste lo suficientemente valiente para decirle la verdad y demostrárselo?
Eliot sí la amó, no sabía exactamente desde que punto, considerando que al inicio de la relación estaba con ella para satisfacer su obsesión. No tenía ni la más remota idea de cuándo nació su amor genuino, pero se dio cuenta de su existencia cuando ya no recordaba a Vianka, sino a Mia.
Que ella estuviera con otro hombre no era obra del karma, sino lógica, o una acción del destino para dar a entender que hay personas que pasan por tu vida para romper tu corazón, luego reconstruirlo y aprender a no cometer los mismos errores con el alma Dios creó con el propósito de complementar la tuya.
Que ironía del ser humano; descubrir el verdadero valor de una persona cuando ésta ya no forma parte de su entorno.
Meditando sobre el colchón de su habitación efímera, Eliot llegó a la conclusión de que no le importaba si era karma, lógica, o simplemente ganas de joder del destino; él regresaría al corazón de la pelirroja a cualquier costo, así tuviera que sacar a empujones a un hombre inocente de su error.
Quizás su egoísmo había mermado, más no desaparecido.
***
Los dedos de Eliot se retorcían entre sí con nerviosismo, tan voraz que sus nudillos palidecían constantemente más de lo habitual, y la carpeta amarilla que llevaba consigo sufría las consecuencias de esa intranquilidad. Llevaba puestos unos pantalones gruesos de lana, un abrigo jersey unicolor y una bufanta gris que hacía juego con el gorrito de lana que aplastaba su cabello, todo para evitar que el frío del fallecimiento del otoño acariciara tanto su piel.
A pesar de que sabía que estaba en el lugar y el momento exacto, se sorprendió un poco al ver a Mia atravesar la salida del hospital con un sobretodo beige que hacía resaltar su perfecta melena naranja. Iba junto a su pareja actual.
Eliot sacó valentía suficiente como para despegar sus pies del suelo y acercarse. ¿Por qué el interior de las personas se estremece al ver a una persona que significó tanto en el pasado? El tiempo deshace lágrimas y merma el dolor de las memorias, pero nunca será capaz de borrar una futura impresión.
Cuando Eliot llegó a tener cercanía justa y moderada con la mujer, tocó su hombro con la intención de llamar su atención. Y su tacto calentó sus dedos más de lo que lo hacían los guantes que llevaba puestos, se lee absurdo, pero así se sintió.
-Mia -pronunció con voz suave, pero firme a su vez.
-¿Sí? -la susodicha inquirió sin reconocer a quien la llamaba, su tono angelical y hechizante causó que Eliot tragara saliva invisible. Ella giró sobre su eje.
Nunca se sabe qué efecto puede causar un reencuentro hasta que unos ojos que se amaron alguna vez, vuelven a conectarse después de mucho tiempo. De manera recíproca, ambos corazones se detienen sin lógica. Las mentes siguen estando ahí y desconectadas a la vez. Luego siguen los titubeos, la lengua se mueve, pero la garganta no colabora ni para lanzar un saludo medianamente prudente. Es como fallecer y revivir al mismo tiempo, por culpa del tonto y condenado corazón.
Él estaba sin palabras, no por el efecto antes mencionado, sino porque en realidad nunca preparó un discurso concreto para el instante; ella estuvo estupefacta por unos minutos que lucieron perpetuos, ¿la razón? Ni en un universo paralelo se imaginó que volvería a verlo.
Entonces, una segunda voz pinchó la burbuja de silencio e impacto.
-¿Podemos ayudarte en algo? -el hombre de cabello azabache y barba creciente se dirigió a Eliot como si también lo hubiese llamado a él. Si antes no le caía mal, en ese momento comenzó a hacerlo.
La lengua de Mia se desenrredó en el momento más oportuno para evitar un inminente conflicto entre los representantes del pasado y el ahora.
-Amor... Espérame en la cafetería -su voz estaba centrada en el asunto, pero sus ojos permanecían perdidos en la galaxia memorial de las iris de Eliot, esa donde cada estrella significaba un beso, una aventura, una lágrima... o tal vez nada.
El hombre le dedicó una mirada soslayada a Eliot al pasar por su lado, pero no cuestionó la petición de su pareja.
-¿Podemos hablar?- más que una pregunta, aquello resultó ser una súplica por parte de Romeo.
Mia pensó que el conversatorio que se avecinada debía ser lo suficientemente significativo para su presencia, entonces, señaló con su cabeza las bancas que se encontraban en la salida de la clínica. Ante la aceptación muda, Eliot notó que había estado conteniendo el aire, sus pulmones estuvieron más que agradecidos.
Sin querer dar tantas vueltas al asunto porque lo último que deseaba era hacerle perder tiempo libre a la doctora, Eliot decidió soltar el nudo que ataba sus sentimientos y cuerdas vocales.
-Me cansé de buscarte entre tanta gente. Me harté de recolectar espejismos- pronunció.
Mia, haciendo acopio de su madurez y recordando que había desechado los reproches durante su travesía por la aceptación, le contestó:
-¿Por qué ahora? -no fue capaz de darle la cara, sólo lo cuestionó mirando hacia el frente.
-Quería asegurarme de haber sanado por completo -dijo en un susurro apenas audible.
-¿Sanarte tú, o sanarme yo? ¿Estás seguro de que esa espera no fue para que yo me olvidase de los rencores y volver porque simplemente sabes que, aunque pase una eternidad, nunca dejaré de ser vulnerable ante alguien igual a mí? -lo preguntó sin intenciones de reclamar, aunque lo pareció.
Dándole todas las razones, él masculló:
-Te necesito.
Pero Mia no caería ante ese punto de quiebre, aunque pudo detectar que era real. A pesar de que tenían tiempo sin sentir la presencia del otro, no habían perdido el don de saberse leer mutuamente.
-Y yo necesité que dejaras de verme como la usurpadora de un fantasma -mordió el interior de sus mejillas mientras removía sus memorias-, ¿por qué debería ser condescenciente ahora, si tú no estuviste cuando esta boba enamorada necesitó la versión real de ti? No es cuestión de ser buena persona, si eso piensas. Ni se te ocurra llamarme egoísta.
Eliot cerró los ojos, deseando muchas cosas y a la vez siendo abofeteado por su cordura porque un hada mágica no aparecería para obsequiarle un borrador, o darle el poder de cambiar el ayer.
-No tengo excusas, soy consciente de ello- buscó su mirada, abrió la boca para decir algo más, pero la visión de un anillo en el anular de la pelirroja lo obligó a retractar su improvisado discurso.
Eliot le tendió a Mia la carpeta amarilla que tenía entre las manos, se levantó, y se fue sin decir adiós... Como la última vez, porque él aún no había escrito su final.
***
Mia dejó que el tequila quemara un poco su garganta y calentase su estómago mientras ignoraba adrede las llamadas de su prometido. Junto a su celular, estaban la carpeta amarilla que le había entregado Eliot esa misma mañana, el anillo de compromiso también reposaba a un lado.
Observó la carpeta como si fuese un archivo secreto del Vaticano, incluso en la delgada línea de la sobriedad y ebriedad, se preguntó el por qué estaba considerando esos papeles más importantes que el diamante que se suponía debía estar incrustado en su dedo.
Claro que eran más importantes, pero su presente intentaba obligarla a olvidar que ese hombre había aparecido. Pero simplemente no quería olvidarlo, aunque fuese incorrecto.
Otro shot quemó su garganta, más que marear sus penas, intentaba ahogar esas polillas que aleteaban lentamente otra vez. Sabía que las mariposas de la primera vez se habían transformado en polillas, pero estas comenzaron a aletear con tanta insistencia que regresaron a su forma inicial, sólo que con las alas quebradas.
El celular continuó sonando con insistencia, su pareja ya estaba preocupada ante su cambio repentino y ella ni siquiera tenía ganas de dar explicaciones. No quería ser estúpida de nuevo y tomar al causante de su primer corazón roto como prioridad, pero sus dedos viajaron por sí solos hacia la carpeta y, a pesar de que en sus retinas ya tenía tatuadas las letras de los papeles; anhelaba que se trataran de otra cosa.
Su garganta ardió, y no precisamente por el tequila, sino por el nudo que la invadía y tensaba su cuerpo.
Mia había comprendido cada una de las acciones de Eliot, aunque notó que no sabía cómo actuar, también dedujo que tenía ciertas cosas fríamente calculadas. Él no volvería a buscarla, sabía que ella desearía regresar a él apenas leyera los papeles, por eso le dio la carpeta y se fue con despreocupación.
Cada letra del tonto expediente psicológico hacía que quisiera retroceder el tiempo y haberle dado la oportunidad de decirle la verdad aquella tarde de otoño en su propio cumpleaños, o no haberse subido a ese autobús.
Eliot acudió a un especialista exactamente tres semanas después de que pasaran a ser simples desconocidos, cada hoja describía un muy buen avance con respecto a su obsesión de depender de un recuerdo. Mia dejó el vaso a un lado y se empinó un trago directamente de la botella.
No sabía si alegrarse o sentirse culpable por haber continuado con su vida sin considerar ser parte de su recuperación. Luego de dar tantas vueltas y lecturas a sus avances psicológicos, Mia Suarez estuvo completamente clara de que tenía un vaso, el dilema radicaba en que no sabía si estaba medio vacío o medio lleno. ¿El regreso de Romeo era antídoto o veneno?
¡Cielos! Él ya no estaba enfermo, había vuelto con el corazón entre las manos y, a ser sincera, Mia era demasiado buena como para pagarle con la misma moneda. Pero ya tenía planes futuros, un protagonista contrario al primero. Su pareja actual no era el villano del cuento, pero sabía que ya Eliot tampoco lo era.
Mia dejó la carpeta a un lado cuando su celular comenzó a proyectar un tono distinto, contestó al percatarse de que era su hermana mayor.
-¿Qué pasó, Cyia? -inquirió al descolgar.
-¿Dónde estás? -cuestionaron al otro lado de la línea.
-Un poco lejos del edificio, no regresaré hasta más tarde, ¿qué ocurre?
-Perdón, creí que estabas de turno -Cyia sonaba preocupada, a pesar de que intentó disimular un suspiro, Mia pudo oírlo. Pero la mayor volvió a hablar antes de que ella dijera algo -Acabo de traer a nana a la clínica. Se empezó a sentir mal, y aquí estamos.
Mia dejó la botella a un lado junto a las intenciones de echarse otro trago, agarró el par de pertenencias que tenía encima de la mesa y trazó el camino a la salida de la tasca. El aire helado golpeó su rostro, el clima comenzó a pasarle factura a su intento de borrachera y fallecimiento de pensamientos.
-¿Qué síntomas tiene?- inquirió cuando se dio cuenta de que aún seguía en la línea, mientras le sacaba la mano a un taxi.
-Taquicardia e insuficiencia respiratoria cuando salimos de casa, Mia... -su voz se rompió por un momento-. S-se ha infartado. Está estable, pero demasiado débil.
Esa descripción fue un golpe bajo para el conocimiento profesional de Mia.
Colgó. No supo si por tristeza o desesperación al ver que los taxis pasaban ocupados. Empezó a caminar lo más rápido que pudo hacia la parada de buses más cercana. Al parecer, ese día el destino se encontraba algo bipolar. Al llegar a la parada, la mujer se encontró con una chica tocando la guitarra. El destino era bipolar, o desde la mañana hasta la cosa más absurda le recordaba a su primer amor.
Apartó esos pensamientos de su mente, pero la sensación de vacío se manifestó en su pecho al pensar en su abuela, quien ya llevaba varias semanas al borde de la muerte. Sólo a la espera de que sucediera el momento de despedirse...
Quizo evitar pensar también en ello, pero eso de mantener la mente en blanco son puras patrañas que dijo alguna persona demasiado optimista como para concentrarse en sus demonios internos. Entonces prefirió volver a centrarse en Eliot, presentándose en el momento menos indicado, como esa ficha de dominó que tranca la partida. O quizás como ese último peón que protege casi inútilmente a tus piezas más valiosas.
La chica con aire Hippie que se encontraba a su lado comenzó a tocar una melodía que conocía más que cualquier cosa capaz de ser recordada por las grietas de su memoria.
Faded - Alan Walker.
Suspirando con rendición, se echó más hacia la chica que le sonrió antes de que ambas comenzaran a cantar la letra.
Mia no permitiría que el destino se burlase de ella, y menos sabiendo que tenía todas las de perder. Porque aunque existiera la posibilidad de olvidarse de Eliot, las canciones siempre estarían para recordárselo.