¡Pídeme que te olvide!
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Capítulo 2 CAPITULO 1

Primera parte

¡TU PETICIÓN!

Debes saber que hasta este punto de mi vida, todo parece ser un simple viaje que está arrasando no solo conmigo. ¿Un tornado? ¡La neta no! Pero bueno, esto de lo que te hablo también arrasa con las personas que me rodean y temo que algún día todos mis seres queridos acaben sufriendo las consecuencias de mis frívolas acciones. ¿Que acciones? Es verdad que un corazón joven está lleno de insensatez, locura e inestabilidad. Podría decir que en mi caso la adolescencia es una etapa algo complicada, pero aun así juzgo que irremediablemente la realidad de nuestras vidas, nuestros corazones nos hacen creer que todo lo podemos y que nada nos debe importar; salvo nuestros propios deseos egoístas. ¡Ahí está el error de toda esta juventud que somos! Nos gusta que nos hablen bonito, que nos digan lo que queremos escuchar. ¿Y luego? Terminamos entregando nuestra inocencia a un vacío y frio baúl de recuerdos tristes. Acabamos bien desdichados. ¿Por que yo seria una desdichada?

Todo comenzó en la escuela preparatoria. ¡Fue en ese lugar donde el vaso se lleno de agua y la gota no tardo en derramarlo! Realmente a mí me daba igual el asistir a la escuela o el no asistir. Mis padres eran los de la idea de que era sumamente importante ir a la escuela, para que algún día yo pudiera superarme en esta vida. ¡Falso! No todo lo que tus padres planeen para ti resultara ser lo más sensato. ¡Nadie puede comprar el futuro para garantizar la felicidad! No todos los planes se realizan tal como se planean y las expectativas al final tienen que morir con los pensamientos distantes a esta realidad.

Así que mis padres terminaron inscribiéndome en la preparatoria más lejana posible de mi casa. Todos los días tenía que viajar alrededor de una hora, al final del viaje terminaba encerrada la mitad de mis días en un mundo que solo los estudiantes entienden. ¿Tú me entiendes? Tareas. Presión. Maestros. Compañeros. Cuadernos y un montón de cargas innecesarias.

-¿Qué harás este fin de semana? -Me pregunto Emilio.

-¡No lo sé!-Dije mientras caminábamos hacia su auto-. Dormir, ver una serie en Netflix o simplemente subir nuevo contenido a mi catálogo de imágenes.

Arqueó sus cejas. Emilio era consciente de mi constante aislamiento.

-¿Quieres ir a la fiesta de Jules? -Preguntó con curiosidad.

Abrí la puerta del copiloto, acomode mi mochila cerca de mis pies y me puse el cinturón de seguridad.

-No, tú sabes que no me gustan las fiestas.

Abordamos el vehículo con una conversación un poco trivial. ¿Ir a una fiesta? Emilio me demostró su enojo con esos ojos serios.

-A veces eres una patética chica antisocial. ¡Me das asco!

Pusimos nuestras mochilas en la parte trasera. Era obvio que lo estaba diciendo de broma.

-¿Crees que me importa tu opinión? -Respondí, su cara se llenó de risa.

Encendió el auto.

-Sé que no te importa lo que yo piense sobre ti, pero a mí si me importa tu problema de no querer socializar con nadie. ¡Debes dejar de hacerte la mártir! -Emilio era atento y cercano a mis problemas. Conocía a la perfección mi situación.

-¿Te importa? -Le pregunté-. Me parece que sabes la razón por la cual no me gusta socializar, no esperes que cambie de opinión. Si te doy asco entonces no me ruegues, no quiero que termines vomitando por mi culpa.

Le regale una sonrisa amplia, comenzó a conducir. Salimos del estacionamiento de la prepa.

-No te preocupes por nada. Todo saldrá bien en la fiesta. Hay que divertirnos de vez en cuando -dijo-. ¡Ademas! Yo estaré contigo, no te va a pasar nada.

Deje escapar un suspiro.

Es curioso que Emilio sea amigo mío. Está en sexto semestre, juega en el equipo de futbol y es popular. ¡El guapísimo Emilio! Digo que es curioso que sea amigo mío porque mi círculo de amistades solo se limita a mi querido chofer; así que no tengo un circulo, solo tengo un punto. ¡Emilio es el punto de mis amistades! Él resulto ser mi comienzo a la confianza y mi sostén para todos los momentos malos. Le conozco de hace tiempo. Yo tenía cinco años cuando se mudó a mi vecindario. De hecho vive frente a nuestra casa y es quien me trae todos los días a la escuela.

Para ser sincera, Emilio es quien pone fin a mi soledad.

-Me parece que estas subestimando la situación de la fiesta -dije con cierto aire negativo-. Sabes que en las fiestas pasan un montón de cosas de las que te puedes arrepentir.

-¿Qué cosas harás en la fiesta de Jules, de las cuales te tengas que arrepentir?

-¡No lo sé! Beber cerveza y vomitar en público, ¿tal vez de eso me arrepentiría? O por andar tragando mucha botana me duela el estomago y me de una diarrea explosiva. ¡Ya sabes! La diarrea no es algo agradable.

-Estas siendo demasiado dramática, ¿no crees? Eso de predisponerte a lo que aun no sucede es de gente cobarde.

Escuche el sonido de su risita tonta y preferí asentir. ¡Mi amigo tenia razón!Y bueno, el drama era parte de este corazón tonto que me cargo.

***

Los días que siguieron fueron bastante normales. La escuela. Mis deberes. Mi hogar. Mi blog. Mis fotografiás. Mis postales. Y...bueno todo parecía ser normal, o eso es lo que pensaba yo.

El domingo había decidido ponerme a ver alguna serie en Netflix. Estaba recostada en mi cama sin vergüenza alguna, mis padres no se encontraban en casa, Lupita había dejado algo de comida del día anterior en el refrigerador, asi que no me preocupaba eso de tener que comer.

Con las piernas cruzadas, un bote de Nutela en las manos y los audífonos conectados a todo volumen; así solía pasar mis maratones de Netflix. ¡Me sentía despreocupada! Hasta que la puerta de mi habitación se abrió de repente. Era Emilio con una cara llena de seguridad. ¡Se veía guapo y olía a perfume elegante!

-¿Y esa cara? -Le pregunte después de poner pausa a la serie de Anne With and E.

-Son las tres de la tarde y tú sigues en pijama.

Miré mi pijama de BMO y sonreí. ¡Yo me sentía bastante genial!

-¿Tienes algún problema?

Hizo rodar sus ojos.

-Vine por ti, iremos a dar un paseo -se rascó la mejilla izquierda.

-No tengo ganas -hice un puchero-, estoy viendo mi serie.

Emilio se acercó a mí, se sentó en la orilla de mi cama y vio el Mac encendido.

-¡Acompáñame porfa! -Dijo mirándome fijamente. Sus labios sonrieron.

-¿A dónde quieres que te acompañe? -Le pregunté.

Se quedó mirando en dirección a la ventana.

-A comprar unas casquerías.

-¿Solo eso?

-Bueno, luego iremos a casa de Jules.

Mi habitación estaba fresca.

-¿Sigues con lo de la fiesta?

-Si. Te dije que iríamos.

Emilio se me quedó mirando, arqueó su ceja y sus ojos color café claro no dejaban de insistir. Regularmente todos los fines de semana siempre me la pasaba en casa, todo lo contrario a lo que hacia mi amigo, que siempre salía a divertirse con sus cuates del equipo o con su familia. Me detuve a pensar por algunos segundos. ¡Tal vez era momento de empezar a socializar con adolescentes locos! ¿O tal vez no?

-Está bien, iremos -le dije y él sonrió-, pero antes hay que comer algo. No quiero ir con el estomago vació a esa fiesta.

Emilio pareció sorprenderse por mi respuesta porque se levantó de golpe.

Lupita había preparado una pasta junto con unos filetes de carne asados. ¡Eso fue lo que comimos! Mi amigo termino encendiendo su auto a eso de las cuatro de la tarde, pasamos a comprar unas botanas porque Jules se las había encargado. Y bueno, ustedes imaginaran todo lo que pasa en una fiesta de jóvenes en plena calentura de emociones. Toda la casa de Jules estaba repleta de gente que solo se movía para beber o se retorcía para intentar bailar en medio de la sala de la casa. Emilio había bebido al menos dos latas de cerveza y yo por mi parte, había dado solo un trago que sirvió para dar consuelo a mi soledad. La música era súper fuerte, todos gritaban y reían como locos. Algunos estaban conscientes de lo que pasaba y otros simplemente eran arrastrados por el alcohol que habían decidido ingerir. Afuera había una alberca iluminada por faros, podías notar el vapor que desprendía el agua caliente. Seguro que tanto vapor ilusionaba como droga a todos esos enamorados que se besuqueaban dentro del agua.

-¿Quieres una cerveza? -La pregunta me sorprendió.

Me gire a mirar al chico.

-Gracias, pero no acostumbro beber cerveza -dije con un tono serio.

El chico llevaba un paliacate rojo amarrado alrededor de su frente y unas gafas polarizadas que impedían ver sus ojos. ¿De donde había salido este tipo?

-¿Qué acostumbras beber?

-Agua y refresco -respondí.

Él se acercó un poco. Parecía divertirse con mi respuesta, se llevó a los labios aquella botella oscura que burbujeaba el dulce sabor del alcohol.

-¿Cuál es tu nombre? -Pregunto después de dar un trago.

Mientras todos parecían estar absortos en alguna parte de esta fiesta, yo parecía estar negando querer descubrir cosas nuevas. ¿De verdad valdría la pena emborracharme? Nunca había estado en una fiesta con los compañeros de la escuela, así que todo esto era súper nuevo para mi. Emilio estaba sentado alrededor de una mesa junto con otros chicos y jugaban cartas muy divertidos.

-¿Para qué quieres saber mi nombre? Dije mirando fijamente aquellas gafas polarizadas. El chico parecía sonreír, su boca se tornó en una curva muy lentamente hasta que al fin, decidió quitarse las gafas.

-Porque quiero conocerte -pauso y me lanzó una mirada coqueta-. ¡Estás muy bonita! Quiero conocerte.

No pude evitar reírme en mi interior. ¡Este chico estaba bien perdido!

Yo me le quede mirando unos segundos hasta que no pude aguantarme la risa. Reí sin pena alguna y él simplemente me observaba con detenimiento. ¡Jamás lo había visto en la escuela!

-¡Eso ya lo sé! Dime algo que no sepa.

Los ojos del chico tenían cierto brillo gracias a la iluminación suave de la casa de Jules. Su cabello alborotado y su boca bien dibujada eran sin duda algo atractivo de alguien como él. ¡Este era el típico popular del que todas se enamoran en la prepa!

-¡Aldo! -Dijo con una sonrisa-. No sabes mi nombre, me llamo Aldo.

La música seguía sonando. La respuesta del chico me impresiono y de pronto me dio la impresión de ser mas que solo el chico el popular. Vi a Emilio gritar en el momento de ganar en el juego de las cartas. ¡Este man sí que sabía responder a mis preguntas!

-¡Un gusto Aldo! Soy Miranda.

Asintió también. Sus ojos se posaron muy cerca de la curiosidad y la cercanía. Sentí su pierna rozarme la rodilla al ritmo del movimiento de la cerveza de su botella. ¿Que estaba pasando entre nosotros?

-¡Lo sé! Yo ya sabia tu nombre.

-¿Enserio? -Pregunté un poco sacada de onda.

Se saco una sonrisa alcohólica.

-Te he visto en el colegio. En la cafetería, en la biblioteca, cerca del campo de futbol y me llama la atención que la mayor parte de las veces te la pasas sola, sin la compañía de amigas o compañeros de clase. ¿Por qué será que ahora estas en una fiesta llena de chicos y continuas sola?

Acomodé un mechón de cabello detrás de mí oreja y le lancé una mirada curiosa. Sabia cual era la respuesta.

-A decir verdad, no estoy sola. ¿Ves a aquel chico sentado? -Dije señalando a Emilio-. El chico de la playera azul.

-¿Emilio Vázquez? -Preguntó un poco incrédulo.

-Si. La mayor parte del tiempo estoy con él. De hecho, fue Emilio quien me insistió para que viniera a la fiesta. ¡Y aquí estoy!

Su rostro formo un gesto curioso.

-¿Es tu novio? -Dio otro trago a su cerveza.

-No -negué con la cabeza-, es mi amigo. Y si tú dices que me has estado observando dé tiempo, creo que no me observaste bien. ¡Casi siempre estoy junto a Emilio! Así que no estoy sola.

Su lengua relamió el sabor a alcohol que quedaba en sus labios.

-Me parece que tú, Miranda, eres una chica que esconde muchas cosas.

-¿Te parece? -Le pregunté.

Soltó una risita boba y se acomodó el cabello. Y era como si en este momento mi intento por socializar funcionara al mil, aunque mi intención no era socializar.

-Miranda, ¿quieres venir a jugar? -El grito de Emilio irradiaba euforia.

Dirigí mi atención a él. Asentí. Repentino y casual fue el movimiento de mis piernas cuando me aproximaba a caminar.

-Un gusto conocerte Aldo, te veo luego -dije y me dispuse a ir a la mesa de juegos.

De repente, su mano sujetaba mi muñeca y la sorpresa invadió mi alma.

-¡Toma! -Me dijo y coloco en mi mano una botella oscura. Estaba fría y los nervios repentinos aparecieron sin querer-. Esto te ayudara a disfrutar un poco las cosas.

Sus ojos estaban clavados en mis ojos.

-Gracias -respondí.

Entonces camine hasta Emilio y él comenzó a repartir las cartas. Todos parecían estar tan divertidos hasta este punto. Aquí había alcohol, mi amigo parecía estar tan eufórico que hasta las cartas se le caían de la mesa. Yo tenía una botella en la mano y el aroma era sin duda delicioso. Me detuve a mirar a todos lados, pensé un poco en todo y terminé queriendo olvidarme de las tristezas de mi vida. ¿Sabia beber? Había bebido alcohol -específicamente vino- en las fiestas de alcurnia a las que papá nos llevaba de vez en cuando. ¡Así que el alcohol no era algo nuevo para mí! Sin dudar acerque la botella a mi boca y el sabor amargo dulzón se introdujo en mi interior. Rápidamente parecía refrescar el interior de toda mi alma. ¿Estuvo bien ingerir cerveza?

La sensación fugaz de tener poder apareció por encima de mis ojos y en ese momento, nada de lo que pasaba o me había pasado parecía importarme.

¿Cuál era mi pasado?

            
            

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