¡Pídeme que te olvide!
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Capítulo 4 CAPITULO 3

Aquella semana paso muy lenta para mí. Emilio era mi único amigo en la vida y por ello es que me sentí sola durante esos días. Aldo se aparecía de vez en cuando a la hora del receso para pasar tiempo conmigo. Incluso intento llevarme a casa en algunas ocasiones, pero yo me negué por completo. Aldo estaba guapo, pero no era mi estilo convivir mucho con alguien que no fuese Emilio. ¿Era mi culpa el ser indiferente a los demás solo por que era una costumbre miá el estar aferrada a un solo chico?

Todos los días viajaba en metrotobús hasta la escuela y no me sentía mal. Para ser sinceros, me gustaba viajar en metrotobús. Era cómo experimentar e imaginar muchas cosas mientras veía como los pasajeros abordaban el transporte bien inmersos en sus propios mundos. En lo personal, me sorprendía ver como la gente estaba tan enfrascada en sus asuntos, la caballerosidad se había perdido y el respeto también.

Iba a la escuela, intentaba poner atención y al salir de clases caminaba algunas cuadras para abordar el gusano gigante y poder regresar a casa. Revisaba mi blog, publicaba nuevas imágenes y recibía buena remuneración por ellas. ¡Tenía un trabajo sin que mis padres lo supieran! Ellos estaban tan concentrados en su trabajo que nunca tenían tiempo para mí. Lupita era la única compañía que podía tener en mi casa y eso si ella se aparecía en mi camino durante el día.

Un sábado por la mañana, Aldo vino hasta mi casa para intentar llevarme a su casa, quería que yo saliera de mi típica rutina de chica antisocial. Había estacionado su auto frente a mi ventana, me sorprendió verlo allí parado afuera de mi casa, mirándome con mucha atención recargado contra el cofre del vehículo. Se había puesto un pantalón negro y una playera blanca. Lo invite a pasar.

-¿No te aburre estar encerrada en tu habitación? -Preguntó con mucha curiosidad.

¿Qué se suponía que debía contestarle? ¿Que debía decir para evitar sonar como una chica arrogante? No es que me gustara estar todo el tiempo solo en mi habitación. Era muy simple el hecho de que yo me había acostumbrado tanto a ser una persona distante, pensaba que la soledad abrazaba mejor que mil compañías y el estar sola no me hacía ningún daño. ¿Lo puedes creer? No es que Emilio no contara como amigo para mí, yo sabía que él era y es un gran sostén para alguien como yo. ¡Pero en esos días no estaba mi Emilio! Y todo parecía ser diferente sin su compañía.

-¿Quieres hacerme compañía en mi habitación? Si piensas que es aburrido y tonto estar con una chica ermitaña, entonces puedes irte. Agradezco el que hayas venido hasta aquí a saludarme.

Es increíble la sensación de sentirte acogida por el cálido afecto de una persona. Lamento decir que hasta ese momento, ningún afecto me había envuelto en calidez, pues nadie, salvo el único Emilio que era parte de mi vida, resultaba ser aquella braza que me animaba a seguir con vida.

-¿Me gustaría descubrir el "porque" de tu soledad? -La pregunta de Aldo me sorprendió.

Las partes de mi alma eran simples. Un poco confusas, pero siempre sinceras. Recuerdo que a los doce años me propuse que quería ser sincera con todos. Bueno, ese siempre ha sido mi lema y siento que por ello Emilio es mi único amigo. ¡Solo he logrado abrirme con él! ¿Por que no he podido abrirme con los demás? Creo que la confianza también es una muestra de cariño y mi cariño no tiene ganas de pertenecer a todo el mundo.

Aldo caminaba por mi habitación mirando con detenimiento cada fotografía de mi pared. No fui capaz de darle una respuesta.

-¡Oye! ¿Tú las tomaste? -Preguntó con una ceja curiosa-. ¡Son bastante buenas! Tienes talento para la fotografía, son realmente geniales.

Coldplay sonaba de fondo mientras yo le mostraba mi blog en Tumblr. Luego vio en mi estante, todos los libros parecieron sorprenderle porque dijo que yo era la primer chica que conocía que le gustara leer tanto. ¡Como si eso fuese real! Seguro que Aldo conocía a un montón de chicas.

Se me quedó mirando. Sus ojos estaban brillando y el paliacate amarrado en su cabeza me recordó la vez en que lo conocí.

-Si. Miranda, eres una chica única ahora veo por qué te gusta estar en casa siempre.

Asentí. Mi ejemplar de la guarida de las lechuzas estaba sobre mí escritorio.

-Me gustaría que leyeras esté libró -me sentí bien conmigo, tranquila y despreocupada-, es de mis favoritos.

Él extendió sus manos para tomar el impreso y nuestra piel se tocó. Su mano era suave, me ruborice un poco.

-¿De qué trata? -Me preguntó.

Aldo parecía ser un buen chico. Aunque él era popular en la escuela me sorprendió que estuviera aquí conmigo.

-Tienes que leerlo. Yo no te diré nada -dije en tono coqueto.

Después de comer, los dos regresamos a mi habitación. El comenzó a leer el libro, se tumbó en mi cama y se acomodó entre algunas almohadas. Yo me puse a actualizar mi catálogo de imágenes. Nunca había estado con chico que no fuese Emilio dentro de mí habitación, pero en ese momento estar con él se sintió bien. Aldo se quedó dormido después de un rato. Tenía los párpados cerrados, su pecho subía, bajaba y su boca estaba entreabierta. ¡No podía desperdiciar el momento!

Aproveche para usarlo como modelo. Tome un par de fotos con mi cámara instantánea, luego tomé varias fotos con mi Nikon. Las fotografías de Aldo habían quedado bien chidas, uno de los chicos guapos de la escuela estaba dormido en mi cama. ¡Que ardiente!

Eran las siete de la noche cuando se despertó. Le habían llamado a su celular. Se levantó de la cama, se estiró un poco, tomo el libro y su sonrisa se acercó a mí. ¡Yo estaba editando sus fotografías!

-¡Hey! ¿Soy yo? -Preguntó asombrado.

Señaló a la pantalla de mi computadora.

-Sí, eres tú. ¿Qué te parecen?

Se acercó un poco a mí, casi más en dirección al ordenador. Sus ojos observaron cómo dormía. Le mostré las instantáneas, le obsequie una y parecía estar muy emocionado con aquella impresión.

-¡Me veo bien!

-¡Lo sé! Tú eres de buen ver Aldo. ¡Eres un chulo!

Se me quedó mirando de forma curiosa. Se ruborizo por lo que le dije.

-¿Por qué Miranda es una chica reservada? -Su pregunta me hizo pensar un instante. Fue muy repentina.

Él tenía una mano apoyada contra mi escritorio y la otra estaba sujeta a mi silla. Así que Aldo casi me estaba abrazando.

Su cuestión hizo que mis pensamientos se trasportaran lejos del presente. ¿A donde me fui volando? Todo me llevo a mi infancia, a esas noches cuando yo intentaba con todas mis fuerzas poder dormir. Pero no podía, porque el maldito sonido de la puerta abriéndose a plena oscuridad era la canción de terror más cruel que podía escuchar a esa edad. ¡Todo se volvió muy oscuro en interior! Entonces recordé por qué Miranda era así. ¡Existen razones por las que soy una chica reservada!

-Porque le teme a la vida y las personas -dije encogiendo mis hombros.

Aldo me estaba mirando, fijamente, parecía pensar en mi respuesta.

-¿Por qué les tendría miedo a las personas y sobre todo a la vida?

Todas las noches, el sueño me era arrebatado por los sonidos que mi habitación expulsaba. Por más que intentaba gritar para pedir ayuda, las sensaciones que latían a mil por minuto me impedían luchar contra aquellos sucesos que me marcaron de por vida.

-Porque la mayoría de las personas no miden cuanto pueden lastimarnos. Muchas veces solo se encargan de hacernos sentir de forma muy miserable aunque en su pensamiento todo lo que hacen sea lo más chido. ¡Las personas no tienen mucha empatía hoy en día!

Deje escapar un suspiro.

¡Y así era esto! Todo el tiempo nos hacen o nos hacemos heridas que solo se convertirán en cicatrices, en recuerdos malos que nos harán desdichada la vida. ¿Yo era desdichada? Admito que la culpa de sentirme así, era en parte porque yo misma me negaba a salir de aquel hoyo en el cual había decidido estancarme.

***

Al terminar aquella semana, me dio mucho gusto que Emilio al fin hubiese vuelto de Guadalajara. Trajo una botella de tequila y todas las noches venía a mi habitación para beber un poco. ¡Venía a estar conmigo!

-¿Cómo te fue esta semana? -Me preguntó.

Estábamos acostados en mi cama.

-Me fue bastante normal -dije-. ¡Todo tal y como siempre es! Ninguna diferencia por tu ausencia.

¡Mentí un poco! La verdad era que yo lo había extrañado demasiado esos días. Le quite su caballito de tequila y bebí un poco. ¡Estaba fuerte el alcohol!

-¿Has visto a tus padres?

Emilio tenía una barba de días. Parecía que había decidido no rasurarse, se veía muy atractivo.

-Si. Los vi el miércoles pasado. Salieron de viaje otra vez.

Y fue justo en ese momento, cuando el timbre sonó. ¿Quien podría ser? Lupita ya no estaba en la casa, su turno había terminado y por estas tardes no iba a quedarse en la casa.

Baje a toda velocidad para abrir la puerta, Emilio guardo el tequila debajo de mi cama y me siguió hasta abajo.

-¿Quien crees que pueda ser?

No era común que yo recibiera visitas, es más, nadie solía visitarnos.

-Pues no se, deberías abrir para averiguarlo. Iré al baño -respondió él.

Al girar la chapa, un mar intenso de recuerdos me ahogo por completo. ¡No podía creer lo que veía! El tío Tom estaba justo en frente de mí con una sonrisa estúpida y su maldita mirada fría.

-¿Cómo has estado sobrina querida?

Afuera estaba haciendo mucho viento.

-¿Qué está haciendo aquí? -Pregunté a su pregunta.

Él hizo uno de sus gestos típicos.

-Pues veras, vine a visitar a tu familia un tiempo. Les avisé a tus padres que venía. ¿Acaso no te da gusto verme? -Sus palabras abrazaron mi rencor.

Había una maleta de color negro a su lado y su perfume hizo que me doliera la cabeza.

-Realmente no imagine la posibilidad de volver a verlo. Ha pasado mucho tiempo. Yo no esperaba esto

Asintió. El tío Tom traía su barba de color negro azabache y unos ojos muy profundos a oscuridad.

-Pues mira, quise sorprenderlos y aquí estoy -puso su mano sobre mi hombro y comenzó a menear su pulgar sobre la tela de mi playera.

Aquellos momentos tan oscuros volvieron a mí. Era como si la realidad intentara confundirme con el pasado.

-¿Todo bien Miranda? -La pregunta de Emilio me trajo de vuelta a la situación que estaba por venir.

Emilio puso su mano sobre mi hombro y se le quedo mirando al tío Tom con cierto aire de desconfianza.

-¿Qué hace usted aquí? -Le preguntó Emilio con un semblante firme.

Tom se le quedo mirando un instante con una sonrisa cínica.

-Lo mismo te pregunto muchacho. ¿Acaso está es tu casa?

Emilio apretó el puño con toda la fuerza que su cuerpo poseía. Vi enojó en él.

-Tranquilo Emilio -dije tomando su mano-. Dice que mis padres ya saben sobre su visita.

Tom entro a la casa. Vestía un traje negro con una camisa blanca y una corbata roja como la sangre. Sus zapatos estaban bien lustrados.

-¡Gracias por tu hospitalidad Miranda! -La voz de Tom a veces era irritante-. Iré a la habitación de huéspedes.

Emilio y yo nos quedamos de pie en la entrada de mi casa. Su mano aún seguía unida a mi hombre, le conduje hasta mi habitación y cerré la puerta con seguro. Di un par de vueltas por todo mi mundo y terminé turbándome en la cama con un poco de desesperación. ¡Mis padres no estaban! Y ni siquiera me habían avisado que Tom vendría.

-¿Quieres que me quede contigo? -Preguntó Emilio con preocupación.

Subí el volumen a la música y Emilio termino tumbándose en la cama también.

-¿Por qué crees que este aquí? -Le pregunté con inquietud.

Emilio pensó un instante.

-No tengo ni la menor idea -se rascó la mejilla derecha -. Pero no confió en él.

Emilio se quedó a dormir esa noche en mi habitación ya que mis padres no regresarían.

***

Al día siguiente en la escuela, encontré una nota en mi mesa de trabajo, decía:

"Si no puedes dormir, deja que las estrellas velen por ti".

-Encontré esto en mi pupitre -le dije a Emilio.

Los dos estábamos sentados en las gradas del campo de fútbol.

-¿Otra nota? -Él estaba comiendo una torta de milanesa-. ¿Quién será tu anónimo?

-¡La verdad es que no se! -Sonreí encogiendo mis hombros.

Después del receso, tuve taller de lectura. El profesor Édgar era quien impartía el taller y parecía que toda la escuela comenzaba a hacer preparativos para la finalización del ciclo escolar. Mientras pensé:

-¿Como me ira en estas vacaciones de verano? ¿A donde podría ir?

-Estamos a dos meses de finalizar el ciclo escolar y se nos pide que promovamos una actividad que relacione su juventud, con la escritura. Esta actividad debe incluir a toda la escuela y debe ser una actividad completamente recreativa y educativa. ¿Alguna propuesta? -Dijo el profesor Édgar.

Todos estaban en silencio. Nadie parecía opinar. Los alumnos de la clase parecían mirarse sin tener idea alguna de lo que podríamos promover como actividad para toda la escuela. Entonces recordé la nota de esta mañana y las otras dos que había recibido en días anteriores. ¡Yo tenía un escritor anónimo!

No dude en opinar.

-Podemos escribir cartas y entregarlas de forma anónima -dije y todos se giraron a mirarme-. Será el buzón anónimo de la escuela, donde podrás escribirle a tu platónico o platónica, podrás expresar cosas sin que la otra persona se enteré de tu identidad y los chicos podrán desahogar sus sentimientos. Podemos instalar algunos buzones con propaganda chida y nosotros como miembros de este taller, nos encargaremos de entregar el mensaje al destinatario.

El profesor me estaba mirando. Se quedó pensando unos segundos.

-¡Yo pienso que es una buena idea! -Dijo Laura-. Lo de "platónico" me interesa.

Escuché algunos murmullos entré mis compañeros.

-¿Alguien más apoya la idea de Miranda? -Preguntó el profesor.

Para mí sorpresa, todos alzaron la mano, hasta el profesor Édgar.

-De acuerdo. Es un acuerdo grupal -dijo el profesor-. Miranda, explícanos más sobre tu idea. ¡Tú serás la que llevara la delantera!

¡Abrí los ojos como platos! ¿Yo llevaría la delantera?

-Primero, debemos planear lugares estratégicos donde plantar los buzones. Segundo, al principio nos costará que los demás estudiantes participen, por ello, tendremos que escribirnos entre nosotros para promover más la actividad. Tercero, necesitamos publicidad, ¡anunciarles a todos que el correo ha vuelto a nosotros! Y cuarto, entregar las cartas a los destinatarios.

-¡Muy bien! Laura. ¿Puedes ayudarle a Miranda con todos los planes para esta actividad?

-¡Si claro! -Dijo ella muy animada.

-¿Alguna otra cosa? -Me preguntó el profesor.

-Más tarde les mandaré lo que les toca hacer a cada quién.

El timbre sonó por toda la escuela, anunciando el fin de otro día escolar. ¡Qué bueno!

Mientras caminaba para salir del taller, Laura se aproximó a mí. Ella era una chica de estatura baja, tenía el cabello lacio y unos ojos grandes con unas pestañas como de vaca. ¡Es una chica simpática!

-¡Estoy súper emocionada con tu idea! -Exclamó ella.

La emoción se podía escuchar en su voz. Llevaba unos libros abrazados a su pecho.

-Qué bueno que estés emocionada, yo igual estoy algo emocionada -dije.

Ella era la primera chica del colegio con la que yo platicaba después de mucho tiempo.

-¿De dónde sacaste esa idea? -Preguntó curiosa-. ¡Ojalá me escriban!

El ver a alguien feliz por una idea mía, me hizo sonreír.

-Pues no sé, se me ocurrió nomás. Ya sabes, de repente uno tiene ideas y así -ni yo misma creía lo que estaba diciendo.

Las dos caminábamos por el pasillo que conducía a la salida.

-¿Quieres que vaya a tu casa? -Me preguntó y eso me hizo pensar-. ¿O prefieres que yo vaya a la tuya?

¡Eso no lo había pensado! Yo no era de las chicas que llevaban amigas a su casa, porque pues 1) no tengo amigas y 2) soy la antisocial.

Emilio estaba esperando ya en su auto.

-Ven a mi casa, por favor -le dije.

Ella asintió emocionada. Intercambiamos números.

-¿Tienes una amiga? -Me preguntó Emilio.

Subí al auto.

-Sabes que la palabra "amiga" tiene un significado fuerte para mí -dije-. Ella es una compañera del taller de lectura.

-¡Oh! Al menos ya hablas con más personas que no se llamen Emilio -él sonrió.

Me gustaba ver a Emilio sonreír, se veía muy mono.

-¿Celoso? Aldo y Laura parecen ser buenas personas.

-Lo sé. Me da gusto que ya socialices un poco más.

Encendió el motor.

-Si. Pues, Laura vendrá a mi casa está tarde. Estamos trabajando en un proyecto del taller.

Emilio se sorprendió más.

-Así que no me ayudarás está tarde con la tarea.

-¡Obvio que sí! Yo te ayudo a hacer la tarea y Laura me ayuda a mí con lo del taller. ¿Contento?

-¡Más que contento!

***

Esa tarde después de regresar a casa, me propuse no concentrarme en el tío Tom. Comimos Spaghetti con pimientos y fajitas de pollo con más pimientos. Subimos a mi habitación. Comenzamos con la tarea, Laura llegó a mi casa a las cinco treinta.

-¡Hola! -Me saludo ella tras abrirle la puerta-. ¡Tu casa es bonita!

-¡Gracias! -La invite a pasar.

Subimos a mi habitación. Emilio estaba trabajando en su tarea sentado frente al escritorio y estaba muy concentrado.

-¿Emilio es tu novio? -Me susurro Laura.

-¡No! -Le respondí riendo-. Él es mi mejor amigo.

Emilio se giró a mirarnos.

-Emilio, ella es Laura -dije para presentarlos-. Laura, ya conoces a Emilio.

Emilio arqueó una ceja.

-¡Hola Laura! -Le saludo él.

-¡Hola Emilio! -La chica siempre llevaba una sonrisa en el rostro.

Laura y yo comenzamos a trabajar sobre nuestro proyecto para el taller. Hicimos una lista de cada participante y anotamos la actividad que cada miembro del taller debería realizar.

-¡Me gusta mucho tu habitación! -Me dijo ella. Laura parecía distraída-. Es muy ochentera.

-¡Gracias! Qué bueno que te gusta. Si me gustan las cosas retro, ya sabes.

-Tú fuiste a la fiesta de Jules, ¿cierto? -Preguntó ella-. Te vi a lo lejos, ya no pude saludarte.

Emilio se me quedó mirando con una sonrisa por lo que Laura me estaba diciendo.

-Sí, fui a la fiesta. Yo no te vi.

La chica seguía sonriendo. ¡Que bárbara!

-Es que estaba en la mesa de bebidas -comenzó a reír-, me pase de copas.

Y a veces las personas nos van a mirar más de lo que nuestros propios ojos pueden ver de nosotros.

Terminamos mandando por mensaje de texto las asignaciones a cada compañero del taller. A Laura le tocó diseñar y hacer un buzón. A mí me tocó diseñar la estación madre del correo. ¡Que chido!

-Espero que está actividad haga cosas buenas por los demás -dije serena.

Emilio había terminado su tarea. Estaba a punto de irse. Laura hablaba por teléfono con su mamá.

-A mí me parece que es una buena idea. Sabes que te ayudare a promocionar tu idea.

-Gracias Emilio -le dije sonriente-, la verdad es que tuve está idea por las notas que he recibido. Ya sabes, tengo "un anónimo".

Emilio se sorprendió un poco, pero al final solo asintió.

-¿Quién crees que sea tu anónimo?

Recordé que el color de la nota era gris y la tinta de cada letra era azul.

-¡No sé! Quizá es alguien cuya poesía necesita compartir.

Me encogí de hombros.

-¿Y no te da curiosidad descubrir quién es? -Emilio frunció ambas cejas de forma coqueta.

Sonaba algo de Andrew Younker, me gustaba su música.

-La verdad es que no. Pero, si algún día llegó a conocer a mi anónimo, me dará mucho gusto.

***

Esa misma noche termine de leer un libro, Laura se fue a las ocho treinta. Las luces de mi habitación estaban encendidas. Entonces golpearon la puerta de mi habitación.

-¿Quién? -Pregunté con desconfianza.

Pero no hubo respuesta alguna. La perilla de la puerta parecía querer girar, pero el seguro impedía que la puerta se abriera.

-¿Quién es? -Volví a preguntar.

La música sonaba suave en mi habitación.

-¿Desde cuándo cierras con llave la puerta de tu cuarto? -La voz de mamá me calmo un poco-. ¿Todo bien contigo?

Mi madre tenía el ceño fruncido justo cuando abrí la puerta. Llevaba puesto un vestido de color coral y los labios pintados en color tenue a juego con su ropa.

-Todo bien, estaba leyendo un poco.

Ella se acercó a mí y beso mi mejilla. Parecía contenta.

-Iremos a cenar con el tío Tom, ¿quieres venir con nosotros?

Tenía mucho tiempo que no salíamos a cenar juntos. ¡Que sorpresa! Pero el tío Tom iría con nosotros.

-Tengo que escombrar mi habitación -dije rechazando la invitación-, si me gustaría ir con ustedes, pero aún me falta mucho.

Mamá me miraba con serenidad. Ella era guapa.

-¿Por qué no le pides a Lupita que te ayude con eso? -Me sonrió de repente-. Anda, vamos a cenar todos juntos.

Y efectivamente, esa fue la primera vez en mucho tiempo que escuchaba a mi madre decir que quería que cenáramos todos juntos.

-¡Está bien! -Le dije con una sonrisa en el rostro-. Bajo en un momento.

Me puse un suéter, tomé mi cámara y me dispuse a bajar sin recordar el pasado. Resulta curioso, pero es cierto: los recuerdos son momentos que cicatrizan en nosotros, cicatrices que están para recordarnos lo que fuimos algún día.

Esa noche fuimos a cenar al Toks. Mi padre estaba junto a mi madre (me dio gusto por nosotros), mis padres estaban junto a mi después de mucho tiempo lejos de casa y yo estaba aquí a causa de que el tío Tom estaba con nosotros. Cada quien pidió lo que más le apeteciera. Yo pedí un consomé de pollo y un plato de pasta junto con una costilla de res. ¡La cena!

-¿Te gusta estar de regreso? -La pregunta de mi padre hacia mi tío Tom me hizo pensar demasiado.

Tom sacudió su copa de vino y termino dando un trago suave.

-¡Por supuesto! Me gusta estar con mi familia.

El tío Tom era el único hermano de mi papá. El hermano menor que tiene un alma perversa y malévola. ¡Que escalofríos!

-¿Cuánto tiempo te quedaras con nosotros? -Preguntó mi madre.

Yo termine de beber un poco de vino. ¡Si se beber alcohol con moderación y sin ella!

-Aun no lo sé -dijo con una sonrisa en el rostro-, pero agradezco el que me acojan de nuevo en su familia.

Papá me hizo tomarle una foto con su hermano. Al final, le pidió al mesero que nos tomará una foto familiar después de la cena. ¡Que fotito tan más emblemática!

Mi celular vibro en ese momento.

Mensaje de Emilio.

Emilio:¿Necesitas compañía? ¿Cómo va todo?

Miranda:Creo que hoy podre cuidarme sola, todo está bien. Gracias por preocuparte.

Emilio:¿Estás segura?

Miranda:Si. Por cualquier cosa, te mando mensaje más tarde.

Emilio:Okey. Descansa. Y ten cuidado por favor. Te veo mañana.

Al regresar a casa me despedí de todos, les di las buenas noches y fui a encerrarme en mi habitación. Conecté los audífonos Bluetooth a mi IPod y puse la playlist de Indke (yo la había hecho en Spotify). Me quite la ropa, me puse la pijama, cepille mis dientes, orine un poco y al final me recosté en mi cama. Antes de dormir, comencé a observar detenidamente el techo de mi habitación, era de color blanco y la luz tenue le hacía parecer que brillaba para mí. Revise las fotografías de esta cena y me dio gusto verme sonreír. ¡Yo estaba sonriendo!Entonces comencé a pensar que la vida tiene belleza y es uno quien debe intentar hacerla florecer.

            
            

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