¡Pídeme que te olvide!
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Capítulo 5 CAPITULO 4

Desperté a la hora de costumbre, seis en punto de la mañana. Me aliste para ir a la escuela y Emilio paso por mí exactamente a las siete en punto.

-¿Cómo te fue? -Preguntó con cierta preocupación.

Él llevaba puesto su uniforme, su cabello algo alborotado y sus ojos, sus bonitos ojos le hacían ver muy guapo.

-Todo fue normal. Pude dormir bien y me siento demasiado genial -dije con una gran sonrisa.

Emilio se me quedó mirando un poco extrañado. ¡Mi positivismo no era normal!

-¿Saliste por la noche?

Yo llevaba el pelo suelto. Me había puesto un poco de brillo en los labios y enchine mis pestañas.

-Si. Mi papá nos llevó a cenar al Toks. Estuvo bien -dije-. Tenía años que no salíamos a cenar los tres juntos y bueno, con compañía. ¡Ya sabes!

The Drums sonaba en el estéreo del Jetta de Emilio.

-Me da gusto por ti -sonrió mientras conducía.

El tiempo parecía pasar lentamente, estar con Emilio era una de las mejores cosas de mi vida. ¡Sera muy afortunada la chica que logre atraparlo!

En la escuela todo indicaba ir bastante bien. Matemáticas, química, historia y todas las demás materias. En el almuerzo comí papas fritas y un refresco de manzana. Esta vez no me senté en las gradas del campo deportivo, me quedé en una de las mesas de la cafetería. Laura, la chica sonriente se unió a mi mesa y las dos compartimos el almuerzo.

-¿Y cómo te fue con la idea del buzón madre? -Me preguntó ella.

La chica había trenzado su cabello, su tez es de color claro y sus pestañas son rizadas.

-Pues la verdad, me fue bien. Emilio también me ayudará a ser cartero... -le expliqué a Laura mi idea. Para el buzón madre tendríamos que instalar cinco tiras de hilo en un muro, obviamente, en el aula del taller. Conseguí pinzas de madera pequeñas para sujetar las cartas a las cintas. Tendríamos una mesa donde juntaremos toda la correspondencia, por turnos, dos chicos se encargarían de clasificar las cartas en la pared de hilos. Son cinco tiras de hilo por qué habrá cinco parejas de carteros los cuales, como bien lo dice su nombre, repartirán la correspondencia al destinatario-. ¡Y listo! Espero que está idea tenga éxito.

-Suena genial -dijo Laura después de morder una manzana-, ya espero a que esto se ponga en marcha.

Al finalizar el receso, ella y yo caminamos hasta el salón del taller. El profesor Édgar estaba de pie frente al pizarrón. Llevaba puesta una camisa de cuadros, un pantalón negro y unos tirantes.

-¡Ya llegamos profe! -Saludó Laura.

Él se giró a mirarnos, tenía unos lentes en el rostro y una barba bien poblada que acompañaba a su mostacho. ¡El maestro estaba guapo!

-Hola señoritas. Pasen -hizo una pausa, cerró el marcador con el que estaba escribiendo-, ¿todo listo?

-Si. Estamos listas.

La clase empezó. Cada quien empezó a trabajar sobre su asignación, yo me encargue de escribir en el pizarrón todo el plan. Laura estaba con Paola y un grupo de chicas terminando de fabricar los buzones. Jared se encargaba de la publicidad junto con otros compañeros.

-¿Necesitas ayuda? -Me preguntó el profesor. Yo estaba a punto de pegar las tiras de hilo en la pared.

-Sí, bueno. Necesito instalar el buzón madre -le dije.

El profesor comenzó a ayudarme. Tomó una silla de trabajo y la ocupo para llegar lo más alto posible. Le expliqué como debían ir las tiras de cuerda y así las fue pegando; desde el techo y cada cuerda caía hasta el suelo.

-¿Creé que funcione todo esto? -Le pregunté al profesor.

Se me quedó mirando, parecía pensar en algo.

-Si. Me parece que es una buena idea -sus labios formaron una sonrisa.

Justo en ese momento, Jared termino de hacer la publicación. Un par de compañeros fueron a la oficina del director y pidieron que se transmitiera el anuncio del correo anónimo.

"¿Quieres decirle a tu Crush que lo amas? ¿Te da miedo a que rechace tus sentimientos? No te quedes pensando en el que será, intenta decirle lo que sientes de forma anónima. Sigue los siguientes pasos: Uno, escríbele una carta. Dos, deposita tu mensaje en uno de los diez buzones que se han instalado aquí en la escuela. Tres, el taller de lectura se encargará de entregar el correo a tu susodicho o susodicha. Cuatro, el miedo se te ira cuando sepas que crush sabe lo que sientes. ¿Que estas esperando? Tú eliges si deseas firmar con tu nombre o si prefieres omitirlo. ¡Ponte a escribir cartas anónimas!"

Terminé de guardar mis cosas, todos ya se habían ido del salón. Esta vez Laura no insistió en platicar conmigo. Se fue por qué tenía unos pendientes que hacer con su madre. El profesor estaba limpiando el pizarrón.

-¡Hasta mañana Maestro! -Dije a punto de salir del salón.

Él se giró a mirarme. Sostenía el borrador con la mano derecha.

-Miranda, ¿tienes un segundo?

El botón que estaba en medio del cuello de su camisa, estaba abierto. Vellos negros salían de la tela. Me acerque a él.

-¿Ocurre algo? -le pregunté. Su mirada estaba puesta en mí.

-Quiero felicitarte por tu idea del buzón, realmente me parece una gran oportunidad de promover lo clásico -dijo con una sonrisa en el rostro.

-Gracias, espero que funcione -me encogí de hombros.

Asintió. Sus ojos eran grandes con unas pestañas bien rizadas y sus cejas bien pobladas.

-Por cierto, ¿eres fotógrafa?

Su pregunta me sorprendió. ¿Cómo había llegado a esa conclusión de mí?

-Pues leve. Así que digamos, una fotógrafa profesional, no, pero lo intento.

Suspire. Él parecía tener curiosidad con mi respuesta. Saco su celular del bolsillo, desbloqueó la pantalla y su pulgar parecía buscar a toda velocidad.

-¿Eres @saturnsaudade? -me preguntó mostrándome un perfil en Instagram.

¡Sí! Era mi perfil anónimo << aparentemente >> que enlazaba a mi Tumblr. Tenía tres cantidades junto a mi foto. Ciento cincuenta publicaciones. Treinta mil seguidores y doscientos seguidos.

-¿Le gustan sus fotos? -dije señalando a la pantalla.

Él se me quedó mirando con mucha curiosidad.

-Si. Son muy buenas.

-Pues parece que @saturnsaudade es una persona muy talentosa -dije ocultando mi identidad en Instagram.

Entonces pensé. ¿Por qué mi maestro de lectura me preguntaba por mi Instagram? ¿Cómo fue que había llegado a esa conclusión? Si se suponía que él era un profesor de literatura, ¿cómo es que había decidido relacionarme con la fotografía si no eramos muy cercanos?

-Si así es. Estoy trabajando en un proyecto donde necesito fotografías, escuche un rumor sobre ti, aparte de que eres algo reservada, supe que eres fotógrafa y muy buena por cierto.

¿Escuchó el rumor? Que cosas tan más curiosas.

-Pues no creo poder ayudarle porque no soy tan talentosa en la fotografiá.

Me despedí del maestro quien parecía decepcionado por mi respuesta. Caminé por el pasillo, baje algunos escalones, la escuela comenzaba a vaciarse e imagine a Emilio en su auto esperándome un poco desesperado. ¡Ya era algo tardé! Al salir de la escuela, caminé a toda velocidad hacia el estacionamiento. Había algunos grupos de estudiantes gritando sobre a quién le escribirían en el buzón anónimo. Busque el auto de Emilio pero me sorprendió no verlo ahí. ¿Y ahora? Ya eran casi las cuatro de la tarde, el taller había consumido algo de mí tiempo y Emilio no estaba aquí.

Regresé a la escuela, caminé por el pasillo hasta llegar al campo deportivo. Emilio estaba entrenando hasta tarde. Pateaba el balón, llevaba su uniforme puesto y parecía respirar muy agotado. Mientras lo esperaba, me senté en las gradas. Saqué mi celular, la pantalla estaba negra y no me dio por prenderla. Me puse a pensar mucho en todo lo que estaba pasando en mi vida estos últimos días. Pensé en mi conversación con el profesor Édgar, en la fotografía, en mi familia y en Emilio. Mi pensar comenzó a juzgar que la felicidad era algo que no había experimentado del todo, porque mi familia no era estable. La única felicidad que conocía era la que vivía con Emilio y su familia. Pero yo sabía que Emilio solo era un instante en mi vida. Él conocía mi parte frágil y siempre se las arreglaba para hacerme sentir fuerte. Hay días (no te lo puedo negar) en los que imaginó una vida distinta a la que tengo, me hubiese gustado nacer y crecer un pueblito lejano a la ciudad en la que vivo, construir una cabaña en el bosque, tener gallinas y sembradíos de maíz y jitomate, vivir tranquila, tomar fotos del crecimiento de cada estación anual como lo es el otoño y el invierno. ¡Esos pensamientos me daban esperanza!

Vi que Emilio me estaba mirando, le saludé. Él me correspondió. El entrenador sonó su silbato. De pronto vi como todos los jugadores comenzaron a rodearse entre sí, como cuando las hormigas forman grupos para flotar sobre el agua, así estaban todos esos chicos, rodeándose entre sí intentando desgarrar la discusión que acababa de surgir entre Emilio y Aldo. Vi como Emilio apretaba sus puños, Aldo le gritaba cosas y yo solo estaba de espectadora. Baje a toda velocidad de las gradas, tire mi mochila al suelo, pise el pasto del campo y me encamine a toda velocidad hasta ellos. ¿Qué rayos pudo haberlos puesto en tan grande problema?

-¡Emilio, gobiérnate! -Exclamé, pero él parecía estar indispuesto a escucharme.

Los demás jugadores jalaban a Aldo, pero este no soltaba a Emilio, lo estaba golpeando con todas sus fuerzas. Rápidamente Aldo uso su puño para hacer sangrar el labio de Emilio, Emilio uso sus brazos para darle la vuelta a Aldo. Entonces los demás chicos dejaron de insistir y simplemente se convirtieron en espectadores. ¡No estaban haciendo nada por detenerlos!

-¡Enséñale Aldo! -Decían todos los jugadores.

El entrenador no decía nada. ¿Y quién animaba a Emilio? Sin dudarlo dos veces, tomé impulso y me metí en aquella pelea. Sujete a Aldo por los brazos con todas mis fuerzas, Emilio logro darle un golpe en la cara y al fin se pudo poner de pie. Aldo se giró y me apretó las muñecas con tanta fuerza que hasta sus ojos se sorprendieron cuando noto la expresión de mi rostro. ¡Sus ojos se habían convertido en fragmentos de ira!

-¡Miranda! -Exclamó sorprendido.

Me soltó de golpe, unas marcas de color rojo aparecieron alrededor de mis muñecas. Aldo apretó la mandíbula y sin dudarlo se echó a correr a los vestidores donde la mayoría de los jugadores decidieron hacerle compañía. Emilio seguía sangrando, su respiración era agitada.

-¡Estas hecho un asco! ¿Por qué peleaban? ¿Qué pasó?

Emilio se quitó la playera de su uniforme y la uso para limpiar la sangre de su boca. Gotas de sudor escurrían en su espalda, me acerque a él.

-¡No es de tu incumbencia! -Dijo molesto.

Su respuesta no me sorprendió en nada, él estaba enojado y todos sabemos que el enojó es algo que muy pocas personas saben disfrazar. Se fue a los vestidores por sus cosas, caminamos hasta su auto, Emilio iba tan concentrado en sus emociones (muy explosivas) que preferí no hacer preguntas en el trayecto a casa.

-¡Gracias por traerme! -Dije y simplemente se me quedo mirando.

Emilio había estacionado el auto frente a su casa. Abrió la puerta y bajo sin decirme nada. Caminó hasta la puerta de su casa y se metió sin decir ni una palabra. Yo bajé del auto, atravesé la calle, entré a casa, subí a mi habitación, puse música y me tumbé en el suelo hasta quedarme dormida.

¡Me valía si Emilio no me decía nada! Después se calmaría. ¡Necesitaba dormir!

Es increíble poder soñar cosas que solo tu mente y tu comparten, de las cuales muy pocas llegas a comprender. Los humanos soñamos para no sentirnos vacíos en la penumbra de nuestro presente.

***

La mirada cercana de Emilio me asusta cuando abro los ojos. ¡Me despertó!

-¡Rayos Emilio! ¿Qué es lo que intentas? -Le pregunté al ver qué estaba demasiado cerca de mí.

Al momento de incorporarme sentí una corriente liquida nacer desde mi nariz. ¡Sangre! Mi alma comenzaba a sangrar de nuevo.

-Intentaba ayudarte con esa hemorragia tuya -dijo sosteniendo un trozo de papel higiénico con sangre-. Cuando entre a tu habitación te encontré tirada en el suelo con un charco de sangre alrededor de ti, la neta imagine lo peor.

Entonces comprendí que el rostro y la mirada de Emilio estaban bañadas de inquietud. Sus manos estaban llenas de mi sangre.

-Tranquilo Emilio, solo dormía un poco y ya -la sangre seguía saliendo-. Descuida, ahora me quito esta hemorragia.

Caminé hasta el baño y abrí la llave del lavabo, enjuague mi cara, humedecí una toalla, la puse en mi frente. La porcelana blanca dejaba escurrir el agua roja, me agaché, mi nariz seguía goteando. Las gotas se impactaban y se desvanecían junto al agua. Me enderece, apreté mi nariz en la parte superior y arquee mi espalda.

-¿Cómo vas? -pregunto Emilio desde el marco de la puerta.

-Aun no muero -dije sosteniendo la toalla sobre mí frente-, puedes estar tranquilo.

Apreté mi nariz un poco y alcé el rostro. Dejé que las gotas de agua que escurrían de la toalla recorrieran mi cara. Minutos después la sangre dejo de fluir. Emilio me estaba mirando atentó. Se acercó al lavabo y enjuagó sus manos, mi sangre se despegó de él.

-¿Cómo está tu labio? -Le pregunté.

-No fue nada grave, una pequeña abertura y ya.

Nos estábamos mirando a través del espejo. Su labio tenía una abertura leve y había un moretón en su parpado derecho.

-Pues parece más que una simple abertura -dije mientras secaba mi cara. Cerró la llave de agua.

-Gracias por intervenir, creo que sin tu ayuda Aldo me habría dejado deforme la cara.

-¡Descuida! Creo que eso era lo más correcto que podía hacer -le dije sonriendo-, eres mi amigo.

Tome la toalla y se la di. Se secó las manos. Salimos del bañó. Emilio puso música.

-¿Qué haremos mañana? -Su pregunta me causo curiosidad.

-¡No lo sé aún! Aparte de ir a la escuela, no tengo idea -le dije sentándome en mi cama-. Tal vez empiece a leer otro libro.

Se me quedó mirando. Se había puesto una playera negra estampada y un pantalón café. Se sentó junto a mí, recargamos nuestras cabezas contra la madera de mi cabecera.

-¿Quieres venir mañana a una fiesta en casa de Karen?

¡Otra fiesta! ¡Si que los adolescentes estamos urgidos en complacernos a nosotros mismos!

-Emilio tú sabes que no me gustan las fiestas. Solo bebemos o jugamos a cosas que no tienen sentido -dije sincera, aunque claro, no me estaba lamentando el ir a la fiesta de Jules-. Si tú quieres ir, adelante. Puedes ir a divertirte.

Emilio frunció un poco las cejas. Su mirada se alejó de mí por unos instantes.

-Pero esta vez es diferente -dijo mirando la pared de mi cuarto-. ¡Te lo prometo! No beberemos.

Él deslizó su cabeza hasta mi hombro. Su cabello olía a champú Head and Shoulders.

-No Emilio. No iré a ninguna fiesta mañana.

Y me acurruque junto a él unos segundos.

-Bueno, si cambias de opinión, ya sabes, me dices nomás.

Sonreí. ¿Que se supone que iba a cambiar? ¿Una opinión o una decisión? ¡Que lastima que no podemos conocer el futuro con exactitud!

-Sí, yo te aviso. Aunque no creo.

Él sonrió también. Sus dientes aparecieron detrás de su boca con una linda sonrisa que parecía brillar con la poca luz de mi habitación.

-Mañana comenzará lo del correo anónimo ¿no?

-Si. Mañana. La neta estoy algo emocionada.

-¿Así?

-Si. Seré una cartera por lo que dura el ciclo escolar. ¡Tú también!

-¿Crees que alguien me escriba? -Me preguntó él.

-Yo creo que muchas te escribirán. Estás en el equipo, eres de tercero y no estás feo.

Él se incorporó, sus mejillas se habían ruborizado un poco.

-¿No soy feo? -Sus cejas estaban arqueadas. La comisura de sus labios era perfecta.

-¡No! Tienes una buena cara y tu sonrisa ha de poner nerviosas a las chicas que te admiran en secreto. ¡Te lo aseguro! Estas en el repertorio de las chicas.

La sonrisa de Emilio es perfecta. ¡Él es un gran chico!

-¿Tú le escribirás a alguien? -Su pregunta hizo que mi pensar se congelará.

Él dejó de sonreír.

-¿A quién podría escribirle? -Dije sincera-. Tú mejor que nadie, sabes que no tengo algún enamoramiento por alguien. ¡Apenas y puedo ser sociable!

Asintió.

-¿Crees recibir alguna carta anónima?

-Quizá sí. Quizá no. Eso lo sabré mañana.

En ése momento, justo cuando termine de hablar, la mirada de Emilio se tornó apagada, nerviosa, molesta. ¡Tenía algo que le hacía sentir intranquilo!

-¡Aldo te escribirá! -Excamó con algo de furia.

Entonces recordé la pelea.

-¿Por eso pelearon ustedes dos?

-No. Yo no tengo problema alguno en que él te escriba. Lo que me molesta, el problema en sí, fue por lo que dijo de ti.

Su respiración se había agitado de repente.

- ¡Ah! Pues...

-Dijo que eres una chica fácil de engañar, que eres como las demás y que sin duda alguna, él intentaría llevarte a la cama sin problema alguno.

Sus palabras me dejaron en shock por unos segundos. Mi respiración se volvió un hilo de dolor. ¡Qué cosas piensa la gente de mí!

-¿Eso dijo él?

-Si. Les dijo a algunos chicos del equipo. Por eso peleamos, porque me enoje tanto con él. La neta se pasó de lanza al haber dicho eso de ti.

Ahora Emilio lo había sacado, su mirada ya estaba tranquila.

-¡Pues bien! -Le dije sonriendo-. No debiste pelear con él por lo que dijo.

-Miranda, tú sabes que...

-¡Lo sé! Yo también te quiero Emilio y doy gracias por tenerte en mi vida, pero no quiero que te hagan daño por mi causa...

-Estoy bien, solo fue...

-Solo fueron palabras de un chico que no me conoce. ¿Acaso no es un inmaduro?

-Si. Lo es. Pero ¿esperas que digan cosas feas de ti y yo me quedé con los brazos cruzados?

-Solo espero que no des demasiada importancia a rumores que la gente diga. La gente no es dueña de nuestras vidas, lo que ellos digan o inventen, no debe importarnos. ¡No dependemos de ellos!

Él se quedó pensando. Me acurruque en su cabello y me abrazó.

***

A la mañana siguiente, mis padres discutían a pleno pulmón. El tío Tom parecía divertido con los gritos de mi madre y el desayuno fue bastante incómodo para mí. ¿Cómo puede alguien vivir entre gritos y maldiciones? ¡Qué barbaridad con mi familia! Tanto dinero que tienen mis padres y tan poco amor el que recibo yo.

-¿Quieres que te lleve a la escuela? -Preguntó el tío Tom.

Eso fue muy inesperado.

-¡Gracias! Pero Emilio es quien me lleva.

La mirada del tío Tom parecía algo abrumadora.

-Bueno. Yo estaré en casa todo el día. Tal vez use la piscina que tu padre mando a construir el año pasado.

Estaba por terminar mi cereal con leche.

-¡Qué bien! Espero que la disfrute.

De pronto comienzas a imaginar y sientes como tu espacio personal es invadido por una sensación tenebrosa de oscuridad y miseria. La realidad puede ser tan dolorosa que solo queda apretar el corazón y aguantar lo que está por golpearte. ¿Me estaban golpeando justo ahora? Mamá salió llorando de su habitación, me miraba con vergüenza y lejanía. Papá bajo al comedor y yo solo había subido a mi habitación por mi mochila.

-¡Mis padres discutieron está mañana! -Le dije a Emilio.

Mi amigo conducía por el Boulevard Atlixcáyotl.

-¡Lo siento! Espero que lo arreglen pronto.

Esta mañana me había alistado el uniforme, me peine con unas trenzas y me había propuesto ser positiva la mayor parte del tiempo. ¿Debería rendirme ahora?

-Si. Yo espero que hoy todo sea mejor para ellos. ¡Lo merecen! -Dije tratando de ser positiva.

¡Quizá algún día mis padres cambiaran su actitud!

Man Love de Margot, sonaba en el radio del auto. Llegamos al Carolino a la misma hora de siempre y pues todo normal. No te daré más detalles de las clases o de mis profesores (no en este momento). Lo único que sé, es que muchas y muchos estudiantes estaban dejando cartas en el buzón que Laura había puesto a unos cuantos metros de la entrada principal. ¡Esto era un éxito!

                         

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