¡Pídeme que te olvide!
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Capítulo 3 CAPITULO 2

Dicen que la noche es joven, que los viejos somos nosotros, porque siempre terminamos todos apachurrados entre dolores y sabores que el tiempo se encargara de echarnos en cara. ¡Y es cierto! La noche dura lo que una eternidad duraría para un simple corazón excitado. Tantas cosas trágicas que pueden ocurrir en una noche fría y tantas cosas increíbles que también pueden acontecer en una noche cálida. Somos el resultado de las decisiones que tomamos y tomamos las decisiones de forma impulsiva.

Regresamos a casa a las tres de la mañana. Emilio insistió en quedarse a dormir en mi habitación por temor a que su madre se infartara por verlo llegar a tan alta hora de la noche y en un estado sumamente moderado de ebriedad. ¡Mi amigo sabia controlarse con el alcohol en la sangre!

-¿Qué te pareció todo? -Me pregunto con curiosidad.

-Estuvo padre -respondí-, me gusto estar en un ambiente que nunca había experimentado. ¡Gracias por llevarme! ¡Estuvo suave!

Las luces que escurrían por las paredes de mi habitación eran las únicas que tenían derecho a brillar como estrellas adentro de mi mundo. Cepillé mis dientes, me puse la ropa para dormir, le prepare su colchoneta a Emilio mientras el orinaba. No era la primera vez que él dormía aquí y supongo que tampoco sería la última.

***

Al día siguiente todo parecía ir normal en la escuela. Como era costumbre, las clases iban súper aburridas, el receso fue bastante normal y parecía que hoy así sería mi estancia en la escuela, salvo que, ocurrió algo inesperado. ¿Inesperado? El amor también puede ser inesperado y entonces tu cara se llenaría de rubor. ¿Has sentido ese sentimiento del que te hablo?

¡Ya se! Pues esa mañana inicio algo en lo que podría decir, se vio envuelto mi corazón. Dentro de mi casillero, encontré un sobre de papel con el borde remarcado en colores azul y rojo. Al abrirlo descubrí que no había carta o mensaje alguno que yo pudiera leer. <> tenia escrito en el borde trasero con tinta negra y una letra de manuscrita.

-Encontré esto en mi casillero -le dije a Emilio mientras él manejaba de regreso a casa.

Emilio iba silbando al ritmo de la canción de Mumford & Sons que sonaba desde su estéreo. Arqueó una ceja al ver el sobre.

-¿Una carta de amor? -Preguntó con asombro.

-Más bien, un sobre de carta vacío.

-¿Enserio?

-Si. Solo dice "Escríbeme antes de que sea tarde".

Él seguía silbando la canción.

-¿Tienes alguna idea de quien pudo dejarlo en tu correspondencia? -Su pregunta parecía ser muy necesaria a la situación.

Me puse a pensar por algunos segundos. Realmente, no había dedicado tiempo a pensar en ello.

-La verdad es que no tengo ni la menor idea de quien pudo dejar esto en mi casillero. Tal vez se equivocaron -me encogí de hombros.

-Puede ser sí. O tal vez no.

-¿Tu crees?

-Pues pudiera ser que tal vez si es para ti.

Su suposición hizo estremecer a mi corazón.

-¡Quien sabe!

Hubo un silencio breve al ritmo del silbido de mi amigo.

-¿Qué harás con el sobre?

-Nada. Solo lo guardare y ya.

Asintió.

Al llegar a casa y encerrarme en mi habitación, subí el volumen a la música desde mi ordenador. Revisé mi blog en Tumblr y descubrí que tenía nuevos seguidores. Actualice mi catálogo de fotografías y termine vendiendo un par de imágenes sobre atardeceres. Mientras tecleaba un mensaje para Emilio un hilo rojo se escurrió por mi nariz. Tome un poco de papel higiénico y trate de disminuir la hemorragia, pero no pude. Abrí la llave del lavabo y no dude en mojarme la cara por completo. El agua estaba fría y la sangre comenzaba a escurrirse por la porcelana blanca. Cuando salí del baño el sopló del aire me golpeo en la cara. Mi ventana estaba abierta y junto a mi escritorio, encontré una fotografía impresa de mi catálogo -una de las fotos que recién había vendido-, con unas letras escritas en marcador azul.

Decía:

"Los atardeceres son la prueba de que el romanticismo aún existe"

Mi curiosidad aumento más en ese instante. Emilio no tardó en llegar para que le ayudara con su tarea de química.

Aquella tarde se me paso volando y admito que, mi cabeza junto a mi pensar no dejaban de sacar conclusiones sobre quien pudo haber dejado el sobre de carta y la fotografía. Es curioso que la imaginación nos pueda llevar a pensar en muchas suposiciones de las cuales ninguna tal vez sea la correcta.

Esa tarde también, mi madre regreso de su viaje que hizo para arreglar algunos asuntos de la compañía. Papá, bueno él seguramente estaba en un hotel de la Ciudad de México, cenando un buen platillo de camarones con un buen trago de cerveza de cebada. ¿Y yo? ¿Donde quedaba yo? Por mi parte, mi corazón ya estaba acostumbrado a la ausencia de mis padres. La mayor parte del tiempo mi casa estaba solitaria y fría. Mi soledad era la cereza de mi pastel y Emilio era quien siempre prefería comerse la cereza de mi pastel.

Al día siguiente, al terminar la clase del señor Roberto camine hasta la cafetería a comprar un sándwich de queso de puerco y un jugo de manzana. Termine yendo como de costumbre cerca del campo de futbol a sentarme en las gradas, era una costumbre miá el poder mirar a Emilio entrenar. El clima era normal, yo tenía un libro abierto entre mis rodillas. Me gustaba poder escapar un instante de la realidad con la imaginación y el almuerzo me resultaba más delicioso cada vez que yo alimentaba a mi estomago.

-¿Cómo has estado? -Preguntó alguien desde la primer grada.

Al alzar la vista encontré a Aldo caminando hacia mí. ¿De verdad estaba frente a mí? Se detuvo justo enfrente y llevaba el uniforme del equipo.

-¡Muy bien! -Respondí.

-¿Qué libro estás leyendo? -Sus ojos miraron con curiosidad el libro que sostenían mis rodillas.

-La guarida de las lechuzas -Dije y le mostré el ejemplar que me pertenencia.

Después de mirar el impreso por unos segundos alzó su vista hacia mí. Sus ojos parecían muy curiosos y su boca, la lengua remojaba sus labios.

-¿Qué harás después de clases?

Había gotas de sudor escurriendo por su rostro y sus mejillas estaban de color rojizo a causa de la insolación.

-Iré con Emilio de regreso a casa.

-¿Y en la tarde? -Sus labios eran atractivos.

-Estaré en casa -dije sonriendo.

Emilio no tardó en llegar junto con una bolsa de Sabritas, también tenía puesto el uniforme del equipo del Carolino y su aspecto era casi idéntico al de Aldo.

-¡Qué onda Aldo! -Saludo él.

-Ya sabes, todo en orden -le respondió Aldo.

Emilio se sentó junto a mí. Me ofreció papitas.

-¿Qué hacen? ¿Planean hacer algo sin mí? -Emilio siempre tan casual con sus preguntas, ayudándome a parecer menos antisocial.

-No. Nada de eso -dije.

-¡Si! Planeábamos algo -respondió Aldo al mismo instante que yo.

Me gire a mirarle. Aldo sonreía. Emilio alzó una ceja curiosa.

-¿Y que estaban planeando? -Ahora el curioso era Emilio.

-Planeábamos ir al McCarthy's después de las clases -dijo Aldo y eso me sorprendió por completo-. ¿Quieres ir con nosotros?

Hice un gesto curioso. Aún tenía el libro abierto, mi sándwich a medio comer y muchos pensamientos que desbordaban en mi interior. Me quedé callada.

-Claro que voy, es una buena idea -dijo mi amigo.

Los dos chocaron las manos. Aldo se marchó a los vestidores.

-¿Por qué no me habías dicho? -Me preguntó Emilio.

-¿Decirte que?

-Pues esto de ir a McCarthy´s.

Su mirada era serena, el sol le daba en la cara y sus pestañas rizadas hacían relucir más el color de sus ojos. ¡Se veía tan chulo desde este angulo!

-La verdad es que no estábamos haciendo planes. Él solo llegó a saludarme y...

-Y terminaste aceptando ir al McCarthy's -la sonrisita boba de Emilio apareció en su rostro.

Le di un golpe en el hombro.

-¡Que no! -Exclamé-. Tú sabes que eso no va conmigo.

Acercó su rostro a mí, sentí su cabello contra mi frente y entonces cerré el libro.

-¿Aldo es de tu estilo?

Su pregunta me hizo arquear las cejas. Di una mordida al emparedado.

-Para nada, chamaco tonto. No tengo tiempo para andar viendo quien es de mi estilo y quien no.

-Ya te veré en los días futuros, a ver si es cierto que no andas de enamorada.

-¡Mejor callate!

-Solo bromeaba, aunque no estaría de más la posibilidad de que tú...

-¡Estas bien loco!

-Siempre.

-Como sea.

-¿Y entonces...?

-Entonces ¿que?

-¡Iremos a McCarthy's!

Emilio simplemente reía, recostó su cabeza en mi hombro y parecía que aquella idea de ir a McCarthy's le resultaba excelente. Por mi parte, sentía mi cuerpo como si estuviera excitado, emocionado, distraído. El resto de las clases mi mente simplemente no dejaba de pensar en cómo sería ir a McCarthy's, el lugar con fama donde todos los universitarios y jóvenes iban a beber cerveza. He de admitir que, hasta ese momento, nunca había ido a un McCarthy's porque aún no era mayor de edad, pero esta vez era distinto. ¡Una parte de mi quería loquear!

Mi amigo me dijo que al parecer, Aldo era camarada del gerente del McCarthy's al que íbamos a ir, así que no tendríamos problemas con entrar.

-¿Cuánto tiempo estaremos ahí? -pregunte cómo boba.

-El tiempo que sea necesario -respondió Emilio.

Mi canijo condujo hasta el McCarthy's que estaba como a quince minutos de donde nosotros vivíamos. Descubrí que Aldo vivía cerca (como a veinte minutos de mi casa) y que conducía un Audi gris. Al llegar a McCarthy's el asombro y la curiosidad se abrazaban adentro de mí, para intentar no desvanecerse ante la idea de experimentar algo nuevo. ¡Mi estúpida calentura de adolescente! ¿Alguna vez estuviste en la misma situación que yo?

Había muchas paredes en color verde. Cuadros, fotografías, playeras, estatuas pequeñas y colecciones de muchas cosas por todo el lugar. La iluminación era muy ligera, había mesas y un escenario con varios instrumentos musicales que parecían alocar a la gente. En la cantina, el mueble estaba repleto de muchas botellas de diferentes colores y sabores, los meseros llevaban faldas como los típicos escoceses de Escocia. ¡O sea, esto era McCarthy's!

Nos sentamos en una mesa cercana al lado de un pasillo. Aldo había traído a un par de amigos suyos con sus respectivas novias. El mesero no tardó en llegar y ellos pidieron por mí.

-Queremos siete drifts de cerveza grandes por favor -pidió Aldo.

Él se había quitado la corbata. Su camisa tenía los primeros dos botones abiertos y el color de su piel se veía bien. Cada par de parejas estaban manoseándose.

Terminaron apartándose de nosotros. El mesero no tardo en regresar con una charola circular con los tarros de cerveza. El vidrio de la jarra estaba frio, la espuma se asomaba por encima de la cerveza y las diminutas burbujas de color amarillento oscuro parecían transportar a un universo distinto al real.

-Este es para ti -dijo Emilio pasándome un drift de cerveza.

Nuestras manos se tocaron. El drift era un tarro de cristal lleno de cerveza, con espuma flotando sobre todo el alcohol y con cierto brillo que embriagaba a querer beber de golpe.

-¿Toda esta cerveza es para mí? -Pregunté asombrada.

-Si -dijo Aldo-, si no te la acabas, nosotros te ayudamos.

Dentro de mí la excitación crecía cada vez más. Nunca había bebido tanto en un lugar tan público. Siempre solía beber alcohol en mi casa o en la de Emilio. Y la mayor de las veces, solo puedo beber máximo cuatros tragos de cerveza. ¡Esto sería una inundación de alcohol! ¿De verdad valdría la pena esta experiencia?

-¡Yo estoy aquí, tú tranquila! -Dijo Emilio.

Y el asombro desapareció cuando todo el líquido refrescante inundo mi ser de una manera tan poderosa, hasta los ojos me dieron muchas vueltas de repente. Todo esto era súper nuevo para mí. La música de Kaiser Chiefs parecía sonar al ritmo de los latidos de mi corazón y la vida parecía ser tan fugaz en ese momento. ¡Me sentí desorientada con Ruby de fondo!

-¿Quieres pedir otra? -Me preguntó Emilio.

Me basto con asentir para terminar bebiendo otro litro de cerveza. ¡Que locura! La sensación humana de sentir que te tambaleas mientras caminas hacia el sanitario, eso es algo que me dio euforia en ese instante. ¡Me sentía chida! La cabeza te da vueltas y sientes que todo es una simple revolución que te termina arrojando en un mar infinito de querer más. ¿Y dónde rayos había quedado la chica antisocial? En la escuela todos me conocían, era popular por el nombre de mi familia, decían en los pasillos que estaba bonita, pero la neta es que me daba flojera hablar con los demás. Soy inteligente (bueno, en este momento no), cumplida y algo nerd. ¡En ese instante solo era una Miranda ebria!

-¿Cómo te sientes? -Preguntó Aldo.

-¡Quiero bailar! -Le respondí.

Me reí un poco. Mi cerebro no estaba del todo perdido. Vi la mano de Emilio sobre la mesa.

- ¡Sácame a bailar Emilio! -Le pedí.

Un mesero regreso a dejar más cerveza. El chico con apariencia de escocés me miraba con atención y deseo. ¡Que maldito! Sus ojos estaban bien enfocados en mis movimientos y en como es que ms labios se movían suavemente.

-¿Segura que quieres bailar? -Preguntó él con un semblante de esos que pones cuando sientes que te van a avergonzar-. Porque neta que no te veo muy estable.

Sonrió suavemente y yo no me conforme con ver la curva de sus labios. Tomé su mano y arrastre a Emilio hasta un pasillo amplio. Puse mis manos sobre sus hombros. Él me tomo de la cintura aunque el rock no se bailaba así.

-¿Te estás divirtiendo? -Su boca se movía de una forma bonita.

-¿Tú qué crees? -Moví mis cejas mirándolo fijamente-. Nunca había bebido tanto como esta tarde y eso te consta. ¡No se que rayos estoy haciendo aquí! No fue una buena idea.

-Lo sé -y soltó una risita-, y es tu primera borrachera. ¿No te gusta?

¿Gustarme? Le golpeé en el pecho. Esto se sentía como la euforia junto con mil tractores arrollando tu cuerpo. ¡Dolía la sensación de no poder controlarme!

-¡Hey! No estoy borracha, solo me siento un poco mareada. ¡No digas tonterías!

¡La tonta era yo! Tú y yo sabemos que estar mareada y borracha es lo mismo. Beber de más está mal cuando el control se pierde. ¡A la larga se ven los resultados! Es una lastima que en el momento nos falten fuerzas de voluntad para poder controlarnos.

-Como tú digas entonces. Pero para mi que tú estas...

-¡Shssss! No digas eso. Arruinas el momento

La música seguía sonando chido, estar bailando cerca de Emilio hizo que me percatara del vello que estaba creciendo en su bigote. ¡Se estaba terminando de convertir en un adulto! La boca de Emilio era perfecta, sus labios estaban perfectamente curvados y sus ojos siempre brillaban chulo. ¡Esta guapo mi amigo!

-¿Por qué es qué aún no quieres volver a tener novia? -Le pregunté-. Ya paso mucho tiempo desde...

-Por qué no quiero -me interrumpió.

-Oh bueno. Yo solo decía. La neta es que estás bien chulo Emilio, búscate a una chica que te haga compañía de forma cursi. Ya es tiempo de que comiences algo con alguien. ¿No te gustaría?

Emilio me estaba mirando. Mi amigo había tenido una mala experiencia hace años.

-¡Sí que estás bien borracha! -Me dijo y dio un zape en mi frente.

La canción termino, la cercanía entre nosotros era increíble y nuestros alientos se mezclaban de la forma mas alcohólica posible. ¡A mi olfato le gustaba el olor de su boca en ese momento!

- ¡Ya vámonos a casa! -Le pedí.

Esa tarde me había bebido dos litros y medio de cerveza. Emilio no se molestó en llevarme con cuidado a mi casa. Cuando entré a mi habitación, todas las cosas giraban y revoloteaban porque todo parecía trasladarse a un mundo distinto al real. Termine sintiendo muchas cosas, viendo y admirando alucinaciones que solo experimentas cuando duermes. ¿Alucinaciones?

Mi mundo se tambaleo esa tarde y exactamente hubo muchos sentimientos que en mi estado de perdición no fui capaz de comprender. Como si me doliera el alma pero también, justo al mismo tiempo todo fuese maravillosamente chido en mi corazón. ¡Sentimientos encontrados! Sentimientos que hasta el día de hoy no he sido capaz de recordar del todo, porque resulta ser que cuando te embriagas al punto más bajo, los recuerdos no siempre estarán en tu memoria.

***

-¿Cómo te sientes? -La voz de Aldo hace que me despierte.

Me sentía agotada, algo mareada y mi mirada estaba demasiado nublada como para poder aclararse al instante.

-Me siento bien. ¿Dónde estamos? -Pregunte sobando mi cabeza.

Las luces de mi habitación estaban encendidas y eso fue lo primero que reconocí cuando me incorpore de forma completa.

-Estamos en tu habitación.

Abrí los ojos de golpe. No recordaba nada.

-¡Enserio! -Estaba inquieta-. ¿Dónde está Emilio?

-Sí. Estamos en tu habitación, llegamos hace como cuatro horas -Respondió Aldo-. ¡Tranquila! Emilio tuvo que ir a su casa, su papá lo buscaba, parece que tienen un asunto familiar.

Aldo se había sentado junto a mí. Aún llevaba puesto el uniforme, estaba un poco desalineado pero aun así se veía guapo.

-¿Qué hora es? -Pregunté mientras trataba de sentarme en la cama.

-Son las once de la noche.

Mis ojos se quebraron como platos.

-¡Tan rápido! -Exclamé sorprendida-. Entonces, ¿bebí demasiado?

Aldo río un poco. Su cabello estaba alborotado como en aquella ocasión cuando lo conocí. Sus ojos también brillaban, tenía una bonita mirada y me causo curiosidad que estuviera haciéndome compañía.

-Solo bebiste un poco. Terminaste mareada y te dormiste luego que te subiste al auto.

Me acomode mi ropa. También tenía el uniforme puesto. Mi boca sabía a alcohol añejo y en mi interior tenia la sensación de haber hecho algo malo.

-¿No hice feo? -Me inquietaba saber.

El chico comenzó a reír de repente y eso me asusto por un instante.

-No. No te asustes, no hiciste nada de lo que tengas que preocuparte. Tú estuviste normal.

Sentí un alivio. Acomode unos mechones de mi cabello y de pronto no sabia que más debía decir.

-¡Bueno! ¿Y....?

Emilio entro a mi habitación con una cara llena de muchas emociones. Nuestras miradas se encontraron y me sentí muy agradecida por tener a mi amigo aquí.

-¿Todo esta bien? -Le pregunte al ver su rostro lleno de emociones confusas.

-Iré a Guadalajara una semana a visitar a la familia de mi padre -dijo mirándome.

Entonces me inquiete por saber que tendría que estar varios días con la ausencia de él. ¡Mi Emilio se iba una semana! ¿Y que pasaría conmigo? ¿Seria capaz de soportarlo?

            
            

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