Cuando me cercioré de que los primeros rayos de Sol estuvieran tocando el horizonte, me precipité en salir de la cama y salí en busca de Penélope.
Miré a mi padre, que al parecer tampoco había podido dormir en toda la noche y me dirigí a él, sonriendo.
-Te felicito por este logro-murmuró con la voz temblorosa y pude ver que en sus ojos asomaban algunas lágrimas-Ten mucho cuidado.
Sonreí y lo abracé, sabiendo que quien estaba intentando ser fuerte era él.
-Lo hare y prometo volver con el título de Guardiana a esta casa. Bendecida por Zeus y quizás con marido.
-¿¡Marido!?-preguntó exaltado y comencé a reír.
-Es una broma. Bueno, quizás algún pretendiente-seguí bromeando para hacerlo rabiar un rato.
Puse una mano en su mejilla.
-Nos vemos a la vuelta-susurré.
Me volví a Penélope y de un salto subí a su lomo. Le di suavemente con el tobillo y salimos al galope.
Encontré a Ariadna en la entrada de la Academia. Llevaba como siempre su túnica negra de hechicera y varios pergaminos descansaban a sus pies.
-El gran día-exclamó.
-Lo es. Aún no lo creo del todo-inquirí sin poder creer que de un día para el otro tenía la mínima posibilidad de convertirme en Guardiana. Bueno, con solo competir en la aptitud era mucho. Por lo general, quienes eran llamados a estas competencias, sino lograban ganar, eran reclutados para ejércitos importantes o como guardias de reyes o emperadores.
Ariadna asintió.
-Debo advertirte algunas cosas como tu profesora y querida amiga-la miré expectante cuando ella hizo una pausa y después continuó-¿Sabes que a pesar de ser un ángel te enfrentaras a criaturas peligrosas que quizás puedan sobrepasar tus cualidades?
-¿Te refieres a bestias y ese tipo de seres?
-Exactamente. Puedes pelear contra humanos comunes como con demonios y a bestias sin razonamientos como los escorpiones gigantes del desierto-respondió.
-Demonios-murmuré pensando-Nunca eh visto uno-inquirí y sentí emoción. Tenía tantos deseos de encontrar criaturas como esas. Difíciles de encontrar y muy poderosas.
-Lo sé. A pesar de que seas una criatura casi inimaginable de encontrar en la tierra, estás demasiado abstraída en una región donde reinan mayormente humanos. Pero, creo que en esta aptitud no solo te llevaras experiencia en batallas o diplomacia, entablar conversaciones, conocer otros seres con otras culturas también enriquece a alguien que aspira ser líder de todos ellos. Por eso, esta competencia se dirige de esta manera, con un viaje extenso hasta el lugar del encuentro con el fin de que las criaturas se relacionen entre sí y quizás encuentren semejantes.
-¿Crees que encuentre algún otro ángel?-pregunté esperanzada y Ariadna negó con la cabeza.
-Lo cierto es que, tú eres un casi imposible. Una criatura como tú que ha sido bendecida con la Caricia de los Dioses.
-¿Caricia de los Dioses?-la interrumpí sorprendida. Nunca había escuchado aquello.
-Bueno, yo lo llamo de esa manera porque consiento, conociendo tus habilidades y siendo un ángel, que posees ciertas facilidades heredadas casi como una deidad. Un Caronte, un ángel, un mensajero azul es un ser que está muy cerca de lo divino, más que cualquier otro ser, reinando en el cielo cerca del Olimpo, que no sea un Dios, por esa razón lo eh denominado así.
-Vaya, eso me ah subido la autoestima-inquirí bromeando. Pero, realmente había sido así.
Luego, fruncí el ceño pensando.
-última pregunta antes marcharme-exclamé levantando la mano como si estuviera en un clase de la Academia y Ariadna soltó una risita-¿Alguna vez hubo un ángel aquí en la Tierra aparte de mí?
Al momento, si Ariadna había reído, cualquier vestigio de ello había desaparecido de su rostro.
-Bueno-hizo una pausa y miró el piso pensando. Suspiró-Ciertamente, hace mucho tiempo, escuché el rumor de que un Caronte había competido y ocupado el trono. Sin embargo, hay algunas versiones de que aquel ser era un ángel negro y que solo estaba destinado a la maldad. Admito que quise averiguar si aquello era cierto y traté de investigar, pero imagina que ni como Guardiana tuve acceso a algún tipo de información. Al parecer, aquel ser provocó un desastre y lo desplazaron del puesto.
-¿Y qué sucedió con aquel ángel?-pregunté sorprendida.
¿Por qué me estaba enterando de todo eso después de tanto tiempo?
Ariadna levantó la vista hacia mí y me miró con seriedad directo a los ojos.
-Aquel Caronte negro decidió declarar venganza. Habló, supuestamente, de algún plan referido a diablos y criaturas del inframundo, de otro ángel que ocupara su lugar como sucesor de la venganza y otras cosas que tienen que ver con lo angelical en donde no puedo meterme-hizo un gesto con la mano restándole importancia, sin embargo aquello me produjo más curiosidad. Aunque, me di cuenta de que ella no parecía estar cómoda con el tema y prefería dejarlo de lado.
-Entiendo-miré el piso pensativa, mientras mordía mi labio inferior.
El Caronte Negro, quizás el único ángel a parte de mí que pisó alguna vez la tierra. Pero ¿Por qué habría estado él aquí, o por qué yo también estaba aquí?
Suspiré. Aquellas preguntas eran frecuentes en mi cabeza, y decidía dejarlas de lado pues creía que no encontraría nunca una respuesta concreta. Sin embargo, aquello del ángel negro me había dejado un poco dubitativa.
-Angéla, es la hora-anunció Ariadna y asentí volviendo a lo que sucedía.
-Lo es-me levanté del asiento y miré a Ariadna.
-Escucha-me dijo- En el camino te encontraras a diversas personas que te acompañarán hacia Egipto, donde se realizará la competencia. La primera de ellas, es una guerrera de artes oscuras llamada Shade Blackraven. Su familia tiene generaciones de guardianes y por los rumores que eh escuchado, se dice que es muy poderosa para ser tan joven.
-Entiendo-mi cabeza hizo click-¿Ella es descendiente de Anthony Blackraven y Caterina Taylor ¿No es así?
-Exacto, guerreros poderosos. Me sorprende que lo sepas.
-He investigado a muchos guardianes, aunque de estos últimos no sé demasiado. Supongo, sin embargo, que Shade debe de ser fuerte.
-Lo es. Ellos tienen técnicas que solo entre sus linajes se conocen y al parecer no tienen piedad con sus enemigos-asintió Ariadna.
-Así que, quien me acompañará es una asesina, que nunca pierde y estaré con ella todo el viaje, sí es qué sobrevivo ¿O me equivoco?-Parecía una broma. Entonces, desde que me encontrase con la asesina debería cuidar mi espalda.
-No te preocupes-sonrió-Ellos no se ensucian las manos si no es necesario.
-Eso no me deja más tranquila-exclamé intentando no estremecerme.
-No hay nada más que decir. Es hora de que te marches-su intensión de sonar lo menos lastimera fue en vano, ya que en un segundo se quebró-Nunca imaginé siendo Guardiana que sería luego profesora y que tendría el orgullo de que una de mis alumnas pudiera aspirar a serlo y heredar aquel sentimiento.
-Yo nunca imaginé nada de mi vida, y menos esto. Pero, haré, lo juro, todo lo posible para ser Guardiana.
Ella asintió con un brillo de orgullo en sus ojos y me monté a Penélope.
-Juro que volveré con algo más importante que moretones y algún que otro amigo-sentencié.
-Lo esperaré.
-Sí. Adios-inquirí y salí al galope, con Penélope relinchando en una mañana que se veía prometedora.