Capítulo 4 CUATRO

*Miranda*

El sonido de un golpe me hace abrir los ojos. Comienzo a buscarlo en la cama y no está. Se me sube la preocupación a todo el cuerpo. ¿A dónde se fue el canijo? Sin dudar me pongo de pie, bostezo un poco y me estiro. ¡Aún tenía ganas de seguir durmiendo!

-¿Emilio?

Comenzó a quejarse. Eso me hizo preocupar aún más. Su voz me condujo hasta el baño y al verlo tirado en el suelo no dude en actuar.

-¡Ay Emilio!

-¡Buenos días Miranda!

-Si querías hacer del baño, me hubieses despertado canijo. A ver, dame tu mano.

Su espalda estaba recargada contra una pared del sanitario, sus piernas desnudas y esa mirada tan brillosa que irradiaba inocencia. ¿Inocencia? En este momento mi Emilio parecía ser como un niño indefenso.

-¡Lo siento! Es que parecía que estabas descansando bien.

-Pues si pero, mírate. ¡Te caíste!

-Este yeso que no me deja mantener el equilibrio.

-¿Te lastimaste algo? ¿Estás bien?

Mi preocupación por Emilio comenzaba a ser una costumbre.

-No pues solo me di un guamazo bien meco. Pero ya ahorita se me pasa el dolor de las nachas.

-Bueno así con ese golpe te van a crecer más las pompas.

Intercambiamos risas.

-¿Me ayudas a levantarme?

-¡Nel! Dame esa mano.

Me apoye, use todas mis fuerzas matutinas y se las di. Su brazo me pasó por el cuello, use mi mano derecha para sostenerlo por la cintura.

-¡Listo!

-Necesito hacer pipí.

Sus ojos estaban algo cerca de los míos y tenían un toque de picardía.

-¡Pues órale! Saca esa trompa de elefante.

Le saqué una risa de esas que te alegran el día. Como bobos nos pusimos a reír sin parar.

-Ok. Voy a liberar el elefante.

Me giré para no ver su desnudez completa y me paré en contra espalda con él. Pasaron veinte segundos hasta que guardó su elefante.

-Llévame al lavabo.

-¡Como órdenes patrón!

Después de acicalarnos todos los rastros de la noche, bajamos a la cocina para tomar el desayuno. Eran las nueve de la mañana.

-¿Qué haremos hoy?

-Pues estar en casa. Tú no puedes hacer mucho.

Me fulmino con la mirada.

-¿Y si me llevas a caminar por el parque?

Me sorprendió su petición.

-¿Hablas en serio?

-Pues sí. Neta me gustaría salir a tomar el aire. ¿Y si mejor salimos de viaje?

-No puedes conducir y yo aun no aprendo a manejar.

-Bueno, le puedes decir a Alex o a Édgar que nos den un aventón.

-¿A dónde quieres que te lleve de paseo?

Parecía que lo estaba meditando, una sonrisa curiosa se formó en sus labios y sus ojos, sus pupilas parecían brillar al ritmo de sus pensamientos llenos de picardía.

-¡Llévame a San Francisco! Quiero ir a tu granja. Me quiero recuperar allá.

Su petición fue tan inesperada. ¡Casi se me quema el desayuno!

***

*Emilio*

Pude notar que Miranda estaba cansada de tener que estar fingiendo la realidad de su inquietud. También me di cuenta del cansancio que le causaba estar en la ciudad.

Pasamos el desayuno de forma muy agradable, sus ojos me observaban con ternura y me gustaba ver el movimiento de sus labios cuando masticaba. ¡Miranda es preciosa! No es la típica chica de piel blanca a la que todos quieren. Miranda es diferente, ella es la típica chica de piel canela con ojos profundos y labios perfilados con rubí.

-¿Te parece bien la idea?

-Si, un poco.

-¿Como que solo un poco? Si yo se que tú extrañas San Francisco, era muy obvia la felicidad que irradiabas cuando solías vivir allí. ¿Apoco no extrañas tu vida en el campo?

Note una mueca en sus labios, las cejas se le curvaron de forma curiosa y nuestros ojos se conectaron de forma honesta.

-La verdad es que si extraño mucho San Francisco. Aunque no ha pasado mucho tiempo, si siento un poco de nostalgia cuando pienso en lo tranquila que es la vida.

-¿Entonces si me llevaras allí?

Hice que mis cejas se curvaran de forma chistosa, sus labios se dibujaron en una sonrisa hermosa. ¡Quería que ella se sintiera muy animada!

-Si, yo te llevare a San Francisco. Le diré a Édgar que nos haga los preparativos para el viaje.

Al terminar de desayunar le pedí estar solo. La sonrisa de su rostro me hacia sentir bien y el estar ocultando como mi vida tendría que cambiar por una estúpida lesión; eso me hacia sentir desechable. Con ayuda de las muletas me pude impulsar hasta llegar a la piscina. Los latidos de mi corazón estaban a un ritmo normal, el clima era agradable y mi tristeza estaba queriendo apoderarse de mi entero ser.

Me quite la playera, agradecí estar en short y con una lentitud impresionante me senté en la orilla. Introduje mi pie "bueno" en el agua, la frescura me beso la piel, vi todos los vellos de mi pierna moverse como hilos que se sacudían con las ondas. Comencé a echarme liquido con la mano en la espalda, humedecí mi cara y algunas gotas me escurrieron por el pecho. ¡Esto era un desahogo a mi trauma con el futuro!

***

*Miranda*

-¿A San Francisco? -El tono de su voz sonaba a sorpresa-. Pero te acabas de mudar de allá.

-Si ya se pero. Igual y eso le puede ayudar a Emilio con su recuperación. Ya sabes que la vida es más tranquila en el pueblo que la ciudad.

-¡Bueno! Eso si pero. ¿Y si te pasa algo?

Édgar parecía estar demasiado preocupado por mí.

-¿Crees que Aldo busque hacerme daño en San Francisco? Estoy segura de que él no sabe de mi querido hogar. ¡No es tan listo como parece!

-Puede ser. Pero no descartes la posibilidad. Recuerda lo que pasó la última vez.

-Pues pasaron varias cosas.

-¿Y no te da miedo que se vuelvan a repetir?

Lo pensé por algunos segundos.

El tiempo se había ido volando y todo eso que habíamos vivido tan solo era un recuerdo de hace mucho tiempo. Recordé la vez que intento abusar sexualmente de mí en aquella fiesta, también me acorde de la carta que había dejado recientemente por aquí. ¡Y me acorde de aquella fiesta en la que lo conocí!

-Pues no. Aldo es un miedoso, siempre lo ha sido. No creo que sea capaz de espiarme.

-Si. ¿Y qué tal si ese miedoso logra meterse a tu casa?

-Tranquilo. Él ya se metió a mi casa. Me dejo una carta ayer.

Sus ojos se abrieron por completo, parecía que se le quebrarían de la sorpresa.

-¿Cómo que se metió a la casa?

Encogí mis hombros.

-Pues si. Al parecer ahora él es mi nuevo "anónimo". ¿Recuerdas cuando solías dejarme cartas?

Medito un poco en mis palabras.

-Lo recuerdo.

-¿Crees que él esté copiando tus movimientos?

-¿Por qué razón lo haría?

-Cuando eras mi anónimo, ¿alguien te pudo reconocer?

-¿Reconocer...?

-O sea. ¿Crees que alguien haya podido descubrirte?

-Pues la verdad no. Siempre fui muy sigiloso.

Deje escapar un suspiro.

-Bueno. El caso es que Aldo apareció de nuevo y busca venganza. ¡Tiene miedo!

-¿Y tú no tienes miedo?

-La verdad no. No me da miedo de que me haga algo o que me lastime. ¡Eso me da igual! Lo que de verdad si me da miedo y es en lo que he estado pensando últimamente, es que no quiero que lastimen a las personas que me rodean. ¡Eso si no lo puedo permitir! No me gustaría que lastimaran a mis amigos.

-¿Emilio?

-¡Exacto! A eso me refiero. Siento, una parte de mí así lo cree. Emilio no podrá jugar por un tiempo solo porque este estúpido hombre se cree el centro del universo. ¡Eso me duele!

Mis palabras irradiaban el enojo de mí ser.

-¿Has podido descansar bien?

-Regular.

-¿Está situación no te deja dormir?

-La verdad no he podido dormir bien. Pero eso no importa mucho.

-¿Y tú quieres regresar a San Francisco?

-Pues no estaría mal. Quizá eso le ayude a Emilio para que pueda recuperarse más rápido y...

Me quede pensando en las posibilidades.

-¿Y?

-El medico dijo que no podría volver a jugar pronto. Quizá dos o tres meses de recuperación. Necesita tomar unas terapias.

-Emilio sabe que...

-Si, él ya sabe. Lo único que me preocupa es que no pueda tomar sus terapias si vamos a San Francisco.

-¿Quieres que consiga un medico que pueda ayudarnos mientras están allá?

-Si haces eso, te lo agradecería mucho.

Pareció meditar en mis palabras.

-¿Sus padres saben que quiere ir a San Francisco?

-Yo me encargaré de decirles y de explicarles todo.

-¿Quieres que yo los lleve?

-¿Quieres acompañarnos?

Enarque mis cejas, le sonreí y en mi tono de voz estaba la picardía. ¿Coqueteó? ¡Nada de eso! Mi forma de ser con Édgar era en parte el resultado de toda la confianza que yo le tenia. Él se había convertido en un gran apoyo para mí.

-¡Si quiero ir con ustedes! Por cualquier cosa que pudiera pasar, me gustaría cuidar de ti.

-¿Cuánto tiempo estás dispuesto a cuidar de mí? Porqué de una vez te digo que nos iremos a quedar al menos un mes o dos.

-¿Tanto tiempo?

Me reí.

-Claro. La recuperación de Emilio no será de la noche a la mañana. Además el médico dijo que ese es el tiempo aproximado para que le quiten el yeso.

-De acuerdo. Entonces iré de una vez a arreglar unos pendientes de la compañía.

-Ok, está bien.

-¿Cuándo planeas viajar?

-Mañana.

-Bien. Entonces deberías empezar a empacar.

Asentí.

-¡Tú también!

***

-¡Hola Gabriel! ¿Cómo estás?

El chico abrió la puerta de la habitación.

-¡Hola Miranda! ¿Vienes por...?

-Por cosas de Emilio. Saldremos de viaje.

Curvo sus cejas de forma curiosa.

-¡Orales! ¿Y cómo está él?

-Lo dieron de alta, le enyesaron la pierna y ahora solo tiene que pasar tiempo para que se recupere del todo. ¡Tú sabes que las recuperaciones son tardadas!

Su rostro irradio un poco de preocupación y tristeza.

-¿Sabes si volverá a jugar?

-Yo creo que si. Solo es cuestión de que pase el tiempo.

-Está bien. ¿Y adonde irán?

Por un momento quise decirle, pero, luego preferí no hacerlo. Ahora mismo no podía confiar en todas las personas.

-Aún no lo decidimos, pero si saldremos. ¿Cuál es la cajonera de Emilio?

-¡Es esa!

En el área de Emilio todo estaba escombrado y acomodado, la habitación de los chamacos olía a una mezcla de perfume, pies, tabaco y añejo.

-¿Tú fumas? -Le pregunté.

-Si. ¡Disculpa el olor! Ayer me la pase fumando con un amigo de Emilio.

Eso me saco de onda. Emilio no tenía amigos cercanos que yo conociera.

-¡Ah! Ahora entiendo.

-Sí, de hecho pensé que él había llegado, pero fuiste tú la que toco la puerta. Quedo en volver este día.

Mi mente comenzaba a imaginar posibilidades. ¿Sobre qué?

-Pues lo siento por defraudar tus expectativas. Solo vine de rápido, me iré para no incomodarlos.

-Sí, no te preocupes. Tomate tu tiempo. Seguro que él tardará en llegar.

Asentí. Abrí una maleta y acomodé algunos calzoncillos, playeras, pantalones.

-¿Y tú como has estado Miranda? Tenía tiempo que no te veía.

-Sí, ya tenía un buen que no nos veíamos. Pues veras, yo...

Llamaron a la puerta y eso hizo que ambos dirigiéramos la atención a la entrada. Mi celular empezó a sonar en ese instante.

-Parece que ahora nos buscan a los dos -Gabriel se rasco la mejilla derecha.

-Si. Contestare mi llamada. Deberías ir a abrir.

Asintió, se puso de pie y fue a recibir a la visita. Yo respondí la llamada, era Emilio.

-¿Qué paso?

-No se te olvide traerme todos mis calzones.

Me reí.

-No. Ya los eche todos. ¿Alguna otra cosa?

Regresé a su cajonera.

-No, ya no. ¿Ya vienes?

-Sí, solo deja que termine de empacar tus cosas.

-Va. Te vienes con cuidado.

Colgué la llamada. Termine de empacar unas playeras, escuche las voces de ambos chicos y cuando él le respondió una pregunta a Gabriel, pude reconocerlo.

-¡Miranda! Ya llego el amigo de Emilio, el chavo del que te hable.

Me gire lentamente para confirmar mi sospecha.

-¡Hola Miranda! -Saludo él-. ¿Cómo estás?

Sentí una sensación caliente por mi cuerpo y el corazón me latió muy rápido. Tragué un poco de saliva.

-¡Aldo! Qué casualidad vernos aquí.

-Ando de visita. Le prometí a Gabriel que beberíamos esta tarde.

-La verdad no pensé verte aquí.

-¡Pues mira! Fue una sorpresa. Yo igual diría lo mismo de ti.

-Vine porque es la habitación de Emilio.

Su sonrisa fingida me hizo querer darle un golpe.

-¿Como esta él?

¿Que se supone que debía contestarle al cínico? Todo esto lo había causado él. ¡Era su culpa que mi amigo estuviera sufriendo!

-Emilio esta mucho mejor, lo han dado de alta.

-¡Que bueno saber eso! Neta que me da gusto.

¡Hipócrita!

-Pues bueno, llevo un poco de prisa así que...

-¿Y esa maleta?

-Son cosas para Emilio -respondí directa.

-Es que irán de vi... -dijo Gabriel.

-¡Se canceló! Acaba de surgir algo y se canceló -interrumpí a Gabriel.

Aldo me miraba de forma oscura, no me mostré nerviosa ante su técnica.

-¿Planeaban salir de viaje? -Preguntó él.

¿Qué rayos estaba haciendo aquí? ¿A qué estaba jugando? ¿Qué más quería de mí? Su físico no había cambiado mucho, quizá lo único que había crecido en él era esa barba de días, el incremento en sus músculos y ya. ¡Aldo seguía siendo el mismo llorón de la preparatoria!

Algo andaba mal con todo esto. ¡Su presencia alerto a mi ser!

-Eso es algo que no te incumbe.

Enarco sus cejas. Gabriel estaba destapando una botella de cerveza y parecía no darse cuenta de la tensión que existía entre nosotros.

-¿Leíste mi...?

-No. Me tengo que ir.

-¿No te quedas a beber con nosotros?

-Llevo prisa Gabriel. Luego nos vemos.

Tome la mochila, deje escapar un suspiro tenue y al pasar a su lado no me dio miedo.

-¡Nos vemos Miranda!

-Aja.

-¡Espero verte pronto!

***

*Emilio*

-¿Cuantos calzones me trajiste?

-Pues todos los que había en tu cajón, la verdad no me puse a contarlos, pero bueno.

-¿Viste a Gabriel?

-Si. No sabia que le gustaba fumar.

-Si, bueno es todo un experto. Luego se hace unos churros para ponerse bien pacheco.

En sus ojos note un poco de confusión, como si se tratara de un nudo emocional. Descifrar los gritos de sus pupilas se convirtió en el arte más valioso, un código que al final de mucho esfuerzo pude lograr descifrar. ¡Conocía el lamento de sus pupilas!

-No pensé que le gustara fumar hierba.

-Muchos lo hacen.

-¿Tú lo has hecho?

-No. Bueno, no me llama la atención, si me han ofrecido pero la neta no le entro a ese rollo.

-Si, que bueno que seas así. Mejor que no caigas en vicios.

-¿Y tu?

-¿Yo que?

-Tienes la mirada en otro lado y eso que no estas pacheca, como si tus pensamientos estuvieran un poco inquietos. ¿Te sientes bien?

Sus cejas se curvaron, se rasco cerca de la comisura de los labios y dejó escapar un suspiro suave.

-Quizá es porque tengo un poco de sueño. No creas que te estoy dando el avionazo, en realidad no. Si te estoy escuchando con atención.

-No dije que me estuvieras dando el avionazo.

-Bueno, ya ni se que es lo que digo. Sera mejor que me vaya a dormir un rato. ¡Me siento algo cansada!

¿Realmente era cansancio lo que ella sentía?

***

*Miranda*

-¿Todo listo? -Les pregunte.

-Sí, ya subí el equipaje.

-Genial. Emilio, quiero que viajes en el asiento de atrás para que vayas más cómodo.

-¡Gracias por ser considerada conmigo!

-Ya sabes. Oye. ¿No se te olvida nada?

-No. Nada, bueno tú hiciste mi maleta.

-Si ya se. De todos modos si llegara a faltarte algo, allá lo compramos.

Édgar encendió el motor de la camioneta. Yo ayude a Emilio para que pudiera abordar. Le puse una almohada en el cuello, acomode las muletas a su lado. Sus padres sabían de todo esto, prefirieron despedirse desde el día anterior.

Mientras le acomodaba en su asiento, no pude evitar acariciarle el pelo. ¡No quería que nada malo le sucediera a mi Emilio!

Cerré la puerta y me acerque a la puerta del copiloto, la ventanilla estaba abajo.

-¿Seguros que no se nos olvida nada? -les pregunte.

-No. Ya está todo listo -respondió Édgar.

Asentí y entonces le hice la seña.

-Bueno, entonces cuídalo bien Édgar. Te lo encargo mucho. Estaremos en comunicación constante. Cualquier cosa, si él necesita algo no dudes en llamarme.

-¡Claro! -Asintió, sus manos estaban aferradas al volante.

-¿Miranda que dices? -Recién mi amigo comenzaba a darse cuenta de mi nuevo plan.

La preocupación era evidente en sus ojos.

-¡Estaremos bien Emilio! Disfruta de San Francisco por mí. ¡Por los viejos tiempos!

Y Édgar puso en marcha el vehículo.

Ahí me quede tiesa, mirando cómo se iban sin mí. La camioneta giro a la derecha y desapareció completamente de mi vista. ¿Qué sentiría Emilio por esto que le acaba de hacer? ¿Se molestaría conmigo? Esta era la segunda vez que planeaba algo sin decirle mis planes. ¿Y por qué lo había decidido así? ¡Todo iba a mejorar para nosotros! Yo estaba a punto de cumplir con una petición de alguien oscuro.

Saque mi celular, mi querido amigo me estaba marcando. Colgué su llamada y preferí marcar otro número.

-¿Qué paso?

-Ya pueden salir de su posición.

-¡Va, ya estamos contigo!

Segundos después el sonido del bochito me hizo darles mi atención. Marcos y Samuel vinieron a recogerme. Se detuvieron a mi lado.

-¿Cómo estás? -Me preguntó Samuel.

-¡Estoy bien!

-¿Y Emilio?

-Él va en camino a San Francisco.

Apague mi celular.

                         

COPYRIGHT(©) 2022