-¡Buenos días Dan! -la voz de Brandon capturó mi atención.
-¡Hola! Buenos días para ti también. ¿Cómo estás? -le pregunté.
-Pues voy a desayunar. ¿Quieres desayunar conmigo?
-¡Gracias! Pues si tengo hambre. Apenas voy a preparar mi desayuno.
-Prepare cuatro sandwiches. Si quieres te comparto un poco.
-Esta bien. Se ve que los preparaste muy bien.
Nos sentamos para desayunar. Brandon era un chico alto, un poco delgado, nariz perfilada y cabello quebrado.
-¿Cómo te ha ido estos días? La verdad es que no había podido platicar contigo, tuve que atender varias cosas del taller.
-Ah. ¡No te preocupes! Yo entiendo que aveces el tiempo está vendido en nuestra rutina, no me siento mal si no tienes tiempo de hablar conmigo. ¡Tranquilo! He estado bien, ya sabes, me gusta este campamento por las cosas que estoy aprendiendo y mis compañeros de cabaña son divertidos. ¡Solemos jugar baraja por las noches!
-Eso suena bien. ¿Extrañas a tu familia?
-¡No realmente! Suena cruel pero es la verdad. No los extraño y no es que no los quiera, me gusta el hecho de poder vivir sin ellos estas vacaciones.
-Eso suena a qué estás buscando experiencias nuevas.
-Si. Eso sí. Pero no vayas a creer que me pienso descontrolar. Me gustaría experimentar un poco más mi juventud.
Sonreí.
-¿En qué sentido? ¿Beber, fumar, hacer y deshacer?
Su gesto era curioso.
-En el sentido de sentirme bien conmigo mismo.
-Entiendo. Yo a tu edad buscaba lo mismo.
-¿Y cuantos años tienes ahora?
-Tengo veintidós.
-Yo tengo dieciséis.
-¿Acabas de graduarte?
-Si. Dentro de dos meses estaré en primer semestre de preparatoria.
-¿Y a cual irás?
-A una preparatoria de gobierno. Aunque mis papás querían meterme a una escuela de paga, les suplique que no lo hicieran.
-¿Y eso por que?
-No me llama mucho la atención ir a la escuela. Soy un buen estudiante, saco buen promedio y mis profesores me quieren. Aún así yo siento que la escuela no lo es todo.
-¿Piensas ir a la universidad?
-No está en mis planes.
-¿Por qué?
-Parece que tú no estás en la universidad y me estás preguntando sobre por qué no iré. ¡Curioso!
-¿Cómo sabes que no voy a la universidad?
-Por el simple hecho de que estás aquí. La universidad es muy pesada y no creo que un universitario quisiera pasar su verano en un campamento donde se sigue un orden escolar. ¿Me equivocó?
Una sonrisa apareció en su rostro, no pudo evitar bajar la mirada.
-Tienes razón. No estoy en la universidad. Aunque si me hubiese gustado haber entrado. Pero no me siento mal por eso.
Obed apareció en nuestra conversación. El chico llevaba puesta una bermuda negra, sus piernas musculosas eran visibles a todo el mundo y su playera tipo polo color blanco hacía notar su pectoral.
-¡Buenos días Dan! -saludó interrumpiendo nuestra conversación.
-¡Hola Obed!
-Hey. Esos sandwiches se ven deliciosos. ¡Gracias por prepararme uno!
Y sin pedir permiso, sus manos agarraron uno de los emparedados. Brandon se sorprendió un poco, después de todo él los había preparado. Yo me sentí un poco molesto.
-¡Delicioso! -dijo Obed.
Mi celular comenzó a timbrar. Era un mensaje de Anuel.
-¿Todo bien? -me pregunto Brandon.
Dirigí mi atención a él.
-Si. Todo bien. Mis compañeros necesitan que vaya a la cabaña. Así que nos vemos luego.
-¿Irás al baile de bienvenida? -Obed tenía la necesidad de saber.
-Si. Supongo que ustedes dos también irán.
Ambos asintieron.
-Vale. Pues nos vemos al rato. ¡Gracias Brandon!
Obed me lanzó una mirada curiosa.
-¿Y yo que?
-Cuídate Obed.
***
Eran las cinco de la tarde cuando salimos de esa tienda de trajes y corbatas. Habíamos salido al centro del municipio para poder comprar algunas cosas y así lucir elegantes está noche. El lugar era bonito, hacía calor y me gustaba el ambiente de está zona.
-¡Esta sera la primera vez que iré bien escoltada a un baile! -Zuri parecía emocionada por el hecho de ser la única mujer en grupo.
-Y está será la primera vez que yo vaya a un baile sin mi familia -dijo Alfredo.
Fredy solía hablar todos los días con sus padres. Aunque su forma de comportarse era como la de un psicópata matón, muy en el fondo ese chico tenía un corazón tierno. ¡Que padre!
-¿Bailarán? -Zuri quería saber-. Por qué a mí me gusta el baile, así que deben sacarme a bailar.
-Yo bailaré contigo aunque no sepa. ¡Tu me enseñas! -dijo Alfredo.
-Yo si se bailar, yo te saco -dijo César.
Estábamos caminando de regreso al campamento.
-¿Tú sabes bailar? -me pregunto Anuel.
-Si. Se bailar. Mi hermana y yo solíamos practicar. ¿Tú sabes bailar?
-Un poco. No mucho. Se bailar banda pero la música que ponen aquí no.
-¿Casi no ponen cumbias en el norte?
-Muy poco. La gente no las baila. Preferimos la banda
. -¡Sácame a bailar en las bandas que pongan! -le pidió Zuri.
Llegamos a la cabaña. Seccionamos el tiempo en turnos justos para poder bañarnos cada quien. Yo escogí el último turno. Termine de bañarme, me puse uno boxer negro, una playera de algodón blanca y un short. Cuando salí del baño, mis tres compañeros ya estaban listos. ¡Parecían otras personas! Bien elegantes, muy guapos y galanes.
-¡Hey! Te tardaste mucho. Ya nos vamos -Alfredo parecía estar desesperado.
-¡Lo siento! No es mi culpa que el agua caliente tardara en salir. Tú sabes que sin agua caliente no me baño.
-¡Tú con tu agua caliente! Ya es tarde. Casí dan las siete y aún no estás listo. Zuri nos ha de estar esperando, quedamos en pasar por ella y tú...
-¡Cálmate Alfredo! -le dijo Anuel- Se paciente.
-No puedo ser paciente. Quiero llegar temprano al baile.
-Entonces adelante -le dije.
-Si quieres tú y César adelántense y vayan por Zuri. Nosotros los alcanzamos en el baile. ¿Te parece esa idea?
-Va. Suena bien. ¡Nos vemos en el fiestón!
Alfredo no tardó en salir. César no tenía de otra que seguir al chamaco berrinchudo, Anuel se me quedó mirando unos segundos.
-Me cambio rápido. ¡Gracias por esperarme!
-Si. No hay problema. Tómate tu tiempo.
Me puse un pantalón gris de vestir. El pantalón me llegaba a la cintura gracias a los tirantes y que era un pantalón vintage. Mi camisa era azul como de mezclilla y me puse una corbata de moño color negro. Me peine, me amarre los zapatos y estaba listo. ¡No me tarde tanto!
-Ya podemos irnos -le dije.
Anuel estaba sentado en la cama, miraba su celular.
-¿Estás listo?
-Si. Ya quedé listo.
-Me gusta como te ves. ¡Tu estilo está chido! Muy retro.
-Si, me gusta mucho ese estilo. ¡Me visto como viejito!
Anuel sonreía, no dejaba de mirarme.
-Dan, antes de irnos ¿Podrías enseñarme a bailar?
-¿De verdad? Pensaba que en el baile podría explicarte cómo hacerle y hasta Zuri te ayudaría muy bien.
-Lo se, pero me daría mucha pena intentarlo frente a muchas personas. Por eso te pido que me ayudes ahorita que estamos solos.
Estábamos solos.
-¡Esta bien! Te voy a enseñar. Ponte de pie.
Me acerque a él.
-Esto es lo que vamos a hacer. Pon tu mano derecha sobre mi cintura. Después, dame tu otra mano.
Entrelace nuestras manos, mi mano derecha estaba sobre su hombro. Ahora estábamos más cerca que antes. Parecía que estábamos listos.
-Tienes bonitos ojos, lo puedo ver desde este punto cerca a ti-me dijo.
Nos quedamos mirando por algún tiempo. No puede evitar esconder mi sonrisa.