Los tonos negros del arcoíris
img img Los tonos negros del arcoíris img Capítulo 3 La cena
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Capítulo 6 Llamada img
Capítulo 7 Salir al mundo img
Capítulo 8 Cuando las visitas se van img
Capítulo 9 Pedir un deseo img
Capítulo 10 Regalos img
Capítulo 11 Aunque odies la idea img
Capítulo 12 Cumpleaños img
Capítulo 13 Tal vez me agradas img
Capítulo 14 Amigos, cerveza y sorpresas (1) img
Capítulo 15 Amigos, cerveza y sorpresas (2) img
Capítulo 16 Movimiento involuntario img
Capítulo 17 Más que suficiente img
Capítulo 18 Si eso quieres img
Capítulo 19 Silencio img
Capítulo 20 Tortuosa sensación img
Capítulo 21 Otoño en mi cabeza img
Capítulo 22 Vayamos juntos img
Capítulo 23 La metamorfosis del amor img
Capítulo 24 Un acto de cobardía img
Capítulo 25 Luz de luciérnaga (1) img
Capítulo 26 Luz de luciérnaga (2) img
Capítulo 27 SEGUNDA PARTE DEL LIBRO. Universidad img
Capítulo 28 Fresa y chocolate img
Capítulo 29 Grumpy img
Capítulo 30 Volar alto img
Capítulo 31 No más img
Capítulo 32 Color deseo img
Capítulo 33 Súbita invitación img
Capítulo 34 Viaje img
Capítulo 35 Presentaciones (1) img
Capítulo 36 Presentaciones (2) img
Capítulo 37 Sincera conversación img
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Capítulo 3 La cena

Milus platicaba recostado en el saco de dormir que les había prestado un vecino y amigo de Aaron, Casey, mientras este se lavaba los dientes en el baño que estaba dentro de la recámara. Después de dejar a Sunny, Milus había decidido volver al departamento para esperar a su mejor amigo y contarle todo lo que le había pasado en su intento de buscar un trabajo.

Le explicó con lujo de detalle toda su travesía hasta encontrar a Sunny, por lo que ahora se limitaban a dar su opinión sobre lo que pasaría con él de ahora en adelante. Si sus padres no lo encontraban, al menos en un futuro cercano, podría hacer una vida en Brimingtown.

-Con mi primer sueldo compraré un celular, así nos comunicaremos más seguido -dijo mirando hacia el techo, luego alzó su mano para alcanzar el celular de Aaron que descansaba en el buró.

-Me parece bien. Me preocupa que andes por ahí sin comunicación, podría pasarte algo y no lo sabría. -Aaron enjuagó el cepillo y lo guardó. Pasó entonces una toalla por su cuello y salió del baño para después frotarse la cabeza con ella-. ¿Qué haces?

-¿Quién es este chico? -Milus le mostró el celular desde su sitio en el piso-. Tienes la galería llena de...

-¡Dámelo! ¡No es nadie! Un simple tipo de la universidad.

-¿Es un maestro? -volvió a mirarlo, para ese momento Aaron ya se había lanzado sobre él para quitarle el aparato.

-¡Sí, de danza! -se lo quitó.

-Pero tú estudias música, ¿acaso es un tipo de romance platónico? -Milus mostró una sonrisa y lo miró con picardía.

Jamás, en el tiempo que tenía de conocer a Aaron, le había hablado de otro chico. Él, en cambio, le había contado todo lo referente a Sean Carter, aquel joven empresario que había visto algunas ocasiones en su pueblo natal. Desde el primer momento su corazón latió por él, lo seguía cuando tenía la oportunidad, y en uno de esos momentos, cruzaron algunas palabras. Estaba consciente de que Sean no lo recordaría si se volvieran a encontrar, pero aun así no podía olvidarlo. ¿Qué estaría haciendo ahora?

-No... -Milus arqueó una ceja-. Bueno, me parece atractivo.

-Se ve muy joven.

-¡Lo es! ¡Solo tiene veinticuatro años! Henry dice que es un genio. -Aaron pareció perdido por unos segundos, pero luego agregó-: Como sea, no tomes mi celular sin permiso.

-Tengo el síndrome del curioso. Tú tienes la culpa por no ponerle contraseña -Aaron le sacó la lengua-. ¿Y cómo se llama tu guapo profesor?

-Rob Covaci -Aaron se tiró en la cama. Esa sería la primera vez que hablaría con alguien más acerca de sus sentimientos por parte de aquel nuevo profesor de danza que había encontrado por accidente en su universidad.

***

Se sonrió al espejo con confianza. Faltaba poco más de media hora para el encuentro con los Kraft, pero ya estaba listo. Esa mañana despidió a Aaron y este lo animó deseándole la mejor de las suertes, que claro, Milus siempre tenía de su lado.

-Muy bien, estoy listo -dijo echándose un poco de perfume. Tomó las llaves de la casa, aseguró la puerta y salió.

Debía admitir que se sentía un poco nervioso. Sunny había descrito a su hermano como una persona inmadura, y le creía, después de todo los escuchó pelear y vio como un osito de peluche atravesaba la puerta y se estrellaba en la pared, ¿cómo había hecho eso? Se supone que no podía ver, ¿fue simple intuición? Necesitaba conocerlo para aclarar unas cuantas dudas.

Caminó hacia el departamento, que en realidad no estaba muy lejos de ahí, tal vez a poco más de diez minutos, mientras pensaba en qué podía hacer para acercarse a aquel chico. El cielo comenzaba a oscurecer, así que esperaba que la cena no se extendiera mucho para regresar en buen tiempo. Subió hasta el piso número siete y una vez que llegó tocó el timbre de la puerta trece. Vio al vecino salir de la puerta catorce, lo saludó con una inclinación de cabeza y volvió su vista al trece. Poco después escuchó pasos, y cuando la puerta se abrió lo recibió Sunny con una sonrisa de alivio.

-Por un momento llegué a pensar que no vendrías.

-¿Se me ha hecho tarde?

-¡Oh, no! Nada de eso. Después de lo de ayer, creí que había sido muy precipitado de mi parte pedirte vivir aquí -dijo la joven-. Pero pasa, estaba terminando la cena. Siéntate en el sofá un momento, le llamaré a mi hermano para que te haga compañía mientras termino.

Sunny llevó a Milus hasta la sala y casi lo obligó a sentarse. Miró alrededor con curiosidad, no era un departamento lujoso, pero sí más grande de lo que había imaginado. Mientras esperaba sintió la presencia de algo más frotándose en sus piernas. Un gato de pelaje naranja maulló volviendo a rascarse en su pantalón. Sonrió, iba a tocarlo cuando escuchó voces.

-No quiero.

-¡No puedes quedarte aquí y dejar a Milus solo! -esa era la voz de Sunny.

-Estará contigo -esta voz era más gruesa, gruñona, sin duda el hermano de Sunny.

-¡Eres imposible, Marc! ¡O sales ahora mismo o juro que voy a tirar el teclado por la ventana! -Se escuchó un portazo, luego Sunny apareció con una sonrisa de oreja a oreja- ¡Ya viene! Si gustas pasar al comedor, serviré enseguida.

Milus asintió, luego tragó saliva. A decir verdad, le estaba dando un poco de miedo, estaba más que claro que el tal Marcus no lo quería ahí, no parecía estar de acuerdo con la idea de su hermana, y él no podía quedarse en un lugar donde no era bien recibido. ¿Por qué tenían que ser así las cosas? Siempre había tenido buena suerte, en muchas ocasiones, cuando se sentía acorralado, la suerte le sonreía. Y ayer había encontrado a Sunny en un momento de necesidad, pero ese tipo gruñón no lo quería ahí, ¿qué debería hacer, marcharse?

Suspiró. Dio una leve caricia al gato en su cabecita y después dejó de hacerlo cuando el animal salió huyendo lejos de ahí. Miró al frente y se encontró con una figura alta, cabellera castaña, casi oscura, y ojos marrones tan vacíos como un pozo sin fondo. La expresión en sus labios era evidente, casi podía ver desde su distancia las arrugas que provocaba el gesto de apretar su boca en una clara mueca de molestia.

-Hola -se atrevió a pronunciar, pero en cambio no recibió respuesta.

Lo miró con más detenimiento. Llevaba un suéter blanco, jeans azules y gastados, el cabello enmarañado y no tenía zapatos. Era más que obvio que jamás estuvo en sus planes salir a recibirlo. La amenaza de Sunny había surtido efecto.

-¿Tú eres Marcus?

-¿Ves a otro ciego por aquí? -Milus entornó los ojos, una sola frase y ya lo había puesto nervioso.

-Me llamo Milus -se levantó y fue a su encuentro, extendió su mano con simpatía. Marcus no hizo ningún movimiento, entonces el joven agitó su cabeza al recordar que él no veía, así que tomó una de sus manos haciéndolo sobresaltar-. Mucho gusto.

Marcus se soltó, claramente incómodo, por la sorpresiva muestra de confianza. En ese momento, Sunny apareció.

-Ya está servido. Pasemos, que se enfriará. -La chica escaneó a su hermano- ¡Marcus, ponte zapatos!

***

No recordaba tener antes una cena de lo más incómoda. Sunny solía hablar para cortar la tensión, pero ninguno de los dos opinaba mucho. Milus se dedicaba a asentir y mencionar alguna frase de vez en cuando, al contrario de Marcus que no decía nada, solo masticaba sin darle la menor importancia a la plática. Pero entonces, Sunny tocó el tema por el cual estaban ahí.

-Me marcharé en una semana. -Milus vio como el castaño dejaba de mover el cubierto en su plato-. Me voy a Judae.

-¿Judae? -casi tira la comida de su boca- ¡Soy de Judae!, es una comunidad pequeña, muy pacífica.

-¿De verdad? Es una gran coincidencia -dijo Sunny con sorpresa.

-Es un pueblito, pero tiene lindos paisajes. Te gustará. No estamos atrasados con la tecnología, aunque tampoco esperes mucho si estás acostumbrada a esta gran ciudad.

-Estaré bien, voy a trabajar, no a perder el tiempo.

-Debes estar desesperada por irte -dijo de pronto Marcus-. Después de todo, has cuidado de mí desde la muerte de mamá. Yo también me iría si tuviera que hacerme cargo de alguien como yo.

-Marc, basta -pidió su hermana.

Milus pasó la vista a él, quien parecía estar apretando los dientes. Sus ojos no podían ver, pero reflejaban su malestar ante la situación. No solo era el sentirse vacío sin nada más que el sonido para recordarle que seguía vivo, sino también esa energía tan negativa que portaba, dolor, odio, molestia y apatía. Era un joven afectado por todas sus emociones. El negro cubría todo su espíritu.

Apartó la vista de él, mareado por esos sentimientos. Nunca se había sentido así al observar a alguien.

-No quiero dejarte, pero necesito trabajar. El dinero que dejó mamá se acaba, la casa no va a mantenerse sola. Necesito el trabajo -explicó ella-. Judae no está tan lejos, vendré a verte los fines de semana. Milus se quedará contigo mientras no esté.

-¡No quiero a nadie! -se levantó de la silla y golpeó la mesa. Los platos, vasos y cubierto tambalearon.

-¡¿Y qué vas a hacer solo?! Necesitas compañía. Milus cocinará para ti, mantendrá la casa limpia mientras tanto. Tienes que convivir con las personas, no puedes estar encerrado siempre. Jude no puede quedarse tanto tiempo y lo sabes.

-Entonces solo vete -sus palabras dolieron. Milus bajó la mirada, aunque Marcus no podía verlo, imponía su presencia y de cierta manera le atemorizaba.

Empujó la silla hacia atrás y caminó hacia el pasillo de regreso a su dormitorio. Milus descubrió entonces que Marcus había memorizado dónde estaba cada cosa y los pasos que debía de dar para llegar a cierto lugar.

-Y ese es mi hermanito -finalizó Sunny, dando por terminada la pelea.

-Es muy... dulce -dijo sin saber qué cumplido hacerle, más bien había sonado como sarcasmo. Sunny se echó a reír.

-Es un ogro en menstruación. -La acompañó en su risa-. Tendré que irme, aunque no quiera. Lo que dije no es mentira, el dinero se agota, necesito trabajar lo más pronto posible. -La preocupación era evidente en su rostro.

-Tu mamá murió. No quiero ser indiscreto, pero ¿qué pasó con su papá?

La pregunta quería hacerla desde ayer que la conoció, pero no le pareció prudente. Sunny en cambió no lució molesta, pero sí dio un suspiro.

-Papá es médico, él y mamá se divorciaron hace mucho tiempo. Antes solía venir a visitarnos, pero Marcus lo echó un día -contó.

-¿Lo echó?, ¿por qué?

-La novia de Marc, o más bien su exnovia, sale con papá. -Milus llevó una mano a su boca sin poder creerlo-. Ella lo dejó pocos meses después de que quedara ciego. Un día llegó de visita y ella lo acompañaba, él esperaba que Marcus la aceptara y lo entendiera, ¿puedes creerlo? Salir con una mujer que podría ser tu hija y encima ser la exnovia de tu hijo. Papá no tiene vergüenza. A mí no me interesa lo que haga, pero no quiero que venga aquí a dañar a mi hermano. Estaba mucho mejor sin saber nada de ella.

Él no dijo nada, pero imaginaba lo duro que debió ser para Marcus. Ahora lo compadecía un poco, ese carácter de mierda era por algo.

-Voy a guardar todo, perdón por esta cena tan desastrosa, Milus.

-No te preocupes. Te ayudaré a guardar.

-No, no, por favor. Quiero distraerme un poco, no quiero que se te haga tarde -. El chico negó.

-Insisto. Es un agradecimiento por la rica cena.

Milus ayudó a Sunny a juntar la mesa y a secar trastes mientras ella los lavaba. Tuvieron más tiempo para conversar y hablar de sus vidas. Milus no dijo mucho de sus padres, pero le habló un poco más de su pueblo natal. En poco tiempo terminaron.

-Me iré entonces, pero antes -Milus sabía que podía ser una mala idea, pero no quería irse con ese mal sabor a derrota-, me gustaría hablar con tu hermano un momento.

-¿Seguro?, lo has visto, no es muy amable cuando se enoja.

-Estaré bien. Si viviremos juntos, tengo que comenzar a tratarlo.

-Como quieras, segunda puerta a la derecha -dijo-. Estaré pendiente de cualquier grito -bromeó.

Agradeció y caminó hacia el pasillo. El gato se mantuvo a su lado esperando un poco de atención. Se detuvo en la puerta y tocó con suavidad. Nada. Volvió a tocar y la respuesta fue la misma.

-Soy Milus, ¿puedo pasar?

Silencio. No se daría por vencido. Abrió la puerta con cuidado sin esperar permiso alguno. Cuando entró buscó el interruptor de luz, lo encendió y descubrió que la habitación estaba vacía. Cerró la puerta tras de él, el gato había preferido no pasar de ahí.

Miró la recámara, había una cama simple con dos burós en cada lado, un escritorio de madera con un teclado electrónico sobre él, un pequeño armario con puerta corrediza y cajones, y una única ventana con las persianas cerradas; el cuarto tenía alfombra. No había mucho más, excepto una puerta. Se sentó en la cama. Su vista se fijó en una sola fotografía mal colocada de una mujer mayor en el escritorio, debía ser su madre.

Aquella puerta que no revisó se abrió de pronto. De ella salió Marcus, pero no de la manera que esperaba. Milus tuvo que taparse la boca para que ningún grito pudiera oírse. El castaño había salido completamente desnudo.

Hipó. Por suerte el sonido no se escuchó lo suficiente. Marcus se paseó por la habitación ignorando que tenía una visita no requerida. La vista de Milus pasó de su pecho a su pelvis, después a... Cerró los ojos con fuerza.

Eso no podía estar pasando, no podía, no podía... pasaron unos segundos. Poco a poco volvió a abrirlos; Marcus ahora secaba su cabello castaño sin darse por enterado de la presencia de alguien más. Milus entonces se vio contemplando ese cuerpo. Nunca antes había visto a un chico desnudo, ni siquiera había imaginado a Sean, pero ahora, sin pedirlo, tenía a uno a menos de dos metros de distancia. Sus ojos se abrieron cuando él se tocó aquella área por unos segundos. Enrojeció, necesitaba salir de ahí.

De pronto Marcus se detuvo. Cerró sus ojos unos segundos para después abrirlos y girar en su dirección. Se fue acercando hasta posicionarse enfrente y muy cerca de él, entonces lo vio aspirar con fuerza, ¿sabía que estaba ahí? ¡Su perfume!

-¿Qué haces en mi habitación?

            
            

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