Bostezó. El castaño lo había sorprendido bastante, horas atrás. Jamás pensó que lo encontraría así en algún momento, borracho y cantando a las dos de la madrugada. Aunque debía admitir que había sido bastante divertido, sin pasar inadvertido que cantaba más que bien. Había olvidado preguntar, ¿qué estudiaba Marcus? Parecía saber bastante de música y canto, ¿sería la música una opción para un chico ciego? Tal vez, o quizá le gustaba demasiado, o al menos se había dado cuenta de que realmente la disfrutaba.
-Como sea, lo sabré este lunes.
Los domingos siempre le resultaron de lo más aburrido. Era como una especie de ritual sentir flojera ese día en especial, ni siquiera pasaban algo interesante en televisión, era como si todos se pusieran de acuerdo para contagiarte la pereza. Su padre siempre le había reclamado sus momentos de holgazanería, en especial los domingos. Milus ayudaba en los invernaderos de su familia, también plantaba árboles todos los sábados, pero los domingos simplemente podían más que sus ganas de salvar al mundo. Presentía que Marcus sería uno de esos aliados de hacer de sus domingos, en ese departamento, los más fastidiosos de todos. Ojalá se equivocara.
Por desgracia no fue así, apenas tocó la puerta para saber cómo estaba de su resaca, recibió una queja de su parte, seguida de una maldición bastante grosera. Decidió dejarlo por la paz y comenzar a preparar el desayuno, más tarde lavaría la ropa y limpiaría las habitaciones.
Así fue que tuvo listo el desayuno veinte minutos más tarde. Aún recordaba que Marcus no había comido nada desde que Sunny se había ido, así que se cercioraría de que terminara el desayuno, y si salía con sus tonterías lo obligaría a tragarlo de alguna u otra forma. No quería que enfermara, le había prometido a Sunny que cuidaría de él, era su trabajo después de todo, pues Milus sabía que la joven contaba con él para cuidar de su hermano, y le había dado su palabra.
Tomó una charola y puso el plato y el vaso con jugo en ella para transportar los alimentos hacia la habitación del joven. Cuando llegó tocó con una mano, el habitual silencio fue su respuesta. Por cortesía volvió a tocar, y cuando no hubo voz que le permitiera pasar, abrió la puerta encontrándose la habitación oscura y un bulto en la cama.
Negó al verlo. La habitación necesitaba algo de luz y ventilación, olía terriblemente a alcohol. Estaba muy oscura y le costaba ver sin encender el foco, así que optó por abrir las persianas; la luz se filtró por ella y se sintió mejor. Hizo a un lado el teclado dejando la charola con comida en el escritorio. Luego pasó su vista al castaño; seguía dormido, solo podía ver el alborotado cabello saliendo de las sábanas blancas. Se había encargado de arroparlo horas atrás, incluso le había quitado la ropa y dado el pijama para que se lo pusiera. Marcus había obedecido sin decir una sola palabra, fue hasta entonces que comprendió que el castaño era agradable una vez borracho.
Se plantó a un paso de llegar a él y lo observó. Un Marcus dormido era menos peligroso, podía decir que se veía lindo. Era una lástima que el encanto terminara una vez al despertar. Horas antes, mientras lo ayudaba a desvestirse pudo contemplar una vez más aquel pecho firme; Marcus parecía hacer ejercicio con regularidad, pero no lo hacía fuera, sino en su propia habitación, no podía imaginarse al castaño saliendo del departamento solo y yendo al gimnasio más cercano, simplemente imposible.
-Marcus -lo llamó suavemente-, Marcus, despierta.
Un gruñido fue lo que escuchó en respuesta. Milus hizo una mueca.
-Tienes que comer algo, tu estómago no ha recibido más que alcohol desde ayer. Por favor, come -le dijo, acercándose un último paso hacia la cama.
Hubo un largo silencio. Milus suspiró cuando lo escuchó roncar. No, no se iría de ahí hasta verlo comer todo.
-Marcus...
-Quiero dormir, no fastidies.
-No saldré de aquí hasta que comas.
-Vete.
-No.
-Largo. -Marcus seguía recostado sin moverse, sin abrir sus ojos, y sin ganas de nada más que de dormir.
-No, no me iré. Te comerás todo, así tenga que atarte.
Vio al chico hacer una mueca de fastidio, y luego de tres segundos más se irguió en la cama, abrió los ojos y giró su cabeza en dirección a donde creía se encontraba su invasor. Sus pies pisaron la alfombra al girarse mientras aún se mantenía sentado. La sábana resbaló de su cuerpo y Milus se dio cuenta entonces de que se había quitado el pantalón del pijama; ahora solo lo cubría la fina tela de su bóxer oscuro ¿Por qué solo a él le pasaban esas cosas? Ah, claro, porque vivían solos.
-¡Oh! -dijo de pronto, dándose cuenta de algo. Entonces se acercó y puso una mano en su hombro desnudo, Marcus se sobresaltó por el súbito acercamiento del joven.
-¿Qué demonios crees que haces? -interrogó con disgusto.
-¿Estás de mejor humor hoy? Ahora eres gris -soltó con cierta alegría. Marcus solo fue capaz de cerrar sus ojos y hacer un gesto de exasperación que hizo que Milus diera un paso atrás alejándose de él-. Lo siento, por favor, come. ¿Te gusta el zumo de fruta? Te preparé sopa para la resaca, espero que te guste.
Marcus no dijo nada. El castaño extendió su mano para recibir el plato de comida, señal que fue interpretada por Milus de manera errónea. Lo tomó de la mano y lo llevó hasta el escritorio donde había dejado la charola con el desayuno. Hizo que tomara la cuchara en sus manos y con la otra el zumo de fruta. Sonrió al ver que no había puesto resistencia, el gris no era un mejor color que el negro, pero hacía gran diferencia.
-¿Has abierto la persiana? -preguntó en cierto tono de fastidio.
¿Cómo lo sabía? Mordió su labio, sabía que no le convenía enfadar más al joven, así que lo admitió.
-Sí, ¿cómo lo sabes? -se atrevió a preguntar.
-Los rayos de sol son tibios, los siento en mi piel. Ahora ciérrala.
-Sí -obedeció y la recámara quedó casi a oscuras nuevamente.
Marcus tocó el plato con su mano y después metió la cuchara dentro. Derramó un poco al intentar llevarla a su boca, entonces Liu pretendió intervenir. Grave error.
-¡No soy un maldito vegetal!, ¡déjame solo! -dio un respingo. Iba a decirle algo, pero su furia, al presentir que no se había movido de ahí, estalló- ¡FUERA!
Corrió lejos de la habitación, cerró la puerta y volvió a correr esta vez hacia su cuarto. Se dejó caer en su cama y abrazó una almohada. Tuvo unas inmensas ganas de llorar, pero se controló, la sensación de querer sollozar se instaló en sus ojos y casi al instante llegó el dolor de cabeza. Apenas cumpliría un día de estar ahí y ya quería irse ¿Por qué tenía que ser así?, ¿por qué desquitaba su enojo con él, que no quería más que hacer su trabajo? No lo entendía, Marcus era tan injusto.
Se levantó luego de una hora en la que se había quedado dormido, eso ayudó a que el repentino dolor de cabeza disminuyera. Tenía que limpiar el departamento y lavar ropa antes de preparar la comida, así que muy a su pesar comenzó a ordenar las habitaciones.
Durante su limpieza decidió ignorar el cuarto de Marcus, ese maldito no se merecía que lo ayudara en nada. Aunque debía admitir que era bastante ordenado, a pesar de que se la pasaba encerrado ahí sin nada más que su desagradable presencia. Luego de la una de la tarde comenzó a preparar la comida, y cuando finalmente apagó la estufa decidió que debía volver a la habitación, aunque aún se sentía incómodo por lo que había pasado.
Tocó la puerta.
-Soy yo, ¿puedo pasar? Solo voy a tomar la ropa sucia para lavarla -abrió la puerta poco después sabiendo que él no respondería. Buscó el interruptor, y cuando la luz iluminó la habitación lo encontró sentado en su cama.
El cabello castaño tenía algunos rastros de agua, parecía que se había bañado media hora atrás. Agradeció que esta vez llevara ropa. El joven sostenía una fotografía, la misma que había visto la noche que lo conoció, era la foto de su madre. Marcus pasaba sus dedos por el vidrio, pese a que no podía ver, esperando así llegar a su madre, recordando los rasgos de su cara.
-Disculpa, tomaré la ropa del baño -anunció. De nuevo no respondió nada, así que lo interpretó como un "haz lo que quieras, pero vete rápido".
Encontró el cesto de ropa en una esquina del cuarto de baño. Lo llevó consigo y volvió a la recámara. Él ahora había dejado la foto, de nuevo mal colocada, en el escritorio. Milus apenas sonrió cuando vio el vaso y plato vacíos. Era un verdadero alivio que el castaño por fin comiera algo, esperaba poder convencerlo en un futuro de salir de su habitación y acompañarlo en la mesa, pero sabía que sería hasta mucho tiempo después, o quizás jamás.
-Volveré, me llevaré la charola. Ya regreso -anunció, salió de la habitación y bajó hasta el cuarto de lavado del edificio.
Suspiró.
-Vaya, a eso llamo estar enamorado -dijo una voz a sus espaldas.
Milus estaba tan metido en sus pensamientos que no había visto que había alguien más en el cuarto de lavado, además de él. Un hombre joven, tal vez de veinticinco o veintiséis años, sacaba la ropa de la secadora.
-Créame que se equivoca -respondió con una sonrisa apenada.
-¿Eres nuevo en el edificio? No recuerdo haberte visto antes.
-Sí, mucho gusto. Me llamo Milus Leprince -respondió-. Estoy cuidando al hermano de Sunny Kraft, a Marcus.
-¡Oh, los Kraft! Claro, Sunny se graduó hace poco. Me alegro por ellos, después de todas las desgracias que han pasado -dijo con cierta tristeza en sus palabras. Hubo un corto silencio-. Yo me llamo Joshua Ross, o puedes llamarme Josh, simplemente.
-Es un placer, Josh.
Joshua sonrió.
Milus siempre estaba feliz de conocer gente nueva y amable, Josh parecía buena persona, en el fondo esperaba conocer mejor a los vecinos del edificio, así no se sentiría agobiado por el humor de Marcus todo el tiempo.
-Me dio gusto conocerte, Milus. -Joshua tomó el cesto con ropa limpia-. Tengo bastante tiempo sir ver a Marcus, me gustaría visitarlo y hablar un día de estos.
El joven asintió a su idea, aunque por dentro no estaba seguro si sería precisamente buena, se preguntaba si Joshua conocía el humor de los mil demonios que se cargaba su vecino. Supuso que no, Marcus apenas asomaba la cabeza fuera de su habitación, dudaba que saliera a la calle como cualquier otro, el mismo chico era quien se limitaba.
Cuando volvió al departamento entró de nueva cuenta al cuarto de Marcus. Él ahora estaba recostado en la cama, boca arriba. Sus ojos estaban cerrados, pero no parecía haberse dormido. Milus se apresuró a tomar la charola y salir de la habitación, pero ganó su curiosidad.
-¿Conoces a Josh?
-¿Por qué lo dices? -preguntó con voz ronca.
-Me lo encontré en el cuarto de lavado, es un vecino muy amable.
-Joshua es el hombre por el que Margot me dejó. -Milus se estremeció, ella era su exnovia, ¿no es que lo dejó por su papá?-. Tiempo después ella se lio con mi padre, Sunny ya te contó, ¿no es así? Mi padre y ella están juntos, cuando corrí a papá de casa vinieron a decirme que van a casarse.
Marcus comenzó a reír. Milus solo se limitó a mirarlo con pena, arrepintiéndose de haber abierto la boca.
-Marc...
-Ella ni siquiera ha terminado la escuela, pero comprendo que papá tenga prisa -dijo con amargura-. Josh intenta redimir sus culpas, pero no me interesa hablar con él, ni con nadie. Ahora, ve a jugar a los amiguitos con él y déjame solo.
-Marcus, yo...
-No quiero oír tu fastidiosa voz cerca de mí.
Milus asintió pese a que no podía verlo. Cuando cerró la puerta de su habitación fue inevitable no dejar escapar algunas lágrimas. Todo le salía mal, él lo intentaba, quería acercarse a Marcus, pero simplemente todo estaba en su contra, ¿dónde había quedado su suerte? Un día, solo tenía un día viviendo juntos y ya quería renunciar.
-¿Qué puedo hacer?
Dejó el plato y vaso sucios en el lavaplatos ¿Qué estaba pasando con él? ¡Era Milus Leprince! El que no se rendía ante nada, no podía decir ya no puedo. Tenía que seguir intentándolo, como siempre lo hacía. Apretó los puños, estaba decidido, lograría que Marcus confiara en él y se convirtiera en su amigo, así le tomara toda una vida conseguirlo.
Más tarde sirvió la comida en dos platos y caminó de vuelta, no al comedor, sino a la habitación del ogro.
-¡Comamos juntos! -Anunció entusiasta- ¡Preparé pollo y ensalada! Está muy rico.
Marcus se había asustado ante los gritos, así que le costó por un momento quejarse de su intromisión, cuando acababa de decirle no mucho tiempo atrás que se fuera. El joven puso ambas charolas en la alfombra y lo obligó a sentarse frente a él. Tomó una porción de comida y degustó en su boca.
-¡Rico! Vamos, prueba. -Marcus no movió ni una mano.
-¿Se puede saber qué estás...? -Milus le había obligado a comer una considerable porción de pollo. Tragó con dificultad.
-Quiero comer contigo y también decirte que, si sientes celos de Josh debido a mí, entonces dejaré de hablarle. -Tuvo que morder su labio para no reír ante el confundido rostro de Marcus.
-¿Quién siente celos por un ordinario chico como tú? No me gustan los hombres, que te quede claro. -Milus se sintió ofendido, a él claramente no le gustaba Marcus, aunque debía admitir que era guapo.
-¡Pues a mí tampoco! -Mintió- ¡Y nadie va a quererte con esa actitud de mierda que tienes! ¡Ahora cómete todo o voy a obligarte, pequeño majadero!
Se sintió bien descargando su frustración. Después de aquella discusión, le sorprendió que Marcus no dijera nada más, solo se limitó a comer su porción en el plato, sin embargo, esa aura gris se había vuelto más oscura después de unos minutos.