Miró entonces la expresión de su cara. Sus ojos eran de un color café oscuro, casi negro, unos ojos que, pese a no ver mostraban su descontento. Nunca vio tanto desprecio viniendo de alguien. Tembló cuando esa voz gruesa volvió a manifestarse.
-Contesta, ¿qué haces en mi habitación?
Pensó entonces que debía salir de ahí, así que se deslizó por la cama hacia la salida. Cuando se hubo librado de él llegó hasta la puerta, miró hacia atrás para verlo y lo encontró en la misma posición, solo que parecía saber de su huida, pues movía su cabeza intentando captar algún sonido.
-Lo siento, no quería molestarte. Adiós.
Abrió y cerró la puerta luego de salir. Eso había sido cardiaco. Marcus le daba miedo por la forma en la que imponía su presencia. Su esencia en sí era lo que más comenzaba a temer, le ponía mal, le costaba estar junto a él por un determinado tiempo.
Salió de casa de Sunny después de las nueve y media. Quedó de verse con la chica esa misma semana antes de su viaje para acordar qué es lo que haría y qué día podía mudarse al departamento, así como otros asuntos básicos de los cuales se haría cargo una vez que Sunny se fuera.
Cuando llegó al departamento de Aaron, lo encontró haciendo tarea mientras tarareaba canciones de Bruno Mars. No quiso platicar mucho debido a que no deseaba interrumpirlo, así que todo lo que sucedió en aquella cena tuvo que guardárselo para él, sobre todo aquel pequeño detalle de un Marcus Kraft completamente desnudo. Dios, no estaba seguro de si eso contaba como tener suerte.
***
No escuchó la alarma del celular de Aaron. Cuando despertó lo hizo porque su amigo había tirado por accidente uno de sus cuadernos de la escuela sobre su cabeza. El golpe inesperado había servido para despertarlo de aquel profundo sueño donde Kraft lo castigaba duramente por haber entrado a su habitación, lo más curioso es que en su sueño él podía ver y se paseaba desnudo mientras golpeaba su trasero con uno de sus odiosos zapatos.
-Despierta, te dolerá el cuerpo si permaneces ahí por más tiempo -le dijo Aaron mientras guardaba su guitarra en su estuche.
Gruñó. Se sentía molesto consigo mismo por permitirse tener un sueño tan horrible. Todavía no comenzaba a trabajar y ya se veía torturado por Marcus. Había despertado más de siete veces en toda la noche y en cada una de ellas había tenido que recordar al ogro gruñón sin nada encima, ¿qué le estaba pasando?
-Aaron. -se sentó en el saco de dormir, que era su cama en el piso-, no creo poder.
El semblante de derrota fue percibido por Aaron, quien lo miró con sorpresa. Milus Leprince, su amigo, el que no se rendía ante las circunstancias, ni siquiera cuando su padre le impuso estudiar algo que no quería, estaba tirando la toalla antes de empezar.
-¿De qué estás hablando?, ¿lo dices en serio? -Milus cerró sus ojos con malestar.
-Verlo me da miedo, él es oscuro, muy oscuro.
-Bueno, no ve, eso es normal. -el joven negó ante la respuesta de Aaron.
-No me refiero a eso. Él de verdad es oscuro, todo en él lo es. -Sus mejillas se tornaron rosadas de un momento a otro-. Y para colmo lo he visto... sin ropa.
-¿Sin ropa?, ¿te refieres a bañador?, ¿tienen piscina en la azotea del edificio?
-Aaron, estamos en invierno. Y no, no hay piscina. Lo vi sin nada, me metí a su cuarto en un momento de estupidez y terminé por verle su... cosa.
-¿Y su cosa es grande? -esa voz no había sido ni de Aaron, ni de él.
Casey Clark, amigo y vecino de Aaron, apareció en la habitación con una bolsa en mano, parecía cargar con desechables de comida a domicilio. Casey solía entrar en el pequeño departamento a menudo, puesto que Aaron guardaba un repuesto de llaves en la propia casa del mismo, y le tenía la suficiente confianza como para permitirle invadir su privacidad de esa manera.
-Casey, ni siquiera he pensado en eso -respondió aún más rojo.
-Apuesto a que sí -le guiño un ojo. Milus decidió ignorarlo para pasar a algo más interesante. Comer.
-¿Has comprado el desayuno? -El recién llegado alzó la bolsa de plástico y permitió que Milus la tomara. El joven olisqueó el contenido con fascinación, tenía bastante hambre-. Aaron dice que no debo confiar tan pronto en las personas, pero en serio, te amo. Gracias.
-No te culpo, suelo tener ese efecto. -Comenzó a repartir los platos con comida, pero al llegar a Aaron, este la rechazó.
-No puedo desayunar con ustedes, tengo prisa. -Lo vieron tomar su estuche de guitarra.
-Pero no has comido nada. Pensé que tus clases de hoy comenzaban más tarde. -su amigo se limitó a sonreír.
-Volveré después. Gracias, Casey.
Aaron abandonó el departamento y corrió al ascensor. Ese día en especial había demostraciones de baile en las canchas deportivas. No quería perdérselo por nada del mundo, y aunque por lo general solo hacían demostraciones los estudiantes de danza de la Universidad, Aaron tenía esos cortos periodos de tiempo para observarlo.
Rob Covaci era uno de los profesores de danza. Aaron lo había encontrado por accidente un día cuando miró por primera vez una de esas demostraciones. El profesor estaba ahí animando a sus alumnos mientras vitoreaba y aplaudía en su sitio, nunca había visto una sonrisa tan brillante, era como un diamante a sus ojos. Desde entonces procuraba ir a ver esos encuentros una vez por semana sin falta, aunque eso ameritara llegar antes a la escuela.
Aaron se sentaba con discreción en las gradas del gimnasio y observaba en silencio al profesor. Descubrió su nombre gracias a aquel jersey blanco que lo tenía grabado, el resto del alumnado lo llamaba profesor Covaci, él en cambio susurraba Rob para sí mismo.
Esa mañana se hizo un sitio casi hasta atrás de la fila de asientos. Aaron cuidó su guitarra y esperó con paciencia, pero luego de que los pasos de baile comenzaran a mostrarse ante los espectadores, descubrió que el profesor Covaci no se encontraba ahí en esos momentos. Al parecer no iría. Tomó su estuche de vuelta y salió del gimnasio.
Lo que escuchó después en uno de los pasillos, luego de abandonar el lugar, lo dejó casi sin respirar. La voz del profesor de sus sueños llegó a sus oídos, y no se escuchaba para nada contenta.
-Estás llegando demasiado lejos -lo escuchó decir. Aaron se pegó más a la pared para poder escuchar lo que acontecía del otro lado del pasillo-, entiende que no voy a relacionarme con una de mis alumnas.
-Pero respondiste a mi beso aquel día -¿Beso? Sintió una leve presión en el pecho.
-Había tomado, pero creí dejar las cosas claras ese día. Perdón, pero no saldré contigo.
Un chillido se escuchó en respuesta. El joven del otro lado del pasillo contuvo el aliento. Quería irse, pero a la vez podría arriesgarse a que lo descubrieran, ¿qué hacer?
-¡¿Por qué?! Soy bonita y tengo dinero ¡No lo entiendo!
-Verás, no hay duda de que eres hermosa, también tienes mucho talento, pero a mí no me van las mujeres -confesó con una tranquilidad que dejó a la chica sin palabras. Aaron, del otro, lado casi había quedado blanco como el papel-. Si tienes un hermano disponible, me avisas.
Le dio una ligera caricia en la barbilla antes de dejarla. Entonces, al dar la vuelta por el pasillo terminó por chocar con Aaron Lee, quien no se había recuperado del todo de aquella conversación ajena. La guitarra cayó al suelo; el joven solo pudo mirar a los ojos del profesor unos segundos antes de disculparse, tomar la guitarra de vuelta y salir corriendo para no volver ese día a la Universidad. Al final, después de todo, sí pudo comer su desayuno.
***
Todas sus pertenecías cabían en una simple maleta de viaje. A Milus no le quedaba mucho después de dejar a sus padres, pero lo intentaba, ahora más que nunca trabajaría duro para cumplir sus metas. Cuando su amigo lo despidió esa mañana no pudo evitar llorar, se sentía emocionado y asustado por lo que pasaría a partir de ahora, pero a la vez no se arrepentía, porque todo aquello tenía un propósito y estaba en él completarlo.
Cuando llegó al departamento de los Kraft encontró la puerta abierta y dos maletas afuera. Sunny estaba sentada en el sofá de la sala, sus manos sostenían una fotografía de ella y su familia, estaba llorando. Se acercó a ella y puso una mano en su hombro. La chica secó sus lágrimas, puso la fotografía en la mesita de vidrio y se levantó.
Sus ojos estaban rojos, parecía que había llorado por mucho más tiempo. Milus solo fue capaz de abrazarla. Sabía que estaba sufriendo, ella no quería irse y dejar a su hermano solo, pero no tenía alternativa, había que hacer sacrificios, como todo.
-No quiere abrirme la puerta de su habitación -dijo Sunny aferrada a él. El chico pasó una mano por su cabeza y peinó su pelo para darle consuelo-. Se hace tarde, debo irme, pero él...
-Es difícil, perdió a su mamá, incluso a su padre debido a lo que hizo, y ahora siente que te pierde a ti. Lo entiendo un poco, estoy seguro de que le duele y va a extrañarte, Sunny -deshizo el abrazo. La tomó de ambas mejillas y le sonrió, ese gesto amable calmó a la joven doctora-. Te prometo que voy a cuidarlo, los dos esperaremos tu regreso el próximo fin de semana.
-Gracias, Milus -le dio un abrazo corto-. Si sale de allí, por favor dile que lo quiero y volveré este fin de semana como prometí.
La despidió en la puerta del departamento. Cuando se hubo ido y cerrado la puerta pudo sentir el vacío en el lugar. No se escuchaba ningún solo ruido, era como si él estuviera solo, sin nadie más, como si Marcus no existiera. Suspiró, sería difícil ganarse la confianza del castaño, pero no iba a rendirse sin luchar, lo sacaría del negro que cubría su espíritu.
A eso de las dos de la tarde ya tenía la comida preparada. Había cocinado algo sencillo pero delicioso para los dos, cuando fue hacia la puerta de Marcus para avisarle no recibió ninguna respuesta, así que tocó una vez más.
-¡Largo! -escuchó del otro lado. Liu apretó las manos en puño y le sacó la lengua en una clara mueca de enojo.
-¡La dejaré servida, ven rápido antes de que se enfríe! -le dijo intentando sonar amable. Luego se retiró.
Esa tarde comió solo. Marcus no apareció para la comida, incluso después de las siete, donde ya se encontraba sirviendo la cena. Preparó algo ligero para los dos y los sirvió en dos platos. Tiró el resto de comida que no quiso y volvió a invitarlo a cenar recibiendo la misma respuesta.
Se rindió por ese día. Sería difícil hacer que Marcus comiera algo, pero mañana lo obligaría, aunque tuviera que entrar de nuevo a su cuarto sin permiso. Lavó el plato y se dirigió al que sería el suyo a partir de ahora. Sunny había preparado la antigua habitación de su madre, y durante el tiempo que trabajara allí ese sería su espacio personal.
Tomó su pijama y se encaminó a su baño para bañarse antes de dormir. Durante el tiempo en la ducha pensó en sus padres. Dos días atrás había llamado a su mamá desde un teléfono público para comentarle de Sunny y pedirle que la ayudara. Sabía que podía confiar en su madre, y aunque la mujer le rogó que le dijera dónde estaba, le hizo prometer que no le preguntaría nada a Sunny cuando la viera. Su mamá había quedado en ofrecerle un espacio dónde quedarse. Eso lo tranquilizó, la chica tendría un lugar donde vivir sin la necesidad de pagar renta; Milus sabía que mantener un departamento como ese era suficiente y también difícil, quería quitar un poco de carga a la joven.
Después de secar su cabello, se dirigió a la cama y se dejó vencer por el sueño. Pero a eso de las dos de la mañana lo despertó un ruido bastante fuerte ¿Se había metido alguien a robar? Con cuidado salió de la habitación, miró por el pasillo, estaba muy oscuro y no podía ver nada. Entonces se sobresaltó al escuchar el sonido de las notas de un piano ¿Era el teclado de Marcus? Una fuerte voz se dejó oír después, no había duda, era él.
Abrió con cuidado la puerta, y para su sorpresa, estaba sin seguro. Encendió la luz y encontró a Marcus sentado en la silla de su escritorio mientras masacraba las teclas de su instrumento musical. Había varias botellas de cerveza vacías tiradas en el suelo y dos más sobre el escritorio. Marcus daba tragos de vez en cuando, volviendo después a mover sus dedos sobre el teclado. Estaba completamente ebrio ¿Había tomado las botellas que estaban en el refrigerador? Supuso que se había levantado en la madrugada, al parecer el chico podía distinguir una cosa de otra con solo tocarlas, y las botellas de cerveza, creía, eran algo común en su vida.
-A parte de ogro, alcohólico -murmuró.
Casi cayó de la silla, pero fue auxiliado por él, quien se apresuró a sostenerlo.
-Marcus, deja eso y ve a dormir -lo regañó, pero el castaño bufó.
-No estoy ebrio -respondió.
-Sí, claro, ¿y entonces qué haces?, si se puede saber.
-Me desahogo -movió las manos en el teclado con gracia para después cantar-: "I see a little silhouette of a man. Scaramouche, scaramouche, will you do the fandango?"
Lo miró con cierta diversión y perplejidad. Ciertamente, no hablaba como si estuviera borracho, pero que un chico como él hiciera ese tipo de cosas era sorpresivo y bastante gracioso, ¿ese era el verdadero Marcus Kraft? ¿Aquel cubierto de oscuridad?
-Oye, tú, canta -ordenó.
-Me llamo Milus -corrigió con molestia. Marcus no dijo nada, pero siguió tocando, esperando una respuesta positiva de él-. "Thunderbolt and lightning, very, very frightening me".
Era lo más absurdo que había hecho a las dos de la mañana con un chico que apenas conocía y que le resultaba increíblemente irritante. Supuso que en el fondo Marcus no podía ser tan idiota, su Bohemian rhapsody le había sacado más de una sonrisa.
-Duerme, Sunny volverá el próximo sábado -observó su rostro adormilado, que ya se encontraba en la cama, y que al poco tiempo cayó dormido-. Fue un placer conocer la otra cara de Marcus Kraft, al menos por un momento. Buenas noches.