Dr. Storm
img img Dr. Storm img Capítulo 4 Conociendo el pueblo
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Capítulo 6 Nos siguen img
Capítulo 7 Un corazón roto img
Capítulo 8 Vergüenza img
Capítulo 9 La verdad img
Capítulo 10 No somos pareja img
Capítulo 11 Es como una droga img
Capítulo 12 Primera cita img
Capítulo 13 Primer beso img
Capítulo 14 Exámenes img
Capítulo 15 Revelaste la verdad img
Capítulo 16 Un mes img
Capítulo 17 Aviso y capítulo img
Capítulo 18 Las viejas costumbres prevalecen img
Capítulo 19 La verdad de un oscuro pasado img
Capítulo 20 Mamá img
Capítulo 21 Perdón img
Capítulo 22 Hermanos img
Capítulo 23 Final img
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Capítulo 4 Conociendo el pueblo

Una semana después conoció a Alex Richardson. El apuesto médico esperaba en la veterinaria por algo de medicamento para su gata. Había tenido crías y necesitaba vitaminas. El dueño de la tienda quien de paso era un romántico empedernido los vio y decidió presentarles. Aunque a Abi no le interesaba un romance por el momento, le parecía interesante ver a dónde podía llevarle aquello.

No era difícil notar el evidente atractivo de Alex, estaba como para quitar la respiración, lamentablemente era muy nueva en el arte del coqueteo. Gracias a la mano firme de su abuela, su contacto con el género masculino era casi nulo.

-Abi, no sé si conoces a uno de nuestros médicos, Alex Richardson.

-No tenía el gusto, mucho gusto doctor.

-Llámame Alex. ¿Vives en el rancho triple C?

-Sí, con mi madre.

-Pues mucho gusto en conocerte Abi. Debo marcharme, mi gata está esperándome en casa.

- ¿Su gata?

-Si Abi. Hagamos algo, termina de comprar lo que necesites y mientras te acompaño a tu auto, podré contarte sobre ella.

-Bien.

El veterinario le entregó las inyecciones que necesitaba para algunas de las yeguas y luego le regaló una inmensa sonrisa, ya se consideraba un casamentero experto.

Gracioso... muy gracioso.

Caminaron juntos afuera de la tienda, ella le veía con muchísima curiosidad, hubiese imaginado que una mujer le esperaba, pero no una gata.

-Mi gata tuvo crías, si no encuentro quién les quiera tendré que dejármelos a todos y son siete.

- ¿Puedo dejarme dos?

-Eso sería perfecto, si quieres podemos ir a mi casa.

-No le conozco tan bien...

-Eso tiene remedio, ven conmigo.

Para consternación de Abi detuvo a varias personas las cuales le aseguraron que era una buena persona, muchas le hablaron por lo que parecieron horas. Incluso una mujer de casi cincuenta años que había trabajado de niñera a Alex cuando niño, le prometió mostrarle fotos del médico en pañales. Para Abi fue difícil no reír tras la partida de la mujer, Alex estaba completamente sonrojado.

-Por lo visto le ha salido el tiro por la culata doctor. Quería usted avergonzarme y esa amable mujer ha puesto la balanza a mi favor.

-Muy graciosa Abi, pero tutéame, insisto. Me haces sentir como un viejo.

-De acuerdo, Alex.

-¿Ahora estás convencida de que puedes acompañarme?

-Sí, solo he de llamar al rancho para que mi madre no se preocupe.

Mientras avanzaban al vehículo de Alex, ninguno de ellos se percató de la mirada furiosa que le lanzaban a Abi desde lejos. Viajaron por diez minutos hasta una hermosa casa, tenía un porche inmenso con una hamaca bellísima.

- ¿Vives solo?

Abi deseaba morderse la lengua, no quería parecer interesada. Alex le lanzó una mirada llena de curiosidad, pero gracias a Dios, no dijo nada.

-Sí, solo una mujer que viene tres veces por semana para ayudarme con la casa. Te llevaré al cobertizo, la gata escogió ese lugar para tener sus crías.

Negar que se sintiera un poco desilusionada de que no la invitase a tomar algo, era absurdo. Pero ella no quería ninguna relación íntima... ¿verdad? De todo lo que espero encontrar, una gata de tres patas y sin cola no fue una de ellas.

-La encontré en la calle hace unos meses, estaba herida y hambrienta así que la traje conmigo.

-Eso es increíble, es decir, no muchos harían algo así.

-No podía dejarla ahí, los gatitos ya se alimentan solos, puedes escoger los que quieras.

Abi estaba agachada inspeccionando las crías con muchísima seriedad. Alex estaba hipnotizado por su belleza y sencillez.

-Me gustan estas dos.

La pequeña gatita blanca de ojos azules era adorable, la otra era color miel con ojos amarillos.

-Vamos a la casa, te daré una caja para transportarlos, tomaremos un café y té llevaré al centro, ¿dejaste ahí tu auto?

-Sí, y gracias. Nunca tuve mascotas pues mi abuela no lo permitía.

-Pues ahora tienes dos, espero que en una semana no las traigas nuevamente.

-Eso nunca.

Alex la miraba con tanta fascinación que se sintió incomoda. Pero decido dejar eso de lado. En algún momento tendría que comenzar a tener citas por lo que tendría que acostumbrarse a la cercanía masculina.

Una vez en su casa, llevó a las gatitas con su madre a quién le encantaron.

- ¿Alex Richardson... Hmmm?

-Sí, es muy amable y apuesto.

-Me alegra verte socializando con algo más que vacas y caballos.

-Yo disfruto de esta vida. No me hace falta estar hablando con otras personas. En tan solo una semana me he dado cuenta de que esta es mi vida mamá. No pienso abandonar este rancho jamás.

-Quizás si tu abuela no hubiese sido tan sobreprotectora....

-No te angusties, lo importante es que ya estamos aquí.

Ahora intenta descansar, no quiero que te agotes.

            
            

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