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Fue imposible para mí poder pegar un ojo en toda la noche. Lo único que hice fue dar vueltas en mi cama pensando en la propuesta de Crystal, y lo que podrían decirme en esa reunión. No estaba segura de lo que estaba sucediendo, si se trataba de un plan de ese idiota para vengarse de mi, o si de verdad habí aun mejor lugar para mí en esa empresa, lo único que sabía era que aquella ansiedad no iba a dejarme tranquila hasta que descubriera de una vez por todas de que iba aquella oferta.
Dormí solo dos horas, y cuando el reloj marcó las 6:00 am ya me encontraba en camino a la enorme torre ubicada en el centro de Manhattan.
Aproveche el tiempo que tenía para desayunar con mis viejos compañeros de trabajo, no los veía desde la fiesta de Manuela, y quería saber de los pormenores del lugar en mi ausencia. No había pasado mucho, las cosas parecían igual a excepción de mi puesto, a quien todavía no le habían dado una suplencia. Otros departamentos también habían sufrido despidos, pero a diferencia de mis compañeras, nadie se había opuesto a los deseos de Jonathan.
- Le vemos muy poco, es como un fantasma. Ahora nos dirige la palabra, cada tanto debemos ir hasta su oficina, aunque muchas veces es Crystal quien delega las órdenes. Hace pocos vimos a Shawn, pero no suele venir con tanta frecuencia. Las cosas están muy calmadas por aquí. - Comentó Camila mientras caminábamos de regreso a nuestro piso.
- Camila tiene razón Clary, me sorprende lo calmada que están las cosas aquí, pero eso no compensa lo mucho que te extrañamos. - Comentó Manuela apretando el botón del ascensor.
- No se preocupen, saben que pueden ir a visitarme cuando quieran, además estoy segura que nos estaremos viendo más seguido. - Comenté trayendo a memoria la oferta de Crystal.
Estuvimos conversando por un buen tiempo hasta que las puertas del ascensor se abrieron nuevamente y Crystal apareció detrás de ellas. Les brindó un breve saludo a las chicas, y me indicó que la siguiera. Me despedí de mis compañeras, y camine hasta el ascensor con Crystal. Ella marcó el piso 20, e instantáneamente supe que esta oferta iba hacia otro rumbo. Mis nervios comenzaron a hacerse visible en el sudor de mis manos, y el hormigueo en todo mi cuerpo. No estaba segura si podía continuar con aquella oferta, pero tampoco iba negarme del todo, estaba allí pero sin la seguridad de que tomaría aquel empleo sin importar cual fuese. Nuevamente recorrimos aquel pasillo, y llegamos a la sala de juntas donde algunas personas ya nos esperaban.
- Antes de entrar sólo quiero decirte Clary que no creo que haya una persona más calificada para este trabajo como tú, y que también es tu decisión si lo quieres tomar o no. Sólo escoge lo que sea mejor para ti. - Era la primera vez que Crystal usaba mi nombre.
Crystal y yo no eramos amigas, solo compañeras de trabajo que se topaban ocasionalmente en los pasillos, y que compartían una que otra reunión. Cuando comencé a trabajar Crystal estaba en RRHH y fue ella quien tomo mi entrevista. Poco tiempo después, ella se volvió la séptima cabeza más importante de esta compañía ya que era la encargada de que todo marchara conforme a las órdenes del director. Todos anhelaban el puesto de Crystal, pero nadie comprendería la enorme responsabilidad que era hacer cumplir las normas y tener que estar 24/7 para la compañía dejando a un lado toda tu vida para dedicarla a una persona que no sabes si va a retribuirte de la manera que esperas. Sin embargo, Crystal hacia parecer ese trabajo más fácil de lo que realmente era.
- Muchas gracias Crystal, agradezco la oferta y que me hayas tomado en cuenta. Tratare de no hacerte quedar mal esta vez. - Añadí antes de que ella abriera la puerta.
Salude a los chicos de RRHH, y esperamos pacientes a que la última persona hiciera aparición en la sala. Según lo que había entendido, era Shawn quien tomaría el mando de la reunión ya que Jonathan no se encontraba en el país y aunque la conversación de los chicos de RRHH estaba interesante. Un mensaje de mi mamá llamó mi atención. Me estaba contando sobre el procedimiento de lalita, y las cosas que le había dicho el doctor. Estaba por responderle cuando la puerta se abrió llamando la atención de todos.
Pov: Jonathan.
Había mirado aquella estantería una y otra vez escaneando los nombres en los amarillentos y desgastados lomos de los libros. Mi padre adoraba aquello libros, para él esta biblioteca representaba su mayor riqueza, y anhelaba que sus herederos pudiesen mirarla de la forma en la que él siempre la miraba. Mi padre solía traernos a esta habitación a mi hermano y a mí para que pudiésemos estudiar de minería, arte y literatura. Hoffman pensaba que la base de la riqueza estaba en el conocimiento y cualquier cosa que el pudiese aprender el día era algo que sin duda le serviría en un futuro. Sin embargo, con el paso de los años, aquellos libros quedaron apartados en esta biblioteca para nunca más ser admirados hasta hace unas 3 semanas.
La muerte de mi padre nos había golpeado a todos de maneras que no era capaz de explicar. Todo en mí se desvaneció en el momento que recibí aquella llamada de Patrick que confirmaba todos los rumores que rondaban la muerte de mi padre. No era novedad, la prensa amarillista buscaba la manera de destruir nuestra reputación, sin embargo, no pude creerlo hasta que vi su cuerpo en aquella caja de madera y supe que él no volvería a apoyar su mano sobre mi hombro cuando creía que las cosas estaban por sobrepasarme. Mi padre nunca fue un hombre de afectos, sin embargo, en esa basta simpleza supo brindarme su apoyo de una forma o de otra. Teníamos una buena relación, un poco extraña, pero la teníamos. Mi padre pasaba la mayor parte del tiempo con Shawn, pues se suponía que él era quien tomaría las riendas de nuestra compañía en cuanto mi padre no pudiese hacerlo, es por eso que para todos incluso para mi fue una sorpresa cuando en la lectura del testamento de mi padre las palabras del abogado citaron.
- Y la presidencia absoluta para mi hijo "Jonathan Pierce Edevane".
De aquella sala solo se escuchó el silencio de la indignación y el fuerte portazo que se sobrevino después de aquellas palabras. No me dio tiempo de asimilar, de comprender los planes de mi padre, y de explicarle a mi hermano que no había planeado nada de lo que él se imaginaba ya que yo me encontraba administrando una de nuestras refinerías en Sierra Leona. Había tomado las riendas de nuestras refinerías después de graduarme de la universidad, era esa una de las razones por las cuales nunca compartía con mi padre, o mi madre, incluso a mi hermano. Todo esto era una completa locura, y este viaje recién empezaba para todos.
- Joven Jonathan, el desayuno ya está servido- comunicó una de las doncellas tras la puerta.
- En un momento voy.
Terminé de firmar uno de los documentos que Crystal me había dado hacía algunas noches, y termine de tomar mis cosas. Nadie tenía permitido entrar en esa habitación, y mi padre lo tenía muy claro. En esta habitación había surgido las ideas más brillantes que había levantado la compañía Edevane, y solo quien llevaba el título de presidente tenía derecho a ocuparla. A mi no me molestaba en lo absoluto compartirla con mi hermano, o con mi madre, incluso a veces me gustaría que Crystal pudiese entrar sin problema alguno pero todos se negaban a violar las normas de mi padre, y en el fondo yo también.
Shawn y mi madre me esperaban en el comedor. Salude a mi madre besando su mejilla, y apreté sutilmente el hombro de mi hermano antes de tomar mi asiento. Me sirvieron el desayuno, y comimos en completo silencio. Las cosas en casa habían cambiado después de la lectura del testamento de mi padre, y era algo con lo que nadie podía pelear. Mi hermano Shawn pensó que era una locura que mi padre le quitara lo que por primogenitura a este le correspondía, y mi madre quien nunca supo de los planes de mi padre, no supo cómo evitar una guerra entre nosotros. Lo cierto era que yo nunca había querido aquella responsabilidad, pero no había manera de revertir lo que ya estaba escrito.
- ¿Has hablado con Danielle? Recuerda que este sábado es su compromiso. - Recordó mi madre trayendo a mi memoria mis próximos eventos.
- No mamá, creo que regresa hoy de Alemania. He estado tan ocupado que me olvide de la fiesta.
- Y de otras cosas más, Jonathan. Recuerda que en esa fiesta también estarán nuestros inversores de Arabia Saudita. - Expresó Shawn también recordándome eso.
- Son demasiadas cosas, y ahora sin Crystal, es peor. - dije recordando que Crystal ya no me acompañaría como secretaria.
- Creí que ya habían resuelto el tema de tu secretaria ¿Qué sucedió?
- Ya está resuelto, pero no como yo esperaba. - Respondí recordando a la extraña chica del piso 19.
Clarissa Jones era su nombre, y cada vez que lo recordaba un fuerte ardor me atacaba el estómago. Era la primera vez que coincidía con una chica tan engreída, altanera, y pedante y que además no tuviera la más minima decencia de dirigirse a las personas. No era la primera vez que alguien me recriminaba por la forma en la que solía actuar, sin embargo, esta chica lo había hecho de una manera que ni siquiera mi madre había hecho. No pude creerlo cuando Crystal la menciono en la reunión con recursos humanos, la verdad no creía que esta chica de carácter volátil estuviese preparada para tomar un cargo como este, pero luego de leer su currículo pude cambiar mi pensamiento un poco.
Aún tenía mis dudas sobre esta chica, pero confiaba en que Crystal pudiese hacer algo con ella, y evitar que terminara mandado a todos al demonio por una simple rabieta. Al terminar nuestro desayuno, mi hermano y yo nos encaminamos hasta la compañía, y pautamos la cita con mi madre después de las 7:30 de la noche. Danielle regresaba hoy de su viaje, y teníamos que atar los pendientes de nuestra cena de compromiso. Una de las cosas que mi padre había pautado en su testamento era que el heredero debía estar casado para el momento en que el cargo cayera sobre sus hombros. Tenía más de 2 años saliendo con Danielle, y pensábamos casarnos en cuanto yo terminara mi viaje a Sierra Leona, pero las cosas se adelantaron debido a la muerte de mi padre y nuestra boda tenía que ser cuanto antes. Nos casaríamos a final de mes, y para ese momento solo faltaban dos semanas, y sentía que necesitaba resolver muchos asuntos todavía.
Danielle era una chica realmente hermosa, hija de uno de nuestros inversionistas, y modelo de una de las revistas más importantes de Nueva York. Nos habíamos conocido por casualidad en una fiesta de beneficencia, y el flechazo fue instantáneo, por lo menos de mi parte. Supe que necesitaba a esa chica cuando vi su abundante cabellera rubia pavonearse por los pasillos de aquella terraza. Realmente adoraba a Danielle, y nadie me haría más feliz que poder estar junto a ella durante el resto de mi vida.
- Avísame si necesitas algo, nos vemos a las 6:30 pm. - Expresó mi hermano antes de salir del auto.
- Seguro.
Aparqué el auto, y tomé el elevador hasta mi oficina. Tenía muchas cosas por hacer, y el día recién comenzaba. Mi padre había dejado algunos pendientes y la mayoría se relacionaban con nuestras minas. La producción de ópalo había bajado considerablemente, y la exportación de esta joya era una de las que más me preocupaba. El pedido de la esta piedra se había incrementado un 200% en los últimos dos años, y todo se debía al auge que estaba teniendo entre la elite joven. Nuestra mina en Etiopia no estaba trabajando lo suficiente, por lo que solo teníamos una oportunidad, y era con una mina en Brasil lo cual no terminaba de convencerme. Estaba por prepararme para una junta con el departamento encargado de minería de Brasil cuando Crystal entró a mi oficina.
- Señor Edevane, buenos días. Está todo listo. - Comentó en el instante que entró a la habitación.
Estaba realmente concentrado en lo del asunto del ópalo que por un momento olvide que era lo que teníamos que tener listo para el día de hoy. Antes de que pudiese decir una palabra Clarissa entró detrás de ella. Guarde silencio por un segundo mientras veía a la chica que se movía timida detrás de Crystal. Parecía alguien totalmente diferente a la chica que vi por primera vez en aquella sala de juntas. Su cabello estaba parcialmente recogido, pero dejaba escapar leves ondas de su negra cabellera. Llevaba un traje formal como el de Crystal, y el azul de este resalaba su tostada piel. Estaba maquillada ligeramente, y rascaba sus pantorrilla nerviosa. Despues de tanto vacilar, finalmente hice contacto con sus ojos marrones.
- Señorita Jones, muy buenos días. - Dije viendo la forma en la que esta chica parecía un corderito asustado.
- Buenos días señor Edevane. - Se acercó para apretar mi mano.
- Señor Edevane, Clarissa está lista para comenzar sus funciones como secretarias. Está al tanto de sus pendientes, y en su agenda están todas las cosas que me había encargado. Puede preguntarle algo, y ella lo sabrá sin problema. - Explicó Crystal.
- Muy bien, muchas gracias Crystal. Señorita Jones, sígame por favor, necesito que me acompañe a mi junta. Crystal nos vemos luego. - Expresé antes de salir de la habitación.
Me puse en marcha y detrás de mí escuchar resonar los tacones de Clarissa. Realmente me preocupaba un poco de que esta chica metiera la pata, no podía ni imaginar si llegase a decir algo como lo que había pasado con sus compañeras, estaba seguro de que despediría a Crystal, y me encargaría de que esta chica no volviese a encontrar un empleo jamás. Me senté en la cúspide de la sala y mientras preparaba algunas cosas, me detuve para observar a Clarissa. Las curvas de su cuerpo se resaltaban bajo el corte de su traje, no se veía nada mal, y mucho menos para alguien que la mirara por primera vez. En su cabeza un pequeño broche brillaba con la luz del sol. Llevaba las uñas pintadas de un color crema, y con delicadeza acomodaba la carpetas en la mesa.
- Señorita Jones...
- Si, señor. Enseguida.
No me dejó terminar de hablar, y salió de la habitación. Volvió segundos después con un café en sus manos. La miré un poco extrañado, y le di un sorbo al café.
Cappuccino descafeinado, y con un solo cubo de azúcar.
Bueno por lo menos sabía lo esencial. No tuve más nada que decir ya que las personas que esperaba finalmente hicieron su aparición. Clarissa hizo su trabajo, y del resto me encargue.
El comienzo había sido bueno, pero ya veríamos que vendría después.
- ¡Debemos ir allí! Dicen que han visto a Leo Dicaprio, suelen ir muchas estrellas a ese lugar. - Comentó Camila mientras miraba el sitio web del club al que iríamos para celebrar el cumpleaños de Manuela.
La primera semana sin Hoffman no fue tan mala como todos los habían creído, todo el mundo predijo el fin cuando se vio a Jonathan en aquel ascensor, lo cierto era que no había pasado nada fuera de lo común y todo seguía marchando como si nada nunca hubiese pasado. Lo diferente era la cantidad de policía que frecuentaba la torre, había mucha seguridad por todas partes, y el operativo de investigación recién comenzaba. Por lo demás, todos estábamos tranquilos en nuestros respectivos trabajos. Tratamos de animar a Manuela quien era la más preocupada por el regreso de Jonathan, aunque todos lo entendíamos, su experiencia durante el periodo del Jonathan no había sido nada grata. Nadie podría culparla por aquella punzada que sentía en su pecho y que le indicaba que algo no estaba bien.
Manuela había sido de las pocas trabajadoras que había sobrevivido a la reducción de personal que se hizo bajo el mandato de Jonathan. Tuvo que trabajar hasta 12 horas para complacer los absurdos recados de su jefe, y estar al día para no perder la oportunidad de una buena referencia en su currículo. Manuela adoraba su trabajo, pero tenía miedo de que esta vez no fuera capaz de sobrevivir a este nuevo mandato de Edevane. Era lo único que sustentaba a su padre, tenía cuentas que pagar, y sabía que el mercado laboral no era fácil para nadie.
- Miren lo que dice aquí. El avión de los Edevane aterrizó unas horas en un aeropuerto privado de Nueva York, estoy segura que Jonathan viene en ese avión. - Expresó Manuela haciendo que Vanessa pusiera su mirada en blanco.
- Si viene o no ¿Eso a ti que? Estamos a unas horas de que tengas el mejor de los cumpleaños. Olvídate de ese idiota, y piensa que muy probablemente algún famoso podrá sacarte de este infierno. - Añadí cambiándole un poco el semblante a Manuela.
Habíamos organizado este cumpleaños durante semanas, y no quería que la preocupación de Jonathan Edevane pudiese dañar el momento de mi amiga. Regresamos a nuestros puestos, y nos enfocamos lo más que pudimos en nuestros trabajos. Lo último que había sabido de Jonathan era que él junto a los demás miembros de la familia Edevane debían viajar a resolver asuntos pendientes de su padre en una de las minas de las que eran dueño. Eso era lo que nos había permitido estar en paz esta última semana, y aunque el miedo de algunos era factible, yo no quería seguir avivando esas preocupaciones.
Termine de organizar los archivos de este mes, y atender los últimos mandatos de Patrick quien en las últimas semanas había llevado más presión que cualquier de nosotros juntos. Crystal y Patrick estaban llevando todos los pendientes en cuanto el nuevo presidente tomara toda posesión del cargo, y mucho de los trabajadores con más línea directa se estaban llevando toda la carga de trabajo que manejaba esta compañía. Asistí a un par de reuniones con el área de marketing, y termine los informes de finanza que debían estar listo antes de que el nuevo presidente estuviese de vuelta.
La verdad no me di cuenta de que el 'día había terminado hasta que asome mi rostro por la ventana y vi el cielo de Manhattan completamente oscurecido. Comencé a prepararme para la salida, y a conversar con mis compañeras cuando el ascensor de nuestro piso se abrió repentinamente. El rostro de Crystal fue lo primero que vimos al abrirse las puertas, estaba sola, no había nadie más junto a ella.
Su rostro se veía cansado, ni el maquillaje fue suficiente para ocultar sus protuberantes ojeras. Ella era la única capaz de diligenciar todo el trabajo de esta empresa, y el peso de esa responsabilidad comenzaba a reflejarse en su cuerpo. Los huesos en sus mejillas comenzaron a ser más notables, y su ropa comenzaba a escurrirse de su cuerpo. Sentí mucha pena al verla en ese estado, sin embargo, no deseaba estar en su tacones por más finos que estos fueran.
- Todas ustedes, vengan conmigo. Ahora- Demandó en una orden sepulcral.
Nadie dijo una sola palabra, y atendiendo la orden de Crystal, subimos al ascensor junto a ella. Presionó el botón para el piso 20, y poco después de eso la mano de Manuela se envolvió con fuerza a la mía. Yo sabía a donde nos dirigíamos, y mientras sentía la mano temblar de mi amiga, por dentro solo pedía que en aquella sala solo se encontrara Shawn Edevane. El piso 20 pertenecía al CEO, y solo muy pocas personas eran convocadas a este lugar. En los 2 años que tenía en la empresa, esta era la segunda vez que lo visitaba, y la primera sólo había sido por error al presionar mal el botón del ascensor en mi primer día de trabajo. Fueron unos solos segundos que las puertas se mantuvieron abiertas, y esos segundos casi me cuestan mi empleo.
El elevador solo tomo un par de minutos al llegar a este lugar. El sonido de los tacones de Crystal resonó en la cerámica del lugar y con esa señal no dijo en silencio que camináramos detrás de ellas. El recorrido de Crystal nos llevó hasta la sala de juntas, y nos mantuvimos de pie en completo silencio mientras esperábamos la llegada de la persona que nos había convocado aquí. El tiempo pareció eterno en ese silencio. Todas ahí sabíamos que Jonathan Edevane tomaría el rumbo de esa empresa, y no había mucho que ninguna de nosotras pudiese hacer, sobre todo Manuela quien sus manos temblaban como gelatina. Le di una pequeña palmada en su homro para que se tranquilizara, esto sería cuestión de minutos, y después estaríamos riéndonos en aquel bar al que tanto habíamos planeado ir. Ella sonrío nerviosa y volvió a bajar su cabeza.
Los primeros pasos se escucharon detrás de la puerta de cristal, su silueta comenzó a hacerse visible mientras más se acercaba a la sala. Su cabello negro fue lo primero que logré ver detrás del difuminado cristal, y no había que ser muy inteligente para saber a quien pertenecían esos 1.85 cm de altura. Crystal abrió la puerta, y segundos más tarde su agobiante presencia rompió con la espera. Jonathan entró a la sala con el mismo sigilo que un fantasma, y sin decir una sola palabra tomo asiento en una de las sillas de la sala. Mis ojos escanearon rápidamente su presencia.
Traje negro hecho a la medida, zapatos tan lustrados que podía ver mi reflejo en ella, su cabello negro estaba engominado y su piel traslucida seguía sufriendo los estragos del frío. Abotonó uno de los botones de su chaqueta, y empezó a abrir unas capetas. Murmuró algunas cosas al oído de Crystal, y volvió a sus carpetas. En ese lapso de tiempo se inmuto a hacer contacto visual con alguna de las presentes, y ese acto de arrogancia hizo que algo dentro de mi comenzara a molestarse. No le di tanta importancia ya que la mayoría de estos chicos eran unos malcriados, y maleducados que creían que el mundo les debía algo. Respiré un poco fuerte, y acomodé mi traje.
Crystal fue quien abrió el dialogo.
- Buenas noches señoritas, gracias por venir hasta acá. El motivo de este llamado es para tocar ciertos puntos. Debido a los recientes y lamentables acontecimientos, la administración de esta empresa paso a manos del Señor Jonathan Evedane, hijo y heredero de Hoffman Evedane. Es por eso que bajo su dirección cambios surgirán. Muchas de ustedes han estado aquí desde hace algún tiempo, y muchas son más antiguas que otras, pero... bueno... lo que trato de decir es que...-Crystal se veía algo incomoda e incluso presionada ya que su tono de voz comenzó a variar.
Se mantuvo en silencio unos cortos segundos hasta que ese gesto pareció molestar al Señor.
- Señoritas, seré claro. Tú, tú, tú, y tú están despedidas. Eso es todo por hoy. - El hombre se dirigió a Vanessa, Julissa, Nadia y a Katherine haciendo que mi corazón estuviera al borde de un colapso.
En ese momento el silencio sepulcral de mis compañeras estuvo cargado de incertidumbre, dolor, y decepción. Estaba realmente confundida, no podía creer que esto estuviese pasando y mucho menos en este momento. Alcé mi vista realmente perturbada y pude ver las lágrimas en los ojos de mis compañeras. El hombre estaba a punto de irse cuando sin pensarlo dos veces las palabras brotaron desde lo más profundo de mis adentros de la misma forma que un enojo descomunal. Quien se creía este niño salió de una cueva.
- No, no... ¿Por qué?- Exclame realmente confundida.
- Señorita Jones, le sugiero que por favor guarde silencio. - Amenazó con fuerza Crystal llamando nuevamente la atención del hombre que se detuvo en la puerta.
- Me gustaría saber el motivo del despido de mis compañeras. Debe haber una razón por la cual las estas despidiendo de manera tan injusta. - Exclamé mirando la espalda del hombre que aún no había volteado para darse cuenta que era yo la que hablaba.
- Es suficiente Jones, esto es...
Justo en ese momento Jonathan finalmente giró sobre sus talones mirándome fijamente. Mis piernas temblaron en el primer contacto, pero la ira que tenía por dentro era mucho más grande que la intimidación de este hombre.
- ¿Cuál es tu nombre? - Su voz impostada silenció por completo la sala, volvió a tomar asiento y no despegó su vista de mi ni por un momento.
- Mi nombre es Clarissa Jones, y no estoy nada de acuerdo con lo que esta haciendo.
En ese momento la imagen de mi madre y mi abuela pegaron con fuerza en mi presencia. Sabía que lo que estaba haciendo me costaría mi trabajo tambien, pero no podía irme sin refutar una sola vez por lo que estaba haciendo este idiota.
- Señorita Jones muy poco me importa si usted está de acuerdo o no con lo que yo quiero. La decisión se basa en mis deseos y conocimientos y si usted no está de acuerdo, no es mi problema.
Maldito idiota. Quien carajo creía que ere este chico cuya presencia no era más que un fácil acontecimiento borrable.
- Pues debería importarle ya que muchas de estas personas le han dado lo que tiene hoy. Estas mujeres tiene hogares que sustentar, y si usted no se interesa por eso no sé qué clase de jefe podría ser. Estoy segura de que su padre no sería capaz de algo como esto.
Su expresión enfureció por completo, me miraba casi sin poder creer lo que acababa de escuchar, y aunque esas palabras le habían puesto firma a mi despido estaba segura de que me iría de aquí habiéndole dicho todo lo que ese hombre se merecía. Por otro lado, Crystal me miraba al borde de la locura, y mis compañeras no sabían cómo reaccionar ante la situación. No iba a permitir que ningún hombre pasara por encima de ellas, y mucho menos que las tratara de la forma en la que este hombre quería hacerlo. No había causa justa para despedirlas, y eso no podía pasarse por alto. Entre una expresión de confusión, asombro y enojo este hombre retiro su mirada de mi presencia, y esbozando lo que parecía una sonrisa miró a Crystal.
- Parece que la señorita Jones tiene un punto, sin embargo, yo no soy mi padre y quien hace las normas ahora soy yo. Pero sabe, le propongo un trato. Si usted siente que estoy siendo injusto, que le parece si en lugar de despedir a todas sus compañeras, usted es despedida y así ellas conservan sus trabajo. - Propuso dejando la balanza por supuesto a todo su favor.
- Trato hecho, es un grato placer saber que no trabajaré para alguien como usted. - Indiqué en el momento en que el lanzó aquella retorcida propuesta.
Su semblante cambió por completa, y estupefacto trató de reponer lo que acababa de ocurrir. En ese momento solo podía pensar en mi abuela, en su tratamiento, en el trabajo que me costaría encontrar otro empleo, y en todas las demás cosas que este repentino despido me costaría, pero no me importaba ya que lo menos que deseaba era seguir compartiendo el mismo aire de esta aborrecible persona. Todos en esa sala me miraban casi sin poder creerlo. Mantuve mi rostro siempre en alto, y sin nada más que hablar en ese momento me dirigí hasta la puerta. Estaba a punto de salir cuando recordé algo.
- Casi lo olvido, bienvenido de vuelta Señor Edevane.
Dicho esto, salí de aquella habitación sabiendo que el infierno era lo que me esperaba en ese mo