-¡Vamos Zahir, eres el Príncipe!- se dijo a sí mismo- puedes tener a la mujer que desees, ni siquiera esa rosa inglesa puede resistirse a ti. – se dio ánimos y trato de controlar su respiración agitada.
Un llamado a la puerta de sus aposentos lo sobresaltó. Bien, su invitada había llegado, sonrió con picardía. Al abrir la puerta se encontró con Maishea, una hermosa joven que trabajaba en Palacio, muy bajo perfil, nunca era muy nombrada, ni solicitada, pero él si solicitaba servicios especiales de su parte, porque con su largo y lacio cabello, esos hermosos ojos oscuros y su perfecta piel morena era toda un belleza oriental exótica, que levantaría el libido de cualquier hombre.
Maishea, era justo lo que necesitaba para liberar el repentino estrés que se apoderó de él.
-Alteza- le hizo una reverencia, en cuanto él abrió la puerta- Nazir, me anunció que usted solicita mi presencia.
-Adelante- le sonrió, cerró la puerta tras ella. La joven estaba de espaldas a él, a la espera de las órdenes reales. Se acercó a ella y se quedó muy pegado a su cuerpo, pero sin tocarla, inclinó su cabeza y habló contra su cuello- tu Príncipe, desea atenciones especiales el día de hoy.
-Pensé que jamás volvería a llamarme, Alteza- le dijo con voz lenta y cargada de sensualidad, mientras se recargaba de él, restregando su delicado cuerpo, contra el masculino- Al parecer desea usted un masaje.
-Deseo mucho más que un masaje- le besó el hombro por encima de la tela de su humilde túnica, luego comenzó a deshacerse de la prenda, hasta que cayó al suelo convertida en un pequeño bulto. La ropa interior cubría aquel magnifico cuerpo, el largo cabello que llegaba casi hasta la cintura. Entonces llevó sus expertos dedos al broche de su sujetador y se deshizo de él, la giró delicadamente hasta que estuvo frente a él. Sus hermosos ojos grises la recorrieron, estaban oscurecidos y llenos de deseo.
-¿Puedo tocarlo, Alteza?- le preguntó con voz melosa y los ojos llenos de brillo, mientras se mordía con suavidad el labio inferior.
-Puedes- le concedió, pero no le permitió hacerlo, pues la tomó de las caderas y la elevó del suelo, pegándola a su cuerpo y guiándola hasta la amplia cama, mientras reclamaba sus labios, con su ardiente boca.
Ivette. . .
Bajamos del vehículo y me quedo observando la imponente fachada de Palacio, suspiro tranquilamente.
-¡De vuelta!- grita Suseth- lo único que detesto aquí es el incesante calor, ¡por Dios!- gime horrorizada- sé que estamos muy cerca del desierto, pero juro que siento que me derrito.
-Siempre tan exagerada, mi amor- le dice Matt, rodeándole la cintura y estampando un dulce beso en sus labios.
-¡¿Exagerada?!. . . supongo que tu mente está en Alaska, junto con tus sentidos y tu alma. Me imagino que eso es lo que ocurre, porque de otro modo no me explico como no sientes el asfixiante calor, por Dios.
-¿Quieres luna de miel en Alaska?- le pregunta cariñoso.
-No bromees, guapo- le toca la punta de la nariz- iré de luna de miel a Paris, con o sin ti- le besa rápidamente y luego se aleja, con dirección a la entrada.
Ivette, está pasmada, quizás hasta temblando internamente y dándose fuerzas para poder enfrentarse a esto.
-Tu hermana está loca- le dice Matt, con una amplia sonrisa.
-Siempre lo has sabido, Matt- le sonríe- aquí nadie te ha engañado. Su, siempre ha estado demente.
-Aún así, la amo.- responde con orgullo.
-Entonces no te quejes, guapo- le tocó la punta de la nariz, imitando a su hermana y emprendió el camino a la entrada de Palacio.
-¡Están aquí!- grita Isabella corriendo hasta ellos y echándose en sus brazos.
-¡Obvio que estamos aquí!- responde Su, rodando los ojos.
-No podíamos soportar un día más sin conocer a nuestro sobrino.
-Me tienen loco, no dejan de hablar de Nael.
Se abrazaron con mucho cariño, mientras reían alegres.
-Bienvenidos nuevamente a Norusakistan- dijo El Jeque, quién aparecía con el pequeño en brazos. - Que Alá bendiga su estadía en nuestras tierras.
-¡Por Dios!- Exclamó Su, llevándose ambas manos a la boca, al ver aquel bultito rosado y hermoso.- ¡Es hermoso!- gimió.
-Un gusto verle, Excelencia- dijo Ivette.
-Un placer que nos reciba nuevamente, Majestad- añadió Matt.
-Palacio es su casa, pueden venir cuándo quieran, nosotros somos los dichosos de tenerles aquí y nuestra Reina, evidentemente está muy feliz. Norusakistan, es también su pueblo.
-Muchas gracias- respondió Ivette- ¿puedo cargarlo?
-¡No!- exclamó Su- ¡yo primero!
-Lo siento Suseth Cooper, pero yo le cargaré primero- exclamó Ivette, quién ya lo tomaba en brazos con una hermosa sonrisa.
-Eso es trampa. Yo soy la mayor- dijo Suseth, con un puchero.
-Y yo la más rápida- le dijo riendo- ¡míralo nada más!- exclamó emocionada-¡es hermoso!
-Es todo un Príncipe- dice Suseth, tomándole un dedito.
-Nada de eso Suseth, es todo un Jeque- dice Zabdiel, con una orgullosa sonrisa.
-Todo un Jeque, futura Excelencia- responde ella y todos ríen alegremente.
-Pasemos al salón- dice Isabella- pediré que nos lleven té y galletas, luego podrán descansar un poco.
-Es tan lindo- decía Suseth, mientras mecía al niño en sus brazos.
-Si quieres puedo darte uno muy hermoso- le dijo Matt, con picardía mientras movía ambas cejas arriba y abajo. Todos rieron.
-Calma, calma guapote. Ni te has casado y ya quieres babys- los presentes rieron felices.
-Pues no soy yo el que está babeando por el futuro Jeque- responde Matt, elevando ambas manos en señal de defensa.
-Deja los celos, no seas tonto, mi amor. Sabes que te quiero sólo a ti- Ivette, los miró con una triste sonrisa.
Isabella, tenía a Zabdiel que la hacía feliz. Su, tenía a Matt, y ella. . . bueno, ella tenía a su almohada, suponía.
-¿Han llegado al fin nuestros invitados?- la profunda voz del Príncipe reclamó la atención de los presentes.
-Así es, Alteza- le dijo Isabella, con una gran sonrisa- al fin han llegado.
-Veo que eso le ha otorgado una infinita felicidad, Majestad.
-Así es- responde Isabella- tengo aquí a mis amigos, mis hermanos, son una parte importante de mi- Responde la rubia con una sonrisa.
-En un placer saludarles, bienvenidos a Norusakistan, Que Alá bendiga su estadía en nuestras tierras- sus ojos fueron directamente a los de Ivette, quién lo miró un momento.
-Gracias, Alteza- dijo y luego desvió la mirada.
-Muchas gracias, Alteza. Es maravilloso estar aquí nuevamente- añadió Suseth- vinimos especialmente a conocer a Nael, este hermoso ya nos robó el corazón.
-Es algo irremediable, señorita Cooper- le dedicó una enorme sonrisa- según mi madre, Nael es lo más hermoso de la casa. Evidentemente se ha olvidado que su hijo pequeño soy yo.
-Lamentable Alteza, sé lo que es pasar a segundo plano- lo miró con malicia- Cuando Vetty nació, hasta allí llegó mi reinado- se encogió de hombros- lo superará, usted al menos ya es adulto.
-Buen consejo, Suseth- le sonrió, sentándose en un hermoso sillón, frente a Ivette- seguramente lo supero en un par de siglos- dijo con tono dramático y todos rieron.
-¿Cómo está usted, señorita Ivette?- le preguntó con un tono dulce. Ivette, levantó sus ojos hasta él y lo enfocó, negándose a ceder nuevamente desviando la mirada.
-Estoy muy bien Alteza, afortunadamente me ha ido de maravilla.
-¡SIII!- gritó Suseth- había olvidado contarte Isabe. . . Majestad- se corrigió- es una gran noticia.
-¿A sí?- la miró sonriente-¿De qué se trata?
-Suseth, creo que. . . – comenzó Ivette.
-¡Vetty, está saliendo con James!- gritó alegremente. Y luego cuando Nael, gimoteó un poco, lo meció hasta que volvió a quedarse tranquilo.
-¿James?. . . – Isabella, frunció el ceño- ¿Quién es James?