Los sentimientos deberían tener una especie de interruptor, uno debía decidir cuando accionarlo y cuando prescindir de ellos, de ese modo las personas se evitarían tanto dolor y sufrimiento.
Llevaba tres meses saliendo con James, y era un chico realmente hermoso, la trataba como toda una dama, le hacia lindos presentes y era muy respetuoso, siempre haciendo gala de sus buenos modales y su gran educación.
Teniendo un hombre así, ¿cómo era posible que suspirara pensando en aquel diablillo del desierto?, era hermoso, eso si. . . .Increíblemente hermoso, pero también era descarado, sarcástico, sinvergüenza, mujeriego, y se creía el ombligo del mundo.
¿Por qué había cometido la estupidez de fijarse precisamente en él?, además de todos esos claros defectos, su costumbre era tan diferente, era cierto que había funcionado con Bella y Zabdiel, pero. . . El Jeque adoraba a su amiga, la amaba con locura, se veía en la forma en que la miraba, en los gestos que le dedicaba, en como le hablaba, ese hombre moría de amor por su amiga. . . pero su hermano, el Príncipe, era todo lo contrario al Jeque.
No tenía futuro alguno a su lado, así que lo mejor era no dejarse arrastrar por las pasiones y los bajos instintos carnales, porque de nada valdría satisfacer los deseos del cuerpo, cuando el alma no estaba siendo alimentada. Bien podía sonar anticuada y del siglo pasado, pero había decidido no dormir con un hombre, no hasta el matrimonio, pero al menos hasta estar segura de que lo que sintiese fuese amor, y lo más importante. . . estar segura de ser correspondida con el mismo amor, y era obvio que ese no era el caso de Zahir Amir Mubarack Mararmara, él no era hombre de una sola mujer.
Casi gimió frustrada. Y decidió intentar dormir algo antes de la hora del almuerzo, el viaje había sido largo y agotador.
No supo cuando se quedó dormida, pero despertó con un fuerte llamado a la puerta.
-Adelante- dijo algo dormida aún. Una hermosa chica de largo cabello y lindos ojos oscuros como el azabache había entrado y la miraba sonriente.
-Su Majestad, la Reina me ha pedido que le informe que en media hora se servirá la comida.
-Claro- le sonrió con ternura- estaré allí. Muchísimas gracias, Maishea.
-¿Necesita que la ayude a bañar?
-No, no hace falta, lo puedo hacer sola- respondió incomoda, no entendía eso de bañarla, no era una niña.
-¿Le preparo el baño?
-No Maishea, puedo hacerlo sola- repitió- Si te necesito, te llamo.
-Con su permiso, señorita Cooper.
-Adelante.
Maishea, era una linda chica, bastante amable y muy atenta, era la segunda vez que venía a Norusakistan y en ambas ocasiones la habían seleccionado como su ayudante. Era dulce, cariñosa, muy atenta y servicial. ¿Sería casada?, seguramente si, las chicas jóvenes y exóticas como ella, no duran solteras en un país como este. Naiara, también era joven y muy bonita y había tenido la dicha de casarse con un buen hombre como Haimir, que evidentemente la adoraba.
Casi lloró frustrada. Haimir y Naiara, Isabella y Zabdiel, Suseth y Matt. Todos se casaban, todos era felices. . .todos, menos ella.
Después de alistarse para la comida, se miró por ultima vez en el amplio espejo y sonrió triste. Ella también era hermosa. . . . Quizás James. . .
Bufó de nuevo y se encaminó a salir de su habitación.
Caminó por el pasillo y casi grito asustada cuando una mano la tomó del hombro mientras caminaba.
-¡Oh por Dios!- gimió girándose para ver quién la sorprendía- ¡casi me mata del susto, Alteza!- lo miró con ojos enormes y una mano en el pecho.
-Siempre he presumido de mi supuesto gran atractivo, señorita Cooper, es una decepción que me haga saber de esta manera, que soy tan feo que podría matarle del puro susto.
-¡Qué buen humor tiene hoy!- le dijo intentando calmar los saltos que daba su corazón. . . y ya no eran causados por el susto.
-Siempre- le dedicó una hermosa sonrisa- el mal humor es para gente poca agraciada- dijo con arrogancia- los atractivos tendemos a sonreír para no arruinar nuestra belleza.
-¡Es tan vanidosos que seguramente su habitación está llena de espejos!
-¡Con qué quiere entrar a mi habitación- le dijo con todo seductor, y luego ronroneó- será un placer mostrársela!
-¡Lamento decepcionarlo, Alteza- le dijo indignada, intentando no ruborizarse y mantenerse lo calmada. . . . Como si fuese posible- pero no tengo el mínimo interés en conocer sus aposentos!
-¿Sabe cuál es su problema, señorita Cooper?- le pregunta- te gusto, lo sé- afirmó- pero te niegas a seguir tus instintos, a dejarte arrastrar por la pasión que sabes, encontraras en mis brazos- dijo arrinconándola contra la pared.
Ivette, sintió como la pared chocaba con su espalda y quiso gritar y salir huyendo, porque había recordado el beso. . . el estúpido beso.
-¿Sabe cuál es su problema, Alteza?- contraatacó preguntándole en el mismo tono y él elevó una ceja cuando la tomó de la cintura y ella en vez de intentar alejarse se acercó a él, dejando su rostro a escasos centímetros del suyo. El Príncipe dibujó una hermosa media sonrisa en su rostro- además de tener unas manos muy largas, claro- le dijo irónica- Que se cree que es tan atractivo e irresistibles, que cree que por pertenecer a la familia real tiene derecho a todo lo que desee, pero déjeme decirle algo, Alteza. Aunque su palabra sea ley en Norusakistan, yo soy inglesa, no es Mi Príncipe, no le debo nada y no me someto a usted, su palabra para mi vale lo mismo que la palabra de cualquier mortal en el mundo. Así que, Principito manis largas, manténgase alejado de mi. - Le dijo y luego lo apartó y se encaminó rápidamente al salón donde la esperaban.
El Príncipe no pudo quedar más sorprendido.
¿Aquella mujer se había atrevido a rechazarlo?
¿Le había dicho realmente esas palabras?
¡¿A él?!
¡¿Al Príncipe?!