Jayne no logró dormir mucho esa noche, después de que Christian la dejara confundida por sus palabras y con cientos de preguntas trató de relajarse y no pensar más en él. Pero le fue imposible.
«Lo que pasó hace cinco años, tuvo una razón Jayne, y eso te hubiera hecho más daño»
Esas palabras se repetían en su cabeza.
¿Qué habrá querido decir con esas palabras? - se preguntó Jayne mirando el techo de la cama de su habitación. Aún no se había cambiado para ir a desayunar con sus padres.
Aunque prefería evitarlos, sabía que de lo único que hablarían sería de la boda con el conde, y no quería recordar su realidad.
«Para estar juntos, otra vez»
¿Acaso Christian pretendía hacer algo para evitar la boda?
-No, él también se casará con... - Jayne abrió los ojos cuando se percató del detalle que había olvidado -... ¡Se casará con la hija de mi futuro esposo!
No podía tener tan mala suerte. Ya estaba más que convencida de que no había nacido para ser feliz. Lo mejor sería irse de Londres y alejarse de todos, dejar su vida atrás y comenzar una nueva.
-Sería un buen plan...
-¿Jayne, por qué estás hablando sola? - su madre la miró frunciendo el ceño desde la puerta de su habitación.
Jayne se incorporó quedando sentada en su cama, miró a su madre como si fuera una extraña.
-¿Mamá, sabías que la hija del conde se casará con... - Jayne pensó una, dos, tres veces antes de decir el nombre - ...Christian?
-Todo Londres lo sabe, Jayne - claro, pero justo a ella se le había olvidado ese detalle -. ¿Y a qué viene eso ahora? No debe de interesarte con quien se case Christian.
-No me interesa, mamá. Lo curioso es que el conde quiera tener un heredero cuando su hija se casará con un Marqués y puede tener el doble de su fortuna.
-Es normal que quiera un hijo varón, Jayne. Todos los hombres quieren uno - respondió Juliet -, por eso debes esforzarte por darle un niño al conde.
-Lo dices como si fuera mi decisión, las mujeres no escogen el sexo de los bebés.
-Lo sé.
-En ese caso, si llegara a tener hijos con el conde... - su madre la detuvo.
-Vas a tener un hijo con el conde - afirmó y Jayne no estuvo muy segura de eso, uno, para tener hijos, tendría que compartir la cama con él, pero decidió seguirle la corriente a Juliet.
-Cuando tenga hijos con el conde, puede que sea una niña, y él no puede reclamarme - dijo Jayne.
-Olvidaba lo instruida que estabas en el tema - Jayne rodó los ojos y volvió a recostarse en su cama.
-¡Mamá! - reprochó Jayne.
-Mejor levante y alístate, puede que el conde te visite hoy - dijo Juliet.
-¡Pero si nos vimos ayer!
-Pero se van a casar - respondió su madre buscando entre los vestidos de su hija uno acorde para la situación, sacó uno de un tono rosa pastel con encajes blancos y dorados -, este es muy hermoso, pero no para hoy.
-Por eso mismo, si nos vamos a casar, no deberíamos vernos hasta el mismo día de la boda.
-¡Jayne! Mejor que tu padre no te escuche - Juliet le tendió un vestido morado con detalles blancos, era hermoso, pero Jayne frunció el ceño al ver que era uno de sus vestidos escotados, esos que había mandado a confeccionar con la Sra. Jayson para ocasiones... especiales.
-¿Acaso quieres que me ofrezca al conde, mamá?
-¿Cómo puedes decir eso, Jayne? - preguntó su madre y ella señaló el vestido - ¡OH! Entonces usa este.
Era uno azul celeste que venía acompañado con una gargantilla a juego, era hermoso y más recatado, aunque tenía sus cosas.
-Además, tengo planes para esta mañana, mamá - se levantó y miró el vestido.
-¿A dónde iras? - preguntó Juliet frunciendo el ceño -. Deberías esperar la visita del conde.
-Iré a visitar a Liviana y a los niños - respondió Jayne.
-¡Oh! La duquesa de Agnes, es una joven fuerte, ha sufrido mucho al lado de su esposo.
-Mamá, ellos son felices ahora - dijo Jayne -, ¿me haces un favor? Dile a Eda que la estoy esperando, y que traiga el desayuno también.
-¿No desayunarás con nosotros? - Jayne negó - Pero Jayne...
-Mamá, estoy algo apurada.
Una hora más tarde, Jayne llegó a la residencia Agnes, y fue recibida por la Sra. Rose.
-No es necesario, sé perfectamente el camino - dijo Jayne sonriendo amablemente, como no recordar la casa en la que vivió por un año.
-¡Jayne! - vio a su amiga y sonrió, rápidamente la alcanzó y la abrazó -. Pensé que te habías olvidado de mí.
-Nunca me olvidaría de mi amiga. Y dime de los niños.
-Ven, aprovecha que están despiertos, a ver si te cansan un poco como a mí.
Jayne vio a los hijos de Liviana y se le encogió el corazón, anhelaba tener un hijo, sería la mujer más feliz del mundo.
-Son preciosos, y la pequeña Mary es muy parecida a ti, Liviana.
-Marcus dice lo mismo, en cambio, Alexander, es un mini Marcus.
-Creo que tenemos un rompe corazones en la familia - dijo Jayne y las dos rieron. Después de un buen rato jugando con los niños al fin se durmieron, ambas salieron de la habitación directo hacia el jardín.
-¿Por qué no me dijiste que te casarás? - preguntó Liviana claramente ofendida con su amiga - Lo supe por Marcus, y hoy la revista de Lady Kennt lo ha publicado.
-Lo siento, es que todo pasó tan rápido, fue de un día para otro, mis padres me dijeron...
-Lo entiendo, Marcus me ha explicado todo, tu hermano se lo ha contado, y también me ha dicho la exagerada reacción de Christian.
-También fue a verme casi a media noche en mi habitación.
-¡No puedo creerlo! - dijo Liviana.
Jayne le contó todo lo que había pasado con Christian la noche pasada. Liviana estaba conmocionada.
-¡Vaya! Christian es una caja de sorpresas, quien iba a decir que reaccionaría así. Además, eso de que hubo una razón para hacer lo que hizo...
-No sé si creerle, es tan confuso todo, pero habló con tanta sinceridad, Liviana.
-No sé qué decir sobre eso, pero le preguntaré a Marcus, tal vez él sepa algo.
Por otro lado, Christian estaba ansioso, esperaba a su padre en su despacho, lo había citado para hablar seriamente. Y esperaba que todo saliera como quería.
-Hijo - saludó Lewis Evans, padre de Christian -, ¿querías verme?
-Sí - Christian lo miró seriamente y decidió ir directo al punto -. Como Marqués de Winchester, te voy a pedir que olvides todo lo relacionado con Lady Jayne y su familia, necesitaré que me entregues las pruebas del secreto de la familia William.
-¿Perdón? - preguntó su padre.
-Ya me has escuchado, padre.
-Exacto, soy tu padre, Christian, podrás tener el título ahora, pero siego siendo superior a ti, me debes obediencia y respeto.
-No cuando de eso depende mi felicidad - dijo Christian levantándose de su lugar.
-¿Y cuándo obtengas lo que quieres que harás? - preguntó Lewis.
-Lo que no me dejaste hacer cinco años atrás - respondió Christian muy seguro de sí mismo, su padre rápidamente empezó a reír con ganas.
-No me digas que quieres casarte con esa mujer, no me hagas reír, Christian - dijo Lewis -. Sabes perfectamente que se casará con el conde de Warwick, y tú te casarás con su hija.
-Eso no pasará.
-No estés tan seguro - Christian vio la amenaza en los ojos de su padre -, sabes que esa mujer no te conviene.
-¿Por qué lo dices tú? - lo encaró -. Hace cinco años hice lo que querías, pero solo lo hice por ella, porque sabía que eso la destruiría.
-Y por eso dejaste que te odiara a ti, y no a su familia, ¿no? - Lewis miró a su hijo con algo de ira -
-Solo quiero que olvides a la familia William, me entregues las pruebas y todo en paz.
-Aunque te entregue esas pruebas, no cambiaría nada, los William continuarían bajo mi poder - dijo su padre.
-¿Qué quieres decir? - preguntó Christian.
-¿Pensaste que solo tendría esos papeles? No, Christian, deberías de saber que tu padre es más inteligente que eso. En mi poder están los pagarés de Caleb William, toda la deuda que ha acumulado año tras año.
-No lo harías...
-Sí, los duques quedarían arruinados totalmente si reclamo mi parte, propiedades, residencias, negocios, lo perderían todo - señaló Lewis punto por punto.
-¿Por qué tanto rencor hacia esa familia? ¿Qué te han hecho para que quieras arruinarlos así? Jayne era inocente, y a quien arruinaste fue a mí, papá.
-Tonterías, Christian, te hice un favor al hacerte dejar a esa mujer.
-¡Sabías que yo la amaba! - gritó exaltado - ¡Y aun así, me castigaste haciendo que la dejara! - Lewis miró a su hijo negando con la cabeza - Sabes que la amo, y te juro papá, que esta vez no me quedaré de brazos cruzados mirando como otro se queda con la mujer que amo.