/0/8481/coverbig.jpg?v=2dedf9df961894ac75a957c9a23b6581)
Es difícil entender mis propios pensamientos y mis propias emociones, no sé cómo apagar este fuego interior que me tiene inquieto buscando satisfacer mis necesidades carnales, jamás en vida he sido infiel, aquella idea nunca había pasado por mi mente hasta hace un par de meses. Me pregunto que fue aquello que me ha mantenido satisfecho durante años, quizás nunca lo sepa, pero desearía volver a estar en ese estado en el que no necesitaba nada más.
Ser infiel no me da miedo, lo que me da miedo es probar otros labios, otras caricias, y otro cuerpo que me haga perder la cabeza, es un riesgo que hay que correr. Dios, que tan bajo he caído, viniendo a esta clase de zonas, sin embargo, lo que me trae aquí no es el lugar si no la mujer.
Busque a Zafiro en donde normalmente se encontraba, ella al ver mi auto sonrió, una parte de ella sabia que esta vez estaba decidido a contratar sus servicios. Baje la ventanilla y ella se acerco con sensualidad sin dejar de mirarme directamente a los ojos, podría jurar que incluso exageraba el movimiento de sus caderas al caminar.
- ¿Porque un hombre tan atractivo y con un auto de lujo está en esta zona de la ciudad buscando una sexo servidora?, la última vez te dio miedo, espero que esta vez vengas preparado. - Dijo Zafiro con una sonrisa en el rostro.
- No sólo estoy buscando sexo, estoy buscando algo más y tú tienes algo que me atrae, no puedo decirte exactamente que es, pero estoy seguro de que no me estoy equivocando. - Respondí.
- En pocas palabras soy la afortunada de compartir la cama contigo por unas horas. -
- Si quieres decirlo así, son las palabras justas. -
- ¿Que estas buscando?, ¿hombres tal vez?, porque esa zona está a un par de calles más. - Era hermosa, sus labios gruesos y pintados de color durazno me mantenían atento a sus palabras.
- Te estoy buscando a ti, quiero encontrar y satisfacer mi deseo. -
- En todos mis años como sexo servidora, nunca había escuchado tal cosa. Espero no seas un psicópata o un asesino en serie. -
- No, nada de eso, un asesino en serie no conduciría un BMW. -
- Bien, $4000 pesos 2 horas, corazón. -
- No importa el precio, solo quiero que subas al auto, pero ya. - Respondí con un tono de voz enérgico.
- Uy, ya empezamos muy bien. - Dijo Zafiro mordiéndose los labios. Subió al auto e inmediatamente el ambiente se inundó con el aroma de su perfume que no era del todo agradable para mí nariz, aunque no soy un experto en perfumes se notaba que era económico. Al sentarse en el asiento del copiloto, la muy corta falda de Zafiro se subió arriba de la rodilla, dejando ver sus largas y bien formadas piernas casi por completo, volviéndose un imán de miradas que no podía controlar.
- ¿Qué pasa?, nunca habías visto un par de piernas. - Preguntó riéndose.
- No como las tuyas, ¿te incomoda? -
- Para nada, estoy acostumbrada a todo tipo de miradas. ¿Y que tienen de especial las mías? -
- Son largas, hermosas y muy bien trabajadas, se nota que haces ejercicio. - Respondí nervioso.
- Y en unos momentos que me veas en 4, te van a gustar más mis caderas y glúteos que las piernas. - La respuesta de Zafiro me hizo sentir un cosquilleo en la entrepierna, haciendo que mi sexo se pusiera duro y erecto. Algo que se notaba a simple vista y ella se dio cuenta.
- Que rápido se enciende el amiguito. Espero que no termines así de rápido como empezaste. - Dijo Zafiro riéndose, su sentido del humor era bastante ácido y colorado.
- No sé qué vaya a pasar, pero lo menos probable es que salgas decepcionada de este encuentro. -
- Ja, ja, ja, eh escuchado tantas veces eso que ya no les creo a los hombres. -
- Pero no lo habías escuchado de mí. -
- ¡Detente, aquí es el hotel donde trabajamos! - Exclamo Zafiro.
- No vamos a ir a ese hotel, te llevare a uno mucho mejor. - Respondí.
- ¿Debería desconfiar?, porque estoy a punto de salir del auto. -
- Tendrás que correr el riesgo, lo valgo. - Zafiro en el interior sabía que no tenía por qué desconfiar de mí.
- Espero no arrepentirme después, noto que tu ego es más grande que la capacidad de este auto. -
- Y si lo haces será muy tarde. - Dije con un ligero tono de burla que no me salía del todo bien. -
- ¿A dónde me llevarás? -
- Al hotel Sofitel que está en reforma. -
- No puedo tardar mucho, no suelo dedicar más de 2 horas con un solo cliente. -
- ¿Cuánto ganas en tu mejor día? -
- No es por presumir, pero aproximadamente $20,000. - Por lo hermosa que era Zafiro, creí que ganaba más. -
- Te pagaré el doble, así que no tienes de que preocuparte. Tardaremos el tiempo que tengamos que tardar. -
- Aún estoy que no me la creo. Si tienes tanto dinero, ¿porque no fuiste a otro lugar de más categoría? -
- No es el lugar, eres tú. -
- Ja, ja, ja, eres tan mentiroso que das miedo. -
- Es la primera vez que voy a vivir esta experiencia y tenía que ser con una mujer que me interese y que desee a simple vista. -
- Lo note desde la primera vez que hablamos, pero eso no responde mi pregunta. - Respondió Zafiro.
- Lo sabrás a su tiempo. -
- Eres todo un misterio, y a todo esto, ¿cuál es tu nombre? -
- Alessandro. -
- Hasta nombre de telenovela tienes, y ahora que lo sé creo que no podría quedarte otro nombre. -
- Lo sé, va con mi personalidad. - Dije con una voz pícara y sarcástica.
- Creo que acabo de elevar tu ego hasta el cielo, ¿eres así todo el tiempo? -
- No todo el tiempo, pero si la mayor parte. -
- Que odioso debe ser tener que soportar a un hombre tan ególatra todos los días, pobre de tu esposa. - Zafiro lanzó ese comentario como anzuelo para ver si revelaba mi estado civil.
- Al menos no se ha quejado en todos estos años. -
- Una mujer no se queja en presencia del hombre. Eres casado, lo debí suponer. Los hombres casados son mis clientes más frecuentes, yo soy el motivo por el cual sus respectivos matrimonios no se han roto y en el caso de otros tantos más soy el motivo de sus divorcios. -
- Que interesante, ¿porque crees que pase eso? -
- Porque conmigo hacen todo lo que no se atreven hacer con sus esposas, vienen dispuestos a realizar todas sus fantasías y al llegar a casa están dispuestos a amar a sus esposas nuevamente, motivados por el sentimiento de culpa. -
- Quizás tengas razón, no puedo afirmarlo hasta que no lo viva. -
- Hoy al llegar a tu casa serás un hombre diferente, eso te lo puedo asegurar. -
- Seré el mismo hombre con otra perspectiva, eso es todo. -
- Tú me dirás si tengo razón el día de mañana. -
- Yo solo quiero saber si mi deseo está en ti. - Zafiro no supo que contestar, solo miro hacia enfrente como si estuviera muy interesada en el camino y no dijo más hasta que estacione mi auto frente a Sofitel, bajamos del auto y uno del ballet parking quedo impactado por la belleza y sensualidad de Zafiro mientras bajaba del auto. Le entregue mis llaves y el me dio un ticket con el cual pedir el auto al salir del hotel. No puedo negar que me causaba un poco de vergüenza que la gente me mirara con Zafiro, ya que por su atuendo era más que evidente sus orígenes, no podía ocultar que era una sexo servidora.
Me acerque a recepción para solicitar mi habitación, y Zafiro tomo asiento en la sala de espera. - Buenas tardes, señorita mi nombre es Alesandro Buendía, tengo membresía y necesito una habitación. -
- Muy buenas tardes, señor Alessandro, bienvenido, ¿qué habitación necesita? -
- La presidencial por favor. - Tenia alrededor de 5 años que no venía a este hotel, la última vez que vine fue con Laurence, en aquellos días en los que imaginábamos que aun éramos novios ansiosos de un lugar diferente a nuestro hogar en donde hacer el amor.
- Perfecto señor, ¿su pago será en efectivo o con tarjeta de crédito? -
- Tarjeta de crédito, por favor. - Dije mientras entregaba mi tarjeta american express black. - Una cosa más, podrían hacer el cargo con otro nombre que no sea el del hotel. - La precaución ante todo es lo más importante.
- Por supuesto que sí señor, aparecerá en su estado de cuenta como restaurante lombrich. -
- Eso estaría muy bien. -
- Le entrego su tarjeta de crédito y la tarjeta que es la llave de la habitación. ¿Necesita que llevemos su equipaje? -
- No se preocupe mi estancia será solo de unas horas, le agradezco la atención y que tenga una buena tarde. -
- Igualmente señor que disfrute su estancia. -
Camine de vuelta a la sala de espera donde se encontraba Zafiro, note que estaba un tanto impaciente e incómoda, ya que no son los lugares a los que este acostumbrada visitar y a eso hay que sumarle las miradas furtivas y libidinosas de los hombres, las miradas de celos y desprecio de otras mujeres en el hotel. - Listo, ¿subimos? - Pregunte estirando la mano derecha.
- Si por favor, es demasiado incomodo estar en este lugar. Las mujeres me miran de manera horrible y los hombres me hacen el amor con sus ojos. -
- Los es, me di cuenta desde el momento en que bajamos del auto. - Tome del brazo a Zafiro y caminamos al elevador.
- Estoy acostumbrada a esas miradas, pero no de este tipo de hombres. -
- ¿Y cómo son este tipo de hombres? -
- Creen que son dueños de todo y que podrían hacer lo que quieran con nosotras las mujeres, por el hecho de que sus cuentas de banco son inmensas sienten que todo tiene un precio el cual pueden pagar con facilidad. Este tipo de hombres son mucho más peligrosos que los clientes con los que normalmente trato. -
- ¿Me estás diciendo peligroso? -
- No sé si tú lo seas, pero la mayoría de los hombres ricos y poderosos puede que sí. - Zafiro no podía ocultar que estaba nerviosa, esa pantalla de ser una mujer muy experimentada y segura de sí misma solo es parte de su papel de mujer de la vida galante, como suelen llamarles. Subimos al piso 5 y buscamos la habitación número 13.
- Esta es la habitación. - La puerta tenía una ranura para ingresar la tarjeta y al insertarla una luz led cambia de color de rojo a verde indicando que has ingresado la tarjeta correcta. Y las luces de la habitación se encendieron automáticamente cuando la puerta se abrió.
- Cuanta tecnología señor Alessandro. - Dijo Zafiro con sarcasmo.
- Solo la suficiente, adelante después de ti. - Dije abriendo la puerta con la mano izquierda y haciéndome a un lado para que Zafiro entrara. Me miro y entro a la habitación, por fin era mía. Admire su caminar y con cada movimiento de su cadera imaginaba la manera en que la haría mía.