Capítulo 3 En la no tan dulce espera

10 de febrero de 1963

Valeria está en un hospitalucho de Petare, en una sala sucia, oscura y de un aspecto tétrico. Tiene un olor a Alcohol y desinfectante que da náuseas. Las paredes son color gris, hay 6 camillas y en todas hay 2 mujeres a punto de dar a luz. Valeria está nerviosa, le duele la espalda, tiene ganas de vomitar, de llorar y se encuentra esta sola ya que Uriel está en un bar, como es costumbre últimamente, tomando y borracho.

Celebrando que ya pronto va a nacer su primera hija. El aroma del lugar es una mezcla a licor, madera y sudor.

- ¡Es una niña! – gritaba antes de beberse entero un vaso de cerveza.

Valeria estaba preocupada por su futuro, y el de Nicole, su bebe. Uriel nunca cumplió lo que prometió. Si trabajaba, era obrero de construcción, pero lo que ganaba lo gastaba en licor para él, y la cantidad suficiente de comida para no morir de hambre. Se había puesto muy violento, nunca le había pegado, pero solía gritaba mucho, su humor había cambiado, se enojaba por todo y se iba a beber para pasar el enojo. Dejando a Valeria sola, sintiéndose culpable por la desdicha de su marido. Seguían viviendo en la misma casa, seguían pasando las mismas necesidades, y ella seguía sin haber ido al teatro o a comer helado con él.

La madre de Valeria falleció el mismo día que ella se fue de su casa. Se despertó a las 7 am, fue a darle de comer a sus dos canaritos, quienes habían suplantado a su difunto esposo, el cual había muerto en un aparatoso accidente automovilístico. Luego se sentó en la mesa, ya preparada por sus sirvientes, al notar que Valeria no llegaba fue a buscarla a su habitación.

- ¿Valeria? – pregunta mientras toca la puerta suavemente.

- Valeria ya es tarde, baja a desayunar.

Al no obtener respuesta se abre paso dentro de la habitación y al ver la cama vacía se preocupó.

- ¡Se ha ido! ¡Hay que buscarla! – salió gritando de la habitación, pidiéndole ayuda a sus sirvientes.

- ¿ Quién se fue, mi señora? – pregunto la ama de llaves, con notoria preocupación

- ¡Valeria! No está, no sé a dónde se habrá ido. ¡Hay que llamar a la policía, a los bomberos, a alguien! – decía mientras caminaba de un lado a otro, pensado en que hacer.

La estuvieron buscado todo ese día, hasta que alguien comentó que la había visto irse con un chico a altas horas de la noche.

- ¡ No lo puedo creer! Me decepcionó, me traicionó. ¡A mi! Que le di todo. ¡Que malagradecida!

Lloró mucho, no aguantó el dolor. Esa noche sintió un dolor muy fuerte en el brazo izquierdo, seguido de un pinchazo en el pecho. Murió de un paro cardíaco, sola en su habitación.

Valeria se enteró de su fallecimiento casi dos meses después cuando decidió irla a visitar a recuperar la relación antes fracturada por su deslealtad. Al llegar a su casa en Las Mercedes se encontró con que estaba cerrada, deshabitada. Se dirigió a la casa de al lado para preguntarle a uno de los vecinos. Tocó el timbre y esperó. Luego de unos minutos apareció una señora de aspecto descuidado, parecía haber estado limpiando el piso de su hogar.

- ¿ Que quieres, niña? No damos limosnas.

Valeria se sintió realmente ofendida por el comentario, pero decidió ignorarlo y enfocarse en el punto.

- No, no vengo a pedir dinero. Sólo quería preguntarle si usted sabe algo de la casa de al lado, y el porque está vacía.

- La bruja se murió hace dos meses, le dio un infarto al descubrir que su hija se había ido de su casa con un ladrón. O al menos, eso fue lo que dijeron. Luego como ya no había quien les pagara, los empleados del servicio cerraron la casa y se fueron.

Valeria tenía los ojos llenos de lágrimas, se sentía horrible, la peor hoja del mundo. Había tomando una mala decisión y he aquí el resultado.

- ¿Porqué tanto interés? – pregunto la señora, viéndola desde arriba hacia abajo, tratando de reconocerla.

Lo cual era un trabajo complicado, ya que Valeria había adelgazado muchísimo, llevaba el cabello recogido en un moño y usaba ropa desgastada por las múltiples lavadas al ser la única que tenía.

- No, es que, era mi tía. Tenía mucho tiempo sin verla y quise venir a visitarla. Lamento mucho oír eso. – dijo Valeria, secándose las lágrimas rápidamente -Gracias por ayudarme, que tenga buen día.

Valeria estaba sentada en la sala de su casa, tomándose un café, cuando sintió un retorcijón en el estómago nada común. Salió corriendo al baño y devolvió todo lo que había comido ese día. Después de ese momento, 9 meses después, Valeria, con 25 años de edad, dio a luz a Nicole.

Nicole Estefanía Torres Acevedo, nació el 10 de febrero de 1963 a las 4:57 pm. Era muy linda, peso 3,20kg y midió 50 cm. Fue un parto rápido sin mucho dolor.

Cuando Valeria la escucho llorar se sintió feliz por primera vez en mucho tiempo. Esa felicidad no duró

Durante los primeros 3 meses fue muy complicado, Uriel casi no estaba en casa, Nicole lloraba mucho y Valeria también, por razones diferentes, pero también lloraba. Desde la llegada de Nicole se había vuelto muy sensible y lloraba hasta por ver las hojas de los arboles caer. Ella ya sabía que sufría de depresión, pero había ido empeorando cada vez más. El dinero que se había llevado consigo el día de su escape se había acabado hace mucho tiempo y ya no tenía para comprar comida, ni su medicina. Ahora dependía totalmente de Uriel.

Cuando Nicole cumplió 5 meses hubo un pequeño cambio para bien; a Uriel lo habían contratado en una empresa de construcción muy prestigiosa y ganaba bastante bien. Se les hizo más fácil la vida y, a pesar de que Uriel solía derrochar el 75% de su sueldo en el bar de la esquina y una que otra musa, pudieron vivir tranquilos por un tiempo.

Claro que en algún momento los contratos se terminan y las construcciones son culminadas. Durante tres años estuvieron bien. Un respiro de tres anos donde Nicole pudo tener las cosas que necesitaba, y donde Valeria pudo tratar con medicamentos su problema de depresión.

24 de diciembre de 1966

Valeria lloraba porque estaba sola con su bebe y carecían de muchas cosas, no tenían ropa, no tenían alimento, y ella no tenia sus pastillas, que al hacerle la vida un poco menos miserable la habían vuelto adicta. Ahora, además de depresión, sufría ataques de ansiedad, le sudaban las manos, solía sentir que le faltaba el oxigeno, no podía dormir, pensaba mucho en futuro y constantemente le temblaban las manos y las piernas sin que ella pudiese controlarlo. Era una mezcla nada buena, la verdad. Además de que vivían en una zona muy peligrosa. Era común escuchar ráfagas de disparos a toda hora del día o salir a comprar algo en la bodega de la esquina y encontrarse algún cuerpo con el rostro desfigurado tirado en el medio de la calle.

Uriel ya no estaba nunca en casa, y se decía en el barrio que tenia más de una amante. Eso dañaba el honor y la dignidad de Valeria. Se sentía poca cosa, incapaz de hacer algo bien por su hija. No podía trabajar porque nunca estudio, no aprendió a hacer más que no fuese cocinar o ser sumisa ante Uriel, y aunque pudiese ¿con quién dejaría a la niña? No tenían el dinero para pagar cuidadora.

Nicole, ahora con tres años de edad, era una nena realmente hermosa. Tenia el cabello rojizo, y ojos color negro, de tez blanca y un ligero rastro de pecas alrededor de la nariz que la hacían ver muy tierna. Era muy inteligente a diferencia de las niñas de su edad. Ya identificaba los animales, los colores, los números y las letras. Hablaba muy bien y tenia un tono de voz dulce, parecía que cantaba en lugar de hablar.

Un día, Valeria estaba en un parquecito cerca de su hogar, jugando con Nicole, cuando se le acercó un muchacho poco más joven que ella, quien al notar su extraño temblor y su aspecto pensó que podría ser una oportunidad para hacer negocios.

- ¿Que linda tarde cierto? – comento el chico para romper el hielo, mientras tomaba asiento a su lado.

- Si, el clima es muy agradable. – respondió una desconfiada Valeria, nunca había sido buena para hablar con el sexo opuesto

- Es terrible que no pueda salir a disfrutar mas seguido tardes como estas. – dijo el hombre con aspecto triste y desolado

Valeria guardo silencio, y al ver que no tenía intenciones de responder el chico continuó

- Es que mi trabajo no me lo permite. Vendo medicinas naturales a muy bajo costo y suelo llevarlas de casa en casa para ofrecer un mejor servicio a mis clientes. Y dispongo de poco tiempo para relajarme. Hoy porque una clienta no estaba en casa y no tuve que asistir a esa reunión.

- Entiendo.. – Fue toda la respuesta que Valeria dio.

Una hora más tarde, cuando ya se iban a casa. Valeria vencida por la curiosidad decidió preguntar

- ¿ Tienes pastillas para la depresión? Es que yo tenía mi medicina, pero tuve que dejarla porque se me hizo imposible costearla...

- ¡Pero por supuesto que sí! De hecho, la clienta que me cancelo esta tarde me había pedido de esas y justo acá tengo un blister conmigo. Es muy económico, si quieres te la puedo dejar y la otra semana nos vemos aquí y me pagas. Se ve que eres alguien honesta, confiare en ti.- dijo con mucha seguridad y sin dan tiempo de que lo pensara mucho, le dio el blister a Valeria y salió de parque

Y así, Valeria tomo otra mala decisión. Cada sábado por tres meses, Valeria iba al arque a buscar su medicina y pagaba un monto que cada día elevaba más y más. Hasta que ya no pudo seguir cancelando y comenzó a pedir prestado. Valeria se volvió adicta a una droga que no la estaba ayudando a mejorar, solo le dormía los sentidos y la hacia sentir feliz y relajada. Se endeudo con muchas personas y su condición empeoro. Valeria no le daba la atención necesaria a Nicole, quien, desde muy pequeña, y obligada por las circunstancias, aprendió a ser autosuficiente.

            
            

COPYRIGHT(©) 2022