Bajó la caja con el vestido y la puso en el suelo, con unas cuantas patadas la ubicó debajo de la cama.
-¡Ese vestido de mal gusto que se lo ponga Tarzán! -resopló con indignación.
-¿Te atreverás a desafiarlo? Anastasia, aunque cueste aceptarlo, él tiene la última palabra. Justo ahora dependes muchísimo de su buena voluntad. -Malena intentaba aconsejarla porque sabía que era una mujer temperamental.
Para Anastasia esta invitación se había convertido en un reto. Además, Jhon Anderson había actuado de forma imponente, ni siquiera la había dejado expresarse.
Le enseñaría que ella también podía tomar sus propias decisiones y que debía tratarla con respeto.
Estuvo despreocupada por la invitación durante todo el día. Por el contrario, prefirió concentrarse en la remodelación de la casa; sin embargo, en ocasiones se mostraba pensativa, pero en su rostro se dibujaba la maldad.
-Deberías descansar, recuerda que debes asistir a ese evento y por lo general son largos y tediosos. -Le aconsejo la empleada más joven.
-Gracias Francia, pero necesito darle vida y brillo a esta mansión de nuevo, puede que ahora no sea nuestra, pero volverá a serlo... ¡Tengo esperanzas!
La joven mujer no se atrevió a contradecirla y se quedó observando la facilidad con que retiraba la pintura agrietada de la pared.
El reloj anunció las cinco de la tarde, solo entonces Anastasia se detuvo y como se sentía que estaba agotada, se acostó en el viejo sofá.
-¡Ya tienes que comer algo! Te preparé un pollito con verduras al vapor y ensalada con guisantes. ¡Era tu comida favorita! -Anastasia suspiró justo cuando el olor del pollo invadió sus fosas nasales.
-¡Gracias mi viejita linda! Pero han pasado tantas cosas en poco tiempo y se me ha ido el apetito. -No era la primera vez que la nostalgia o alguna preocupación le cerraba el estómago-. ¡Pero no tengo hambre!
-No acepto una negativa, así tenga que darle la comida en la boca como cuando era una bebé, lo haré. -Anastasia vio que no podía luchar contra esa astuta mujer y decidió comer un poco.
-¡Te he llenado la tina! De esa forma relajas tu cuerpo por un rato para que puedas estar radiante toda la noche. -Anastasia sonrió y susurró
-¡No iré! Después de todo enviará al chófer por mí y será fácil persuadirlo. Le diremos que tengo una infección estomacal y no me he levantado del excusado en todo el día. ¡No querrá arriesgarse a que me ocurra alguna emergencia! -Sonreía con picardía.
-¡No estoy tan segura! No le conoces -replicó la mujer. Entonces Anastasia se encogió de hombros restándole importancia.
Luego de reposar quince minutos subió y se metió en la tina. El agua estaba a la temperatura que a ella le encantaba. Salió con un paño enrollado en su cuerpo y otro en el cabello, se puso su pijama favorito y vio la cama con deseo de descansar un rato.
Se sentó y poco a poco se fue acomodando hasta quedar totalmente rendida. Luego la despertó una sacudida muy fuerte para percatarse que estaba en el hombro del señor Uriana y que bajaban por las escaleras.
-¡Tienes que aprender por las buenas o por las malas! Mis órdenes son para cumplirse. No quisiste tener en cuenta mi opinión, ahora irás en pijama al evento.
Anastasia no entendía muy bien lo que estaba pasando hasta que salieron de la casa.
-¡Suéltame, animal! No puedes obligarme a asistir a un evento. ¡No somos nada! -dijo aun recordando el documento que había firmado de forma errada.
-Te dije que me acompañarías y lo harás. La lección de esta noche te enseñará que jamás debes contradecirme. ¡Me vas a respetar, te guste o no!
Si la idea de aquel hombre era verla suplicando para que le diera tiempo de arreglarse o algo parecido, estaba equivocado. Prefería ir mil veces con ese pijama y no con el vestido que él le había elegido.
-Podrás obligarme a hacer cosas que no quiero, pero jamás vas a conseguir respeto de mi parte. No me importa asistir a tu asqueroso evento, vestida en pijama.
Jhon Anderson se sintió alterado por la respuesta que le había ofrecido y la agarró con fuerza del mentón
-¡Te vas a comportar como mi mujer, aunque no te guste! Sabes que tengo el poder para desaparecer a tu padre si me diera la gana. ¡Estás perdida muchachita!
La soltó y la empujó con fuerza dentro del auto. Cuando se enfadaba era un animal que no media consecuencias. Anastasia se quedó muerta del susto por lo violento que se había tornado el asunto.
-Ahí está el vestido y los zapatos, vístete mientras llegamos y no te quiero ver haciendo mala cara.
Anastasia se contuvo para no agarrar el cinturón de seguridad del puesto del conductor y ahorcarlo.
Jhon Anderson empezó a conducir y Anastasia no se atrevía a tocar la ropa, de pronto vio que a unas cuantas cuadras estaba la policía y se le ocurrió hacerle una pequeña broma a ese cretino.
Se quitó la ropa quedando totalmente desnuda, agarró la tanga y se la puso en la boca como si se tratara de una mordaza, con una tira del sujetador se ató los pies y luego como pudo se enredó la otra tira en las manos.
Era normal que los agentes de seguridad alumbraran a los pasajeros y esa sería su oportunidad para desquitarse.
-¡Buenas noches, Señor Uriana! ¿Para dónde se dirige? -preguntó el primer oficial.
-Voy a un evento en compañía de mi futura esposa. -dijo Uriana sin mirar a Anastasia, encendiendo la luz del coche para que el policía verificará.
Anastasia puso rostro suplicante y ya se había puesto un poco de saliva en sus ojos y restregado el cabello para qué se observará con signos de violencia.
-¡Hágame el favor de salir del auto con las manos en alto ciudadano! -dijo el oficial de policía apuntándole con la pistola.
Entonces Uriana volteo a ver a Anastasia y exclamó
-¡Estás loca! -El policía le dijo que tenía derecho a guardar silencio o todo lo que dijera sería usado en su contra.