Capítulo 4 A La Prisión

El colectivo Confusión se mantenía constantemente buscando el performance ideal que impactara a la gente, que les abriera los ojos y les hiciera darse cuenta que estaban atrapados en una realidad insípida y sin sentido. Nora participaba y se sentía a gusto teniendo un grupo de apoyo, estudiantes que eran como ella y que no querían repetir las vidas de sus padres: engordar, ahorrar, envejecer y morir. Estaba convencida que tenía que haber algo más, no era posible que el paso por este mundo se limitara a asuntos tan triviales y de escasa importancia.

Pero ¿cómo podría logar sacar a las personas de ese sueño tan peligroso? Y así fue entonces que vino el siguiente paso.

Una noche estando en casa postrada en un sillón, contemplando la televisión sin mucho interés, de repente vio a un individuo, era un poderoso empresario recién liberado de un secuestro que decía:

-El secuestro, más halla de una traumática experiencia, fue un despertar y me hizo darme cuenta de que mi anterior vida era un error, vacía, hueca, que carecía de todo sentido.

-¿Y entonces qué hizo usted? -le preguntó la periodista acercándole el micrófono para que respondiera.

-Me di cuenta que estaba casado con la mujer equivocada. Lo primero que hice fue separarme.

Después me presenté en la casa de una prima a la que había amado toda la vida en silencio y le confesé cuales eran mis sentimientos, le propuse que nos quedáramos juntos. También renuncié al trabajo y me dediqué a pintar, que era algo con lo que había soñado desde muy joven. En fin, la vida me cambió por completo.

Nora, luego de escuchar la entrevista se quedó pensativa. ¿El secuestro, algo positivo? Al principio sonaba como algo disparatado, pero poco a poco, escuchando al hombre, era muy probable que en ese tiempo de retiro obligatorio el secuestrado reflexionara, hiciera un verdadero balance de su vida y todo lo que lo rodea, al punto de lograr verse a sí mismo desde lejos como si estuviera contemplando a otra persona por primera vez.

En la reunión siguiente del colectivo, Nora expuso entonces su idea:

-Deberíamos hacer secuestros exprés -les propuso al resto de sus compañeros-. La persona no lo va saber, pero la tendremos en cautiverio solo unas cuantas horas, el tiempo suficiente para que recapacite y reflexione. Buscaremos un sótano, un lugar secreto y seguro donde podamos mantenerla en cautiverio y después lo liberamos.

-A mí me parece que eso es una locura -dijo una de las compañeras-. Es un delito. Podemos terminar en la cárcel.

-No vamos a pedir rescate, además solo será por unas horas, mientras hacemos el experimento -aseguró Nora.

-Suena interesante -dijo Armando, pensando en voz alta-. Está bien claro y sobreentendido que tenemos que intensificar las acciones que vamos a tomar.

Como habría de esperarse el grupo se dividió y solo cuatro estuvieron de acuerdo. El resto de los participantes se enojaron y se retiraron del lugar, bien obstinados con la situación. Entonces comenzaron a planificar cual sería el sitio donde mantendrían en cautiverio a la persona, los caminos que iban a seguir, lo que le iban a decir al prisionero. Un amigo de Armando se ofreció a prestar su casa. Estaría solo por unos meses y nadie se daría cuenta. Eligieron el 31 de octubre, porque estaba cerca y era la celebración de halloween, lo cual les permitiría disfrazarse para pasar desapercibidos y conducir al prisionero con los ojos vendados sin que nadie se alarmara en la calle. Armando les informo que podía conseguir un taxi prestado por unas cuantas horas.

Para la primera experiencia eligieron a un jovencito de la Facultad de Medicina que tenía su propio carro para ir la universidad, que aparentaba ser de clase alta, solo se vestía con ropa de marca y se comportaba de forma petulante miraba al resto de sus compañeros por encima del hombro. Una buena lección no le vendría nada mal. Quién sabe, Quien sabe, a lo mejor la experiencia lo convierta en un tipo sensible y amable. El día acordado se disfrazaron de superhéroes e interceptaron a la víctima en el estacionamiento de la universidad. Lo subieron al taxi, lo amarraron para inmovilizarlo y le vendaron los ojos tal como lo habían planeado, acto seguido condujeron a toda prisa en busca de la salida. Calcularon cuánto tiempo se habían tomado: treinta y seis segundos.

Perfecto. Un proceso limpio y sin contratiempos.

Los guardias de la universidad no sospecharon nada al verlos a todos disfrazados sonrientes y eufóricos. El joven iba vendado, maniatado y con la boca tapada con un trapo para que no gritara. Lo llevaron hasta el escondite en treinta y ocho minutos, en el barrio Los Samanes. No había tráfico y pudieron hacer el recorrido a buena velocidad. Cuando ya lo tenían dentro de la casa, sujetado a una pared en un cuarto vacío, le dijeron:

-Escucha con atención jovencito, es hora que empieces a recapacitar. Toda tu vida no has hecho sino pisotear a los demás y sentirte superior a ellos. Ha llegado el momento de cambiar.

El muchacho no dijo ni una sola palabra se quedó callado y no respondió nada. Su altanería demostraba una seguridad en sí mismo fuera de serie. Decidieron darle unas horas para ablandarlo. Lo dejaron encadenado a un muro y bajaron a prepararse algo que comer. Se quitaron las máscaras y los antifaces de Batman, del Hombre Araña, de Batichica. Estaban felices y de buen humor. Se reían, hacían bromas y se felicitaban entre ellos. La descarga de adrenalina les tenía el ánimo a tope.

Luego Nora subió y vio al joven en la misma posición en que lo habían dejado, no se había movido.

No te alarmes no hay de qué preocuparse. Le dijo en voz baja, amistosamente:

-Solo aprovecha el silencio para reflexionar y pensar.

-Qué, ¿eres la líder de una secta espiritual? -le respondió el joven muy enojado.

-Podría decirse que sí. Hasta ahora no lo había pensado de ese modo, me parece bien.

-Se van a podrir en la cárcel, esto no va a quedar así, se arrepentirán.

-¿Te estas escuchando?, toda la vida has hablado en ese tono. Préstame atención a lo que te voy a decir ¿Por qué no aprovechas esta experiencia para ser una mejor persona?

-Locos de mierda, ustedes saben que vengo de una familia poderosa y adinerada lo que quieren es pedir un rescate. Pero ¿saben qué? Mi familia no les va a dar ni un centavo.

-Precisamente ese es el punto que queremos que reflexiones, nadie te ha pedido ni te va a pedir nada, no nos interesa tu dinero. Además no te hemos golpeado ni tratado mal.

-¿Ah, no? ¿Les parece poco tenerme amarrado aquí como un animal? ¿Creen que esto está bien y que estoy feliz?

-La gente a la que has despreciado toda tu vida se siente así siempre.

-Ustedes son unos resentidos asquerosos, malparidos -dijo con desprecio y mucho odio, luego hizo un fuerte sonido con la garganta y escupió hacia el frente.

-Que lastima, ¿eso fue lo que te enseñaron desde niño?: a escupir a los demás. Tu dinero y tu estatus no te quitan lo callejero.

-Van a ver, desgraciados infelices. Ya me llegará el momento de vengarme y reírme de ustedes.

En ese preciso momento subió Armando acompañado de uno de los otros integrantes de Confusión.

-Hay un operativo afuera en la calle. Tenemos que salir de aquí de inmediato -dijo apresuradamente.

-¿Qué? -dijo Nora asomándose en la ventana y viendo cómo un pelotón completo de agentes con chalecos antibalas tomaban posición en los alrededores.

-Este engreído a lo mejor tenía una alarma en el celular y por su puesto logro dispararla sin que nos diéramos cuenta - afirmó el otro joven.

-¿Qué? -dijo Armando, indignado-. ¿Nadie le quitó el celular a ese desgraciado?

-¡Qué estúpidos! -dijo Nora, agarrándose la cabeza con las dos manos.

-Se los van a quebrar a todos, malparidos -dijo el secuestrado, con orgullo.

-Tenemos que salir de aquí rápido -dijo Armando, tomando a Nora de la mano y bajando las escaleras-. Vamos por detrás, por las paredes de las casas vecinas. Cruzaron la sala, abrieron la puerta de la cocina y salieron hasta el patio. Cuando ya estaban a punto de trepar la pared, escucharon voces que desde el techo les decían, apuntándoles con armas largas de alto poder y largo alcance:

-¡No se muevan quietos ahí, si no quieren que disparemos! Levanten las manos y pónganlas en la nuca. Nadie tiene por qué morir hoy.

La captura fue rápida y sencilla la policía no entendía cómo habían decidido secuestrar al hijo de un general sin tener una sola arma. Como ha de esperarse, los noticieros de la noche abrieron todos con la noticia bomba, la que rompía el celofán, la que se refería a la banda de los superhéroes que había sido desmantelada en su primer operativo todo gracias a la tecnología contemporánea. Varios expertos se dieron a la tarea de explicar detalladamente el funcionamiento de estas alarmas por GPS para los casos de robos, secuestros y desapariciones forzadas.

El colectivo Confusión trato de explicar que lo ocurrido se trataba de una acción poética e inocua, por su puesto, nadie creyó semejante historia. El joven retenido conto, además, que los había escuchado reírse y celebrar el plan, mientras a él lo tenían encadenado en el segundo piso.

-Cargado de sensacionalismo, petulancia y exageración el recién liberado exclamo: De no haber sido por nuestra gloriosa Fuerzas Militares, estoy totalmente seguro que me habrían tenido allí amarrado durante meses hasta lograr el rescate que esperaban pedir -dijo con cara de afligido, como si estuviera todavía bajo el efecto del miedo.

La mamá de Nora le preguntó en su primera visita a la Fiscalía:

-¿Cómo pudiste hacer algo así hija?

-Era solo un juego, mamá. Él está mintiendo.

-¿Te parece un juego retener en contra de su voluntad a las personas y luego encadenarlas en un cuarto vacío?

-Aunque parezca mentira, sí, mamá, eso era, un juego.

Nora fue llevada a la cárcel El Renacer y unos meses después un juez dictó sentencia: le dieron diez años de prisión. La sentencia fue menor a lo estipulado en un principio, los atenuantes presentados en su defensa como: no haber portado armas el día del secuestro ni haber herido al prisionero además de no tener antecedentes penales, lograron disminuir sustancialmente la condena.

Por otra parte acordaron que si estudiaba en la cárcel, alfabetizaba a las prisioneras con menos educación y mostraba un comportamiento ejemplar, podía apelar y salir en cinco o seis años, más o menos. Solo se trataba de aguantar, mantener un buen comportamiento y de no desmoronarse.

            
            

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