El Cachorro del Dios del Hielo
img img El Cachorro del Dios del Hielo img Capítulo 2 II Deseos Prohibidos
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Capítulo 6 VI Sweet Nothings img
Capítulo 7 VII En sus Manos img
Capítulo 8 VIII Rendición img
Capítulo 9 IX Caja de Pandora img
Capítulo 10 X Entierro de Sentimientos img
Capítulo 11 XI Viaje Espiritual img
Capítulo 12 XII Recomenzar img
Capítulo 13 XIII La Mascota del Señor img
Capítulo 14 XIV Lecciones de Obediencia img
Capítulo 15 XV Jaque al Corazón img
Capítulo 16 XVI Viaje al Interior img
Capítulo 17 XVII En la Ducha con el Fantasma img
Capítulo 18 XVIII Comienza el Frío img
Capítulo 19 XIX Cacería img
Capítulo 20 XX Huir del Frío img
Capítulo 21 XXI La Sombra del Hielo img
Capítulo 22 XXII El Hielo No es para Siempre img
Capítulo 23 XXIII El Precio de Amar a un Demonio img
Capítulo 24 XXIV Mangas Pasteleras img
Capítulo 25 XXV Cuidado con lo que Deseas img
Capítulo 26 XXVI Entre Dos Mundos img
Capítulo 27 XXVII Camino al Sueño img
Capítulo 28 XXVIII Repostería Francesa img
Capítulo 29 XXIX Huyendo de Papá img
Capítulo 30 XXX En el Sillón de Pensar img
Capítulo 31 XXXI Juegos Peligrosos img
Capítulo 32 XXXII Medias Verdades img
Capítulo 33 XXXIII Emociones Embotelladas img
Capítulo 34 XXXIV Míster Hyde img
Capítulo 35 XXXV Tomar las Riendas img
Capítulo 36 XXXVI Celos para Principiantes img
Capítulo 37 XXXVII La Calma Nunca fue Opción img
Capítulo 38 XXXVIII Fresas y Frenesí img
Capítulo 39 XXXIX Puedo con la Verdad img
Capítulo 40 XL No Juegues con el Cachorro img
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Capítulo 2 II Deseos Prohibidos

Las olas rompían con fiereza en el malecón. Se había alejado de la casa para poder tranquilizarse un poco. Después de que Alexandre se le presentase su corazón se convirtió en un torbellino, no podía dejar de sentir en su boca la sensación del beso, lo quemaba desde los labios, bajaba por su piel con escalofríos y se posaba sobre su miembro viril que no encontraba manera de bajar.

Sabía muy bien que estaba rojo porque sentía el rostro caliente, no podía permitir que nadie lo viera así. Se quitó los zapatos, los lanzó tras unas rocas, desabotonó su camisa blanca manga larga, el viento casi se la arrebató por lo que decidió doblarla bajo una roca. Seguidamente se subió la camiseta dejando al descubierto su torso esculpido. La luna dibujaba cada espacio de su piel morena clara con la ternura de una artista.

Finalmente se despojó de sus pantalones de cuadros marrones. Sus piernas eran la parte que más le gustaba de su cuerpo, las carreras en bicicleta las habían torneado como las de las esculturas griegas, las mantenía depiladas tan lisas como podía.

Se asomó al agua para observarse, sobre él brillaba la luna en su cenit mostrando sus abdominales agitados por su respiración, los dos lunares pequeños que tenía sobre la tetilla izquierda aparecían muy claramente. Esa era la parte de su cuerpo que no le gustaba en absoluto, estaba en contra de esos lunares desde que tenía memoria.

Otra cosa que lo perturbaba era su prominente erección que el bóxer rojo hacía más grande, además estaba completamente mojado con lubricación, deseando deshacerse de ella entró al agua que no estaba tan fría como esperaba. Ese día el calor fue tan alto que aún a medianoche el mar estaba tibio como una bañera con burbujas.

Enseguida el agua relajó sus músculos, dio dos vueltas lentas por la playa en calma, pero lo que en realidad quería hacer era soñar, se puso a flotar tranquilamente mientras observaba la luna que muy pronto le recordó los ojos aguamarinas de Alexandre.

Sonrió mientras llevaba su mano derecha a su boca recordando ese beso apasionado que lo hizo estremecer, pasó su mano izquierda por sus tetillas pensando en cómo se sentía el pecho de ese hombre sobre el suyo, recorrió su abdomen y llegó a su miembro erecto que contento de liberarse del bóxer salió disparado hacia arriba con sus orgullosos dieciocho centímetros apuntando al cielo.

Su mano frenética lo acarició por todo lo largo, su vena nunca estuvo tan prensada en el pasado, su miembro era grueso por lo que normalmente se sentía abrumado al tener erecciones en público, sin embargo, allí solo en medio de la noche era libre de recorrerlo mientras pensaba en la sensación de tener a Alexandre sobre él y su boca jugando con la suya, haciéndola su esclava mientras sodomizaba a su lengua.

De pronto una voz familiar le susurró al oído ¡cuidado!, Carmelo soltó su pene, lo guardó en el bóxer y se sumergió en el agua. Casi de inmediato apareció en el malecón su hermana acompañada por cuatro de sus amigas y ¡Vaya sorpresa! Alexandre Ragnar, quienes al parecer por la cantidad de botellas que traían, habían decidido llevar la fiesta a la playa.

¡Ah hermanito! –Lo llamó Ángela- estás disfrutando de la playa solo. Eso es trampa.

Las cinco chicas se despojaron de sus vestidos raudas como un rayo y bromeando entre ellas saltaron al agua, afortunadamente ninguna notó la erección de Carmelo que en ese momento luchaba con todas sus fuerzas para controlarla. Ángela se giró hacia Alexandre que seguía en las rocas, en cuclillas, observando el cuadro. Moviendo sus grandes senos con coquetería lo llamó.

Alex, ¿vas a unírtenos? –le preguntó con picardía- ¿o eres de los que prefieren mirar?

Un coro de risas femeninas siguieron al comentario y las chicas comenzaron a jugar entre ellas lanzándose chorros de agua, sin embargo, el corazón de Carmelo se paralizó ante la expectativa de ver a ese hombre sin ropa. Tímidamente lo miró de reojo mientras decía, lo más sarcásticamente que podía:

Dudo que un hombre como él quiera jugar en la playa con unos niños como nosotros.

La risa de Alexandre no se hizo esperar, era una carcajada cristalina con un ligero toque ronco que resonó en todo el espacio abierto.

Seguro que quiero jugar con unos niños como ustedes –respondió Alexandre- pero me gusta mirar primero mientras la diversión es inocente.

¿Ah sí? –quiso saber Lucía, una de las amigas más animadas de Ángela- ¿y qué pasa cuando te unes al juego?

Bueno –los ojos de Alexandre brillaron al responder- los juegos serán más interesantes pero la inocencia se habrá ido por completo.

Todo lo había dicho mirando fijamente a Carmelo pero las chicas no se percataron de nada y seguían riendo e invitándolo a unírseles. El corazón del chico pareció detenerse cuando Alexandre tiró sus zapatos a un lado y comenzó a desvestirse.

La luna amaba a Alexandre, no existía otra explicación. Desde que comenzó a desabrocharse la camisa negra, brilló más intensamente sobre él. No cargaba nada bajo esa seda oscura, sus pectorales parecieron romper la camisa, eran perfectos, fuertes, prominentes, tenía todos los abdominales marcados tan profundamente que la piel se veía tersa, como la de un bebé. Los brazos eran torneados como los de un boxeador, fuertes, hermosos, marcados hasta el mínimo detalle, en el derecho tenía un tatuaje que lo recorría por completo compuesto por diferentes formas que más tarde Carmelo conocería bien, pero justo en ese momento no podía cerrar la boca mientras lo veía con el corazón en alguna parte de su cerebro.

Su cintura era estrecha, alargada, coronada por dos líneas que se escondían en su bóxer negro con una desfachatez inconcebible. Tenía piernas largas, con todos los músculos prominentes pero sin exagerar. Era una mezcla entre boxeador y tenista que robó el aliento de los presentes y no se los regresó por un buen rato. Carmelo notó que aún en reposo, el miembro de Alexandre se veía robusto en consonancia con el resto de su cuerpo.

El pene de Carmelo por otro lado, perdió la batalla, se elevó hasta el cielo y ya el chico sabía que no podría bajarlo aunque lo golpease. Finalmente Alexandre se lanzó al agua, nadó alrededor de todos y emergió en el centro del círculo de chicas asustándolas. Las risas y los elogios mutuos no se hicieron esperar, parecían un grupo de amigos que se reunían tras años de ausencia.

Carmelo disimuladamente se fue alejando hacia el malecón, deseaba salir de allí para que no vieran su situación, pero el cálculo le falló, en un instante Alexandre, con la excusa de nadar un rato, se sumergió y lo arrinconó tras unas rocas.

Hola cachorro –le susurró- hermosa erección, no me digas que es por mí.

Mi nombre es Carmelo –respondió el chico perturbado por que el hombre lo había notado- es por culpa del agua y ahora debo irme.

Tranquilo, déjame ayudarte –los ojos de Alexandre brillaron con malicia- espero que sepas mantener la boca tan apretada como tu traserito de burbuja.

Sin esperar respuesta, se sumergió y Carmelo sintió como le liberaba el pene de su prisión. Luego sintió una humedad diferente a la del agua, era infinitamente cálida, sintió escalofríos por todo su cuerpo y se le escapó un gemido, rápidamente Alexandre subió el brazo derecho y le cerró la boca.

Mientras tanto la boca de Alexandre estaba de todo menos cerrada, pasó de su pene a su trasero en un instante. Lo volteó con cuidado de no dejar de cubrirle la boca con la mano y Carmelo sintió el escalofrío más grande de su vida hasta ese momento cuando la lengua gruesa, divinamente larga de su captor dibujó el contorno de sus nalgas para luego conocer la línea divisora.

El hombre utilizó su mano libre para separarlas con delicadeza para recorrer todo el interior con la lengua lenta y pausadamente en un instante que fue eterno para el chico que estaba más que rojo con la sangre agolpada en su cara. Su interior hervía cuando sintió como el dedo anular derecho de Alexandre entraba en su boca mientras el de la otra mano entraba en su trasero con seguridad, no aguantó más y su pene explotó de pacer.

Ragnar sintió la eyaculación del muchacho y dejó el dedo allí presionando hasta que se vació por completo, luego subió hasta colocarse a la altura de su oreja, sin dejar de jugar con su hoyito.

Bien hecho cachorro –susurró mientras sonreía con placer- de ahora en adelante serás mío, soy tu dueño y tu eres mi mascota. Me darás placer y solo acabarás cuando yo lo desee.

Carmelo sintió cuando retiró de golpe el dedo de su trasero, le destapó la boca y se hundió en el agua de nuevo sonriendo al alejarse. Sus traviesos ojos aguamarinas brillaban con la complicidad de la luna y su boca rosada le lanzó un beso de despedida.

El chico se quedó allí, con sus ojos ambarinos abiertos, no sabía si estaba asustado, enojado o emocionado. Sus bóxers estaban en alguna parte de sus piernas, flotando como su cabeza. Ese hombre en una sola noche había trastornado por completo su vida y aún faltaba mucho más por ser trastornado.

            
            

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