El Cachorro del Dios del Hielo
img img El Cachorro del Dios del Hielo img Capítulo 3 III Dime que No es Cierto
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Capítulo 6 VI Sweet Nothings img
Capítulo 7 VII En sus Manos img
Capítulo 8 VIII Rendición img
Capítulo 9 IX Caja de Pandora img
Capítulo 10 X Entierro de Sentimientos img
Capítulo 11 XI Viaje Espiritual img
Capítulo 12 XII Recomenzar img
Capítulo 13 XIII La Mascota del Señor img
Capítulo 14 XIV Lecciones de Obediencia img
Capítulo 15 XV Jaque al Corazón img
Capítulo 16 XVI Viaje al Interior img
Capítulo 17 XVII En la Ducha con el Fantasma img
Capítulo 18 XVIII Comienza el Frío img
Capítulo 19 XIX Cacería img
Capítulo 20 XX Huir del Frío img
Capítulo 21 XXI La Sombra del Hielo img
Capítulo 22 XXII El Hielo No es para Siempre img
Capítulo 23 XXIII El Precio de Amar a un Demonio img
Capítulo 24 XXIV Mangas Pasteleras img
Capítulo 25 XXV Cuidado con lo que Deseas img
Capítulo 26 XXVI Entre Dos Mundos img
Capítulo 27 XXVII Camino al Sueño img
Capítulo 28 XXVIII Repostería Francesa img
Capítulo 29 XXIX Huyendo de Papá img
Capítulo 30 XXX En el Sillón de Pensar img
Capítulo 31 XXXI Juegos Peligrosos img
Capítulo 32 XXXII Medias Verdades img
Capítulo 33 XXXIII Emociones Embotelladas img
Capítulo 34 XXXIV Míster Hyde img
Capítulo 35 XXXV Tomar las Riendas img
Capítulo 36 XXXVI Celos para Principiantes img
Capítulo 37 XXXVII La Calma Nunca fue Opción img
Capítulo 38 XXXVIII Fresas y Frenesí img
Capítulo 39 XXXIX Puedo con la Verdad img
Capítulo 40 XL No Juegues con el Cachorro img
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Capítulo 3 III Dime que No es Cierto

La brisa del mar se colaba por los ventanales abiertos de la habitación de Carmelo cuando finalmente atravesó la puerta. No tenía ánimos para cerrarlos, arrojó su ropa descuidadamente a un lado y se lanzó sobre la cama adoselada.

Se quedó observando el techo mientras recordaba los avances de Alexandre en la playa. Sus ojos estaban muy abiertos con incredulidad y su boca comenzó a reír de manera incontrolable. Todo su cuerpo estaba en shock, ninguno de sus músculos sabía cómo reaccionar, temblaba, respiraba con dificultad, reía y se preguntaba continuamente ¿qué fue lo que pasó?

Uno de los habituales atravesó la pared, así le llamaba Carmelo a los espíritus que veía desde que era un niñito, éste era su favorito: un chico alto, delgado, vestido como un español de la época colonial, blanco y con unos ojos grandes, marrón oscuro capaces de ganarle al tiempo y a la muerte.

Mi niño, faltó un pelo de caballo para que fuerais atrapado –habló con su voz aterciopelada el espíritu- aunque vuestras manos no estaban en la masa propiamente.

Calla, Esteban –le susurró Carmelo al tiempo que le lanzaba una almohada que lo atravesó y chocó contra la pared- te he dicho que no me veas en esos momentos.

Lamento mi indiscreción, mi niño –respondió Esteban acercándose a la cama- pero no tiene porque sentir pena ante mi presencia. Yo me siento agradado de que me permita estar en todos los momentos de vuestra vida.

Bueno, cuando veas a un catire alto con ojos aguamarinas cerca de mí –dijo Carmelo pícaramente- es mejor que te alejes Esteban, junto con los demás habituales porque pueden pasar cosas muy excitantes.

Ese hombre no es de fiar, señorito –respondió el espíritu con preocupación- sus intenciones son oscuras y oculta un frío que incluso nosotros sentimos.

Pero, sin lugar a dudas es el hombre más hermoso que existe –respondió Carmelo ensimismado- bueno, el hombre vivo más hermoso que existe, Esteban.

El espíritu esbozó una sonrisa triste, se dispuso a atravesar la pared y a modo de despedida susurró: todas las rosas tienen espinas.

Carmelo no estaba de humor para caer en la melancólica advertencia de Esteban. Por su cabeza rondaba la voz ronca de Alexandre, sentía sus manos gruesas acariciarlo, su boca envolver la suya, casi sin querer llevó su mano izquierda a sus muslos, recorrió su trasero de la misma manera que él lo había hecho e introdujo un dedo lo más adentro que pudo en su apretado ano.

El pequeño orificio se abrió ante la embestida, estaba caliente y palpitante, más deseoso aún que el propio Carmelo por sentir ese dedo largo y masculino forzándolo a expandirse, ¡quería más! Palpitaba con una fuerza inimaginada, parecía querer engullir el dedo que el chico empujaba dentro de él.

De un momento a otro sintió que iba a explotar de nuevo, el olor de Alexandre se encontraba en el aire, lo sofocaba, quería que se materializara allí frente a él para que siguiese disponiendo de su cuerpo a placer. Sin poder aguantar más, Carmelo eyaculó con fuerza. ¡De esto se trataba la felicidad! No podía pensar, todo se le puso en blanco por unos instantes que deseo fueran eternos.

El sol de la mañana lo encontró tendido sobre la cama de manera desordenada, desarropado y desnudo, con el abdomen lleno de su semen seco, se sintió un tanto avergonzado mientras caminaba hasta su baño. Se observó en el gran espejo del tocador:

Tenía costras brillantes desde la barbilla hasta el abdomen, las tocó un tanto distraído, la verdad es que quería observar lo que le había llamado la atención a Alexandre la noche anterior, se colocó de espaldas al espejo y torció el torso para apreciar su trasero. De verdad tenía forma de burbuja, no lo había notado antes pero sus nalgas eran redondas, firmes, sobresalientes, se las acarició mientras sonreía.

En el mismo piso del baño hizo sus ejercicios matinales, concentrándose en sentadillas para hacer aún más visible su trasero, mientras las gotas de sudor recorrían su tersa y morena piel, pensaba en un plan para seducir a ese hombre, deseaba tenerlo, acariciarlo, besarlo cuando quisiera y no solo cuando Alexandre lo arrinconase.

De hecho, se prometió que el próximo en dar el paso para un encuentro secreto sería él. Tomó una larga ducha, lavó su cabello castaño rojizo con cuidado de dibujarle ondas que cayeran suavemente sobre su ojo derecho, luego escogió los accesorios, unos brazaletes de oro, un anillo de dragón recientemente comprado y finalmente se calzó un bóxer negro con pantalones blancos desgastados, sneakers y una sudadera negra que se le ceñía en la cintura como un guante.

Ya para salir de la habitación, rescató sus confiables lentes oscuros de debajo del escritorio y bajó las escaleras brincando los tramos de tres en tres. Ese día era el primero de su vida, después de desayunar, buscaría a Alexandre para hacerle notar lo guapo que se veía, empujarlo contra una pared, pararse de puntillas y probar la dulce boca de ese hombre despampanante.

Su búsqueda no duró mucho, sentado a la mesa del comedor estaba Alexandre en compañía de su padre y hermana. Tomado por sorpresa, Carmelo caminó despacio por la estancia hasta llegar a su lugar en la mesa.

¡Hijo! –lo saludó Antonio Brambillo- bajas temprano a desayunar, siéntate. ¿Recuerdas al señor Ragnar? Le gustó mi propuesta y está pensando seriamente en invertir. Ángela y tú heredaran la compañía por lo que este trato debe alegrarlos aún más que a mí.

Es decir que ¿el señor Ragnar se quedará un tiempo? –Preguntó Carmelo intentando aparentar indiferencia- y ¿Cuál es la propuesta papá?

Permítame Tony, es que no puedo pensar en otra cosa desde que la compartió conmigo –intervino Alexandre- tu padre piensa unir sus hoteles y crear el mayor resort de toda América latina aquí en Falcón, con mis conocimientos hoteleros y la belleza del lugar esté se convertirá en el destino turístico más visitado en menos de un año.

¡Vaya! Es un gran proyecto –Carmelo no estaba para nada entusiasmado con esa idea, su sueño era convertirse en chef y no en manejar hoteles toda su vida- no sabía que usted tuviera conocimiento hotelero señor Ragnar.

Alexandre está bien –respondió el aludido- seremos socios y creo que debería existir mayor confianza entre nosotros Carmelo. Soy dueño junto a mis hermanos de Ragnarok, la cadena de resorts de hielo más grande del mundo. Me encantaría que me acompañaras algún día a alguno de mis hoteles. Sé que te divertirás mucho.

Las mejillas de Carmelo se encendieron con ese último comentario, no le cabía duda que sería muy divertido estar completamente a solas con él, lo anhelaba pero le causaba temor a la vez. No sabía de qué era capaz ese hombre al tenerlo indefenso en una habitación. Solo podía guiarse por las conversaciones que tenía a menudo con su amigo Robert, pero estaba casi seguro que él exageraba en la cantidad de placer que sentía cuando un hombre lo penetraba.

Su cabeza se aisló de la conversación, recordando detalles sucios de cuando Robert había perdido la virginidad tiempo atrás, se fue de acampada con un tío y su primo, pescaron, jugaron, se bañaron en el agua fría y en la noche el primo de Robert tuvo una erección de la que el chico no pudo apartar la mirada, el tío al darse cuenta hizo que su sobrino se la chupara a su hijo, al poco tiempo Robert sintió un dolor punzante en su ano, su tío se abrió paso por completo dentro de él.

Cuando Robert recuperó el aliento le pidió que la sacara y por toda respuesta recibió una nueva embestida aún más fuerte y el primo le llenó la boca con su miembro grueso y venoso. Estuvieron turnándose padre e hijo hasta el amanecer. Ya al día siguiente Robert era el chico insaciable que conseguía hombres a diestra y siniestra.

¡Anoche mismo me lo pidió! – la voz de Ángela trajo a Carmelo de vuelta al presente- por supuesto acepté. Él es un cielo ¿qué te parece hermanito?

¿Qué? Perdón me distraje un poco –Carmelo pestañeó varias veces para enfocar su atención- ¿qué te pidieron?

Alexandre me pidió anoche que sea su novia –repitió Ángela emocionada- seguimos celebrando después que te fuiste, ¡odioso! Al cabo de un tiempo nos alejamos de los demás y, bueno, resumiendo me lo propuso y acepté ¡claro!

Los ojos de Alexandre no se apartaban de los de Carmelo estudiando sus reacciones. Éste era consciente de que había palidecido, tenía una expresión de asombro tatuada en la cara mientras buscaba una explicación en la mirada fría azul-verdosa del hombre que tenía al frente.

Se levantó torpemente de la silla, dio una excusa cualquiera y regresó lo más rápido que pudo a su alcoba.

            
            

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