Un coche de los carabinieri apareció cortándonos el paso justo cuando íbamos a cruzar la calle. Choque y reboté contra él y con mucha destreza me impulsé hacia delante saltando sobre el capó. Retomé velocidad y dejé al policía saliendo del coche.
Leonardo retrocedió y se perdió entre unos árboles que se encontraban cerca de un parque cercano. Por suerte, la atención no estaba puesta en él... sino como siempre buscaban al más suertudo a mí.
Mientras yo corría Mayerlin estaba retrasada.
-Por favor lléveme a Viale delle Magnolie, lo más rápido posible, por favor -dije sabiendo que llegaría con retraso. Solo faltaban diez minutos para las doce.
Tomar un taxi en el Corso del Renacimiento me llevó cerca de treinta minutos. Y cuando lo logré, tuve la suerte de toparme con un vehículo que parecía rodar de puro milagro. Al montarme y tomar asiento, me clavé las bolitas de color teja de la funda del asiento.
Y pa cormo me atormentaba con la voz de una cantante con problemas de garganta que surgía de su radio. -Me llevó unos segundos reconocer que se trataba de música árabe-. Un olor a kebab rancio cubría todo el interior.
-Me puse la mano sobre mi cara y Dios, tendré que volver a ducharme en cuanto llegué -arrugue la cara al descubrir que había grasa por todos lados, las puertas los asientos los vidrios. Y no aguante más y le dije.
-Dígame, ¿ha pensado en lavar este trasto? Cobra muy caro como para prestar servicio con este cacharro.
El hombre sonrío y freno de golpe provocando que me estampara contra el asiento delantero y me golpeara. Lo hizo a propósito, pero no me molestó. Es más, sonreí porque que se que mi comentario si le molesto.
-Señorita, se hace lo que se puede. Me repuso con un tono de voz que se podía notar la molestia
-Si usted lo dice.
Para ser casi medianoche, el tráfico era un verdadero infierno. Para recorrer tan solo tres calles nos habían llevado más de veinte minutos que por cierto ya me había pasado de mi hora límite. Y ahora nos encontrábamos en otro atasco en la Vía del Corso.
-¿Está usted seguro de que este era el camino más corto?
-En Italia no hay atajos, señorita. Debería ya saberlo.
-Sí, claro. Usted solo está buscando propina -le conteste mientras el hombre mantenía una sonrisa burlona.
-Por supuesto como lo supo. Tengo que alimentar a mis tres hijos y a sus madres también.
Le miré con los ojos abiertos de par en par con una mirada de incredulidad.
-¿No lo dirá en serio verdad?
Mi comentario le hizo aún más gracia.
-Cómo cree como está la situación del país solo puedo mantener a mi esposa solo bromeaba con usted. -Negó con una mano.
-Bueno fin, si mi acepta que le pague con tarjeta, podemos llegar a un acuerdo. Siempre y cuando no lleguemos más tarde de las doce y cuarto. De lo contrario, lo único que obtendrá y podar llevar es un cadáver -le dije tan dramáticamente como pude.
-¿Está bien tranquila, dónde vive exactamente niña?
-En la mansión Calderone.
El taxista abrió la boca ligeramente mientras habría los ojos lo más que podía. Después me observó por el retrovisor con expresión como su fuese visto a un fantasma. Sin duda, lo menos que esperaba es que yo viviera allí.
-¿Y qué hace tu cogiendo un taxi? -preguntó avanzando unos cuantos metros y luego se detiene de golpe.
Por suerte, ya estábamos en la Piazza del Popolo.
-No me gusta que me estén vigilando a cada segundo, ni tampoco que me digan a cada rato a donde ir y como ni con quien, quiero independencia...
De repente, su puerta se abrió y pude ver como un muchacho lo tomo por el pecho y lo saco del asiento de un tirón. Solté un grito escalofriante al verle como rodaba por el suelo mientras se quejaba y maldecía.
El muchacho se subió al coche, cerró la puerta y comenzó a maniobrar de una forma tan sicópata como brusca. No me dio tiempo a verle la cara, porque me lancé entre los asientos cuando dio un giro violento, pero sí pude escuchar cómo chocábamos con varios vehículos.
Me incorporé sin dejar de gritar.
«Que no sea un secuestro. Que no sea un secuestro», me iba diciendo a mí misma para tranquilizarme.
Cuando observo que no podía seguí por tanto trafico volvió a virar rápido para entrar en la Piazza del Popolo sin el menor temor a atropellar a algunos transeúntes. Dios, iba a morir, eso era seguro.
Cuando pude reaccionar le miré. Era joven, más o menos de mi edad, pero era un verdadero idiota.
-¡Me cago en la leche! ¡¿Cómo coño se apaga este trasto?! -gritó sofocado, mientras le daba patadas e intentaba apagar la radio.
Serás un gilipollas.
Soltó el volante y se puso a darle golpes con el puño y con la pierna como si se le fuera la vida en ello. ¡Estaba loco!
La chica con problemas de garganta dejó de sonar enseguida, que asegún para el dueño del taxi era hermosa por cierto, pero la música fue sustituida por las sirenas de la policía. Venían detrás de nosotros.
-Maldita mierda de coche no pude tomar otro cacharro peor. ¿Por qué coño no he cogido el Fiat? -Gritó, a la vez que se percataba por el retrovisor que tenía compañía-. ¡Joder!
Aproveché para atacar y me lancé sobre él dándole puñetazos como loca.
-¡No me secuestres, capullo! ¡Déjame bajar! -chillé con fuerza mientras él esquivaba mis golpes al mismo tiempo que evitaba con mucha maestría atropellar a alguien
-¡¿Quieres estarte quieta pedazo de loca?! ¡Estás delirando!
Por tantos golpe y jalones de cabello el coche se desvió de repente y chocamos contra un muro. Salí desprendida hacia delante y me golpeé la cabeza y los hombros contra el vidrio delantero. Los cristales cayeron sobre mí, pero enseguida percibí cómo el chico me cubría con su propio cuerpo. De milagro nos salvamos, no sufrí ningún corte.
Como pude lo empujé y me arrastré rápidamente hasta la puerta con el cuerpo todo dolorido. Me lancé al suelo y era tanta mi suerte que caí en un charco justo antes de que otro gilipollas se tropezara con mis piernas. ¿De dónde había salido este?
-¿Vienes a por más?, Elvis -dijo mi presunto secuestrador.
-Me subestimas.
El tal Elvis se lanzó a por el otro muchacho y comenzaron a golpearse prácticamente sobre mí. Intenté escapar dándole patadas, pero cayeron al suelo y Elvis me dio un puñetazo con mucha fuerza en el hombro.
-Quita de aquí, joder chiquilla de mierda- me grito.
Le pude propinar una patada justo cuando un policía me sujetaba por la espalda y me arrastraba fuera de allí. Rápidamente me levanto y de un rápido giro me coloco encima de la patrulla cuando pude reaccionar me di cuenta que el acero caliente del capó fue lo que sentía en mi rostro mientras unas esposas me inmovilizaban las muñecas.
Eso gilipollas me habían secuestrado y me estaban llevando detenida ¿Qué noche?
Mientras tanto Alejandro.
Observo cuando Elvis logró escapar mientras me detenían a la chica. Quise ir tras él, pero ya me habían cazado. Me empujaron contra la pared y me pusieron las esposas mientras me decían.
-Alejandro, ¿cuándo aprenderás? -se mofó uno de los guardias mientras me sujetaba fuertemente contra la pared.
-Tú no podrás ver ese día porque estarás de guardia de seguridad en un centro comercial.
Me encargaría de ello en cuanto pudiera.
-Qué gracioso. -Hizo una mueca antes de empujarme hacia el coche-. Vamos, esta noche dormirás en el calabozo.
La muchacha no dejaba de gritar toda estérica y se resistía a entrar en el vehículo. Estaba toda desaliñada y su ropa toda sucia, pero aun así me detuve a observar su cuerpo increíble... y bastante ágil. Colocó una pierna en la puerta y empujó hacia atrás provocando que dos policías tuvieran que tomarlas por las piernas. Finalmente entró y comenzó a dar patadas a los asientos. Ya adentro con ella le sonreí.
-Señorita, cálmese o tendrá más problemas.
-¡Ya los tengo! ¡Le juro que se arrepentirán de esto!- mientras ella les gritaba, yo opinaba lo mismo.
-Yo solo iba hacia mi casa cuando este gilipollas- dijo señalándome con la cabeza. Alcé una ceja, incrédulo después le mostré una sonrisa. -sacó al taxista del coche y comenzó a conducir como un loco.
-Todo eso podrá contarlo en comisaría.
-¡¿Qué?! ¡Oh, Dios mío!- Dejó de hablar y se desplomó en el asiento.
Por fin pude observarla con tranquilidad. Era increíblemente hermosa; piel clara y tersa, labios carnosos, nariz perfecta y unos ojos azules deslumbrantes. Casi iluminaban la penumbra del vehículo. Tenía el cabello muy largo y liso, de un cobrizo ceniza más claro que oscuro. Del cuerpo no pude ver mucho.
-¿Qué coño estás mirando, imbécil eres un gilipollas? -me preguntó clavando aquellos ojazos en los míos. Jamás había visto una belleza igual.
-¡Eh, tranquila! Deberías relajar el labio... mira, se hace así. -Comencé a mover la boca lentamente.
-Serás un imbécil... -Se lanzó a por mí.
Poco podía hacer con las manos detrás de la espalda, pero un mordisco podía hacer daño.
-Ayuda, esta chica intenta matarme -le dije a uno de los policías en tono preocupante.
-Si lo consigue, le estaré eternamente agradecido- replico el policía.
-¡Ja! qué gracioso- como pude la empujé con un hombro-. ¿A qué comisaría vamos?
El policía me miró con cara de pocos amigos mientras la muchacha me enviaba miradas asesinas.
-Para que preguntas si ya lo sabes.
-No, no lo recuerdo -ahora me tocaba mofarme a mí. Sabía exactamente donde nos dirigíamos.
-A Trevi, y ahora cállate -le gruñó el policía.
Conque a Trevi, perfecto. Pensó Alejandro, En una hora estaría en la calle.
Mientras que Mayerlin.
Mi compañera de celda se sentó justo a mi lado y me observó con... ¿Deseo fuerte e intenso de estar suelta para poder estrangular a ese gilipollas? Rezaba para que Vladimir llegara cuanto antes. Ya le había llamado y me había dicho que no tardaría.
La verdad es que parecía bastante tranquilo, como si ya supiera lo que había ocurrido. Al Gilipollas que me había metido en todo ese embrollo se lo habían llevado a otra celda, así que no sabía si había hecho su llamada ni si le dejarían salir pronto. Esperaba que no, y que se pudriera allí dentro.
Aquella mujer tan desagradable que por desgracia era mi compañera de celda comenzó a invadir mi espacio vital abalanzándose sobre mí lentamente.
-¿No sería mejor que habláramos un rato? Tú y yo podríamos ser amigas- me lo dijo con una sonrisa.
No, no seríamos amigas nunca, dije entre mi
Su boca dibujó algo parecido a una sonrisa. Mientras se aproximaba a mí de repente, pude sentir como estampó su nariz en mi mejilla e inhaló mi aroma ruidosamente. Me quedé quieta, con los ojos abiertos como un burro bajando por un barranco y sin saber qué hacer.
-Mayerlin Calderone-llamó justo en ese momento el policía que respondía al nombre de George.
Me levanté ipso facto y me lancé a los barrotes entre los que ya veía la tranquilizadora figura de Vladimir.
-¡Gracias al cielo! -exclamé antes de que la puerta se abriera. -Quita de en medio- Empujé al policía que se encontraba estorbando en la puerta y me guinde al cuello de Vladimir.
Sus brazos me rodearon suavemente, sujetándome contra su cuerpo. Su calor me calmó... pero solo unos segundos. Cuando volví en mí, me aparté de él y comencé a Hablar sin consideración, diciendo insultos o barbaridades en contra del gilipollas que me había ocasionado todo aquello.
-Mi primera noche en Roma y acabo aquí por culpa de un capullo que está loco. Créeme Vladimir, temí por mi vida. Deberían encerrarlo en un manicomio. Después de robar el taxi donde yo iba chocamos contra un muro y después comenzó a pegarse con otro tío y me aplastaron mientras estaba yo en el suelo en un charco. Y minutos antes nos estrellamos contra un muro. ¡Mira mi ropa como me la dejaron!
Extrañamente, Vladimir me observo con una mirada rara parecía divertido. Me cogió de los hombros y me obligó a mirarle.
-Cálmate, Mayerlin, mi amor. No hay de qué preocuparse.
-¿Que no hay de qué preocuparse? ¡Mi padre me matará! Le respondí toda nerviosa.
-Tu padre cree que duermes en casa de Evans. Ya está todo listo, ella te espera en su casa.
Volví a abrazarle.
-Eres mi ángel, por eso es que te quiero tanto.
En ese momento, la reclusa estiró el brazo, cogió un mechón de mi cabello y comenzó a olisquearlo entre los barrotes. George la alejó y a Vladimir se le dibujó una sonrisa al ver como ponía mi cara de terror.
-Quieta, Rosario ella no es de tu estilo-dijo el policía.
-Sácame de aquí ahora mismo -murmuré con voz ahogada.
-Tengo que quedarme, sal tranquila afuera te espera un coche que te llevará a casa de los De Ross.
Me besó en la frente y me alejé de él a toda velocidad sintiendo cómo su mano se separaba de la mía cuando nuestros brazos ya no podían estirarse más no quería soltarlo pero él tenía que quedarse.
Alejandro
Link Park sonaba con la canción Points Of Authority mientras me acomodaba en el Bentley de Vladimir. Ya sabía que Leonardo, Alexander y Anthony estaban a salvo en mi casa, y que mi padre esperaba a que llegara algo que a mí me preocupaba muy poco.
Me aguardaba una buena bronca y, en realidad, tenía muchos motivos para tenerla. Era la cuarta vez que visitaba los calabozos de la comisaría de Trevi en lo que iba de año. Y tan solo habían pasado ocho días desde el fin de año.
-¿Sabes a quién has arrastrado contigo esta ves a la comisaría? -me preguntó Vladimir aparentando seriedad, pero conteniendo una sonrisa burlona que no pudo contener.
Vladimir sabía el motivo de mi detención y opinaba que debía haber sido más duro con Elvis.
-A una chica medio chiflada pero que estaba buenísima- recordé sus largas piernas. -En serio, Vladimir, si la hubieses visto, hasta tú te hubieses quedado aluciando.
Vladimir soltó una carcajada.
-Ya veo. En realidad, sí, ella era muy hermosa.
-¿Pudiste verla? -pregunté extrañado.
-La saqué del calabozo, Alejandro.
-¿Cómo? -Ahora estaba todavía más confundido.
Detuvo el coche frente al garaje del edificio Galbana. Cogió un pequeño control del portón, lo sacó por la ventanilla y pulsó el botón. La puerta comenzó a elevarse y Vladimir aprovechó para mirarme.