Estoy observando sus facciones, al dormir es la única oportunidad de verlo sin el ceño fruncido o molesto por culpa mía. Estoy desnuda y la sábana cubriendo cada parte de mi cuerpo. El sexo con él es demasiado intenso y llega a aterrar cuando se excede. Pero nunca había hecho, ni llegado tan lejos en la cama. Sé que es porque lo amo con la misma intensidad que él me posee. La intimidad con él es intensa, extrema y fuerte. No puedo explicar cómo pasó, solo sé que sin él no puedo vivir. Mi hombre tiene su cabello militar de color castaño con toques de canas, su nariz torcida y su tez caramelo me hacen querer acariciarlo. Automáticamente, mi mano va hacia su rostro, pero me contengo y cierro mi puño. Él se molestaría, odia que interrumpan su sueño y suspiro. Quiero hablar con mi tía, nunca he tenido secretos con ella y me hace querer vomitar el simple hecho que he convertido mis mentiras en una gran pila de heno. Ella piensa que salgo con mis amigas cuando estoy con él. Kendra no quería que saliera después de la llamada de amenaza. Mentí porque mi cuerpo ansiaba verlo y sentir su posesión. Aquí estoy embobada viendo subir y bajar su respiración. Nunca imaginé separarme hasta de mis amigas, incluso de Otto y todo para evitar que él se enoje. Conocerlo fue para mí un despertar, siempre siendo la sombra de mi madre y sintiendo su odio hacia mí. Él me cuenta que estaba pendiente de mí desde que me vio llevando comida a Rebeca. Esa señora es la madre de mi tía, pero no quiero abordar ese tema. Aún me duele que me haya usado cuando la ayudé, nunca le haría daño a mi tía y espero pronto poder contarle todo. Él no quiere que hable, tiene miedo que mi tía nos aleje porque él es mayor. No quiero ni pensar que las dos personas que más amo se enfrenten y me pongan a escoger. Es horrible nada más imaginarlo. Me saca de mis atormentados pensamientos el sonido del celular de él. Me giro hacia la mesita de noche, no quiero que lo levanten y alargo mi brazo para apagarlo, pero me sostiene fuerte la pierna. Al sentir su contacto me tenso, me quedo congelada y volteo a verlo.
-¿Qué ibas a hacer? -su voz es cortante y sus ojos miel evaluando mi próximo movimiento.
-Solamente quería silenciarlo, estabas tan en paz... -Me corta las palabras y aumenta la presión en mi pierna consiguiendo un gemido por mi parte.
-¡Te he ordenado que nunca toques mi celular, nunca! -subió drásticamente su voz y la mirada estaba llena de rabia.
«Eres una idiota, sabes que él se enoja y siempre te ha dicho que nunca se tocan sus pertenencias», me regaño internamente. Siempre lo están llamando, él me cuenta que es por su trabajo y no puede apagarlo. Es empresario, le mencioné que podía asociarse con mi tía y se echó a reír en mi cara.
-Perdón -logré articular y suelta mi pierna.
Pasa por encima de mí y agarra su celular ruidoso. La persona que llama es insistente y no se detiene. Se queda mirando la pantalla y vislumbré sus ojos miel desbordando ira, más de la que ya tenía por mi culpa. No debí moverme, no quería hacerlo enojar. Se quita de mala manera la sábana. Veo como camina desnudo, se dobla delante de su ropa y se empieza a vestir. No quiero que se vaya, mis nervios aumentan y me acomodo quedando de rodillas en la cama.
-No intentes impedir que me vaya, necesito arreglar unos asuntos. -Se ha puesto a teclear en su celular.
-No quiero quedarme sola -farfullé nerviosa.
-No seas niña, si todo va bien regresaré. -Se coloca la camisa y mi celular suena.
Me tenso, pero ignoro la llamada y él caminó hacia la coqueta donde dejé mi bolso.
-No tiene importancia, respondo luego -mi voz me delata y pido a Dios que no sea mi amigo.
Empieza a rebuscar en mi bolso, mi corazón golpeando duro y me desenrosco la sábana. Él ha encontrado el celular, consigo estar fuera de la cama y siento el frío en mi cuerpo. El aire acondicionado está alto porque él no soporta el calor y me abrazo a mí misma. Las losas frías consiguiendo que de pequeños saltitos de un pie a otro.
-¿Qué demonios hace llamando Otto? -replicó encolerizado.
-No sé -susurro y me siento pequeña con su mirada fría puesta en mí.
-Te ordené que su amistad acabara, esto se termina ahora -su reclamo es válido y él contesta la llamada.
En realidad, traté de cortar mi amistad con Otto, pero él no me la puso fácil. Desde que estamos saliendo me he apartado de mis amigas y de Otto. Todo para que estemos felices y no perderlo.
-Escucha niño, no vuelvas a llamar a mi hembra -se queda callado y su mandíbula tensa.
Me acerco temblando hacia él, alzo mi mano para acariciar su rostro y él niega con la cabeza.
-No me importan tus palabras... Quiero que sepas que la otra advertencia será más directa... No es una amenaza... Dalo por hecho, Ottito -cuelga la llamada y me tiende el celular.
Lo sostuve con manos temblorosas. El silencio en la habitación me abruma y mi corazón explotará. Sus manos grandes me atraen hacia su cuerpo y no es suave su toque. Él aprieta mi cintura demasiado, estoy segura de que debo tener cardenales. Mi mirada está puesta en él, nunca me he sentido tan confundida y aliviada. Lo primero porque por más temor que me causan mis actos siento alivio que aún esté tocando mi cuerpo. Es un alivio que sus manos torpes sigan en mi delgado cuerpo. Sospecho que sus marcas están más allá de lo que él se imagina. Siento mi corazón subiendo desbocado sabiendo el costo y decide ir a todo galope. Su mano recorre mi mejilla, él espera que llore o suplique perdón. Eso es lo que debo hacer, pero no consigo sacar ninguna plegaria. Espero por su movimiento, su dedo pulgar e índice inmovilizan mi quijada y presiona duro consiguiendo que se me escape un gemido.
-Te quedaste muda -afirma y acerca sus labios a mi frente. Mis ojos cerré y rozó mi piel con sus labios -. No volveré a repetir, Camillia, aléjate de ese niñato -deseo que se calme y no haga enojo por alguien que no me gusta-. No sabes el peligro a que lo estás exponiendo, no será bonito.
Me empuja de momento y caigo en el suelo sorprendida. El celular se me escapó de la mano y me golpeé la cadera con el impacto. Mis lágrimas cayendo por mis mejillas, él agarra sus zapatos y no quiero que se vaya.
-¡No me dejes así, Yamil, no te vayas! -silencio, maldito silencio por su parte-. Vine para quedarme contigo y sabes lo difícil que fue salir de casa -insisto bañada en lágrimas.
Mi tía se negaba a mi salida, solamente me dejó porque tengo dos guardaespaldas y piensa que era noche de amigas.
-Sabes que tu tía exagera, nadie los atacará -bufó y me dio la espalda-. Si se me pasa el coraje vuelvo más tarde. -Está en la puerta y sin mirarme gira el pomo.
-¡Te amo, Yamil! -Su respuesta fue tirar la puerta y me quedé en el suelo acurrucada.
Sintiendo que todo a mi alrededor me tragaba, el frío arropó mi desnudo cuerpo y congeló mi adolorido corazón.
...
Kendra
No me asusta para nada que lo primero que vea al abrir mis ojos sean unas botas, son conocidas y me estiro en la cama bostezando a la vez. Enseguida me encuentro con la mirada intimidante y llena de sabiduría. Mi tío Ramón está sentado en una butaca al frente de la cama y sus largas piernas cruzadas puestas en el colchón. No me extraña que esté un poco más ojeroso, los años han pasado en él y su pelo cubierto de canas. Está jugando con un porro entre sus dedos y su seriedad me calma.
-Creía que jamás volvería a ver esas botas -dije con la voz ronca de despertar e indico con la barbilla sus botas.
-Les tengo mucho cariño, por lo siguiente, el cuidado es el mejor -las apunta orgulloso-. Fue un regalo de alguien que aprecio y amo.
Mis ojos se humedecen, esa persona que aprecia fui yo antes de que se fuera. La partida de mi padre fue muy dolorosa, pero él siempre me sostuvo y saber que está aquí para mí, es valioso.
-Es bueno tenerte de vuelta -me sinceré.
-Mis botas clamaban por volver a estas tierras, una vez más -baja sus piernas y se levanta -. Te espero en el árbol de mango.
Se acerca a la cama, se agacha y deposita un beso en mi frente.
-Enseguida te alcanzo -me siento en la cama -. Trueno está bajo ese árbol.
Su mirada me confirma que está al tanto, acaricia mi cabello y se me escapan lágrimas.
-Están juntos, qué mejor partida que esa.
Se marcha dándome espacio, él sabe que soy dura para llorar y odio que me vean. Me limpio el rostro y decido tomar el toro por los cuernos.
...
Estoy montada en Nube, terminé con la yegua blanca. Al final tenía razón el Insolente, esa yegua pega conmigo. Apenas son las ocho de la mañana, hoy le avisé a mi secretaria ratoncita que llegaría más tarde. La puse al día con los deberes, al menos los lunes son más suaves. El aire me golpea el rostro, me siento distinta sin Trueno y voy trotando más rápido. Diviso la espalda de mi tío debajo del árbol de mango. Voy segura, al compás con la yegua y doy dos leves golpes con el pie para que corra más. Vamos acople, con cada paso, mi cuerpo, a la par de la yegua. Sentir la brisa en mi rostro me da energía, es como conectarse al cargador de batería y me permito sonreír. Me percato que estamos llegando al árbol de mango, me impulso hacia abajo para frenarlo, en cambio, Nube aprieta más y respiro profundo. «Vamos, que esta yegua y tú son tal para cual», hablé para mí misma.
-" Joa" Nube, "Joa" -grito, pero Nube está reacia.
Agarré una rienda y la puse firme, inclinando la cabeza de Nube hacia mi pierna. Consigo que relinche y se detiene abruptamente. La acaricié en su melena blanca dándole cariño.
-Tranquila Nube, tú y yo nos vamos a acoplar -susurré a mi nueva compañera.
Escucho a mi tío instando al caballo, me giro por encima del hombro y me doy cuenta de lo lejos que estamos del árbol. Mi tío viene cabalgando de prisa. Al llegar preocupado se lanza rápido y viene hacia mí.
-¿Kendra, estás bien? -Mi tío, con su mirada intimidante me evalúa.
-Estoy bien, solo me excedí -le resté importancia-. Debí ir suave con Nube -mi mano sube baja por su melena-. A pasos de bebé iremos, Nube, pero seremos un equipo.
Mi tío niega con la cabeza y su semblante cambia de preocupado a asesino.
-Es increíble, solo a ti... -me señala - se te ocurre montar a la indomable. Demetrio me informó que aún estaba salvaje y vienes tan campante.
He conseguido calmar a Nube, intento bajarme, pero enseguida soy sostenida de la cintura y bajada como niña por mi tío.
-Oye, estoy... -hago una pausa y deletreé las palabras - b - i - e - n.
Mi tío se aparta lo suficiente para darme espacio y no pienso soltar las riendas de Nube. Vaya a ser que le dé con hacerme quedar mal. No importa si la yegua es indomable, puedo entender por qué Fausto la escogió. Somos semejantes y pronto seremos una.
-Mírate de pie, sin lágrimas, ni gritos y normal -mi tío me tasa desde la cabeza hasta los pies-. Todavía me pregunto si no tienes un par de pelota en el sur. -Mira serio, mi entrepierna y se me escapa una carcajada.
Nunca creí posible que me alegraría oír eso que tanto detestaba de tío Ramón.
-Es un secreto -cubrí mi boca con una mano y bajé la voz-, no lo vuelvas a mencionar en voz alta, nunca se sabe quién merodea alrededor.
Me tira una guiñada, empiezo a caminar y él me sigue.
-Lo mejor que has hecho es caminar hasta el árbol porque regresas conmigo y enviaré a Demetrio por esa fiera.
Su voz es autoritaria, pero no soy una niña y se lo demostraré.
-Negativo, volveré montada en Nube -negué vehemente-. No intentes impedirlo porque te cortaré tus pelotas y se las pondré a Nube de collar.
Mi tío sonríe de lado, esa sonrisa que es más bien amenazante.
-Nunca te intimidas -caminamos llevando los caballos por la rienda-, ni con este viejo peligroso -se golpeó el pecho todo macho alfa-. Niña irrespetuosa.
-Conozco tus mañas, no me hacen ni cosquillas -lo molesté.
-¿En qué demonios estabas pensando cuándo dejaste entrar al parásito de tu madre? -cuestiona y se ha puesto serio.
Estamos más cerca del árbol de mango y medito su pregunta. Sus palabras están cargadas de reproche y mi cuerpo se tensa.
-Siempre he sabido que tienes a tus perros pendientes de mí, me extraña que no hubieras aparecido ese día.
-Kendra, le prometí a tu padre que te cuidaría y eso haré, aun así esté en el más allá.
-Ella volvió a pedir dinero, no tuve opción. -Apresuro mi paso en vano, mi tío me agarra del brazo.
Me giro quedando cara a cara con mi tío. Mi mirada buscando escapar de su escrutinio se fija en el caballo que le dieron. Es de color marrón y tiene una mancha blanca en su ojo derecho oscuro.
-Buscaremos una, ella viene con esa excusa, pero sus motivos siempre son otros, siempre -hace énfasis-. Ella no sabe amar, no te... -corté sus palabras.
-Ella no es nadie para mí, si está aquí es a mi manera y no espero nada de esa mujer -aclaré-. No quieras ver a la niña de cinco años que lloraba por su mamá, no estás viendo esa persona más, nunca más.
En este momento estoy llena de ira, quiero aplastar a quién amenaza a mi familia y si es Rebeca la culpable, me encargaré que lo pague.
-Bien -con eso da por sentado el tema -. Quiero cada detalle de tu boca, toda palabra que han cruzado y lo que te atormenta.
Estamos sentados debajo del árbol, le conté cada detalle y palabra con Rebeca. Incluso le conté sin pelos en la lengua que me amenazó con contar mis sucios secretos y exponer que soy una zorra al mundo. Todo eso para mí es irrelevante, hasta que llegamos al tema de la amenaza a mi familia. Mi mayor miedo es que lastimen a Sol y Camillia.
-De alguna manera Rebeca tiene que estar involucrada, es lógico. Aparece por ayuda y te amenazan -su rostro fiero está meditando.
-Sí, tío, ¿pero qué rayos quieren? -me siento entre una encrucijada-. Solamente busqué información de Rebeca y nada más.
-Ellos deben pensar que la estás protegiendo -su mente estaba en modo detective-. Claro, no puede ser... -sus ojos sabios buscaron los míos-. Ella se esconde...
-Me tienes enreda, termina una oración -refuté aturdida.
-Kendra, ellos deben estar buscando algo, Rebeca se esconde aquí y amenazan -su voz aumentó-. También puede ser que les debe dinero o vio algo -maldijo por lo bajo-. Son tantas posibilidades, iré a hacer unas llamadas -se acarició el mentón-. Ve a trabajar, guardaespaldas siempre y actúa normal.
-Espera -se levanta y se voltea a verme-, tengo un nombre.
Estoy sentada aún en el pasto, no encontré la manera de hablar de Fausto, pero tengo que dar el nombre. Confío en él, así que obviaré su deuda y líos.
-¿Qué escondes? -A este viejo no se le pasa una.
-Nada tío, te conté cada maldita palabra. -Me levanto enojada, odio que me juzgue.
-Te estás enojando cuando sabes que tengo razón. Estuvimos... -mira su reloj y prosigue- cuarenta cinco minutos hablando y ahora me dices que hay un nombre. Así como si nada sueltas ese dato y quieres que lo compre.
Me acerco hacia Nube, tomando distancia a propósito y suelto la rienda del tronco.
-Roco, el nombre es Roco. -Me trepo en la silla y acaricio a Nube en su melena.
-No puedes esconder información, dejé mi negocio y vine hacia ti -no cede mi tío.
-Pues márchate a cuidar de tu putero, tal vez, le consigas empleo a Rebeca y solucionas todo de un tiro.
Sé que estoy siendo injusta, pero es lo que puedo darle por el momento y ser zorra es mi pasatiempo. Su burdel nunca me ha molestado e incluso su mujer era su empleada. Nunca discrimino, total en esta familia no se menosprecia a nadie.
-Para mí no fue un sacrificio tomar ese vuelo y dejar todo a un lado, lo sabes. Sin embargo, necesito que entiendas que esto no es un juego y puede salir gente lastimada, más allá del dolor.
-Por el momento averigua sobre Roco. -Me marcho con Nube.
El aire aclarando mi mente. Necesito mantener a Fausto fuera del alcance de mi tío. Si le cuento todo sobre él, lo irá a cazar, aunque esté involucrado o no y todo por ponerme en peligro tan siquiera. En vez de llevar a Nube a las caballerizas de venta, la llevo a las nuestras y al llegar veo que Fausto sale con un cubo en la mano. Nube se detiene sin ningún problema, me bajo y agradezco que Fausto no me ayude. Se ha quedado observando cada paso que doy hacia él. Estoy a un pie suyo. Su tic me saluda, es curioso como siempre me fijo en ese pequeño detalle y me aliso la camisa. Nunca me he sentido con ganas de estar presentable con los peones después de cabalgar, pero aquí me encuentro preocupándome por mi imagen. Sin pensarlo me peino unos mechones que se salieron de la trenza y siento la mirada azul cielo que me quema. Santo, tan solo con su mirada. No quiero ni imaginar con su tacto encima de nuevo. Mi mente perversa recuerda esas manos. Brillante, mis senos erectos y veo que se asoma una sonrisa en la cara del Insolente. «No tenemos tiempo para esto, Kendra», me sermoneé. Consigo amarrar a Nube del palo de la entrada y agarro por la mano a Fausto. Se deja guiar hacia las caballerizas y voy hacia la vacía de Trueno, en donde será el nuevo hogar de Nube.
-Estás ansiosa, Potra -suelto su mano y antes de hablar doy una mirada alrededor-. Estamos solos, Potra, podemos tener un rapidito y terminar lo que hemos dejado encendido.
No me da tiempo a responder, está atacando mi boca y sé que no hay tiempo para sexo, pero aun así correspondo el beso. Sus manos palpando, juegan con mis pezones y se me escapa un gemido. Consigo apartarme, él chupa mi mandíbula y recorre mi cuello dejando besos regados. Vuelve, me devora la boca, lo agarro del cabello logrando alejarlo y él se lanza a mis labios, pero me alejo de su alcance. Sus ojos llenos de lujuria y ese tic mostrando que no es irreal. Mi respiración agitada, estoy húmeda y con ganas de desatarme.
-Necesitamos hablar -trago duro.
-Potra, podemos hablar en el proceso, te puedo mostrar que sí se puede -su mano suelta el botón de mi jeans.
«En este momento hubiera preferido una falda, sin tantas complicaciones», pensé.
-Para la próxima te pones esa falda, ¡oh, sí! -su voz es un ronroneo.
«Maldición, hablé en voz alta», me reñí. «Solo una vez Kendra, así se va el capricho», me doy un ultimátum. Su mano diestra dentro de mi braga y con sus dedos astutos juega con mi clítoris. Toca el botón, este Insolente consiguió abrir la puerta. Suelto su cabello dándole acceso libre y él me besa con pasión. Luego me lanza hacia el heno, sonrío pícara y me quito una bota. Fausto se tira al suelo y enseguida me ayuda con la otra bota. Me empiezo a bajar los jeans y él termina de liberarme del todo. Apenas estoy con la camisa, mi braga negra mojada y separo mis piernas. Sin vergüenza, decidida, aparto la braga a un lado y con el dedo índice lo doblo hacia mí. Sin perder tiempo se zambulle, su lengua apoderándose de mi sexo y el ruido de los caballos de fondo.
-Vamos a ver si eres tan bueno. -Su respuesta se basa en sumergir un dedo y con movimientos circulares consigue sacarme gemidos de placer.
Iba a sostener su cabello, pero me contengo, muerdo mi labio inferior y mis ojos viendo como de erótico se ve su cabeza enterrada en mi sexo. Quisiera hacer un cuadro de este momento. «Kendra, detén esta cursilería», sirve recordar que solo será una vez. Nada más, se acaba todo, nada de perder el control con Fausto. Su lengua insolente trabaja rápido, lento, rápido, lento y sumerge otro dedo en mi interior. Ya no puedo controlar este orgasmo, me tenso y saca los dedos, pero su lengua no cede. Luego aprieta mi clítoris, su lengua se incrementa y me libero. Él me succiona y mi mente insiste que se ve bien allá abajo. Se retira, mi respiración agitada y veo cómo se libera su miembro. No está nada mal el semental, su mano sube baja por su longitud y me relamo por instinto.
-¿Estás famélica? -Su mano se detiene en la cabeza y con el dedo pulgar limpia una gota de líquido pre seminal.
Mis ojos perdidos en su miembro y levanto la vista, verlo seguro me descoloca. Tengo que alinear las cosas y saco a pasear a la zorra que hay en mí.
-No te hagas ilusiones, no fuiste el peor, pero he tenido mejores atenciones. -Me miro mis uñas con toda mi altanería presente.
-Sé que no eres virgen y que no soy el primero en comerte el coño -su voz estrujada cargada de ira me hacen conectar mi mirada con los suyos -. No tenía intención alguna de superar a nadie -he despertado a su lado insolente.
Cada palabra fue escupida con veneno. Fausto saca un preservativo y lo coloca en su pene duro. Me gusta ver su lado agresivo, de un tirón se quita la camisa y la lanza al lado.
-Olvidemos esto, no vaya a ser que te corras de rabia -murmuré siendo una zorra con mayúscula.
Estoy cruzando sus límites, lo sé y no me importa. Se queda callado con su mandíbula tensa y se acomoda en mi apertura. Me estremezco, el cuerpo traidor me pone al descubierto. Él juega con mis jugos con movimientos circulares en mi clítoris. Sin poder evitarlo se me escapa un gemido, no pide permiso, simplemente él me empotra duro. Sus ojos azules oscureciendo, cada estocada la recibo y le rujo de vuelta. El Insolente no sabe lo bien que se me da la rudeza. Sus ojos fríos puestos en mí penetrando mi alma y quiero apartar la vista, pero no cederé. Él levanta mis piernas y las pone encima de sus hombros. Sus movimientos son cada vez más fuertes, llenos de rabia y sé que cada estocada es respondiendo a mi ataque. Excelente, puedo manejar este Fausto, el insolente, pero no el dolido. Siento que perder el control me costará mucho y es la primera vez que no lo tengo. Entra, sale, entra, sale y siento cómo se construye el orgasmo. Sus venas marcadas en sus brazos, la fuerza en bruto me pone más y entierro mis uñas en su espalda. Fausto está soltando todo, su control a la altura y me niego aceptarlo. Se corre en silencio, su mandíbula tensa y muerde su labio inferior. Su tic me atrae, quisiera acariciar su rostro, quitar esa tensión y terminar por liberar ese labio. Enseguida se aparta como si mi piel le diera asco, me quedo abierta y veo como se quita el preservativo. Vuelvo en sí, me coloco mi braga en su sitio y me siento. No estaré aquí viendo ser despachada, de ninguna manera. Agarro mi jeans, me levanto del heno y me lo coloco callada. El olor a sexo inunda mis fosas nasales y recojo mis botas dispersas. Fausto guardó el preservativo en su bolsillo, se colocó la camisa y veo su miembro erecto por fuera de su calzoncillo. Me puse las botas mirando de reojo y él cierra el zíper.
-A lo que vinimos, tengo que... -soy interrumpida por su arranque.
-Soy todo oídos, su majestad -hace una reverencia -. Luego de cogerte duro podemos ir al asunto.
-No puedes enojarte por no tener los cojones de disfrutar sin sentimientos. Vive el sexo, disfrútalo y no te compliques tanto.
-Eres increíble, ¿sabes que a esto apenas se le puede llamar sexo? -indicó el heno y esa pregunta me jode-. Tener intimidad implica a dos personas y aquí solo había una persona -su dedo índice puso en alto y mi mente perversa se va a lo bien que lo utilizó-. ¿Crees que no me di cuenta del bloque entre nosotros? -estoy hartándome de su cuestionamiento-. Pues para que lo sepas es enorme y te di lo que deseabas. Duro, seco y todo frío -su arrebato me descoloca-. Nunca me había sentido así con alguien. Fue un borrón, si no fuera por la humedad pensaría que estaba con un robot.
Me siento ofendida, cada palabra me dio justo en mi ego y de paso a mi corazón duro. Para él esto fue nada. Fui fría y me contuve, pero soltarme en la cara sin máscara, al calzón quitado me tiene descolocada. Me acerco a su insolente cara, cierro los puños en mi costado y dejo que fluya la rabia.
-Imbécil, quieres que te dé un sobresaliente y te diga que es mi primera vez en las caballerizas. -Con mis brazos extendidos abarco este pequeño espacio.
Aunque es mi primera vez en una caballeriza, ni en mis sueños le confesaría y él me confronta.
-No necesito una nota, menos ser el primero, tus gemidos y tus fluidos hablan por sí solos. No me engañas Kendra. -Su rostro lo acerca hacia el mío y estamos respirando el mismo aire.
Al quedarme callada, él retrocede y se marcha.
-Mi tío Ramón está en la finca.
Se detiene fuera del cubículo y se voltea para encararme.
-Lo sé, mi tío me lo presentó -comentó arrogante-. ¿Qué tiene que ver conmigo?
-Viene a ayudar con la amenaza, no le conté de ti... -su cara es de hastiado-, quiero decir de los golpes y tu deuda -no encuentro la manera de explicarme-. Lo puse al tanto del nombre que me diste -levantó una ceja burlándose en mi cara por no poder realizarlo-. En fin, nada sobre ti y quería que supieras.
-No entiendo, ¿por qué callar? -su mano fue hacia sus bolsillos y desvié la mirada-. Usted no confía en mí -lo encaré para disimular lo mal que me ha dejado este revolcón-. Habla, cuenta todo -hundió los hombros-. No tengo nada que ocultar y nada que perder.
-Insolente, mi tío no es alguien que puedas pasar por alto -resoplé cansada de su actitud-. Si cuento todo te hará pasar un infierno, así seas culpable o no -necesito que entienda el terreno que pisa con mi tío-. Estoy confiando en ti, si este maldito revolcón no te ha dicho nada, entonces eres un completo ciego, además de teatrero.
Paso por su lado, me acerco a la cabina de Rubión y acaricio su melena. Camillia lo tiene abandonado, antes lo montaba más seguido, pero ya ni cinco minutos pasa en la caballeriza. Siento que Fausto está detrás de mí, me giro por encima de mi hombro y lo miro con mis aires de altanería.
-Antes de que prosigas con tus tareas, acomoda a Nube en la caballeriza de Trueno, ponla cómoda y quiero que el veterinario la examine de nuevo.
Quiero ver que esté bien, quiero ser cuidadosa con ella y darle amor.
-Todos los caballos están examinados en esta finca... -me cuestiona y me saca de quicio.
-No te estoy preguntando, es una orden.
Me aparto de Rubión, voy con grandes pasos hacia fuera y sus pasos siguiéndome. Suelto a Nube, le entrego la rienda y él enarca una ceja.
-Nada es común en usted hoy. -Su sonrisa irónica me enerva.
-¿A qué te refieres?
-Me arrojas migajas, confías en mí, me encubres y ahora se queda con la yegua que le escogí. -Silba y se marcha con Nube.
No puedo evitarlo, voy furiosa detrás de él y veo como acomoda a Nube. Cuando iba a abrir la boca para decirle hasta del mal que iba a morir escucho que me llaman a todo pulmón.
-¡Kendra, Kendra, Kendra!
Sin pensarlo salgo corriendo fuera de las caballerizas y me alcanza Otto. Está asfixiado, se agacha con las manos en las rodillas y trata de calmarse para así poder hablar. En eso Fausto nos mira a ambos, alzo mis hombros contestando su pregunta no formulada y él coloca su mano en la espalda del joven.
-Otto, nunca te había visto tan pálido -comento y el joven se levantó, lo veo sopesando sus próximas palabras.
-Camillia, te ne... cesita -mi corazón se detiene y espero lo peor, pero este niño no dice ni pío.
No puedo con el suspenso, sostengo su camisa gris y con mi mirada frenética lo encaro.
-Habla ahora -mi voz es demandante y Fausto me sostiene por la cintura logrando apartarme de Otto.
-Kendra, no lo atormentes -el Insolente se mete de metiche-. Dejemos que Otto se explique.
-Camillia me va a dejar de hablar por siempre, pero si con eso, logro que tenga ayuda lo haré. -El joven habla sin decirme qué demonios ocurre con mi princesa.
-Sé más conciso, no tenemos todo el día. -Casi aplaudo a Fausto por apresurarlo y bajo mi mirada a sus manos en mi cintura.
Hace poco estábamos que nos queríamos linchar y míranos ahora, dejando que sostenga mi cuerpo.
-Ella no me quiere hablar porque su novio se lo prohíbe.
-Camillia no tiene novio -aseguro y Otto se estremece.
-Si tiene, es un hombre mayor -se detiene y mis ojos se han abierto de par en par-. Por eso no te ha contado.
Siento que Otto me ha dado una bofetada verbal y me quedo sorprendida.
-Ella no contestaba las llamadas, íbamos a ir a la playa y me decidí a buscarla al Penthouse. El guardaespaldas me dejó entrar a verla porque nos conocíamos de aquí en la finca y cuando entré al cuarto...
Otto se queda en silencio, mi corazón late con fuerza y con mi mirada le ruego que continúe.
-Estaba en el suelo desnuda, temblando y pérdida en su mente. No me hablaba, unas lágrimas le corrían por sus mejillas y sé que tú la harás reaccionar. Ve ayúdala, no la puedo ver así. -Otto se pasa las manos por su cabello y se lo despeina.
No hablo, solamente me aparto de Fausto y con pasos largos camino hacia la casa. Escucho a la distancia a Fausto dando órdenes o llamándome, pero no tiene caso y continúo caminando. Estoy a pasos de llegar a la entrada de la parte de atrás y me detienen por el antebrazo. Me siento acorralada, me volteo lista para atacar y Fausto sostiene mi mano en el aire. Estoy perdiendo los estribos, necesito irme y este Insolente no me lo permite.
-¡Suéltame, me atrasas, suéltame! -me retuerzo y él me sostiene más fuerte.
-Iré contigo, no irás sola.
-No estoy jugando -repliqué angustiada-. Se trata de mi Camillia, no es un juego.
-No irás sola, iré a informar a los guardaespaldas. -Me suelta y sin darme tiempo para negarme sale hacia el otro lado.
Me importa un bledo si quiere jugar a papá o guardaespaldas. Voy corriendo hacia la casa y subo de dos en dos los escalones. Me tropiezo en el pasillo con Rebeca, no puede ser y maldigo por lo bajo. La esquivo, pero me bloquea el paso.
-¡Lárgate, tengo prisa! -apreté el tabique de la nariz y respiré profundo.
-No sabía que hasta en las caballerizas te gustaba coger Kendra -alarga la mano y saca una paja de heno de mi cabello.
Quiero matar a Fausto, tanto tiempo juntos y no pudo mencionar mi cabello.
-No te preocupes que tendrás la oportunidad, si te lo propones y te das una arregladita puede que tengas suerte. -Le doy unas palmadas en su hombro y me dirigí hacia mi cuarto.
Al llegar voy hacia mi espejo, tengo la trenza casi deshecha y pajas entre el cabello. Increíble, las saco a las millas, listo si queda alguna que la saque Fausto y guarde de recuerdo. Agarro mi bolso, el celular y me encamino hacia el pasillo. Mi mente gira como una rueda, no puedo creer que tenga novio y me lo hubiera ocultado. Al salir busco en el bolso las llaves del carro y con cada escalón que dejo atrás me acerco a Fausto y los guardaespaldas.
-Vamos, no iré despacio y si me pierden nos vemos en el Penthouse. -Les comunico a los guardaespaldas.
Quito el seguro del carro, Fausto abre la puerta para mí y nos miramos.
-¿Puedo conducir, Potra? -ahí está el apodo y niego con la cabeza.
Me acomodo en el asiento, él rodea el carro y sube en el asiento del pasajero.
-Para todo tienes que tener la voz cantante -afirma y sonríe.
-Es la única forma que conozco, cinturón. -No espero contestación y acelero el carro.
Escucho el clic y mi mente está sumergida en qué haré con Camillia. ¿Cómo la encontraré? ¿Podré lograr que me escuche? Al salir de la finca el silencio nos acompaña.