-Eres una arpía, me haces sufrir -habla con la boca llena y se tapa con la mano.
-No te veías sufriendo cuando llegué, estabas en compañía del moreno y en modo conquista.
Peter saca una tarjeta personal, la coloca en la mesa y la desliza hacia mí.
-Antes de que se me olvide, lee por ti misma.
Sostengo la tarjeta, la leo sintiendo los ojos de Pet encima. Interesante, el moreno es decorador de interiores.
-¿Es lo que estoy pensando? -pregunto y doy un bocado de mi pancake.
-A veces tú y yo no estamos en sincronía amiga.
Lo miro indiferente, pero tiene razón.
-Quieres que decore tu cuarto, imagino -levanto una ceja.
-Con ese moreno quisiera decorar varias cosas de mi alcoba, la pared, la alfombra y sobre todo la cama -suspira rodando sus ojos soñadores-. Te equivocaste, es perfecto para la academia de Camil, siempre es bueno dar un voto de confianza al nuevo talento y necesitas un decorador. Sé que él y Camil se llevarán bien.
-Lo reflexionaré, no está nada mal tu idea. Tendré que ver sus trabajos, referencias... -me interrumpe y continúo comiendo.
-Me mostró su carpeta, créeme, es bueno y sabes que jamás mezclo trabajo con mis conquistas. Por eso me atrevo a recomendarlo, además, no creo que suceda algo entre nosotros, es bisexual y sabes que no comparto -negó con la cabeza.
-Por Dios, hablas como si te fueras a casar -dije entre risas y me pasé la servilleta por mis labios-. No tiene nada de malo para un revolcón, Pet.
-Querida, ese no es el asunto, fue muy claro al verte. Sus ojos se le querían salir de órbita y casi babea en tus bubis -las señala y arruga el entrecejo.
-Nada pasará, las conquistas de mi amigo son restringidas.
-Cambiando el tema, cuéntame del semental que te retrasó.
-El sobrino de Demetrio lo contraté, ¿recuerdas? -asiente y apura con la mano.
-Está envuelto en chocolate, con eso te podrás imaginar mi nuevo antojo.
-Eres una maldita golosa, necesito ir a la finca Arken, pronto.
-Aunque es un insolente deseo probarlo una vez.
-Veo que estás ingeniando tu nuevo movimiento.
-De eso no dudes.
-Vamos con los negocios, Kendra -se ajusta la corbata y me relamo la lengua con varias ideas que surgieron.
Entre papeles y firmas nos ponemos serios, nos envolvimos en el trabajo. Por eso me encanta Peter, bromeamos, pero a la hora de negocios somos profesionales y competitivos.
...
Estoy caminando hacia el estacionamiento, Peter se estacionó al frente y se ofreció a traerme, pero me negué; él iba atrasado para una junta. Estoy sacando la llave del carro, en eso me detengo, una voz extraña grita mi nombre. Me tenso, siento que esa voz me trae recuerdos y al voltear me niego a creerlo. Me encuentro a pasos de mi pasado, los años han hecho estragos en ella, pero son inconfundibles esos ojos marrones. Es imposible que recuerde sus ojos, suponía que no recordaba nada sobre ella y me equivoqué. Esos ojos están incrustados en mi mente, en lo más profundo y han salido a superficie sin ser invitados. Viene con ese porte que los años no le han arrebatado, está demacrada y desaliñada, pero conserva esa frialdad.
-Kendra, es hora que tengamos una charla de madre a hija -suelta así tan viperina y me río como demente.
Sostengo fuerte la llave, está incrustada en mi palma y me entra una ola de rabia.
-Señora, no la conozco, así que apártese -hablé con la mandíbula apretada.
Me giro, me aparto con largas zancadas hasta llegar a mi carro y desbloqueo las puertas.
-Te he estado observando, ¿cómo explicas que esté frente de ti? -no respondo-. Tú no eres tan distinta a mí, he visto tus pasos.
Me acerco endemoniada hacia su despojo de cuerpo y la encaro.
-No te atrevas a compararte conmigo, tú jamás has sido madre y menos has llegado alto. Eres nadie -hinco mi dedo índice en su corazón y ella me mira estoica.
-Nunca me propuse llegar alto, pero sí vivir con riquezas -confirma orgullosa.
-Pues continúa con tu mundo de banalidades, aunque pareces una pordiosera.
La miro de arriba abajo, ella alza su mentón y no se amedrenta.
-Humíllame para que saques ese dolor, pero aun así me tendrás que soportar y mantener.
Camina hacia el lado del pasajero, abre la puerta y me niego a ayudarla. La sostengo fuerte del brazo, me mira con ojos de halcón y sonrió maliciosa.
-Te largas ahora mismo, no te debo nada y menos te daré ni un centavo.
Empieza a reírse, es asqueroso, su olor hediondo inunda mis fosas nasales y me contengo de taparme la nariz.
-Lo harás Kendra, porque empezaré a difundir tu pasatiempo favorito, incluso, iría donde la esposa de Andrés -entrecerré los ojos-. Sí, el abogado bonito y chulo -habla entre risas y suelta el veneno.
-Es tu palabra contra la mía, además, qué rayos me importa esa mujer -viré los ojos para arriba-. No me conoces, no sabes nada de mí...
-Te haré tu maravillosa vida, un infierno, incluso, Camillia esa linda rubia que amas me quiere.
Mis ojos se agrandan y ella nota el miedo al mencionar a Camillia. Me odio por flaquear delante suyo.
-Oh, sí, esa niña me conoce y me quiere porque pido limosna frente a su universidad -asintió sonriendo con ironía-. Tiene un increíble corazón, me lleva comida y...
-¡Cállate, no te atrevas a lastimarla! -alzo mi voz y quita mi mano de su brazo.
-No lo haré, si cedes -me lanza una guiñada y se sienta en el asiento del pasajero.
Rabiosa, azoto la puerta, rodeo el carro y la malparida me saluda sonriendo. Tranquila Kendra por Camil tengo que ceder, respira y exhala. Pronto pondré esto a nivel, enojada, no puedes pensar con claridad. Al estar montada, enciendo el carro y la volteo a ver.
-Esto apenas empieza Rebeca, te estás metiendo con la persona menos indicada.
-Eres mi hija, vives podrida en dinero y te mueres por compartir -trepa sus mugrosos tenis en el dashboard.
La golpeo fuerte en sus piernas, consiguiendo que los baje y alza las manos en son de paz.
-Oh, no sabes nada de mí -la encaré decidida a joderla-. Te demostraré que amenazarme, no te llevará lejos. Sí, tendrás dinero de mí, pero no como crees Rebeca.
-¡¿Qué demonios harás?! -cuestionó aterrada-. ¡No juegues conmigo, pequeña zorra! -gritó y salgo del estacionamiento.
Eso es perder el control, porque no tendrás más de lo que te mereces y de eso me encargaré.
-Acertaste, soy una zorra, no estaba pensando claramente al recibir tu visita. Ha regresado la bruja que soy, no desesperes, pronto te informaré -me coloco el cinturón de seguridad.
Acelero y freno de cantazo consiguiendo que Rebeca se impulse adelante y me mira asustada.
-Por favor, cinturón de seguridad. No quiero infringir las reglas -le tiro una guiñada y sonrío abiertamente.