-Admiro tu temple, querida, has manejado este asunto como toda una guerrera -habló Peter con sus manos debajo de la barbilla.
Debo agradecer su ayuda, él ha demostrado que es de confianza y efectivo.
-Con este equipo de trabajo y tu ayuda fue mejor caminar en el infierno.
En eso dan dos toques en la puerta del despacho, son apenas las once de la mañana y al ser viernes me tomé libre de la oficina. La persona detrás de la puerta no puede ser Solimar, está en la tienda y hubiera entrado sin invitación.
-Adelante -alzo mis cejas y espero-. ¿Quién será? -susurré para mi amigo y él alzó los hombros.
Entra Camillia, he estado evitándola desde ese día, pero no por hacerla sufrir. En cambio, no quiero expresar algo que luego lamente.
-Necesitamos hablar, ¡por favor! -súplica con la mirada de ojos verdes.
-Querida, te veo en la noche. -Se levanta Peter y se acerca hacia mí para abrazarme.
Aprovecha nuestro apretón y susurra en mi oído-: Sé buena con Camillia, con esos ojos de ternero degollado tiene suficiente y no la termines de espantar. -Me guiña el ojo, se aleja y saluda a Camillia con dos besos en cada mejilla.
-Tranquila niña, tu tía está recién vacunada contra la rabia. -Le da dos leves palmadas en la mano y ella sonríe forzada.
Nos quedamos solas en el despacho, sostengo la bandeja de sandwich de mezcla y se la ofrezco. Ella camina insegura y agarra un pedazo de sandwich.
-Gracias - mastica y el silencio es raro en nosotras-. Necesito aclarar todo y que hablemos de una vez.
-Claro, toma asiento -señalo la silla y se sienta en la esquina.
Está lista para salir corriendo al parecer. Al bajar la mirada recuerdo los papeles y los reúno todos y los guardo en la gaveta con llave.
-Tengo muchas cosas que decir, no sé por dónde comenzar -mueve sus manos abarcando sus palabras-. Sabes que preguntaste quién eras y la contestación es que eres todas -se mantuvo callada y tomó aire-. Depende de mi estado de ánimo, podrías ser mi confidente, consejera, en fin, muchos títulos y jamás te lastimaría. No podemos seguir apartadas y enojadas. Sé que dudé y te herí por ingenua.
Me levanto, rodeo el escritorio hasta quedar de frente a Camillia. Espera por mí, sus pies bailando y sus ojos llenos de esperanza.
-¡Oh, por favor, Camillia, tranquila! -sostengo su mano-. No puedo negar que dolió, pero siempre serás mi niña y mi tesoro. Ven aquí -abro mis brazos y se lanza mi niña.
Estamos abrazadas, por más enojo y dolida, ella es primero y siempre la protegeré. Acaricio su cabello rubio, al apartarnos enseguida vuelvo a mi piel dura. La sonrisa radiante de Camillia me contagia y sonrío. En eso suena su celular, observo como sus ojos se emocionan y una alarma se enciende dentro de mí. Me recuesto en el escritorio y ella contesta.
-¡Buenos días! ¡En serio, vas a ir, es genial! -juega con un mechón de cabello en su dedo-. Te hablo luego.
Al colgar la llamada suspira y vuelve de su burbuja.
-Me preocupa ese suspiro, suenan alarmas.
-Deja el drama -me besa la mejilla y agarra la bandeja de sandwich de mezcla -. Me voy, nos vemos en la locura de arreglarnos.
Se va caminando de espalda, sonriendo y me lanza besos. Mi celular sonó, lo agarro del escritorio y antes de responder a Sol, vuelvo mi atención hacia Camillia.
-Te salvas por esto -muevo el celular y muestra sus dientes blancos perfectos-. Quiero saber todo sobre esa llamada, por la cual tus ojos brillaron.
-Luego sabrás, aún no es seguro nada. -Se gira y escapa del despacho.
Respiro profundo para atender a la histérica de Sol. Por cierto, esta noche Solimar tiene un desfile presentando su nueva colección de la tienda y en conjunto con una gran diseñadora. Es Eva Zaragoza, está abriéndose paso en el mercado de la moda y juntas son dos expertas. No puedo negar que desde que Sol le dio oportunidad a Eva, las ventas y clientelas aumentaron.
-Kendra, recuerda que a las tres llega el equipo y vestuario. ¡Por favor! -pausa-. Necesito que logres que Camillia no ponga peros, llega con ella y las veo acá.
Su voz es agitada, se escucha de fondo su equipo de trabajo y sé cuán importante es para ella.
-Tranquila, respira y no hagas tanto estrés. -Escucho a una mujer preguntándole: -¿Los modelos a qué hora llegan?
-A eso de las cinco -responde Solimar por fuera de la línea-. Sabes que es imposible estar sentada de brazos cruzados, Kendra.
-Entiendo, ¿por qué te quedarás?
Le pregunto por qué ella siempre viene y salimos juntas. Le gusta estar presente para que todo salga a su manera y quedarse es raro.
-No preguntes estupideces, solo logra que la niña mimada aparezca. ¡Bye!
-¡Por Dios, mujer!, date un revolcón para que bajes esa intensidad. -Escucho que se ríe y en serio que está rara al otro nivel.
-Tal vez siga tu consejo, bye.
Me cortó la llamada, está, tiene un amigo y lo confirmó. Al menos para que no sea tan recta y amargada. Decido ir a las caballerizas antes de jugar a las princesas y hadas. El aire cálido me abraza, voy con pasos largos y con mi mente en aquel beso. No he podido dejar de imaginar los miles de escenarios y hasta que no tenga a ese semental en mi cama no me detendré. Se acerca Demetrio, es un hombre apuesto y maduro. Mirándolo de cerca tienen en común mucho, empezando por su altura y sus facciones.
-¡Señorita, que bueno verla! -se quita el sombrero y su mirada fuerte puesta en mí.
-Hola, Demetrio, dando un paseo por mi finca -recorro la finca con mis ojos y él asiente.
-Es bueno que aprecie esta maravilla -susurró alegre y abarcó con la mano el terreno-. Antes de irme y dejarla sola le agradezco por darle trabajo a mi sobrino. -Su sincero agradecimiento me descoloca, si supiera que lo único que pienso es llevarlo a la cama.
-No hay nada que agradecer, espero que no lamentemos haberlo contratado.
-Lo veo enfocado y le sienta bien la finca -dijo Demetrio decaído.
«Kendra, porque dañas todo con tus comentarios», me reté.
-¿Está trabajando en las caballerizas? -hice la pregunta como jefa, casual.
Demetrio me mira extrañado, me pongo de mal humor y no soy buena en ese estado. Me aprieto el tabique de la nariz y respiro profundo, él carraspea.
-Mi sobrino está libre hoy, lo pidió por asuntos personales -lo veo nervioso.
-Está tomando días personales muy pronto, ¿no crees? -mi tono de voz es autoritario-. Olvídalo, Demetrio, la próxima vez... -me detuve y con la mano lo despedí-. Nada -me giro molesta.
«¿Qué rayos te sucede?», me regañé. Respecto a los peones, siempre Demetrio ha estado a cargo y me pongo furiosa por un día libre.
-¿Sucedió algo que deba saber? -cuestiona Demetrio.
Me he delatado y cierro mis manos en puños.
-Continúe con su trabajo, nos vemos.
Me marcho hacia la casa, a poner mi mente en blanco para esta noche. No puedo defraudar a Solimar.
...
Después de arreglarnos, nos encontramos en la limusina y estoy dando sorbos a una botella de agua. Mi niña está preciosa con un traje largo de color blanco en forma de corsés. La cola del traje tiene una apertura en la pierna izquierda y encima una chaqueta blanca con botones en metal dándole un toque juvenil.
-Realmente estás matadora Kendra, toda de color rojo -me sonríe Camillia.
Estoy envuelta en un traje de manga corta, queda ceñido hasta debajo de las rodillas y termina con una cola de campana que tiene toques de rosas. Al igual que el costado con transparencia.
-Esa es la idea del traje, atraer -me sacudo un pelo encima de mi falda ceñida-. Solimar quería tu pelo en moño, pero aun llevándolo suelto te ves preciosa. -Se acomoda el pelo y asiente.
Siempre han tenido esa obsesión ambas de llevarse la contraria.
-Nunca es conforme, Solimar -dijo con rabia Camillia-. Al menos no tuviste que soportar a tu madre detrás de tus orejas recordándote que no debiste nacer. -Se voltea a mirar por la ventana y sin verla puedo imaginar sus ojos húmedos.
-Ningún escenario es favorable.
Las palabras sobraban, habíamos sufrido ambas y eran dolores presentes. Ninguna habló, el silencio nos acompañó hacia el Sheraton Old San Juan hotel. Al pisar en el centro de convenciones somos atrapadas por una tromba de fotos. Solimar está radiante y sonriente. Posando con su familia en traje rojo, demasiado corto y en forma de corazón el escote.
-Vamos hacia los asientos, las ubicaré y luego voy a verificar que todo esté set. -Nos guía a través de las personas.
El lujo se desborda y mis ojos buscan posibles amantes para esta noche.
-Solimar está todo perfecto, no tienes que preocuparte más y disfruta -sé que cada palabra es en vano, pero intentar no cuesta nada.
-El burro hablando de orejas -ataca sarcástica Solimar y sonríe a unas señoras al otro lado de la pasarela.
La música alta suena con tecno, meseros con aperitivos y copas están entre la gente. La pantalla de pasarela muestra imágenes de la tienda, modelos con la ropa y anuncios. Está todo en perfecta sincronía y me enorgullece, Sol. Nunca pensé que la tienda estuviera en este nivel.
-¿Solimar qué te parece mi cabello? -Camillia se despeina su pelo rubio y le lanza una guiñada a Sol.
-Hoy no estoy para tu mierda, niña -susurró por lo bajo y sonriendo forzado para el público-. Al menos tienes porte, eso me debes agradecer a mí... -se señaló con su dedo índice su cuerpo- porque tu donador de esperma es un neanderthal.
-Gracias por recordarme que aún existe, estoy reflexionando en rastrearlo y agradecerle por haber creado el dolor de cabeza de Solimar. -Se marcha Camillia y agarra una copa del mesero más cercano.
En serio, tienen que dañar todo. Ellas con su juego de herirse en todo momento. Solimar está taconeando con su mandíbula tensa y veo el miedo en sus ojos al mencionar a ese peón. Se acerca Eva elegante con un traje negro, manga larga y falda en campana. Es sencilla, con una belleza natural y se acerca con esa sonrisa contagiosa.
-Solimar, te estaba buscando -me sonríe y me besa la mejilla acelerada. Su cabello castaño lo tiene recogido en una dona alta-. Kendra, perdona, pero me la llevaré -se disculpó agitada-. Necesitamos ajustar unos toques y la devuelvo.
-Es toda tuya -la empujo bromeando y ella vuelve a la realidad-. Vayan, me portaré mal.
Se fueron y justamente veo a Peter, me alegro y voy hacia él.
-¡Hermosa mi chica, estas que das veinte patadas a todas! -Peter pone su mano en el corazón y me gira.
-¡Gracias, gracias! -lo abrazo y nos apartamos-. Por tu halago y por tu presencia.
-No seas perra, ¿a poco no estoy hermoso? -pregunta y da una vuelta para que lo admire.
Tiene traje de etiqueta gris, su camisa blanca con círculos azules y lo mejor es su pelo azul.
-Siempre lo estás, aunque hoy estás más hot.
Entre risas, comentarios bobos y evaluando todo pasó el tiempo. Estamos viendo el desfile y hay modelos mixtos. La ropa es de mujer y hombre. Estoy chat con un amigo para quedar esta noche y me codea Pet.
-¡Tus ojos al frente y es ya! -su voz emocionada y al levantar mis ojos chocan con una torre sólida de músculo.
Debí haber dejado mi boca abierta porque Pet me da dos leves cantazos en mi mandíbula. Los ojos azules me envuelven y encienden. En la cara del insolente se percibe sorpresa en su rostro, pero disimula enseguida y continúa mirando hacia el frente. No puedo creerlo, Fausto, el semental, modelando y en apenas un traje de baño diminuto de color rojo.
-¡Por Dios, Kendra, te comió con la mirada al igual que tú a él! -habla rápido Pet y apretó mi brazo emocionado. Sin embargo, no puedo despegar la vista de su culo y caminar de Fausto-. Es lógico si está para chuparse cada músculo de él.
-Es una torre sólida de músculos quién lo diría -logré formular.
-¿Lo conoces?
-No del todo, es el semental que te mencioné.
-¡¿El sobrino de Demetrio?! -se sobresaltó mi amigo.
-Ese mismo. -Peter abre sus ojos grandes.
-¿El beso fue con ese semental? -indicó con su dedo la pasarela y agrandó los ojos.
-Sí, y puedo ver por dónde van tus pensamientos, Pet.
-Ese modelo de ojos azules picantes, nariz perfilada, labios comibles -asiento a mi dramático amigo-. ¡Oh, su rostro redondo! -movió sus manos recreando al modelo-. Es perfecto, desde su melena negra cayendo en sus ojos haciendo que se vea más sexy -suspira-. No pude dejar de notar sus músculos, su piel incitando que lo toquen y su pa... -lo corto.
-¡Es él, cállate, Peter! -cubrí su boca agitada por la noticia y él no coopera-. ¡Demonios, de peón a modelo! -mi amigo asintió y solté su boca.
Nos levantamos, aplaudimos y agradecemos el final. Necesito averiguar qué sucede. La prensa corrió hacia Solimar y Eva.
-Esa mirada la conozco Kendra, ve por ese bombón -Pet me empujó conociéndome a la medida.
-Si preguntan por mí no menciones nada -le hice saber por si acaso.
-Me hiere que dudes de mí, lárgate zorra.
Me tira una guiñada, me alejo, paso por detrás del escenario y esquivo a las modelos abrazándose. Estoy buscando, pero no lo veo y me empiezo a desesperar. Era él, no vi visiones y su mirada confirmó que era Fausto. Busco por el área, pero se lo tragó la tierra.
-¿Me buscabas Potra? -Esa voz de creído me toma por sorpresa y me giro arisca.
No pensé que estaba tan cerca y casi nos tocamos. Fausto tiene una delgada camisa blanca y unos jeans.
-Soy tu jefa, así que respeto, irrespetuoso -murmuré con actitud.
Él sonríe burlón, me enerva y por más sexy no manda.
-En la finca Arken usted es mi jefa, pero en modelaje no lo eres, Potra. -Recorre con su dedo índice mi mandíbula tensa y me aparto.
-¿Qué demonios haces de modelo? -cuestioné endiablada por su actitud-. ¿Es un juego perverso estar trabajando para ambas?
-No estoy para mierdas de creídas viejas con ínfulas que las persiguen. -Se voltea y sostengo su brazo.
-Solimar Estrada es mi hermana y socia.
Él se gira, baja la mirada hacia mi agarre y lo suelto.
-No tenía ni puta idea, sabes, no soy un estafador. Le puedes preguntar a tu hermana -se ve disgustado por mi reclamo-. Soy modelo, hago fotos y he trabajado para ella en otras ocasiones. Necesito dinero y pues mi tío me ayudó a entrar a la finca -extiende sus brazos y le creo.
Él habla raspado, pero tiene ese modo de ser abierto.
-Es bueno saberlo -murmuré y alisé mi vestido.
-Kendra, tú acá -Sol se tocó el pecho, escandalosa-. Me lo cuentan y no doy crédito -alardea Solimar y nos mira.
-Me pareció ver a mi empleado, ¿qué supones? -Solimar se confunde y nos mira a ambos-. Estaba en lo cierto.
-Espera, Fausto, tu empleado -lo señala-. Es broma, ¿cierto?
-No, no es broma -se ve alterado Fausto-. Soy empleado en la finca Arken, necesito dinero como cualquier persona. En estos momentos prefiero pasar el tiempo divirtiéndome, no estoy en horas laborales -se inclinó el insolente-. Hasta luego, jefas. -Nos sonríe cínico y se marcha con su arrogancia.
-Es increíble, jamás pensé que mezclarías el trabajo con revolcones.
--Todavía no ha pasado -contesté de mala manera.
-Eso quiere decir que lo obtendrás, no te culpo porque es potable.
-Para que sepas es el sobrino de Demetrio y no confabulé para tenerlo en mis bragas por medio del trabajo -aclaré siendo directa.
-Recuerdo que te pidió que lo ayudarás -Sol se ha quedado pasmada-. Las vueltas que da la vida, por algo, es redonda.
-Es una falacia mencionar que la tierra es redonda y plana -refuté y Sol me dio una mirada de bicha-. Es más bien una patata.
-Perdona, sabia Kendra -se inclina ante mí y sonrió orgullosa.
-Por cierto, debes avisar que tienes modelos así de potables.
-La sabia Kendra se imaginaba modelos con tres cabezas, caras verdes y enanos -se mofó.
-Algo semejante, con tu amargura iban de la mano.
Nos reímos, en eso pasa un mesero y Sol agarra una margarita.
-Por cierto, debes echarle un ojo a Camillia -habló por encima del vaso de cristal-. Está afuera con un hombre bastante maduro para ella.
Me tenso, recuerdo la llamada y sus ojos iluminados esta mañana. Sostengo por los hombros a Solimar y ella me mira con su sonrisa malévola.
-¿Dónde está? -la invadí con el interrogatorio-. No podías fingir preocupación y averiguar.
-Por favor, sabes bien que nada más acercarme estallaría tu niña mimada --alzó la voz y sonrió-. ¡Hoy estoy feliz, muy feliz para arruinarlo!
La suelto, me marcho recorriendo con la vista por si los veo. Al salir me recibe la brisa y me estremezco. Camino en su búsqueda, pero no la encuentro y decido llamarla. Después de dos intentos fallidos, recibo un mensaje de Camillia.
Estoy en una fiesta con amigos (a), todo bien.
¡Te amo!!!
Pero puede textear la niña mocosa.
¿Se puede saber quién es tu amigo mayor?
¡Hablamos después, chao!!!
Es pérdida de tiempo insistir y necesito despejar la mente. Paso de largo varios grupos de personas, sin darme cuenta, estoy alejada y cerca del estacionamiento. Escucho un quejido, golpes y maldiciones. Mi corazón se acelera, faltaría que me ataquen y correr con estos tacones sería imposible. Estoy pensando en las opciones de vida. Puedo quitarme los tacones y correr. Llamar a los policías, pero mi chofer llegará primero. Me percato que son tres hombres de negro y golpean a alguien en el suelo. Estoy sola, sin ningún plan y solo sé que debo tratar de ayudar a esa persona.
-¡Acabo de llamar a la policía, lárguense! -grito desesperada, mis dedos tiemblan y desbloquear el celular es imposible.
«Rayos, Kendra, por qué no se te ocurrió llamar antes», pensé tarde. Ahora te matarán en vez de ayudar al herido. Ellos corren hacia una furgoneta negra, se marchan chillando goma y me tranquilizo. Camino lo más rápido que me permite el vestido y los tacones. El hombre está boca abajo, escupiendo e intenta sentarse. Sin pensarlo me agacho, lo ayudo a sentarse y se me escapa un grito al ver a Fausto.
-¡Llamaré a la policía o ambulancia! -me quita el celular y se arruga todo.
Está oscuro, pero puedo ver por medio del farol, sus ojos azules y sus heridas. Ojo morado, ceja izquierda sangrando y su labio cortado.
-No llames a nadie, Potra -susurra y escupe sangre-. ¡Maldición!
Se levanta la camisa, se toca las costillas y se ve un moretón enorme en su costado. Maldice por lo bajo, recorro alrededor y no veo a nadie.
-Pueden volver, matarnos a ambos. -Muevo la cabeza de lado a lado y él me sostiene por las mejillas.
-No lo harán, tranquila, Potra -me atrapan sus ojos y ahí está su tic en su ojo izquierdo-. No volverán, me necesitan vivo, si no estuviera con una bala entre ceja y ceja ahora mismo.
Me suelta y se aparta de mí. Tenían pistola, ¿en qué lío anda? Me pudieron matar por querer ser salvadora. Es increíble que aún esté viva.
-Sé que no es el momento, pero por favor no me despida -su voz es un ruego y es raro en el insolente-. Debe pensar que soy: desde drogadicto, estafador y acosador. En fin, un sinnúmero de cosas depravadas -tomó aire-. Necesito el dinero, ahora más que nunca y con esta cara jodida será un poco difícil modelaje. -Se le escapa un quejido y cierra sus ojos.
-Dame mi celular -abro mi mano y él posa sus ojos en mí.
Veo su dolor y temor a ser despedido. Mi mente sabia me exige que me aparte y lo despida. Pero la obstinada Kendra, la que maneja a su antojo las cosas, está intrigada por este hombre.
-No llames a nadie, me iré a casa -se ve nervioso-. Solo me tomo mi tiempo. -Me entrega el celular y envío un mensaje a mi chofer.
-Mi chofer nos recogerá, tranquilo.
-No necesito pon, mi tronca está más abajo.
-Insolente, solo tomas algo y te largas a tu tronca.
En eso se acerca mi chofer, respiro aliviada y me levanto. Veo que intenta levantarse, se remilga todo y lo ayudo. Al incorporarse, se aparta y le doy su espacio. El chofer se asusta al ver a Fausto y nos mira angustiado.
-¡Señorita Kendra! ¿Se encuentra bien?
-Lo asaltaron, es un empleado. Estoy bien, gracias por preocuparte.
-¡Llamaré a la policía! -iba a sacar su celular y veo el miedo en los ojos de Fausto.
-Todo está bajo control, no llames.
-De acuerdo -abre la puerta de la limusina.
-Fausto entra, te llevaremos a tu tronca.
-Damas primero, Potra -se sostiene el costado y sonrío sin poder evitarlo.
Estamos sentados uno al lado del otro, le sirvo un trago de Don Q con Coca Cola y lo agarra sin quejas.
-¿Se puede saber que da risa? -da un sorbo grande y agarro dos kleenex.
-Pues que él insolente todo golpeado tenga modales.
Se toma otro sorbo, le ofrezco los kleenex y los agarra. Hecha un poco del trago en la toallita y se lo pasa por la ceja.
-Lo salvaje no quita el sentido de protección. -Se limpia la boca y me quedo observando cada movimiento suyo.
Siento calor, además de unas ganas irrefrenables de curarlo con mis propias manos y besar esas heridas. Probar esos labios rosados y lastimados. Ansío perderme en su insolencia. Sé que él percibe lo mismo, se acerca y nuestros rostros están juntos.
-Insolente, ¿sabes que pasaste el límite de privacidad de una persona? -le hice una pregunta con trampa y él asiente.
Él sostiene mi nuca, es una manera posesiva totalmente salvaje y sus ojos recorren mis labios. Me besa, por segunda vez toma el control y eso me pone furiosa y excitada. Nada con él sale como lo deseo, así que vamos a girar los papeles. Lo empujo fuerte consiguiendo un gemido por su parte y me siento a horcajadas en su regazo. Su dolor se apagó con deseo y con una pasión llena de frenesí total. Agarro su pelo fuerte y con mi otra mano sostengo su miembro duro. Se siente muy bien, cuánto daría por tenerlo dentro y me pierdo con sus manos toscas acariciando mis senos. Somos gemidos, lenguas enredadas y ganas de explotar juntas. Me aparto, él iba al ataque por mi boca y lo sostengo fuerte de su pelo. Nos quedamos mirándonos agitados. «Muy bien Kendra, lo tendrás, pero a su tiempo», aplaudí por el control.
-Te daré un aventón a tu tronca, Insolente -susurré coqueta y segura-. Veo que estás en perfectas condiciones. -Suelto su pelo, me bajo de su regazo y bajo la ventanilla del chofer.
-Por favor, Fausto, indicarle dónde está tu tronca.
Está tenso, se toma de cantazo el trago y lo suelta en la barra. Al girarse hacia mí, vislumbré su mirada lasciva y sonríe pícaro.
-No hace falta, Potra -sus palabras son amortiguadas-. Estoy en buenas condiciones, gracias -abre la puerta.
Fausto se baja y se voltea. Nuestras miradas están unidas, se muerde el labio y se acomoda su entrepierna.
-Te veo en la finca, Potra. -Me guiña el ojo todo insolente y se marcha lento por el estacionamiento.
Me sonrío como nunca y excitada por él. No puedo irme sin estar segura de que llegó a su tronca.
-Señorita, ¿nos vamos?
-Tan pronto veas una camioneta "Ford" pasar, nos iremos.
Asiente el chofer, nos quedamos en silencio y al pasar la camioneta me siento aliviada. No entiendo este sentimiento, lo más seguro es porque lo atacaron y no quiero verlo morir. Debe ser eso Kendra, esto es una aventura y cuando la vivas se pasará el capricho.
-Vamos a casa. -Nos marchamos, mi mente envuelta en ese beso.
No puedo creer que esté de camino a casa sola y con la mente en las nubes. Debe ser la emoción de la noche, casi pude morir por medio de una bala o por un insolente.
...
Apenas llevo una hora en casa, no concilio el sueño y caminé toda la casa como alma en pena. En este preciso momento estoy sentada en la biblioteca y con un vaso de Don Q con Coca Cola. En toda la noche no consumí alcohol, sin embargo, heme aquí rodeada de libros, oscuridad e insomnio. El ruido de la puerta me indica que viene un intruso, el cuarto está alumbrado por una tenue luz de la lámpara y me giro para ver quién me interrumpe.
-Hasta que por fin te encuentro -la insoportable voz de Rebeca me acompaña.
Camina hacia mí, su bata es negra de tirantes y sin invitación se acomoda en la butaca al lado mío. Enseguida me tenso, saca un cigarrillo y lo enciende.
-No estoy para tus mierdas. -Muevo el vaso y observo su rostro.
-Tranquila, no podía dormir tampoco y salí a dar un paseo por la finca y veo tu luz del cuarto encendida y subí sin pensarlo.
Está serena, sentada como si fuéramos íntimas de toda la vida y expulsa el humo. Al quedarme callada continúa con su historia.
-Tu cuarto estaba vacío y decidí buscarte por la casa y te encuentro con los libros de compañía.
-Tampoco quiero tu compañía y menos después de todos estos años ausente -doy un trago para bajar el mal sabor de su aparición-. La conciencia te está carcomiendo, pero no me importa que te chupe -bufé-. Ve a otro lado, lejos de mí. -Siento la rabia subir y viene con fuerza.
-Aunque no lo creas, somos iguales en muchas cosas.
-No lo creo, jamás Rebeca -me volteo en la butaca y derramo un poco del trago-. Nunca.
-Somos fuertes, orgullosas e independientes -no le importa que la he echado-. Escucha esto porque no lo volveré a mencionar -soltó el humo arriba-. Cuando quedé embarazada fue un gran tropiezo, como todos los obstáculos que se interponen en mi vida, los salto. Eso pretendía hacer, pero tu padre no me lo permitió y me llené de rencor -silencio y respira hondo-. No recuerdo nada bonito del embarazo. Al nacer no te podía ni mirar y mientras más tu padre te daba amor, más odio albergaba. Tu padre tampoco ayudó con mujeres tras mujeres cada noche y exigí dinero o te apartaba de él.
Nuestras miradas se encuentran, su rostro duro y mi corazón bombardea a las millas. Es increíble sus palabras, sin una pizca de remordimiento y eso, infiernos que duele.
-No quiero saber más nada -mi voz sale ronca y fuerte-. En fin, la conclusión es que no somos nada parecidas, a excepción de la sangre por desgracia.
-Escucha, aún queda -levantó la mano deteniéndome-. Aguanta tu odio, niña -da una calada y expulsó el humo-. Me fui con el dinero, llena de mucha mierda y nunca imaginé que me enamoraría. Oh, sí, Kendra, sentí el amor y no se compara con nada. Cuando sientas que una persona arrasa en tu interior como tormenta y sacude tu alma, no lo sueltes.
-Es increíble, ¿de quién te has enamorado? -con voz burlona le pregunto-. Espera, no respondas. Es obvio, con el narcotraficante que está encerrado y te ha dejado en miseria.
Al fin logro que sus ojos fríos muestren un sentimiento, me mira con dolor y nunca pensé verla así.
-Sé que has investigado, que sabes o pretendes saber mis pasos. Por ese motivo te confirmaré tus sospechas, sí, estoy enamorada de Nono. No me arrepiento de haber caído en lo más bajo, porque ese fue el precio para el amor. Nunca esperé que entiendas mis pasos y menos los explicaré. Quiero darte este consejo, aunque no sea bien recibido. Ama por encima de ese odio y vive. No desperdicies más el tiempo, vive. -Se levanta, apaga el cigarrillo en el cenicero del escritorio y me vuelve a mirar.
Estoy atontada, sin palabras y me siento con ganas de gritar.
-Todavía no entiendo, ¿en qué nos parecemos? -dije en un hilo.
-Sencillo, el odio nos bloquea y no vivimos con plenitud.
Se marcha dejándome sola y lanzo el vaso de cristal hacia el suelo. El ruido llenando este silencio. La rabia latente, los pedazos de vidrios recordando mi descontrol y esquivo el desastre sin mirar atrás.
...
Este cuarto me sofoca junto con mis pensamientos. Apenas son las 1:50 de la madrugada y no puedo apaciguarme. Agarro mi celular, marco a Leonardo Contreras. Mi vecino más próximo, hemos tenido nuestras noches y espero que no esté ocupado.
-¡Hola guapa! -saluda Leonardo, escucho música y una mujer a su lado-. Espera amor, es una llamada urgente de mi hija.
Todo un experto en mentiras, soy su hija y busco ropa en mi armario.
-Veo que estás comprometido, lástima tenía planes para compartir con mi papá.
Agarro una falda campana de color negro, camisa de manga larga de color blanca y me quito el camisón. Vuelvo, coloco el celular en mi oreja y me subo la falda.
-Espera, hija -escucho cuando se despide de la mujer por una emergencia familiar-. Ahora soy todo tuyo, Kendra, ¿dónde te veo?
-En tu finca, no quiero conducir lejos, ¿se puede?
Me pongo unas botas de tacón negras, me veo en el espejo con el escote pronunciado y sonrío.
-Mi hermano está en la finca, llamaré para qué habrá la cabaña y tengamos más privacidad. Llego enseguida, no estoy lejos, así que ponte cómoda y no te preocupes por el portón.
-Nos vemos, papi. -Sonrío traviesa y me termino de vestir.
Leonardo es un hombre maduro, tiene cuarenta y tantos años. Tiene un negocio de ganadería, es viudo y con dos hijos varones. Es un hombre serio y sabe ser buen amante. Estoy en el portón de su finca, al abrirse veo en la camioneta al encargado. Es un señor entrado en edad, asiento con la cabeza en agradecimiento y continúo el camino. Estoy delante de la casa rústica, su fachada es pura de hombre y acogedora. Al bajarme siento frío, mis pezones se asoman y me acaricio mis brazos. Se acerca Leroi el hermano y viene con su seguridad hacia mí. Es un típico mujeriego, pero de los que no discrimina. Créanme, se lleva todo a su cama. Por eso siempre lo he tenido muy, pero muy lejos de mí.
-Mi querida Kendra, estás súper sexy y con frío -habla Leroi con su zalamería y muestra sus dientes.
Tiene una camisa de botones, por cierto, mal abotonada, mostrando su piel pálida en el pecho. Su cabello revuelto y ojos oscuros como la noche. Me besa las dos mejillas, sus ojos se demoran en mis senos más de la cuenta y golpeo su molleja.
-No cambias, Leroi, mantén la mirada alta y no tendré que golpearte. -Alzó sus manos en señal de rendición y sonrió.
-¿Cuándo me darás la oportunidad de calentarte?
-Tal vez, cuando Cristóbal Colón baje el dedo.
-De esperanzas vivo, Kendra -me lanza una guiñada y niego con la cabeza sonriendo.
Me volteo por encima del hombro al escuchar los neumáticos de un carro y veo la 'Corbeta' roja de Leonardo. Enseguida sale del carro con su elegancia y porte. Es un maduro, pero no tiene que envidiar nada a un joven de quince. Él con esos ojos chocolate, cara cuadrada y labios rellenos te deja sin aire. Sin contar su cuerpo fibroso, sus brazos anchos y mi mirada recorre cada movimiento suyo de camino hacia mí.
-Ves que no me tardaría nada -me atrae hacia su pecho duro-. ¡Hola Kendra!
Me devora la boca, haciéndome olvidar todo y recordándome porque vine a la finca. Con una mano agarro fuerte su camisa y la otra la sumerjo por su cabello canoso. Nuestras lenguas acariciándose entre sí y entrando en calor mi cuerpo.
-¡Waoo! -silba Leroi y entre gemidos me suelta Leonardo-. Les propongo hacer sandwich y calentarnos juntos.
-Hermano, vete ya. -Su mano en mi cintura y enfrenta a Leroi.
-La pasaremos divinamente y estás agotado hermano -une sus manos Leroi y las soba-. A tu edad necesitarás ayuda.
-Lárgate, ahora, Leroi -comenta serio y me suelta.
Antes de que vaya a golpear a su hermano como otras veces, camino hacia Leroi y estoy frente a su estúpida sonrisa.
-Ves hermano, ella quiere -golpea el hombro de Leonardo.
-Oye, niño, acaba de irte con tus pelotas -sin darle tiempo, aprieto fuerte sus bolas y él se retuerce-. Si no las colgaré en mi retrovisor.
Lo suelto y da un salto hacia atrás. Escucho la risa de Leonardo y me quedo seria mirando a Leroi.
-¡Ouch! Eso fue muy doloroso -se inclinó por el dolor y cubrió sus pelotas-. Kendra, eres malévola.
Se marcha corriendo, no puedo evitar sonreír y me giro hacia Leonardo.
-Chica mala, muy mala -me sostiene la cintura-. Has venido sin sostén, me pregunto si tendré acceso libre al sur.
Su mano va descendiendo por mi pierna y estoy disfrutando la caricia.
-Mmm... Descúbrelo por ti -su mano viaja por mi muslo y sus dedos expertos encontrando el camino.
-¡Bingo, las puertas están abiertas para mí!
Su dedo masajea mi protuberancia, suelto un gemido y su boca me posee. Leonardo mantiene su dedo jugando en mi clítoris mojado, sumerge un dedo y luego el otro. Él sabe ser seductor con su boca y sus labios descienden por mi cuello. Levanta mi pierna y la coloca en su cintura. Estoy abierta para él, su mano haciendo maravillas con mi sexo. Su boca encima de mi seno, succiona por encima de la camisa y agarro fuerte su pelo. Mis gemidos estuvieron presentes, tiré la cabeza para atrás y me dejo llevar por las sensaciones. Estoy llegando, me tenso en su brazo y halo más duro su pelo.
-¡Vamos chica mala, derrama tu néctar! -susurra en mi oído y su voz morbosa me lleva al clímax.
Mi cuerpo tiembla, sus dedos masajeaba en círculo mi clítoris y su nariz la entierra entre mis senos.
-Dulces estrellas -hablo agitada mientras saca sus dedos y los lleva a su boca chupando mis jugos.
-Deliciosa, siempre apetitosa -me levanta y enrosco mis piernas en su cintura.
-Vamos, que estoy lista para ver la luna. ¿Tú aguantas el empuje?
Me gusta molestarlo, así saco su lado salvaje y competitivo. Me besa brusco, respondo a su rudeza y espeto mis uñas en su espalda. Camina conmigo, sin romper el beso y sus pasos son largos. Me siento volando en sus brazos, su miembro duro como roca y me remuevo para cucarlo. Al llegar a la cabaña, abre con dificultad la puerta y la patea. Muerde mi labio inferior, mientras se sienta conmigo en el sofá y respira profundo. Sus ojos chocolate mostrando que apenas empieza lo bueno y que me prepare para gritar.
-¿Lista Kendra? -saca los botones despacio de mi camisa y aún sus ojos en mí-. Sabes bien que no soy de contestar, soy más bien de los que muestra las cosas y te mostraré mi empuje.
-Más que dispuesta para ese empuje. -Me relamo y sin más que hablar me chupa mi seno.
-Vamos a amanecernos -ronroneó Leonardo devorando mis pechos.
Sin más nada que pensar, me pierdo en el morbo y olvido. El sexo siempre ha sido mi escape, me adormece y me gusta jugar.