El asunto era complicado, ella sentía demasiada culpa de por sí, pero no podía decirle a donde se encontraba, había tenido que inventarle que se iría a ver a una amiga por el fin de semana y eso es lo que su esposo creía. Lo que estaba a punto de hacer era mucho más complicado que cualquier cosa que haya tenido pasar en su vida, pero sabía que era lo correcto.
Desde el otro lado de la línea, Kylian se había quedado con el celular en el oído, incluso después de que la llamada se haya cortado. Él podía presentir que algo estaba mal, y aunque siempre intentaba quitarle información sobre lo que estaba sucediendo con su esposa, la mujer era demasiado cerrada para expresarlo.
Aquel te quiero, le supo amargo, y no por el sentimiento en sí, sino porque la mujer sonó a despedida y él sentía que algo andaba demasiado mal. En el último tiempo Rebeca apenas estaba en casa, la relación con Thomas era cada vez menor y hacía tiempo que ni siquiera se sentaba a tomar un café con Rebeca para preguntar qué tal el día.
-¿Papá? -el pequeño de cinco años se acercaba a su padre con lágrimas en los ojos, haciendo un puchero que terminó de derretir el corazón del empresario.
-¿Qué sucedió? ¿Te golpeaste? -él se pone de cuclillas y acaricia su rostro, mirando su pequeña mano. El niño asiente y comienza a humedecer sus mejillas.
-Me caí. Heda estaba jugando y me hizo caer -dice señalando al enorme perro que estaba corriendo en el patio
-Ella es un poco bruta, pero lo hizo sin querer. ¿Quieres que miremos unas películas y la invitamos con nosotros? -él le sonríe, secando sus lágrimas-. Además, extraña mucho a su mami.
-¿Y cuándo va a volver ella? -pregunta con un poco más de calma
-No lo sé. Faltan algunos días, pero mientras tanto podemos mimarla un poco para que no se sienta triste.
-¿Ella está triste como cuando yo te extraño? -Kylian sonríe ante las palabras de su hijo
-Si, hijo. Por eso está un poco inquieta y además sabes que Heda tiene mucha fuerza -acaricia su mejilla- ¿Entonces que dices de películas y helados?
-¡Si! -grita con alegría
Kylian no podía creer como ese pequeño niño podía cambiarle su estado de ánimo en cuestión de segundos. Amaba ser padre, desde el primer momento que lo supo no pudo sentirse más feliz, a pesar de todo lo que había ocurrido después. Verlo tan parecido a él tanto físicamente como en su interior, lo hacía sentir orgulloso, Thomas era un gran niño.
Era su primer sábado libre desde hace mucho tiempo, no quería pensar en la empresa, ni en los contratos, ni en nada más. Quizás se sentía un poco culpable por haberlo descuidado en el último tiempo, no había tenido momentos libres porque el trabajo cada vez era más, pero se comprometió en darse sus días también, en compartir con su hijo eso que hacía meses no hacía.
Recibe un último mensaje en su celular, aquel número que tanto la inquietaba. Sin dudas su vida tenía que resolverse de alguna manera también, aunque no le guste del todo.
"Está todo listo, nos reuniremos el martes para comenzar con lo establecido"
La situación en Washington no era del todo buena, de hecho, la mujer comienza a bajar del ascensor mirando a través del espejo de la recepción, aquel auto negro está allí desde hace tiempo y pudo notarlo. Cierra los ojos y da un largo suspiro mientras abraza el maletín que tiene en sus manos y comienza a pensar en positivo.
Con decisión, camina hacia el auto que alquiló hace dos días y se sube, dejando lo importante en el asiento del copiloto mientras mira por el espejo retrovisor. Toma el celular que el FBI le había ofrecido para poder comunicarse en privado y le envía al agente Collins la sospecha antes de que sea tarde.
"Mercedes Benz, modelo clase C. Vidrios polarizados y con patente "SSO 880". No estoy del todo segura, pero lo he visto más de una vez en lugares donde salía."
"Estoy saliendo del hotel, nos encontramos en unos minutos."
Coloca el cinturón de seguridad y mira hacia el techo del auto, intentando encontrar valor para hacer lo que tiene que hacer. Todavía el amor que le tiene es lo que le da culpa, ella sabe que después de esta reunión con los federales las cosas no volverán a ser las mismas y se avecina una tormenta que no sabe si va a poder resistir.
Fue demasiado enterarse de todos los asuntos ilícitos que tenía y de tomar la decisión de ayudar al FBI, sin embargo, se respaldaba y se daba fuerzas diciendo que era lo correcto y que después de todo tenía que pagar por todo el mal que hizo durante años.
Pone en marcha el auto luego de encender la radio, para que aquel silencio no termine de matar su mente. La reunión era un poco lejos del hotel, pero sabía que era segura y lo único que tenía que hacer era conducir, pero los nervios comenzaron a cegarla cuando notó que aquel auto negro que había sido sospechoso desde antes comenzaba a ir tras ella, doblando en cada calle, sin pasarla y sin dudas, siguiéndola.
La lluvia comienza a caer sobre el vidrio, teniendo que encender los parabrisas mientras su corazón estaba desbocado.
Odió el hecho de rechazar al guardaespaldas una vez más; sin embargo, ella no contaba con que el FBI se había asegurado de que un agente la siguiera sin que ella se diera cuenta, para protegerla. Así que había tres autos yendo en la misma dirección, haciendo que Rebeca comenzara a temblar.
De repente acelera comenzando a querer irse de allí y deshacerse del auto, por lo que el de atrás también toma velocidad y la sigue con insistencia. Por mirar por el espejo retrovisor para comprobar de que aún no la siguen, no había visto que el semáforo había parado, por lo que ella cruzó en rojo, casi chocando con uno de los autos que intentaba pasar. Al hacer una maniobra tan brusca, las ruedas de su auto comienzan a deslizarse por el asfalto, terminando por chocar un poste de luz y provocando que el mismo se diera vuelta.
El agente federal estaba totalmente sorprendido a lo que había pasado frente a sus narices y estaciona rápidamente para ir a auxiliarla, notando que el auto que la había seguido también había detenido la marcha por delante de Rebeca, pero cuando vieron que él se pronunciaba como agente se volvieron a subir al auto y se largaron, sin éxito de sacarle aquel maletín que tanto preciaban.
-¿Rebeca? -el hombre al ver que no hay riesgos de que explote el auto comienza a intentar auxiliarla-. Rebeca, dime algo. Carajo.
-Señor, la ambulancia está en camino.
La sangre brota desde su cabeza, él puede ver que a pesar de que el cinturón de seguridad está puesto, ella se dio un gran golpe al volcar el auto. Comienza a mover todos sus contactos, dándole alerta al FBI mientras que escucha las sirenas de la ambulancia. Va hacia la puerta del copiloto, la que milagrosamente está intacta, y decide tomar el maletín antes de que llegue a manos equivocadas.
El accidente de Rebeca Edwards, a pesar de ser un asunto confidencial y delicado, había llegado a oídos del multimillonario Abel Edwards, su padre. El hombre rápidamente había llamado a su mano derecha Caleb, informándole de lo que había ocurrido.
-¿Dónde está mi hija? -entra con desesperación por el pasillo de la clínica privada, mirando hacia los enfermeros- ¡MI HIJA! ¡CARAJO, NECESITO VER A REBECA EDWARDS!
El enfermero puede ver la manera en la que le está hablando a todo el mundo, odiando a ese hombre por la manera en la que entró. Puede entender de que esté desesperado por saber en dónde se encuentra su hija, pero hablarle de esa manera y desafiar al personal con su mirada es algo que no quiere tolerar.
-Señor, por favor deje de gritar. Hay pacientes que están descansando, dígame el nombre e intentaré averiguar donde se encuentra su hija.
-¿Eres sordo o qué? -lo mira furioso-. Rebeca Edwards, dime donde está, ¿Ella está bien?
-Deme un segundo -el hombre da un largo suspiro y comienza a revisar la planilla-. Ella está bien, acabo de visitarla hace una hora. Está descansando, acompáñeme.
-¿Qué es lo que le sucedió? -lo sigue con desesperación
-Accidente automovilístico. Ella está bien, no tiene ninguna herida de gravedad en su cuerpo, tuvo un fuerte golpe en la cabeza, pero debemos esperar a que despierte para tener un diagnóstico más acertado.
-¿Cómo que despierte?
-Lo más probable es que lo haga en unos cuatro días, todo depende de cómo evolucione -el hombre abre los ojos sorprendidos al ver a su hija desde la puerta-. Puede pasar unos pocos minutos, el horario de visita terminó.
Abel aprieta la mandíbula para no dejar caer las lágrimas que se avecinan, nunca había visto a su hija de esa manera. Ella parece demasiado frágil en aquella cama, tiene su rostro con pequeños cortes producto de los vidrios, su cabeza está vendada y algunos hematomas en sus brazos. Él se acerca, tomando su mano fría sobre la cama mientras la mira y analiza la situación.
-Carajo, hija. No tendrías que haberte metido en esto -dice dando un largo suspiro-. Haré que todo vuelva a ser como antes, cuando solo éramos tú y yo -con su otra mano comienza a peinar su cabello con nerviosismo-. Lo haré, lo prometo.
-Señor -Abel cierra los ojos por un momento cuando escucha a Caleb entrar a la habitación-. No quiero interrumpirlo, pero deberíamos.
-Sé que lo tengo que hacer, Caleb. Solo dame un momento.
-Kylian no tardará demasiado en enterarse lo que sucedió, si no es que ya se lo informaron. Tenemos que actuar rápido.
-Voy a hablar con el director de este lugar. Necesito que busques a nuestro plan B, tengo algo pensado que podría servirnos mucho más que ir directamente hacia Kylian.
-No entiendo, señor, ¿En qué está pensando?
-Ir directamente hacia él sería un error grave, no estoy seguro de lo que ella pueda llegar a hacer -da un largo suspiro-. Ya me encargué de los hombres que seguían a mi hija, ellos no hablarán. Kylian no tiene que saber que está aquí.
-¿Entonces que hacemos?
-Olivia. Olivia es nuestro plan B.