Steve maldice por lo bajo, porque sabía que su hija estaba interesada en esa mujer y no por cosas buenas. Lo mejor que podía intentar hacer era sacarla de allí, no podía estar cerca de Josephine. Marcó el número de su amigo Kanye y esperó a que le respondiera, tenía que encontrar alguna manera de prevenir una catástrofe.
-Kanye, querido. Es una suerte que te haya encontrado, tengo que decirte algo muy importante. Me he enterado lo de tu hija, lo siento mucho.
-También yo, pero no tuvimos otra opción -dice lamentándose- ¿Cómo te has enterado lo de Madelaine?
-Un contacto en prisión me lo dijo. ¿Tienes idea de dónde está ella?
-Claro, es la prisión de Michigan.
-Si, donde está Josephine, Kanye -suspira-. Necesitamos sacar a tu hija de allí pronto.
-Lo intenté, Steve. No hay manera de que salga por el momento, solo podemos intentar negociar cuando las cosas se calmen.
Madelaine había quedado más que advertida con esa tal Josephine, que ni siquiera conocía. Solo deseaba que su padre la saque pronto de allí antes de que le hicieran daño, no le gustaba para nada como las reclusas la miraban, incluso metida en su celda.
Cuando la guardia llegó, no tuvo otra opción que tener que salir de allí, solo esperaba que las cosas no se pusieran feas.
-Brown, Mendes y Rawser, las esperan en el consejo
-¿Porqué? -cuestiona Margot
-¿No han pedido tener una propuesta para mejorar el empleo aquí? ¡Vamos que no tengo todo el día!
Las tres chicas festejan, chocando sus manos. Habían pedido innumerables de veces que la asistente social las atendiera para poder darles su pedido, al parecer el director y la asistente habían decidido por fin darles una oportunidad.
-Nos vemos en un momento, Rapuncel -le dice Tatiana con un guiño
-¿No puedo ir con ellas? -pregunta Madelaine
-No, te quedas aquí
Las tres mujeres se alejan de la celda mientras hablan entre ellas sobre la posibilidad de poder tener una respuesta positiva, después de todo el trabajo allí era una completa basura, sin contar el salario de mierda que tenían.
Madelaine deja caer su cabeza sobre la almohada, pensando en dónde estaría su padre y si ya vendría por ella. Se supone que había prometido que no tardaría tanto. Escucha un silbato y mira hacia la puerta de la celda, donde está una de las oficinales con los brazos cruzados.
-¿Qué haces aquí todavía? ¿No has escuchado que es hora de la ducha para este sector?
-Lo siento, yo no lo sabía, soy nueva -ella le sonríe e intenta ofrecerle su mano en cuanto baja de la cama-. Oh... ¿Dónde puedo buscar mi shampoo y mis cosas para la ducha? -la oficial se ríe
-Si eres nueva tienes que saber que eso lo obtienes en la despensa y no tendrás saldo hasta dentro de cuarenta y ocho horas -suspira y se inclina, tomando una toalla enrollada que estaba a un lado, junto con un jabón y un cepillo de dientes-. Pensé que te habían dado esto. ¡De prisa!
-Lo siento, señorita. Pero no puedo darme una ducha solo con esto, necesito mis productos, mis cremas -la oficial vuelve a reír a carcajadas
-Mira, querida. Aquí no vas a tener nada de eso, estás en prisión. Mueve el trasero si no quieres que te reporte, sigue a las demás. ¡Ahora!
Bajo la atenta mirada de las otras reclusas, Madelaine decide obedecer y seguir al resto de las mujeres, caminando con aquella toalla hacia un pasillo largo. No podía creer que aceptaran bañarse en esas condiciones, se supone que la higiene era importante.
Con una de sus manos tapa parte de su visión al entrar al baño y ver a todas desnudas, sin problema alguno mientas el vapor de las duchas llena el gran lugar. No tienen cortina, ni siquiera un poco de privacidad mientras se duchan, y lo peor de todo es que parece no importarles.
-Veo que ahora estás sin amigas -le dice una mujer con una sonrisa en su rostro- ¿Acaso eres nueva? ¿Qué hace una mujer como tú aquí? -ella intenta abrazarla por los hombros y Madelaine se quita
-No me toques -se queja la pelirroja- ¿Quién eres tú?
Las mujeres comienzan a observar la escena sin hacer nada, aquella mujer alta y de cabello negro parece estar satisfecha con su rostro miedoso. Había escuchado sobre la niña rica que estaba indefensa y la que probablemente también recibiría una buena cantidad de dinero. Ella sería su perra perfecta.
-Supe que eres una de alta sociedad, ¿Acaso tu papi no te ha podido sacar de aquí? -se ríe- ¿Qué se supone que has hecho? ¿Rompiste la uña de alguien más? ¿O has dicho malas palabras en público?
-Vete a la mierda -dice Madelaine con la mandíbula apretada. Al darse vuelta para irse de allí, la mujer chasquea su lengua.
-Tienes un mal genio. Voy a darte una oportunidad solo porque eres nueva y no sabes quien soy. Tienes tres segundos para venir y pedirme disculpas, si no quieres terminar con tu cabeza dentro del wáter.
Madelaine podía ser una mujer de alta sociedad, refinada y de buenos modales, pero jamás había permitido que alguien la intimidara, y mucho menos lo haría en prisión. Prefirió ignorarla y dejar la toalla sobre un banco de madera que había allí, pero la mujer parecía no darse por vencida.
-Te estoy habl... -la mujer gira bruscamente a Madelaine por el hombro, sin esperarse que ella le diera una cachetada por el susto.
La había tomado desprevenida, pero cuando miró los ojos de aquella mujer supo que se había confundido. Y carajo, ni siquiera sabía de dónde había salido aquel golpe.
-Has firmado tu sentencia de muerte, zorra. ¡Pídeme disculpas ahora mismo! -le grita, tomándola del cabello
-¡No! -gruñe Madelaine, negándose a dejarse intimidar
Fue ahí cuando sintió el primer golpe en su boca, con el puño cerrado. La sangre comenzó a brotar por su barbilla después de que el impulso llevara su cabeza hacia atrás, jamás la habían golpeado de esa manera, pero sabía que tampoco sería la última vez.