Eva firmó una autorización, y entró a una de las habitaciones.
Demetrio estaba acostado, boca arriba, mientras recibía tratamientos por la vena.
-¡Ahhh! -gritó Eva al verlo, asustada. La hermosa cara del italiano estaba hinchada, y parecía un monstruo.
Demetrio la miró con odio, si pudiera en estos momentos hiciera una de sus muecas.
-Está usted horrible señor Demetrio -dijo Eva sin dejar de mirarlo.
-Manténgase al margen de su trabajo -respondió el italiano con altivez.
«¡Ahora! ¿Soy o no soy su secretaria?» Pensó Eva, pero no le dio importancia, se acercó a él y le acomodó la almohada.
-Así estará mejor -le dijo obviando lo que le dijo hace un momento su jefe.
Mediante los ojos hinchados de Laureti, se quedó viendo a Eva, era muy buena persona, a pesar de cómo la había tratado en su casa, ella estaba ahí, ayudándolo, sin reproche, otra en su lugar lo fuera dejado tirado, ¿y como no? Sí, acababa de correrla del trabajo.
-Gracias Eva -le dijo mientras la tomaba por la mano.
Evangelina sintió un cosquilleo en su vientre cuando Demetrio tomó su mano, era como una corriente que le causaba que sus vellos se pararan.
-No se preocupe, señor Demetrio -respondió sentándose a su lado.
-¿Me regalas agua? -pidió Laurenti.
Eva volvió a levantarse, y acercó el frasco con agua a los labios rosados de su jefe, por más que quiso, no pudo apartar la mirada de sus labios, que se abrían a ingerir el líquido que ella le ofrecía.
Una imagen se clavó en la mente de la chica. En ese momento imagino a Laureti bebiendo de sus fluidos como si fuera una deliciosa agua. Su centro comenzó a palpitar fuerte, y sus bragas comenzaron a humedecerse.
«¡Dios mío! Yo jamás he sido así, ¿qué me pasa?»Pensó sacudiendo la cabeza, tratando que todos esos cochinos pensamientos de su mente salieran.
Demetrio comenzó a mover sus manos con ganas de quitar la botella de su boca, cuando bajó la mirada a Demetrio, este estaba ahogándose con el agua.
-¡Dios mío, señor, disculpe! -Eva retiró la botella de la boca de Laurenti, estaba totalmente empapado..
-¡Por dios Evangelina me querías matar! -gritó eufórico.
Eva comenzó a reír como loca, ante la mirada del italiano de incredulidad, reía porque ella estaba pensando que él le estaba haciendo un oral y se tomaba todo sus fluidos, pero con lo que estaba haciendo en la realidad, lo estaba ahogando con ellos.
-No entiendo que le causa tanta gracia, señorita Anderson -dijo Demetrio intentando subir una ceja.
Eva respiró calmada, tratando de controlar el ataque de risa que estaba sintiendo.
-Discúlpeme usted, señor Laureti, es que imagine algo -dijo avergonzada, bajando la mirada y mordiendo su labio inferior.
Laureti la observó, ese puto apto le causaba una horrible y dolorosa erección.
-¡Maldición Eva! Deja de morderte el labio como si fueras a arrancarlo -dijo de pronto.
-¡Disculpe, señor! -respondió incrédula, sin darse cuenta de la razón de la petición de su jefe.
-Permiso, vengo a colocarle esta inyección al paciente para que se desinflame un poco su cara -se asomó una enfermera a la puerta blanca de la habitación.
El rostro hinchado del italiano fue de total terror.
-¿Esa inyección es por la vía? -preguntó asustado.
-No, señor, es intramuscular -Demetrio pelo los ojos .
-¡No, no me inyecte! -gritó muerto de miedo.
La boca de Eva cayó al piso a ver a su jefe reaccionar de esa manera. Era un hombre que medía más de un metro ochenta y estaba llorando por una pequeña aguja.
-Evangelina, te ordenó que no permitas que me inyecten -gritó eufórico.
Eva le sonrió con burla y salió de la habitación.
La bulla en aquel cuarto de hospital era un escándalo, parecía que era un niño al que intentaban inyectar, incluso, vio cómo dos hombres enfermeros fueron dentro de la habitación para ayudar a la pobre chica que no lograba colocar la inyección a su jefe.
Después de unos largos minutos de espera, salieron todos de la habitación.
-¿Ya está? -preguntó Eva sonriendo.
-Sí, señorita, Tuvimos que colocarle un calmante -respondió la licenciada con una ceja alzada.
Eva no pudo evitar sonreír.
«Sí todos supieran estos secretos del gran Demetrio Laurenti, me haría sin duda millonaria» Pensó al entrar a la habitación.
Cuando estuvo en el interior, su jefe dormía plácidamente, y en efecto su rostro estaba comenzado a desinflamar.
Se acercó a él y tomó su rostro, era un hombre hermoso, sus pestañas estaban llenas de pelos, su nariz fina, su barba bien afeitada, sus cabellos rubios olían tan bien.
«¡Dios mío! ¿Este hombre tendrá algún defecto?» Pensó al verlo sin pudor.
Se sentó en el pequeño sofá, no sabía qué hacer, así que intento dormir un rato; la noche anterior no había dormido bien y aún sentía un pequeño dolor de cabeza.
Cuando abrió los ojos ya estaba oscureciendo, así que se levantó de prisa, asustada.
-Ha dormido usted más que yo -dijo con sarcasmo Laureti.
Eva hizo una mueca con los labios, ahí estaba de nuevo el arrogante y prepotente CEO.
-Señorita Evangelina, por favor solicite el alta, me siento en perfectas condiciones y no quisiera estar ni un minuto más aquí -sugirió el CEO arrogante.
-Cómo diga, señor arrogante -Eva salió molesta.
Este hombre es un dolor de culo, un bipolar, y un maleducado, además de que está más bueno que comer con las manos...
Cuando estuvo en recepción, solicitó que lo dieran de alta, y a los pocos minutos estaban fuera de la prestigiosa clínica.
-Me iré en mi auto y usted el suyo, no vemos el lunes, señor Demetrio -se despidió Eva sonriendo a su jefe que no dejaba de mirarla.
Laureti subió a su auto, y Eva al de ella, pero sorpresa, el auto de Eva, como era de costumbre, no encendía, y esto provocó que Laureti que aún no se iba, se bajará y comenzará a reír.
-Debería comprarse un mejor auto, señorita Anderson, usted, la secretaria del hombre más famoso y millonario del país, con esa cacharra.
Eva lo miró con odio, sabía que su auto estaba un poco viejo y feo para no decir muy viejo y muy feo, pero lo había comprado con esfuerzo, y eso era lo que contaba.
-Señor Laureti -lo fulminó con la mirada, bajándose del auto, queriendo insultar.
-Señor Laureti nada, baja un poco ese carácter, Evangelina -respondió el italiano con una sonrisa -vamos, te llevaré a casa.
-¿Y dejar mi auto aquí?... me niego -se cruzó de brazo como niña malcriada. Adoraba su pequeño y destartalado auto.
Demetrio la miró con una ceja alzada, queriendo decirle " gran cosa vas a dejar" para suspirar calmado.
-Voy a mandar a pedir una grúa que lo lleve a casa, mañana temprano lo tendrás en tu estacionamiento, pero vamos Eva, necesito descansar, no me hagas perder más el tiempo.
Eva abrió los labios, ¡perder el tiempo! Era el que la sacó de su casa a la una de la tarde un día sábado.
Iba a insultar por eso, pero apretó sus labios con fuerza, sabía que debía controlar su lengua o acabaría sin empleo esta vez, y no podía darse el lujo de quedarse sin trabajo, no ahora.
Respiró controlando la iré y siguió a su jefe que había comenzado a subir a la grandiosa camioneta último modelo, y si, su pequeño auto delante de ese era una cucaracha.
Abrió la puerta y se sentó en el asiento de copiloto, Laureti comenzó a manejar en silencio, pero para completar en un punto policial lo hicieron estacionarse.
-Buenas noches, ¿hacia dónde se dirigen? -preguntó el oficial de piel prieta que media unos cuántos metros.
A Eva siempre le llamó la atención los hombres de color, así que cuando lo vio no pudo evitar detallarlo. Labios gruesos, dientes perfectamente blanco, ojos negros y con excelente musculatura.
Demetrio miró a Eva, que sin ningún pudor miraba al hombre que tenía un parecido con Will Smith, pero con un poco más de cuerpo. La fulminó con la mirada, provocando que la chica se sonrojara avergonzada y mirara al piso mientras jugaba con sus manos.
-Voy a llevar a mi mujer a su casa -respondió con una sonrisa. El oficial sonrió de lado al darse cuenta de la situación, pero Demetrio estaba serio, fijo a la mirada del hombre que parecía asombrado por la actitud de macho alfa del millonario.
Mientras Evangelina sentía una corriente eléctrica entre sus piernas, y su corazón acelerado, por alguna razón, Demetrio estaba furioso, molesto, a punto de estallar.
-Ok, conduzcan con cuidado -dijo el oficial y dejó que estos marcharán.
Eva, que no había dejado de mirar sus manos, subió la vista y con la duda inquisitiva observó al CEO.
-¡Su mujer! Mire señor Laureti yo no soy mujer de nadie -le reprochó molesta. Esta mujer era difícil.
-No te hagas ilusiones, eh, señorita Anderson, lo dije solo para salir del paso -Eva subió la ceja molesta. Para salir del paso oigan a este descarado.
-No le diré nada porque estoy cansada de pelear con usted por hoy -se recostó de la ventanilla y comenzó a mirar el paisaje. Su jefe era un fuerte dolor de culo.
Demetrio sonrió al verla, parecía un ángel observando todo a su alrededor con tranquilidad, pero solo le hacían algo y explotaba como loca.
Llegaron a la modesta residencia, Eva subió a su apartamento y Demetrio se retiró a casa, por alguna razón iba a extrañar a su secretaria.
Cuando llegó a su grandiosa mansión le entregó el auto a unos de sus choferes.
-Lávalo, por favor -le indico entregando la llave-. Ah, Louis, encárgate de buscar un auto que dejó mi secretaria en la clínica, manda a demoledor el auto, no sirve.
El chofer lo miró sin comprender las palabras de su jefe.
-¡¿Demoler?! ¿Es el auto de la señorita que vino para acá en estos días? Se va a molestar, señor, parece que es su único medio de transporte -sugirió el hombre.
-No estoy pidiendo tu opinión Louis, has lo que te digo, ah, mañana tomas unos de mis autos que se adapte a su tamaño, y entrégaselo, y también el valor de lo que costaba la chatarra.
-¡¿Se lo va a regalar, señor Laureti?! -preguntó el chofer asombrado.
-Si... ¿Algún problema? -negó con la cabeza, Louis tenías años trabajando para Demetrio y jamás le había regalado nada, y no era que le molestara que le regalará algo a su nueva secretaria. Es solo que era muy extraño.
Encaminó sus pasos dejando a su chófer confundido
-Sabes algo Louis -se quedó pensando.
«Ya decía yo, este se arrepiente»Pensó el chofer.
-No le digas que se lo regale, conociendo a Eva, hará un drama, solo dile que le fue accionado por ser mi secretaria ok -Louis asintió con la cabeza aun sin creer nada.
Apenas Demetrio entró a la mansión, vio a su padre sentado en el sofá de terciopelo de su casa, estaba con el ceño fruncido, tomando una taza de café, y con unos papeles en sus piernas.
-¿Qué haces aquí? -le preguntó con desdén.
-He dicho que cuides tu reputación, Demetrio, -le tiró la carpeta con miles de fotografías con Tamara en un bar besándose -Demetrio sonrió satisfecho, era promiscuo y lo sabía-. ¡Si mi padre ve esto le va a dar un infarto! ¿Eso, quieres que tu abuelo muera? -dijo provocando que Demetrio lo miraba asustado. Amaba a Andrea más que a su propio padre.
-¡¿Por qué dices eso, padre?! ¿Por qué Andrea va a morir? -le dijo en un susurró ahogado.
-Está mal del corazón, y tú con tus cosas lo vas a terminar de matar, ¿no entiendes que tienes a la prensa en la nuca? tienes veintisiete años Demetrio, y no te has casado, ni has tenido hijo.
-¡Deja de meterte en mi vida, padre!, deja de decirme que hacer o no hacer -le gritó de vuelta.
-Si lo hago es porque te amo, y no está bien que andes de mujer en mujer, además con las empleadas de la empresa. Si vuelvo a escuchar, alguna otra queja de ti, me temo que tendré que tomar las riendas de la empresa -le habló con detenimiento.
Demetrio lo miró con odio, y subió a su habitación.
-¡¿Me ama?! ¿Acaso me lo ha demostrado? -se preguntó un poco quebrado.
....
Cuando Eva entró al apartamento, se preparó algo para comer y se acostó en su cama en solo ropa interior, era la única manera de sentirse libre.
-Su mujer -sonrió recordando las palabras de su jefe cuando le habló al oficial.
«Cualquiera juraría que estaba celoso, no, Eva, deja de pensar boberías, ¿tu jefe? Ja, ja, ja celoso de ti, ni en tus sueños»pensó