-Cómo me gustaría gustarle, si solo me atreviera a cambiar un poco -dijo en voz alta viendo su cuerpo, no era tonta, ella sabía que tenía atributos extraordinarios que no mostraba.
Mordió su labio mientras llevaba sus manos a la boca, recordando de nuevo el beso del día anterior, y todas las ocurrencias y peleas entre ellos, su jefe era, sin duda, un ser extravagante en todos los sentidos.
«En qué momento la relación con tu jefe ya no es solo laborar Evangelina» Pensó.
Sacudió la cabeza intentando sacar todos esos pensamientos, y se dirigió a la ducha a asearse. Hoy iría a llenar la despensa, además de pagar los servicios de aguas y luz, como el arriendo; estaba tan feliz por su sueldo, que no quería esperar más para salir a gastarlo.
Se puso una falda holgada de color verde mamón, con una camisa negra y unos zapatos anticuados.
No tenía ya nada para el desayuno, así que decidió comerse algo en la calle, hacía mucho que no lo hacía, solía frecuentar con Santino una pequeña fonda, en el centro de ciudad.
Tomó su bolsa y salió a la calle, esperaba ver su auto, recordó que su jefe iba a mandar por una grúa.
«Tendré que revisarlo cuando vuelva»Pensó. Odiaba tomar los buses, además de que era agotador, perdía más tiempo.
-¿Señorita Evangelina Anderson? -un hombre la sacó de sus pensamientos.
-Sí, dígame -lo miró extrañada, parecía que lo había visto antes
-Disculpe, soy chofer del señor Demetrio Laurenti, él me mandó aquí a traerle su auto -dijo el hombre mirándola curioso
-Ah, sí, ¿y dónde está? -lo busco con la mirada.
-Es este, señorita, verá, el señor Demetrio vendió su auto, aquí está el dinero -el hombre sacó un sobre con dinero.
Evangelina miró al hombre con el ceño fruncido, sus ojos se tornaron rojos, y para este momento sentía que la rabia se había apoderado de ella, ¿Quién le había dicho que ella quería venderlo?
-¡Vendió mi auto! -las mejillas de Eva se tornaron roja del coraje -¿Quién se cree él para vender mi auto? -dijo con asombro, él pobre chofer bajó la mirada avergonzadado.
-¡Es el único medio de transporte que tenía! -caminaba de un lado a otro tratando de calmarse.
-Verá, señora Evangelina, él le manda este auto asignado hasta que usted pueda.
Eva se giró con asombro. Era un auto de último año, de color rojo, pequeño, deportivo, y diez veces mejor que el que tenía.
-No quiero nada asignado, yo quiero mi auto -se cruzó de brazo molesta, ¿quién era él para tomar esas decisiones?
-Es un arrogante, es un estúpido, y un degenerado -el chofer miraba a Evangelina sin poder creerlo, jamás había escuchado que alguien se dirigiera así al heredero más cotizado del país.
Tomó su móvil, y al primer repique contesto Demetrio.
-Deja el show por el auto -habló enseguida, él parecía esperar esa llamada, y Eva en ese momento estaba segura de que él estaba haciendo una mueca.
-¡Señor Laureti! ¡¿quién le dijo a usted que yo quería otro auto?! -gritó molesta.
-No me des las gracias Eva -dijo con arrogancia, esa que la caracterizaba y que Evangelina la hacía sacar de quicio.
-¡Las gracias! -bufó como si él la estuviera viendo-, oigan a este, es mi auto, no tenías por qué hacer lo que hizo ¿Me oye?
-Hagamos algo Eva, ese auto que te mandé te lo regalo -la boca de Eva se abrió de par en par.
¿Por qué razón su jefe le iba a regalar un auto? ¿A ella? Una simple secretaría.
-Yo no quiero nada regalado, señor -¿Su jefe acaso estaba queriendo comprarla?
El chofer lo miraba incrédulo, ¿qué mujer en sus cinco cabales no quería un auto de año como el que le acaba de enviar?
-Qué terca es usted mujer... bueno, te lo descuento mensual hasta que lo canceles -sugirió Demetrio. Eva se quedó pensando por un momento, el auto era hermoso, y si, lo necesitaba, ¿pero a costa de qué?
-¿Por qué usted me daría un auto, eh señor Laureti? -le reprochó.
-Deja de estar mal pensado, es solo que... Que no puedes andar en esa chatarra, eres la secretaria del empresario más.
-Millonario del país e incluso del mundo -lo imitó en una mueca, provocando que del otro lado de la línea, Demetrio sonriera.
-No seas orgullosa, y disfrútalo, sí, no creas que es un regalo, ¿Quién te crees? ¡Tendrás que pagarlo! -dijo con ironía.
Eva lo pensó por un segundo, sería una tonta si no lo hacía.
-Está bien, pero debe descontar el monto por el auto mensual, así tarde décadas -habló con determinación.
-Ok, me parece justo, señorita Anderson -respondió Demetrio, aunque, por alguna razón, no pensaba cobrárselo.
Le cortó el teléfono y con ahora emoción se subió al auto después de darles las gracias al chofer.
Ese día la paso increíble, además de colocarse al día con sus cuentas, comió delicioso e hizo mercado para el mes, había comprado tantas cosas y le quedaba algo de dinero, que pensó ahorrarlo para alguna emergencia.
-¡Es el mejor empleo que he tenido! -dijo acomodando la despensa. En el momento que escuchó su puerta abrirse.
Se asomó con asombro, el único que podía entrar a su casa era.
-¡Santino! -gritó con emoción y se abalanzó contra él, que la tomó en sus brazos.
-Pequeño ratón, te extrañé -los abrazos de su mejor amigo no se hicieron esperar, Santino se caracterizaba por ser un hombre sumamente cariñoso, además de alegre, y muy bien parecido, con ella.
-¿Por qué no me dijiste que venías? -preguntó Eva cruzándose de brazos.
Santino se recostó en el sofá, mientras Eva le preparaba un refresco, él era su único amigo, y le encantaba verlo.
-Vine de imprevisto, el señor Andrea necesita mis servicios en la empresa -Eva lo miró sorprendido.
-¿En serio? No sabías que estabas al servicio de los Laurenti.
-Ya va, ya va, a servicio de Andrea Laureti, no de tu jefe.
-¿Por qué siento que lo odias? ¿Acaso lo conoces y no me lo has dicho? -le preguntó sentándose a su lado.
Santino se quedó observando a Eva, parecía que sus facciones, a pesar de estar ataviada por los lentes, se veía más madura, e incluso podía jurar que más hermosa.
-Dime algo Eva ¿Te gusta el patán de Demetrio? -preguntó sin dejar de mirarla, mientras apretaba con rudeza su puño.
Eva se puso roja de los nervios, aunque quería negarlo, sí, le gustaba Demetrio, como jamás le había gustado nadie, como jamás le gustó alguien, y se había dado cuenta por la sencilla razón de que mojaba sus bragas de solo recordarlo, y eso definitivamente jamás le había pasado.
-No me respondas, solo te diré algo, Demetrio Laurenti es un ser despreciable, solo busca satisfacerse de las mujeres, así que te sugiero que no te encapriches con él -tomó un mechón del cabello negro de Eva y se lo paso por detrás de la oreja-. No quisiera que te lastime, porque no eres el tipo de mujer para tu jefe -esas últimas palabras traspasaron el corazón de Eva como daga, y aunque le doliera, ella tenía que ser realistas; ella además de ser una mujer sencilla, y reservada era solo su secretaria.
Resoplo con pesadez, obviando la respuesta que su mirada. Suspiró cambiando el tema enseguida por uno que la hiciera sentir más cómoda.
-¿Me ayudas a trabajar en el proyecto?
Eva tenía años elaborando un informe, detallado de una aplicación, que ella estaba segura de que iba a ser un éxito, y solo Santino, y sus padres sabían de ella, se trataba de un juego sencillo, que generaba dinero real, y dónde los jugadores de diferentes países apostarían mediante él, infinitas remuneraciones.
Después de horas exhaustas de trabajar, se acostó a dormir temprano, Santino se había ido a beber unas copas con sus amigos, y aunque insistió en llevarla, Eva prefirió descansar.
Se recostó en la cama y llamó a su madre, por alguna razón ella no la había llamado en dos días, así que se preocupó un poco.
-Madre, ¿cómo estás? -dijo al tomar el teléfono.
-Hola hija, muy bien cariño, aquí, hablando con tu prima Catia, que llegó de Europa. Sabes que ella vive con un millonario, y nos trajo regalos a todos.
-¿Vive madre?, Catia es la amante de un empresario -respondió con una mueca de desagrado.
Odiaba a Catia, era una chica hipócrita, y de mal corazón. Siempre humilló a Eva por su manera de vestir, e incluso la trataba como trapo en la secundaria, pero Eva jamás le dijo a sus padres ni a sus tíos de eso.
-Bueno, madre, al ver que estás con buena compañía me voy a acostar.
-Espera hija, Catia quiere saludarte.
¡Maldición! Resopló molesta.
-Hola Evangelina -su voz era tan chillona que le causan náuseas.
-Hola Catia, de veras estoy ocupada, voy a dormir chao.
-Eva, no me cuelgues, quiero saber cómo estás niña y si ya has pescado un marido como el que tengo o ¿aún eres virgen? -Eva bufó.
-No, y sabes por qué, porque soy una ingeniera, y no necesito de un hombre para salir adelante, y me disculpas primita, pero tengo que colgar.
Colgó el teléfono molesta, y se dispuso a dormir, mañana tendría que lidiar con su arrogante, despreciable y sinvergüenza jefe, pero, sexi y muy hermoso.
....
Demetrio todo el domingo estuvo con Andrea, le aterraba saber que estaba enfermo, cuando llegó a casa y lo vio perfectamente jugando golf se alegró por ello.
-Jugando golf, Andrea -le dijo saludando afectivamente.
-No te esperaba hoy por aquí, hijo, ¿te echas una mano conmigo? El desgraciado de tu padre salió y no ha vuelto -ambos rieron.
-Te ganaré hasta cansarme -dijo Demetrio con una sonrisa. Adoraba a ese viejo con su vida, después de su madre era el ser que más quería.
-Ahora el alumno aspira superar al maestro -habló sonriendo.
Después de unas horas de prácticas, y Demetrio como siempre ser derrotado, se sentaron a beber un refresco, Andrea era muy bueno, no había nadie que pudiera ganarle, e incluso fue el mejor en sus tiempos.
-Cuéntame, ¿Cómo va todo con Evangelina? Ya te has acoplado a ella, te digo, esa chica es muy inteligente -le dió un sorbo a su refresco.
-Y de carácter abuelo, de carácter.
-Justo lo que necesitas para dejar tus niñeras, muchacho -Demetrio sonrió, definitivamente la chica sabía colocarlo en su lugar, y eso para él, era un reto, uno que lo excitaba muchísimo.
-Demetrio -Andrea se colocó serio -he contratado a Santino para que evalúe algunos trabajos en la empresa.
Demetrio se levantó de la silla de prisa, estaba molesto.
-¡A Santino, ¿Dime que no es cierta Andrea Laureti?!, Santino es la peor persona en el mundo, y no lo quiero husmeando en mis asuntos -resopló con molestia.
-Demetrio, era tu mejor amigo, y también la única persona que confío para que revise el balance de las empresas.
-No me importa Andrea, contrata a otra persona, Santino es el peor traidor y no lo quiero cerca.
-No Demetrio, Santino no tiene la culpa que Alina estuviera enamorada de él -Demetrio lo miró con veracidad.
-Bien, a fin de cuentas mi opinión no cuenta -dio un portazo y salió eufórico de ahí.