Dejo un respiro y vuelvo a enfocarme en mi objetivo del día. Llevo algunas horas, siguiendo al mismo grupo de hombres con traje negro, desde que salieron del club Candela y entraron al hotel Belmont en el centro de la ciudad. Siempre he sido un escurridizo, sin rostro para los ojos de mis enemigos, pero no soy invencible, tengo debilidades y un pasado doloroso que aún no olvido.
Mientras observo, un auto se detiene de pronto en la esquina, justo cerca del callejón oscuro donde me oculto. Dos hombres altos bajan del auto y abren la maletera, sacan un bulto grande y lo tiran cerca de los contenedores de basura. Esperan unos segundos y el bulto empieza a moverse lento y luego con desesperación, parece que la persona dentro empieza a asfixiarse. Los hombres lo levantan y rompen la bolsa, como para que sepa que es una mujer. La chica parece aturdida y estar en grandes problemas con ellos.
La arrinconan y parecen hablar por unos segundos, más, las bofetadas que recibe indican que no están satisfechos con sus respuestas. La chica empieza llorar con desaparición al ver las navajas filosas de los hombres.
"¡carajo! ¿Por qué tienen que estar aquí? Si hago de cuenta que no están, mi conciencia podría estar tranquila"
Entre las sombras hago puños con sus manos y empieza a llenarme de ira, lo que me desquicia es precisamente mantenerme al margen cuando observo que abusan de una mujer.
"Ni se te ocurra salir. Lo más seguro es que sea una trampa."
Trato de mantener la cordura, no es la primera vez que mis enemigos me siguen.
"Si te descubren, ¡Estás muerto! Sabes cuánto desean cazarte."
Pero no puedo quedarme con los brazos cruzados cuando puedo ayudarla. Mi conciencia me traiciona y pide a gritos que acuda en su auxilio. Por algunos minutos me mantengo fuerte, luchando contra mi razón. Más los gritos de la joven me estruja el alma.
De un salto dejo mi escondite. Grave error, ni bien pongo un pie fuera, dos hombres aparecen a mi espalda y un par más salen del vehículo. Seis rudos hombres dispuestos a todo por terminar conmigo.
-¡Señores! Están a punto de cometer un error-les advierto, mirándolos sonriente, en medio de la oscuridad. Si bien son un número grande, no me siento en desventaja.
Solo puedo con todos ellos y más.
-Tienes agallas para abrir la boca, cabrón- responde uno de ellos.
-Si tanto te molesta, porque no das el primer golpe-lo reto, llamándolo con las manos.
No es de su agrado y se anima a dar ese ansiado golpe, para conocer el porqué, me llaman el ángel de la oscuridad. Por algunos minutos, los golpes van y vienen.
La desventaja no tarda en notarse, las caídas se hacen más frecuentes y los golpes que me quitan el aliento se multiplican.
-Con ganas de más- replica uno de ellos, viéndome en el suelo.
-Sin duda el ejercicio es lo mejor para mantenerse en forma- me pongo de pie, con dificultad.
-Debiste quedarte ahí.
-Soy necio.
Por unos minutos más, la diversión continua. Hasta que un dardo tranquilizante me cae en la nuca haciéndole tambalear, me lo quito de inmediato y un par más caen sobre mí. Pronto estoy perdiendo la estabilidad y sin reparo beso el suelo, pierdo la conciencia.
Cuando abro los ojos me doy cuenta de que estoy en el interior de una camioneta, esposado, junto a la chica del callejón, que ahora lucía bastante bien y sonriente, limando sus grandes uñas.
-Al fin, despiertas bello durmiente, estaba preocupándome.
- ¿Quién eres?
-Eso no importa. Lo relevante es que estás aquí, para ayudarnos.
Empiezo a reír de manera burlona ¿Acaso esa chica ignora quién soy? Estas esposas no van a detenerme y el que sea mujer no me detendrá para matarla cuando lo requiera.
-No sabes quién soy, ¿Por qué crees que seré tu marioneta?
- ¡Ay, angelito! Sé perfectamente quién eres, por eso sé que vas a ayudarnos.
-Me temo que te equivocas de persona, solo soy un reportero metiche, aficionado a las artes marciales.
-Experto en armas, un asesino por naturaleza, el mejor francotirador del medio, experto en combate en arma blanca, ex militar del gobierno. ¿Sabes? El que te escondas tras unos lentes y esa facha de periodista mal pagado, no te hace invisible. Te gusta perder el tiempo sentado tras un escritorio, trabajando para un periódico mediocre. Sin embargo, tú y yo sabemos que no es lo que quieres.
-¿Y qué es lo que quiero, según tú?
-Libertad de hacer lo que quieres. O dirás que estás conforme solo con rellenar papeles.
-Soy feliz con mi vida, señorita sin nombre.
Ríe de manera coqueta por unos segundos e inesperadamente me abofetea, borrando su sonrisa.
-Nunca te escondiste de nosotros. Te vigilamos siempre.
-¿Y debería sorprenderme?
-No estoy de humor para escuchar tus chistes malos. Vayamos directo al grano y terminemos con esto, de una vez, por todas.
Saca su teléfono y me muestra un video que me deja pasmado. Mi corazón se acelera y aunque intento no mostrar angustia, es inevitable.
-¡Malditos!
-¿Esto te refresca la memoria?
-Si le hacen daño, juro que...
-Shh-me silencia-no estás en condiciones de negociar, guapo.
-¿Para quién trabajas?
-Lo sabrás pronto.
-¿Cómo sé que sigue con vida?
Ahora me muestra una fotografía con el diario actual.
-Como podrá comprobarlo, aún sigue respirando, pero no será así por mucho tiempo.
- ¿Qué quieren?
-Que viajes a Estados Unidos y encuentres a una persona.
Ahora toma un sobre amarillo de su costado y saca del interior una fotografía.
La reconozco, pero mantengo mi cara inexpresiva. Hace algunos años tuve que cubrir su boda, una chica demasiado común, ¿Por qué es de su interés? Hasta donde sé, dejo el país, al día siguiente de ese suceso.
- ¿Quién es ella? -me hago el desentendido.
-Todo lo que quieras saber de ella, está en este sobre. Cuando estemos en el avión, podrás leerlo tranquilamente.
- ¿Avión?
-Ya estamos por llegar al aeropuerto - me acaricia la barbilla. -Sé buen chico y no me obligues a matar a tu esposa. Ella espera que la rescates, no la decepciones.
Me muestra la llave de las esposas.
-Cuando esto termine, juro que te arrepentirás por ello.
Unos minutos después el auto se detiene, la puerta del auto se abre y me sacan de un tirón.
-¡Eh! Tengan cuidado, no soy peso muerto- me quejo.
La mujer desciende de manera coqueta, recién noto ese fabuloso vestido color vino escotado que trae encima. Últimamente, me he vuelto muy distraído.
-Puede que sea uno de los hombres más peligrosos del país para mi jefe, pero en este momento, no es más que un manso, gatito asustado.
-Desátame, linda y podrás ver de lo que soy capaz de hacer.
-No intentes hacerte el listo o ella muere. Te conviene ser bueno- susurra a mi oído.
-Eso no puedo garantizarlo.