Y tuve una esporádica relación en la que terminé con el corazón roto, pero el problema no fue que terminé con el corazón roto, el problema es que había hecho probablemente más daño a esa persona que lo que ella pudo haberme hecho poniéndome el cuerno.
Lo dejaba llorar en mi puerta, porque me divertía que llore, en momentos de ira, me abalanzaba hacía él con violencia y lo golpeaba, verlo llorar me agradaba, era estúpido y a la vez, reconocía el monstruo que había en mí. Esta persona, en algún momento me enamoró, y a mi me rompió el corazón. Honestamente no podía quejarme, porque le había hecho tanto daño físico y mental, que pensé y sostuve, que hay cosas peores que hacerle a alguien que ponerle el cuerno. Y es ahí cuando supe que necesitaba estar tratada, no podía seguir viviendo así, pensando en que podía maltratar a quien sea a mi antojo. Y no debes hacerle daños a quienes amas, mierda, como si fuera tan fácil.
Por un tiempo mantuve un tratamiento y todo parecía estar bien, la angustia había desaparecido, no existían altibajos y estaba tan drogada como para pensar siquiera en detenerme a reflexionar y adentrarme en porqués remotos de mi existir. Sentía estabilidad y por primera vez en mi vida tuve todo, lo que dijeran no molestaba, no dolía, nada era tan inmenso y nada requería de inmutación. Pero como dije, por un tiempo. Unos meses tardé en acostumbrarme a los somníferos, ya que no me hacían dormir, sino, todo lo contrario. Me dejaban ganas de seguir. Sin embargo, seguía nublándose el vacío, así que pensé que si tomaba más pastillas volvería a sentir aquello que sentí la primera vez que las tomé. Pero no, nada sucede del mismo modo dos veces.
Los ansioliticos y los antidepresivos no me daban ganas de comer, así que había adelgazado y estaba bien en el peso, porque en parte me agradaba de alguna manera retorcida sentirme los huesos. Me sentía como quería, que podía desnudarme frente a cualquiera, es más, quería hacerlo, porque todo estaba bien con mi físico, me sentía plena y cuando ese vacío volvía a visitarme yo tenía la solución, o pensaba que la tenía. La solución era tan pequeña, tan tangible, los llamé alguna vez tic tacs de la felicidad, tan digeribles y quien pudiera creer que algo tan fuerte estuviese en algo tan pequeño.
Recuerdo que me daba ganas de tener sexo y tener sexo nunca es un problema cuando eres hegemónica, cuando eres rubia, de tez clara y ojos verdes. Sin duda alguna alguien habría que pensaba que no era lo suficiente o tan bella, era muy probable que pudiese caer mal, que pensaran que era repulsiva o creída, pero no me importaba. Porque cuando sabes que puedes apagar el dolor, creas una línea imaginaria en la que no todo merece tu dolor. En parte no miento, no lo sentía. No todo podía tambalearme. Siempre había sido mi mayor enemigo, nunca importaba cuantas veces me dijeran que era linda, era igual a que me lo dijeran como insulto, porque jamás creí en las personas y cuando buscaba sexo, solo buscaba eso, quien me sirviera en ese momento solo para descargarme y dejarlo ir.
Pero el sexo no era lo suficiente, nadie me satisfacía, y honestamente creo que todos los hombres son unos imbéciles, pero que aquí el problema era yo. Tenía que drogarme, tenía que escuchar música y disparar mis sentimientos por distintos lados, porque sino, no era suficiente, nadie lo era. Supongo que en ese tiempo había dado una mala impresión a quienes me habían conocido, pero no me importaba tampoco. Incluso creo que el ser humano busca lo que sabe que nunca lo apreciará. Siempre había sido romántica y detallista, me importaba estar enamorada, era orgullosa de ser una novia fiel y empedernida, pero cuando lo hacía con chicos mientras estaba drogada, ninguno de ellos sentía que merecían ese trato. Creí que estos sentimientos eran recelos en contra de la vida por haberme puesto en el camino un montón de idiotas.
Detestaba verlos dormir después de tener sexo. Sentía que los odiaba, que su única función era hacerme sentir bien y eso tampoco lo hacían bien. Sin embargo, chicos que en mi vida hubieran parecido un sueño irrisorio querían tenerme, y en parte creo que eso es algo tonto e instintitvo del ser humano, querer sujetar algo que ya está perdido. Yo estaba perdida, yo no lo sabía y ninguno de los hombres con los que me acosté tampoco. Pero ellos sintieron lo que sentimos nosotros una vez tenemos sexo con alguien y sabemos que no nos volverán a llamar. Esta vez la que lo hacía era yo, y no fingía, no preparaba lo que sucedía como antes hubiera estado acostumbrada, solo estaba en la búsqueda inconsciente de algo que me hiciera sentir bien. Y mientras lo buscaba, cada vez más experiencias o tan siquiera algo me hiciera sentir mal, que me hiciera sentir una mierda, lo dejaba, comencé a robar las pastillas que eran de mi tratamiento para cada vez que sintiera algo como eso muera, y en el camino, moría yo.
Sabía desde siempre que mis padres confiaban en mí, que eran algo tontos y despistados, así que cada vez que podía entraba en las noches a sacar pastillas porque sabía donde las escondían. Me vieron algunas veces, cambiaban el lugar pero volvía a encontrarlas, así que dejaron de dármelas por algún tiempo, pero profundamente sabía que al final, mis padres siempre me harían caso. Y lo hicieron, volvieron a dármelas. Seguí con las pastillas hasta que sucedió.
Sucedió lo que sucede cuando estás en cosas como éstas de las que crees que lo controlas y en realidad, ellas te controlan a ti. Así que, tuve una sobredosis.
Pero antes de preguntarse sobre ello y odiarme, les voy a contar algo que creo que es menester para comprender el porqué una sobredosis no fue lo peor.
Mi hermano siempre ha sido la oveja negra de la familia, por alguna razón, siempre lo he visto drogado y borracho, y en mi infancia pensaba que nunca llegaría a ser como él. Pero cuando lo fui, lo fui con el aval de un médico psiquiatra. Esta es la diferencia de consumir drogas porque te las vende alguien de confianza que comprar las que necesitas y te haces adicto a la industria farmacológica porque crees que profundamente sin ella no vives. Siempre mi familia ha estado acostumbrada a lidiar con problemas como los de mi hermano y no me mal entiendan, no me ignoraban. Yo solo abusé de su confianza, la usaba a mi antojo. Robaba de las tabletas y al comienzo solo tres pastillas, luego fui en aumento y hasta que tuve treinta pastillas robadas en la mano. Me había robado la caja entera.
Una vez, sin que ellos lo supieran, tomé todas las tabletas que había, no recuerdo porque, pero estaba enojada. Me encerré durante días en mi cuarto y hacía mis necesidades en el suelo, junto a mi cama, donde dormía.
Si no mal recuerdo había muerto mi abuela y había cortado una relación, lo primero dolió más, pero luego vino la muerte de mi perra. ¿Es cruel decir que quizás lloré más por mi perra que por mi abuela? Pasé mi cumpleaños totalmente drogada, la vela y el canto de los felices deseos eran soplar para pedir no seguir más aquí, pero no lo sabía, porque ni siquiera estaba ahí. Y entonces, un día, estaba tan triste, tan enojada con la vida, que solo quería dormir. Y tomé diez pastillas, sabía que no me matarían, entonces las tomé, y recorrí a duras penas mi cuarto mientras mi equilibrio se iba perdiendo de a poco. Y al día siguiente, mientras hablaba, tomaba unas pastillas más y luego caí al suelo. No recuerdo más. Solo que al despertar, todos me rodeaban, que estaba en mi cama intentando balbucear algo que no se me entendía, que mi madre lloraba y que sin embargo, inconscientemente, pensaba que debería morirme así. ¿Así se sentía la muerte? No, la muerte no debe sentirse, así que estaba viva.
No recuerdo más, solo que seguí haciendo lo mismo hasta que existió otra vez.
No más pastillas, no más tic tacs, me las quitaron, como era humanamente comprensible. Tuve por un mes visión doble, no podía escribir ni lo que sentía, no podía hablar fluidamente y tardé días en recuperarme del todo, pero lo hice. No sé como es eso clínicamente posible.
Cuando hablamos con mi médico, dijo que debía seguir tomando las pastillas y por ende seguir con el tratamiento, porque me desmayaría de seguido por la ausencia de las pastillas. No sé nada de medicina, pero en el fondo sabía que no se sentía correcto. Pesaba cuarenta y cinco kilos y sin embargo mi doctor no lo atribuía a que se relacionara todo lo sucedido a mis pastillas que había tomado durante dos años y medio. Éste era el tercero.
Recuerdo que después de todas mis recaídas, cuando no podía tomar mi teléfono porque realmente no podía leer absolutamente nada, cuando nadie estaba ahí para mí más que mi familia, cuando estaba llorando porque quería que me dejaran drogarme, cuando lloraba por las cosas tontas de la vida, pensaba que quizás mis amigos estarían preocupados por mí, que se habían dado cuenta de mi ausencia, pero cuando volví a tener celular me di cuenta que nadie me había escrito, que ineludiblemente no le importaba a nadie, nadie pensó que estaba muerta, pero esto es lo que sucede cuando llevas tanto tiempo fuera y crees que desaparecerte durante meses es normal, un día desapareces porque realmente sucede algo, pero nadie lo notará. Y no es su culpa.
Sé que se preguntarán porqué luego de dos sobredosis seguía consumiendo y es que no lo sé precisamente, es que cuando estaba sola, todo volvía. Estaba recuperándome y mi madre me abrazaba llorando sintiéndose culpable, dijo que ellos me habían hecho eso, pero que saldría adelante. Y recuerdo que en silencio, veía al techo mientras estaba en el centro de su pecho, pensaba que quizás no quería hacerlo.
Y es que una vez te vuelves adicto a algo, debes tratar de que todos los días de tu vida sean una lucha para no volver a ello. Todos los días de ahora en más, serían un día más sin, cuando eres adicto te vuelves alguien que no eres. Llevas un tiempo limpio y luego te das todo, porque crees que te lo mereces, es tan duro, que debe ser un sacrificio de todos los días y no una sola excusa de ''lo hago porque estoy mal''. Pero sin embargo, esa excusa suena tan bien. ''No puedo cambiar porque soy así'' ''hago las cosas porque estoy mal pero nací así'' y aunque supiera que no quisiera lastimar a nadie en el camino, lo hacía de todas maneras, porque las drogas te alejan todo el tiempo de hacer algo bueno, porque un día haces algo imperdonable, y luego te justificas de que no lo volverás a hacer, pero luego haces algo peor, y vuelves a lo mismo, dices que lo intentas tantas veces, pero al final, ni siquiera te das la oportunidad, porque no quieres.
Actué bien durante un tiempo, realmente lo intenté, pero de pronto solo quería que ese vacío vuelva a disiparse. El tiempo que estuve sin pastillas eran una pesadilla, lloraba y sabía que estaba volviendo a ser yo misma, que después de haber sido otra versión de mi misma, volvía a sentirme mal, volvía a sentirlo todo, ¿es tonto aferrarse a lo mismo que sabes por lo que podrías morir?