Un día te das cuenta que mientras te coges de los pelos y las personas te desilusionan, el vacío te acompañará siempre. Que las sensaciones y toda la mierda no la puedes controlar, no depende de ti, que es tan simple como ver que se te escurre entre los dedos, que se incorpora en la piel, que una vez llega al centro de tu pecho, te agitas, respiras con dificultad, sientes que te ahogas, y solo quieres que todo se detenga. Te palpita el corazón a mil, es como si necesitaras de aire prestado, y todos están ahí, pero nadie te ve. Porque el único que te ves eres tú, y es ahí, cuando las eliges. Cuando ya no te importa si son una, dos o tres, tomarías las suficientes para parar el mundo.
Y el mundo se detiene, y luego todo se disipa y sonríes, lloras, eres tú. O eso crees. Luego realmente vuelves a ser tú, al día siguiente, y al siguiente a ese, eres tú y ser tú se siente una mierda.
Me dijo una gran amiga, y ella es una de las personas que se amargan por cosas como el dinero, porque nunca alcanza. Sufre por amoríos como todo el mundo pero casualmente siempre está en pareja. Ella proyecta, hace planes, algunos resultan y otros no. Como sucede con la vida. Sin embargo ella alguna vez me dijo ''no puedes vivir de pastillas'' y me dolió. Porque era cierto. En el fondo sabes que está mal y que te vuelves un adicto, todo lo que te digan te molestará y te pondrá a la defensiva. ¿Porque no podría ser quien decidiera como controlar sus emociones?
Pero las palabras que enunció tenían verdad, no puedes vivir de pastillas, pero era lo que me funcionaba. No quiero tener una familia, no quiero ser madre, no quiero llegar a los cincuenta años, solo quiero estudiar lo que me guste, lo que pueda y no fallarme a mi misma, y para mí, en ésto último, las pastillas me ayudaban.
Puedo tener un montón de amor pero el chico más guapo solo buscará sexo. Puedo ser cariñosa pero ellos creen que no soy lo suficiente. Esa es la problemática de cualquier mujer dentro de este enjambre. También creo, que las personas realmente no buscamos más que sexo, aunque mintamos al respecto. Buscamos personas que se asimilan a nuestros mundos a sabiendas que una vida similar a la nuestra no nos aportará una nueva perspectiva. Al final, yo estoy sola mientras escribo esto y siento que lo único que complementaría el vacío que siempre sentí soy yo misma, y las pastillas me hacían creer que lo único que importaba era yo.
Había pasado tanto tiempo sin saber lo que era esto, sin haberlo descubierto. Quizás todos mis problemas en la adolescencia se hubieran revertido de ser porque podía darle un paro a todo lo que me molestaba, aunque luego te des cuenta que en realidad eso solo sucede para ti, y no para el resto...
Pero luego llega el desorden. La abstinencia, el escalofrío, la manía, la irritación. He recordado que en varias ocasiones golpeaba a un ex novio, antes de consumir pastillas. Lo golpeaba y eso me hacía sentir que tenía control, y luego, hice lo peor que una persona puede llegar a hacer, mucho tiempo después, cuando estaba con ellas, cuando mi tratamiento se desbordaba, las cosas se pusieron fuertes y mi madre me dijo que comenzaba a actuar como una drogadicta, peleamos y ambas nos empujamos. Una vez, tiré todos los muebles gritando con violencia cosas que no recuerdo, había dado vuelta la casa entera. Estaba drogada y enojada y ellos solo veían en lo que me convertí.
Me comentó mi padre luego, que sucedió todo, porque en esa casa pasábamos del infierno a la nada en un segundo. Y él dijo ''se te cambia el rostro cuando gritas'' y sé a que se refiere, pero entonces no lo entendí. No era la cara de alguien simplemente gritando, era la cara de mi misma, dando vuelta toda la casa con ira, porque eso hacen las pastillas. Dejan de estar bien y un día estás mal y todo explota.
Durante unos meses me desintoxiqué, porque la segunda sobredosis lo meritaba. Mi madre lloraba junto a mí preguntándome si ellos me lo habían hecho, lloraba diciéndose a si misma que yo no era así, que era sana, que era "buena'' Y efectivamente ahora no lo era. Ahora todo me causaba desinterés, solo me interesaba volver a consumir. Pero tuve varias crisis y el medicamento volvió, ésta vez minuciosamente, porque ya no sabía donde los escondían, o mejor dicho, lo sabía, pero quería hacerles creer que no lo sabía, porque si no los robaba, volverían a dármelos. Solo fingía. Y por un momento pensé en que nada de ésto tenía mucho sentido, no quería vivir todo el tiempo de pastillas, pero tampoco quería vivir con lo que sentía sin ellas. Así que pensé en acumularlas todas y dejar de tomarlas, de manera que si no tomaba diariamente, algún día tendría tantas que podría morirme.
Claro que eso salió mal, porque por algo estoy escribiendo esta historia, y porque para un drogadicto consumir es de extrema necesidad. No es tan fácil, sientes que si no obtienes tu dosis diaria te mueres, pero no lo haces. Lloraba porque si me sentía triste necesitaba pastillas y ya no lloraba porque estuviera triste, lloraba porque para detener mis emociones necesitaba consumir. No sé si entienden la diferencia, pero cuando consumes por un tiempo, se vuelve adictivo no sentir, entonces cualquier mierda llega, la sientes y te excusas para consumir. Necesito pastillas porque estoy mal. Necesito pastillas porque me estoy muriendo. Necesito pastillas porque quiero morirme. Los adictos son unos exagerados, escuché a mi hermano gritar lo mismo por alcohol. Esa era su dosis y como yo soy la menor, escuchaba lo que no debe decirse porque entonces así pensarían que no era igual.
Tomar pastillas me volvió tan olvidadiza y perdida, que en ocasiones me olvidaba lo que hacía, lo que había hecho el día anterior, lo que estaba haciendo, y no podía explicarle al mundo porqué es que no recordaba lo que me habían contado ayer, o porque la noche anterior había tenido sexo contigo y al día siguiente no podría verte. Tampoco podía explicar porque me detenía en el tiempo y a la vez volaba. Una semana era un mes y otras veces, el tiempo no pasaba. Pero lo hacía. La vida sucede, sigue sucediendo.
Las pastillas podrán hacerte olvidar lo que quieres, pero no son selectivas, también te hacen olvidar lo que debes recordar, cómo te sientes con lo bueno, te olvidas de tu compañero de clase que se sentaba en la otra fila del salón, no solo te olvidas de la persona que te gustó alguna vez, no solo te hará olvidar lo malo que te hicieron, también a veces te hará olvidar lo bueno y lo que importa. Aunque en ocasiones, prefieres sacrificar lo bueno, para no volver a tener lo malo devuelta.
Es gracioso, porque hubo un tiempo donde mis padres creyeron que yo era introvertida. En realidad estaba furiosa, odiaba a todos, pero en silencio. Y una vez que expulsé todo el veneno que había dentro de mí, ya no pude aprender a ser menos. No pude aprender a callarme, no pude aprender a ignorar las cosas, no pude fingir y comenzó el quiebre, porque entonces me había dado cuenta de una triste verdad, mis padres me amaban cuando era callada y tonta, no me amaban completamente, no amaban el caos que podía ser por momentos, y a su vez, eran misericordiosos porque después de las tormentas, podíamos pasar tiempo en familia juntos como si el mundo fuera perfecto. Pero dejaba de serlo cuando yo dejaba de ser la hija que ellos querían, la hija que tenía una adicción.
Y lo que más me molestaba de mis padres, es que no importaba, yo siempre los amaría y ese amor, como el de muchos otros en mi vida, me ataron, y me repetían una y mil veces que estaba mal. Nunca pronunciaron estas palabras, pero sé que se hubieran sentido mejor sin mí.
Pensaba, que algún día recompensaría todo lo malo que les causé, y solo empeoré mi relación con ellos con el tiempo. Y un día lo supe, podía estar lleno de buenas intenciones pero no tenían una coherencia real con lo que hacía realmente. Y realmente, solo causaba problemas.
"Las veces que te escucho estás drogada" comenzaba a decir mi hermano y a él lo detestaba como se detestan hermanos sin llegar a odiarse, y me dolió. Había tantas veces que había escuchado comentarios similares, como si Melany no fuera más que ello. Como si solo fuera drogas. Y comencé a reír de aquello, de apropiarme de lo que no era, porque si me apropiaba dejaría de ser cierto. Pero la verdad, lo era.
Y luego está la cuestión de que, al final, era mi vida. Y no quería a nadie que no entendiese mi vida, y como era de esperarse, nadie la entendía y todo cayó como en un juego de Jumbo. Quería vivir plenamente, sin planes, ni futuro, disfrutaba de no sentir nada por nadie y luego, todo se volvió en mi contra. Pero lo único en lo que puedo ser honestamente cierta es que no quería que nada de esto sucediera. No estaba de acuerdo en ser mala y no poderme decir basta antes de lastimar a alguien, simplemente no podía, pero es lo que me nacía.
Supongo que eso es lo peor de las drogas. Que te inmutan. Ves al resto llorar y a todos tus seres queridos preocuparse por ti, pero en el fondo te molestan. Esas son las partes malas de las drogas. Antes yo solía ser la hija ejemplar, hoy solamente soy un alma descarrilada con el yugo de mil fuegos y enojos. Y todo parece haberse vuelto cruel y despiadado, uno lo es. Porque no puedes tener la vida de una porquería si no te sientes como tal. Y aquello me pasó a mí, comencé un tratamiento, luego todo empeoró y luego las cosas se salieron de control y era muy tarde. No había perdón para nada de lo que había hecho.
Luego estaban mis amigas, que decirles, había tenido amigas toda la vida porque quería estudiarlas de cerca. Sí me hacían feliz, sí me daban pequeños ratos de risa, pero nada se comparaba con las preguntas que me hacía cada vez que me contaran algo y yo sentía que eran demasiado estúpidas para tener una conversación que me gustara. No hablaba con mis amigas sobre chicos, no hablaba con mis amigas sobre música, no hablaba con mis amigas sobre las películas y documentales que había visto, no hablaba con mis amigas sobre la universidad, en fin, no hablaba con ellas sobre muchas cosas. Y ellas no eran malas amigas, o quizás sí, pero las necesitaba para no ser un ente sin entorno social y ellas me necesitabas porque me usaban como un hombro para descargarse cuando no podían más, y a mí, honestamente esas cosas nunca fueron de molestarme. Sentía que eran tonta por sentirse como se sentían pero a su vez, todos somos tontos cuando estamos frágiles, supongo que lo único que podemos ofrecer a alguien es un hombro, porque por muchas ideas tontas que las personas tengan, esas ideas tontas pueden ser tristes, y pueden tener raíces mucho más complejas que las que podríamos estar viendo. Y la amabilidad es cuestión de un gesto desinteresado, sale gratis, y no te afecta realmente.