XANNY
img img XANNY img Capítulo 4 Personas
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Capítulo 6 Prisionera img
Capítulo 7 ¿Cómo puede el diablo lucir como un ángel img
Capítulo 8 Ya no más img
Capítulo 9 Maniquí img
Capítulo 10 Estoy aquí img
Capítulo 11 No deberíamos seguir viéndonos img
Capítulo 12 Revolución img
Capítulo 13 ¿Hay alguien para ayudarme img
Capítulo 14 ¿Acaso soy un monstruo img
Capítulo 15 Tocando las puertas del cielo img
Capítulo 16 Tú me hiciste esto img
Capítulo 17 Si te vas, entonces, ¿quien será el próximo img
Capítulo 18 Remedy img
Capítulo 19 Uno por uno img
Capítulo 20 No tenemos que quedarnos, atrapados en los problemas. img
Capítulo 21 Sobria. img
Capítulo 22 La decaída img
Capítulo 23 Llévame a la noche en la que nos conocimos img
Capítulo 24 No hay tiempo img
Capítulo 25 En otro amor img
Capítulo 26 Huecos img
Capítulo 27 Imposible img
Capítulo 28 La fiesta terminó img
Capítulo 29 Nadie puede tenerlo todo img
Capítulo 30 Ángeles como tú img
Capítulo 31 Danzando con el enemigo img
Capítulo 32 El monstruo que vive dentro img
Capítulo 33 Tocando la misma puerta img
Capítulo 34 Cuervos img
Capítulo 35 Límites cruzados img
Capítulo 36 No hay oportunidad img
Capítulo 37 Postergar img
Capítulo 38 Postergar img
Capítulo 39 Pesadez img
Capítulo 40 No hay nada para mí aquí img
Capítulo 41 Estar conmigo me está cansando img
Capítulo 42 Vivir días malos img
Capítulo 43 Esperar cosas malas img
Capítulo 44 Calma img
Capítulo 45 Mentiras piadosas img
Capítulo 46 Liz img
Capítulo 47 Mares que crujen img
Capítulo 48 Lo bueno en lo malo img
Capítulo 49 Lo malo en lo bueno img
Capítulo 50 Tengo un sueño img
Capítulo 51 Dime que algunas cosas duran img
Capítulo 52 Kids img
Capítulo 53 Conversaciones que no agradan. img
Capítulo 54 Mi perfección img
Capítulo 55 Toma mi mano, toma mi dolor y sánalo img
Capítulo 56 Never let me go img
Capítulo 57 Poder decir adiós es crecer img
Capítulo 58 No puedo amarlos desde la oscuridad. img
Capítulo 59 Giorni Dispari img
Capítulo 60 No estás sola img
Capítulo 61 No dejes que arruinen nuestros ritmos img
Capítulo 62 Una mañana img
Capítulo 63 No me abras las puertas del cielo. img
Capítulo 64 Wonderwall img
Capítulo 65 Estoy cayendo, y me dejo llevar. img
Capítulo 66 Con Dios y con el Diablo. img
Capítulo 67 Una tras otra. Mírame. img
Capítulo 68 Tu corazón es muy dulce. img
Capítulo 69 Toma mi pasado, toma mis pecados, y por favor, sana. img
Capítulo 70 Algunos días son difíciles de vivir img
Capítulo 71 Creo que estoy loca. img
Capítulo 72 Inmensa oscuridad. img
Capítulo 73 Principio del final img
Capítulo 74 La chica del centro. img
Capítulo 75 Con amor, Melany. img
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Capítulo 4 Personas

No puedo explicarle a las personas porque llegada cierta hora estoy sola y no es prudente salir de casa, ni tampoco podía explicar porque en ocasiones las cosas me importaban demasiado y otras veces una mierda. Porque no quería que dijeran que estaba mal, no podía explicar a las personas que había tenidos dos convulsiones por tomar pastillas y que las seguía consumiendo. No podría explicar que mis padres me las compraban, porque entonces pensarán que no me quieren, y realmente lo hacen.

Aquí voy a hablarles sobre una doble moral y el porqué de que siempre considero que los ''amigos'' son solo personas con las que coincides en un tiempo para que te sirvan en un determinado tiempo. La mayoría no saben lo que vives, pero sin embargo creen que lo saben. Todos creen tener la absoluta verdad de lo que comprende toda tu existencia por haberte escuchado unas palabras, y esta es la realidad, todos quieren hablar, pero nadie quiere escuchar.

El problema con las personas es que yo jamás les pedía ayuda, porque si lloraba abrazaba a mi mamá, si lloraba me abrazaba a mi papá, pero nunca me abrazó un amigo. No los necesitaba como ellos a mí. Y lo que más me molestaba de mis amigos, es que hablen. Entonces tenía dos opciones, aprender a usar la palabra ''amigo'' con personas que lo merecían, o aprender a decirle ''amigo'' a alguien que se las crea, pero a sabiendas de que no lo eran profundamente. Porque si vislumbrara un cuarto de las cosas que pienso de las personas, creerían que pueden juzgarme, y las personas son buenas juzgando, pero no viéndose. Y para verse a uno mismo sí que cuesta trabajo. No quería personas que me enseñasen a mi lado, porque no me enseñaban nada que me sirviera, no quería oradores ni predicadores del bien y el mal, nadie es Cristo. Absolutamente, nadie lo es.

Algunas cosas no se pueden explicar, como saber que te vas a morir joven, que no tienes metas ni aspiraciones, que vives por inercia y que hagas lo que hagas te importa un comino porque tampoco quieres a nadie. Hay cosas que no se pueden decir y que nunca las podrás decir.

Tuve un amigo alguna vez y digo tuve porque ya no lo quiero ver y aunque recuerdo que le dije cosas feas no recuerdo que, pero me dijo que yo era un ser humano bastante triste. No supe a que se refería, pero por razones distintas, tenía razón.

Desde muy niña entendí que el valor de la amistad era poco y nada. Nunca quise a mis amigos como dije que les quería, pero tengo inteligencia emocional, y aunque no me importara, parecía hacerlo. En el amor siempre soy un desequilibrio. He tenido periodos como he tenido buenos momentos, recuerdo haber tenido un ex al que golpeaba y me agradaba hacerlo. Lo empujaba gritando con ira y lo tiraba al suelo mientras que a la par, lo pateaba diciéndole que no valía nada. También he tenido relaciones sin violencia, pero sé que la del problema era yo. Bastante tiempo me llevó asimilar que la violencia y la ira jamás te dejarán amar, que solo te amarás tú y tu egoísmo. Soy culpable de ser una persona despreciable. Porque así lo quise. No reniego. He construido este castillo inmenso de soledad y me siento cómoda en él. Es más difícil cambiar, es mucho más fácil ser instintivo, y aunque muchos no sepan, las personas que se devoran el mundo lo hacen porque no temen a quienes se lo devoran con él. Sé que estoy sola y estaré sola, y no porque nadie me vaya a querer, sino porque no merezco profundamente que me amen y quien piense mínimamente que estas palabras lo identifican, debe saber también que no basta con ser alguna vez una mierda o con tratar a alguien como mierda, sino que es ser lo suficientemente destructivo para sentir regocijo de ver llorar o sufrir a alguien por ti. Eso es lo más retorcido y poco empático que he hecho y mentiría si dijera que no lo hice cientos de veces. En ocasiones solo debes soltar, dejarme ir, porque cuando me quedo, soy un problema.

Las pastillas creí que habían quitado esa parte de mi, pero no lo hicieron. Como dije, todo marcha bien hasta que no lo hace. En gritos he dado vuelta todos los muebles de mi casa mientras me arrinconaba tironeándome de los pelos. He destruido la imagen que todos tenían sobre mi, pero sobre todo, he destruido mi propia imagen, la que tenía de mi misma.

Mi madre, se entrometía diciéndome que estas cosas eran una mierda, y dolían, porque la opinión de los padres siempre duelen. Y terminamos golpéandonos, y no lo hacemos frecuentemente, pero sin embargo sucedió. No siento que la odio, siento que la amo más de lo que podría aguantar mi cuerpo, y sin embargo, un día, un solo instante, te aleja de ese amor y te lleva al desquicie, a la violencia, a creer que el mundo te debe algo por estás enojado y que tienes todo el derecho del mundo de hacerles sentir a los demás la miseria que llevas por dentro. Y nunca antes me había molestado, hasta que veía a mis padres sentirse mal porque consumía tanto, tener miedo de perderme, y solo podía abrazarlos, ni siquiera sabía si quería seguir aquí.

Ahora soy esto, un despojo humano de sueños rotos inconclusos que jamás llegarán a ser, soy un ser humano despreciable que de lo que más se arrepiente es de haber sido buena con alguien, soy escoria, soy el infierno. Porque en mi cabeza lo he recreado. No viví nada malo y sin embargo esto es lo que queda de mi. No voy a culpar a nadie, ni a la vida, soy privilegiada, no culparé a mis padres, ellos solo quisieron ayudarme, me culpo a mi porque el arte de vivir me ha costado mi cabeza, me culpo a mi por necesitar algo que me alivie, me culpo a mi por creer que el vacío lo llenarían drogas, me culpo a mí porque nadie es más enemigo de mi misma que yo.

Y sin embargo, insistes. Y lo sabes, sabes que un día te llevará, pero no te importa. Solo lo deseas tanto como respirar, luego se acaba y necesitas más, porque tienes miedo de sentir el mundo. Tienes miedo a no poder aguantar la realidad, a no verte realmente, porque es mejor tomar una pastilla y matar tus neuronas que recordar porque sentías que estabas triste el día anterior. Y pareciera bueno, si solo fuera ello.

Solía tener muchas infecciones urinarias por tomar pastillas, me curaba y las volvía a tener, se te olvida hasta ir al baño y solo te aguantas hasta que te olvidas que estás aguantando, ya no te interesa gritar porque no quieres oír tu propio eco, todo parece cansador. Y luego, vuelves a recaer y piensas que algún día lo dejarás, que podrás, pero no lo haces y lloras, porque solo vives por pastillas, y quizás, si no las consumieras también te daría igual. Pero el problema es que, el vacío que sientes, no lo sentirás si no vives. Y el vacío crees que se detiene con drogas.

Si mueres nadie recordará más, solo lo que dejamos. ¿Que hemos dejado? Pereceremos, igual que todos. Pero no nos importa, porque lo que hacemos no es vivir, es sobrevivir y en el momento no quieres pasar un segundo más en esta vida luchando una guerra que solo sucede dentro de ti. Esas guerras son silenciosas, son cárceles internas y hacen que parezcan todos los días iguales, que los meses también y un día ya no queda nada, pero en realidad el único que no cambia eres tú, porque la vida sucede, y todos los días enseña, pero crees que no porque pierdes el tiempo mirando tu propio sufrir.

De todos modos, intenté, lo intenté, salía a bailar con chicos, estaba con alguno que otro, disfrutaba mi juventud que sentía que se me escurría entre las manos como muchas otras cosas. A esta edad es cuando todo el mundo comienza a preguntar ''que haces de tu vida ''de que trabajas'' o ''de que estudias'' y mis respuestas no eran habituales porque sentía que esas preguntas ni siquiera eran para mí. No me representaba más que un lado mis carreras, escribir era mi alma y ocasionalmente nadie me leía de las personas que conocía, y no quería trabajar. Nunca le encontré el gusto al trabajo, sabía que por una u otra forma, llegaría a conseguir lo que quisiera y no hacía falta ser la más bonita, sino, tener esa estrella que algunas personas no nacen. Y yo creía que la tenía. O la tuve, y sentí que la perdí con las cosas que seguiré contando después.

''Ser estrella'' parece un insulto más que una cualidad porque nadie comprende que uno es lo que quiere ser, y alguna vez yo quise ser cosas que no fueran estas, y ahora solo soy una drogadicta, no cumplí las nimiedades de una vida relativamente normal y no me lo hicieron pagar por ello, quizás, pensé que jamás debería encontrarme frente a las obligaciones. Pero estaba totalmente desinteresada, y al decir verdad, lo estoy. No creo en la cultura del sacrificio, ni creo en salir de la zona de Confort.

Nací mujer y eso requiere que haya sido invadida con un montón y un sinfín de publicidad sobre cómo eran las mujeres, lo que debían hacer, lo que querían. Algunas ideas eran románticas, otras eran el clásico de buscar familia, y en esta modernidad, el clásico de emprendedora de un rubro que ni siquiera les gusta pero que lo llevan a cabo porque al fin de cuentas, las cosas no se pagan solas. Aquí comienza un conflicto muy grave, yo siempre había querido vivir como vivía, sabía que las drogas me alejaban, pero la gente también lo hacía. Y honestamente no soportaba a las personas con sus frases pusilánimes de optimismo barato, de ''si lo sueñas lo puedes hacer'' cuando lo dice una influencer que siempre fue rica y que no hizo nada más que ser bonita. Lo cual, no reniego que me gusta también una vida parecida.

Pero estas cosas no son un problema cuando tienes veinte, cuando terminas el secundario parece como si todo estuviera bien, el problema comienza cuando empiezas a replantearte tu vida a los veinticuatro, y verdaderamente, no podía decir lo que sentía. Porque eso significaba explicar porque no quería construir un futuro, porque consideraba a mis generaciones estúpidas, porque gozaba de la compañía de mis padres más que la de mis amigos, porque me atosigaba el hecho de escuchar conversaciones en donde yo sabía que los chicos mienten y sin embargo asentía con la cabeza solo porque pareciera ser de mala educación enseñar pero sí opinar. Todos somos opinólogos, y caímos en la sobreopinión. Es decir, todos hablan, pero nadie sabe un carajo de nada. Y sin embargo está ahí, el espíritu latente de querer que nos escuchen hasta cuando no tenemos verdaderamente nada para decir.

Entonces, en un mundo de protagonistas, de personas que buscan una identidad, formarse, encontrar un camino a cierta edad, yo solo era una tonta drogadicta. Porque yo estaba dopada todo el tiempo, pero no significaba que no pensaba, pero la realidad es que no me importaba. Y al final me había dado cuenta de que las personas que más admiramos son personas atrevidas, que el mundo necesitaba más de ellos, no de gente que repite opiniones de otros. Que la vida me había dado algo a mi favor, y eran mis convicciones. Yo no quería ser presa de una camisa, no quería ser presa de una rutina, mi meta eran publicar mis libros, pero las personas piensan que un drogadicto siempre será un drogadicto, y quizás, tengan razón, pero de todos modos, a veces no. Las personas somos muy complejas para entendernos.

            
            

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