Capítulo 7 Arrogante

Tessa levantó la mirada y abrió la boca para decir algo. Sin embargo, cuando lo pensó bien, la cerró de golpe.

Samuel la fulminó con la mirada y le abrió la puerta.

Pero ella no hizo ningún movimiento para entrar. Alena la empujó levemente. "Tessa, ¿qué estás esperando? ¡Entra al auto!".

Ella respiró hondo y le dedicó una sonrisa. "Abuela, ya se está haciendo tarde. No debería estar afuera a esta hora. Entre a casa y yo le avisaré cuando lleguemos en casa".

Su plan era simple. En cuanto Alena estuviera adentro de la casa, se iría a pie y llamaría a un taxi para que la recogiera.

Necesitaba conseguir un auto para sí misma y evitar esas situaciones.

Samuel se quedó parado con una expresión seria y no dijo nada.

"Entraré una vez que ustedes se vayan. Súbete al auto para que yo pueda volver a casa", respondió Alena con una sonrisa, como si pudiera leer su mente.

Tessa siguió dudando, pero Samuel perdió la paciencia. "¡Súbete al auto!", exclamó.

La mujer entró con un suspiro de resignación El hombre cerró la puerta y se volvió hacia su abuela. "Puedes volver a entrar".

"¡Súbete al auto y no me digas qué hacer!", espetó Alena con impaciencia.

Su tono lo tomó por sorpresa.

¿Cómo podía tratarlos tan diferente?

¡Era su abuela, no la de Tessa!

Sin embargo, no podía responderle de la misma forma, así que subió al auto y se marchó.

El vehículo estaba tan silencioso que podían escucharse sus respiraciones.

Tessa no quería hablar con él ni pasar más tiempo en su presencia. Tan pronto como doblaron una esquina y estuvo segura de que Alena no podía verlos, ordenó fríamente: "¡Detén el auto!".

Samuel la miró con disgusto. "¿Por qué? ¿Adónde piensas ir? ¿Vas a encontrarte con un hombre en algún lugar?".

Tessa negó con la cabeza y se rio burlonamente. "Te he dicho que detengas el auto. ¿O has cambiado de opinión sobre el divorcio y quieres que regrese contigo?".

Samuel pisó los frenos abruptamente y el vehículo se detuvo al instante.

Luego, se volvió hacia ella con una expresión lívida. Parecía estar a punto de decir algo, pero Tessa lo interrumpió con una pequeña sonrisa. "Escucha, Samuel, si quieres que nos divorciemos, hazlo rápido. Es probable que cambie de opinión e impida el matrimonio de ustedes dos, así que te aconsejo que te des prisa".

De inmediato, puso su mano en la manija para abrir la puerta.

Pero frunció el ceño cuando se dio cuenta de que estaba cerrada.

"¿Qué es esto?", preguntó volviéndose hacia él.

"¿Crees que la abuela siempre estará de tu lado?", preguntó Samuel burlonamente.

"Piensas que le hablé mal de ti, por supuesto". Tessa negó con la cabeza mientras sonreía. "Pero ¿por qué debería preocuparte? En este momento, lo importante para ti debería ser sacarme de tu vida, ¿verdad? Samuel, solo dame una fecha para que podamos terminar con esto. ¿Cuándo finalizaremos el divorcio?".

Pero él no respondió a su pregunta. "¿Quieres que la abuela se entere de nuestro divorcio?".

"Decídete, Samuel", espetó Tessa con impaciencia. "Si tienes miedo de todo, nunca finalizaremos este divorcio. Decídete, maldita sea. ¿Mañana estás libre?".

Él se volvió hacia otro lado. "Ya te dije que haré que alguien se comunique contigo cuando esté libre. ¡Ahora vete de mi auto!".

"¡Oh, por favor! Espero que no hayas pensado que quiero estar en tu auto. No tienes que ser tan arrogante porque lo odié cada segundo", replicó Tessa mientras salía.

Esta vez, la puerta ya no estaba cerrada y la dejó abierta a propósito. "Adiós, señor Pearson", dijo sonriendo.

"¡Tessa!", gruñó Samuel con los dientes apretados.

Pero a ella no le importaba y siguió burlándose mientras se alejaba. Luego, bajó la montaña tomando un camino estrecho.

Dos horas más tarde, Samuel regresó a la empresa.

Su teléfono empezó a sonar y él contestó al primer timbre, como si estuviera esperando una llamada.

"Señor Pearson, seguí a Tessa por la montaña, pero no vi a nadie más y ella tampoco hizo nada sospechoso", informó un hombre.

El rostro de Samuel se oscureció.

Estaba furioso porque Tessa lo había estado provocando.

"¡Deja de vigilarla!", ordenó.

El hombre se quedó atónito, pero se recuperó rápidamente. "De acuerdo".

Irritado, Samuel colgó el teléfono. Ya no quería escuchar nada de Tessa. Lo único que esa mujer hacía era enojarlo.