Capítulo 3 Magia y sangre

Mayo de 1646. Virginia.

El sonido de caballos galopando aquella noche y los gritos de la gente altamente enardecida se acercaban presurosos a una pequeña cabaña que se encontraba asentada en aquel lugar.

Una mujer rubia bastante hermosa pero vestida de harapos ocultaba a su hijo detrás de unas tablas de madera, estaba asustada y el pequeño lo sentía.

-Mami, tengo miedo -Le habló aquel niño, aferrándose a ella.

Golpes se escucharon en la puerta del lugar.

-Tranquilo, mi niño, todo va a estar bien, vas a estar bien -Su madre, derramando abundantes lágrimas se quitó un amuleto de hierro que llevaba en el cuello y se lo colocó a su hijo-. Esto te protegerá.

-¡ABRE LA PUERTA, BRUJA! -Los gritos de la gente se escuchaban afuera y los golpes en su puerta aumentaban su frecuencia. Ambos miraban el lugar con terror.

-No vayas a salir de aquí, hijo, que no te vea nadie, por favor -Su madre le rogó que permaneciera escondido y el niño sólo asintió, tratando de creer en las palabras que escuchaba.

Observó con detalle aquel amuleto, era pesado pero le parecía bonito porque traía la silueta de una estrella.

En ese momento la puerta se abrió de golpe y entraron varios hombres, la mujer salió a enfrentarlos e inmediatamente la atraparon, el niño se asomó para ver qué pasaba.

-Es una bruja -Habló uno de los hombres, revisando el lugar y observando todas las cosas que tenía para hacer magia negra.

-¿Aceptas que eres una bruja? -Le preguntó uno de los hombres, llevaba extrañas túnicas y en todos coincidía el símbolo de una cruz.

-¡Lo acepto!, ¡Soy una bruja!, ¡Pero paguen su ira sólo contra mí!, ¡No lo dañen a él!

-Nos la llevamos -Habló el sujeto, encadenando a la mujer y llevándosela a la fuerza.

-¿De quién hablaba? -Se preguntaban los demás, queriendo revisar el lugar.

-¡POR FAVOR!, ¡NO LE HAGAN DAÑO! -Y a medida que se alejaba, la mujer gritaba-. ¡ÉL ES INOCENTE!

-¿De qué estará hablando esa loca? -Se preguntaron los que allí seguían-. Vamos a quemarla, ya la tenemos.

Todos salieron del lugar y aquel niño los miraba con terror, iban a matar a su madre, la única familia que tenía.

-¡NO! -El niño emprendió una carrera para detener a aquellos hombres, no podía permitir eso, no quería quedarse solo-. ¡Déjenla! -Haló con fuerza la túnica del hombre, llamando no sólo su atención sino la del resto de inquisidores.

Todos lo miraban con terror.

-Sus ojos... ¿Vio sus ojos? -Señalaban aterrados los más jóvenes del grupo. El hombre asintió.

-Es un nefilim -El hombre sacó una espada y aquel niño sintió miedo-. ¡Llévense a la bruja! -Les lanzó a la mujer-. Yo me encargo de su pequeña aberración.

-¡NO!, ¡NO LE HAGAN DAÑO! -Los hombres la ignoraban y el niño se alejaba poco a poco, sin entender nada-. ¡CORRE, WEZEN!, ¡¡¡CORRE!!!

Y aunque le doliera con toda su alma hacer eso, y sabiendo que jamás volvería a ver a su madre, el pequeño Wezen salió huyendo con todas sus fuerzas.

Aquel inquisidor se fue detrás de él. Debía perderlo de vista, debía seguir viviendo, debía poder vengar la muerte de su madre.

La cara de su asesino se grabó en su memoria como un cuadro se plasma sobre el pulcro lienzo. Jamás lo olvidaría.

Se perdió en el bosque, no sabía dónde estaba, tenía miedo, todo estaba oscuro y los sonidos de la noche lo aterraban más.

-¿Qué hago? -Se preguntaba.

Si regresaba al pueblo sería asesinado y si se quedaba en el bosque lo atacaría un animal o en el peor de los casos, los nativos del lugar.

-¡Mamá! -Wezen se echó en el suelo mientras lloraba por su madre, tenía mucho miedo y se sentía perdido, ahora estaba solo.

-Tranquilo -Escuchó una voz que lo hizo sobresaltarse y miró para los lados, buscando el origen de aquel sonido.

-¿¡Quién está ahí!? -Exclamó, intentando parecer valiente.

-Un amigo de tu madre, pero tranquilo, sólo tú puedes escucharme -Eso sin duda lo sorprendió, su madre jamás le había hablado de un amigo.

-No te conozco, y mi mami me dijo que no hable con desconocidos -Lo escuchó reír en su cabeza y Wezen empezó a ponerse nervioso-. Me das miedo.

-¿Tienes hambre? -Wezen asintió, abrazando sus rodillas-. Te voy a enseñar a conseguir tu propia comida, primero algo simple, toma esa rama de allí y acércate a ese árbol -Wezen hizo lo que la voz le dijo-. Ahora traza un círculo perfecto en la arena y coloca los símbolos que plasmaré en tu cabeza -Wezen hizo el dibujo y en ese momento, varias imágenes de símbolos llegaron a su mente, los trazó dentro del círculo y éste empezó a brillar como brasas ardientes, para luego apagarse y dejar caer varias frutas del árbol.

El chico quedó maravillado ante aquello, había conseguido comida gracias a esa voz.

Agarró las frutas y empezó a comerlas desesperado, estaban dulces y jugosas, era un manjar que jamás había probado.

Nunca pensó que aquel árbol en realidad estaba seco y llevaba décadas hueco, se había restaurado y le había dado fruta gracias al sigilo.

En eso sintió comezón en su mano izquierda, una comezón que empeoró a ardor. Wezen soltó la fruta y se miró la mano, observando con terror el símbolo que dibujó pero ahora en su palma, ardiendo como fuego del infierno.

-Gusto en conocerte, Wezen -Y otra voz se alojó en su cabeza-. Espero que podamos ser grandes amigos.

No sabía de dónde salían esas voces pero tenía la teoría de que los sigilos tenían algo que ver.

Aquello le daba miedo pero a la vez curiosidad.

Gracias a las voces pudo vivir, el bosque se convirtió en su nuevo hogar y gracias a su magia la naturaleza le proveía.

Su error fue volverse ambicioso, se relacionaba tan bien con aquellas voces que no se percató de que sólo empeoraba las cosas.

En un momento hacía sigilos inofensivos y en otro ya se encontraba sacrificando animales.

Luego se adentró en lo más oscuro de la magia.

-Para tener el poder sobre el fuego deberás ofrecer un sacrificio más grande -Una de las tantas voces le habló y el chico, de ahora 12 años, asintió-. Con tres humanos bastará.

-Pero yo no sé dónde encontrarlos -Habló, un tanto dudoso de hacer eso.

-Nosotros te guiaremos -Y en ese momento sintió cómo se le nublaba la mente y su cuerpo empezaba a actuar por su cuenta.

Llegó a un lugar donde habían cazadores y éstos se asustaron al verlo, al principio no entendían de dónde había salido pero luego se asustaron al verlo con un cuchillo. Lo apuntaron con sus armas.

-Sus inútiles armas no me pueden hacer daño -Sus ojos tenían un intenso brillo asesino y una sonrisa se dibujó en sus labios, aquellos cazadores no vivieron para contarlo.

Momentos más tarde, Wezen se encontraba apilando las cabezas de los cazadores en el centro de un pentagrama perfectamente dibujado, los cuerpos yacían enredados en ramas que habían brotado de la tierra y el lugar se impregnaba de un fuerte olor a sangre.

El pacto fue sellado y el chico obtuvo un nuevo sigilo.

Fue a dar una vuelta por allí debido a que seguía poseído por uno de los tantos espíritus que vivían en su cuerpo.

Era incapaz de sentir arrepentimiento.

Al lugar no tardaron en llegar varios inquisidores jóvenes que quedaron aterrados con su horrible hallazgo.

Eso era un claro indicio de que había una bruja en el bosque, tendrían que hablar con su líder.

Pero eso no se pudo, ya que oyeron el tarareo de una canción en una lengua extraña. Aquello les asustó y cuando voltearon a ver de dónde venía el sonido, vieron a un niño de cabello largo color azabache y ojos esmeralda de aspecto andrajoso, observándolos con la mirada perdida.

-Niño, ¿Qué haces aquí?, este lugar es peligroso, hay una bruja cerca -Habló uno de ellos, ignorante ante el hecho de que tenía a "la bruja" frente a sus ojos.

-¿Poder de telequinesis?, ¡Claro que lo quiero! -Dijo unas cosas extrañas y levantó su mano izquierda, aquella que portaba un sigilo brillante y que con sólo tocar uno de los árboles, éste se derritió como si lava fluyera en su interior. Los inquisidores quedaron aterrados ante tal poder.

Ramas brotaron del suelo y atacaron a todos y cada uno de los allí presentes, estrellándolos contra los árboles e impidiéndoles moverse. Wezen sacó su cuchillo y les sonrió con malicia.

Aquella tarde se ganó como tres poderes más.

Ese sólo era el comienzo de sus pasos como hechicero.

Cuando cumplió 18 salió a la luz pública, paseaba por el pueblo cuando se topó con una jovencita que ayudaba a su madre ciega a caminar, allí vio su oportunidad.

Tenía un sigilo especial para sanar personas y se ofreció a ayudarles como un humilde servidor. La jovencita le dejó intentarlo y quedó atónita al ver a su madre recobrar la vista. Wezen les sonrió.

Todos los que lo vieron se le acercaron, pidiendo que les sanara de sus enfermedades.

De un momento a otro se hizo de una gran fama, grandes cantidades de personas acudían al bosque implorando su ayuda.

Atendió desde simples favores hasta las peores aberraciones, y lo más sorprendente, había gente a la que no le importaba llevar personas al sacrificio con tal de ver satisfechos sus más oscuros anhelos. A Wezen no le importó, estaba cegado por toda la legión que llevaba consigo y había perdido su humanidad desde que dejó que aquellos demonios se apoderaran de su conciencia.

Se hizo tan famoso que terminó en el blanco de la santa inquisición.

Para ese entonces era alguien sumamente respetado en el pueblo, gracias a él se había logrado desviar la fe de los aldeanos y ya casi nadie asistía a la iglesia.

Eso fue un gravísimo ataque a la iglesia católica, debían detener sus malas influencias como sea.

Llegaron a aquel poblado y empezaron sus investigaciones, no fue difícil encontrarlo, lo tenían casi como una celebridad.

Entraron a sus aposentos y ahí lo vieron, jugando con plantas medicinales y fumando tabaco para algún ritual. Eso les desagradó por completo.

-Así que tú eres el tan famoso hechicero del pueblo -Pero en cuanto escuchó aquella voz, los recuerdos de su infancia se plasmaron en su mente.

Frente a sus ojos se encontraba el asesino de su madre, seguía laborando como inquisidor.

-Es bueno verte de nuevo, Frederick -Y al pronunciar su nombre le sonrió con malicia, aterrando al inquisidor-. ¿Me recuerdas?

-Tú... -El hombre llamado Frederick recordaba esos ojos esmeraldas, era aquel niño hijo de la bruja que se le escapó-. Eres el niño nefilim, ¿No?

-Era el niño nefilim, ahora soy un hechicero poderoso -Les mostró su mano izquierda, haciendo brillar uno de sus sigilos y derritiendo las espadas que éstos llevaban. Eso los asustó-. Y no estaré tranquilo hasta tener tu cabeza en mis manos.

Todos allí lo miraban con miedo, no se trataba de un brujo cualquiera, era un nefilim, tenía sangre de demonio y por ende mucho más poder. Debían detenerlo como sea pero no sería fácil.

-En el nombre de la Santísima Trinidad te ordeno que te entregues y detengas todo acto de brujería purificándote en las llamas del fuego bendito -Frederick le habló con firmeza pero sólo lo hizo reír.

-¿Y crees que la Santísima Trinidad estaría orgullosa de que asesines personas, rompiendo con el quinto mandamiento de la ley de Dios? Que sepa de magia negra no significa que no sepa nada de lo que profesan ustedes, dan vergüenza -Y dicho esto, los miró con desprecio.

Los inquisidores estaban helados ante su comentario y extrema tranquilidad.

Y aunque Wezen estaba deseoso por matarlo, él sabía que la mejor venganza se comía en plato frío.

Se divertiría un poco más con los inquisidores.

Observó con sorpresa y cierta decepción que las personas traicioneras se le revelaban como si nada, fingiendo estar con los inquisidores después de acudir a él y mancharse las manos con la sangre de inocentes.

Podría odiarlos por hipócritas o por ser tan arrastrados, pero lo pensaba mejor y sólo le daban lástima.

Sus voces le indicaban que cediera ante la justicia, no sabía la razón pero decidió hacerles caso.

Tenía un extraño presentimiento sobre todo eso.

Se entregó a los inquisidores con total normalidad y una sonrisa llena de arrogancia, éstos lo miraban con terror y no sabían lo que tramaba.

Lo ataron a un palo alto con unas cadenas y encendieron el fuego en la paja a sus pies.

Aquello ardió con una gran rapidez.

La gente se reía y se burlaba, otros le gritaban y le llenaban de insultos, los inquisidores hacían una oración y a lo lejos veía que hasta el alcalde participaba de aquel espectáculo.

Podía sentir cómo le acariciaban las lenguas de fuego, éstas al principio le resultaron molestas pero de un momento a otro dejó de sentir calor.

La gente empezó a guardar silencio al ver que Wezen se mantenía sereno, no gritaba ni se quejaba del dolor y lo que más les aterró fue que su piel se oscureció y sus ojos se tornaron amarillos.

Wezen empezó a reírse como loco mientras sentía cómo su poder aumentaba con creces, aquellas personas ingenuas sólo le estaban ayudando a volverse en su contra con mucha más fuerza.

Las llamas de la hoguera cobraron vida propia y empezaron a atacar a todos los allí presentes.

La gente corría y gritaba desesperada, el terror los había consumido y Wezen no tenía intenciones de ser amable.

Se liberó de las cadenas con un sólo forcejeo y salió de las llamas, atacando a sus traidores con fuego del infierno.

Su cabello brillaba al rojo vivo y su piel parecía roca de volcán, el fuego le daba esa espeluznante apariencia que a su vez le otorgaba un poder inmensurable.

Fue a matar al inquisidor que le arrebató a su madre pero aquel cobarde fue el primero en huir.

Decidió pagar su ira con los aldeanos del lugar.

●●●

Todos habían permanecido callados durante el camino, Jacob solía observar al pequeño Matthew jugar con una figurita de acción mientras su padre lo cargaba.

El semblante de Wezen era tétrico, el sujeto parecía bastante perturbado.

-¿Te sientes bien? -Preguntó Jacob.

-S... sí -Pero aquella había sido una obvia mentira.

Lo vio ladear con la cabeza mientras se llevaba una mano a la nuca, aquel gesto se estaba haciendo muy frecuente en su persona y aquello sólo seguía intrigándolo bastante.

-¿Por qué haces eso?, ya lo has hecho como tres veces desde que fuiste a buscar a Matthew -Wezen lo miró con el ceño fruncido y Jacob imitó aquel gesto-. Esto.

-Esa es una manía mía -Jacob alzó las cejas y notó que el psiquiatra había vuelto a mentirle, cortando de momentos el contacto visual.

Podía notar que cada vez que él hacía eso sus ojos se oscurecían y luego volvían a brillar.

Matthew lo miraba con cara de "cárgame". No quería estar en los brazos de su padre.

-¿Puedo? -Señaló al niño. Wezen asintió.

Jacob cargó a Matthew y se sorprendió con lo pesado que era. Era demasiado pequeño pero su cuerpo pesaba más que el de un niño común de su edad.

El pequeño Matthew finalmente sonrió, intentando sacarle conversación a Jacob.

Ahora sí parecía un niño normal.

-¿Quieres que te muestre mis dibujos? -Le preguntó con gran emoción y una mirada radiante. Jacob asintió.

El niño se quitó el bolso y sacó un pequeño cuaderno, lo abrió y le mostró varios dibujitos infantiles que se asemejaban mucho a los dibujos animados.

Luego le mostró otro que sin duda lo asustó, era un dibujo de su familia con varias manchas negras alrededor de su padre.

-Ella es mi mami, es muy bonita y su cabello es muy largo -El niño señaló a la mujer-. Él es mi papi, viene acompañado de sus amigos oscuros -El semblante del niño se tornó serio y dejó de mostrarse emocionado-. Ellos me dan miedo, ¿A ti no?

-Ehh... -Jacob lo observaba con sorpresa, fingiendo estar bien pero sintiendo la fría y penetrante mirada de Wezen-. Yo no puedo verlos.

-Ya veo, pensé que sí, como también eres su amigo... -Matthew miró el dibujo y luego miró a su padre-. Pero hay una historia divertida que me contó mi papi sobre su cabello, ¿Te la cuento?

-Matthew, por favor -Wezen se sentía incómodo con toda la información que estaba soltando su hijo y decidió cargarlo-. Creo que ya socializaste bastante con tu amigo.

-Ahhh, pues sí quiero escuchar el cuento -Jacob habló como si de un niñito se tratase y Wezen lo fulminó con la mirada. Éste se echó a reír.

-A mi papá le cayó un rayo -Habló el pequeño Matthew sin problema alguno. Jacob notó que Wezen se tensó al escuchar eso-. Por eso su cabello es blanco.

-¡Vaya!, ¡Qué cosas! -Pero aquel pequeño cuento se le hacía muy fantasioso-. Quisiera tener la imaginación de tu hijo.

-Y yo quisiera ser tan ingenuo como tú -Jacob se sorprendió al escucharlo decirle eso y notó cómo Wezen parecía molestarse-. Lo que dice Matthew es verdad.

-¿En serio? -Y éste asintió.

No le dijo más nada durante el trayecto, sólo terminaron llegando al apartamento.

Wezen dejó a su hijo en el suelo y éste fue corriendo a saludar a su madre.

-¡Mami! -Matthew se veía emocionado y abrazó a su madre, siendo cargado por ésta.

-Hola, mi pequeño Matthew, ¿Cómo te fue? -Su madre lo mimó y lo besó en la cabeza mientras se reía y lo abrazaba.

Ambos intercambiaban gestos cálidos que no alcanzaba a ver entre Wezen y su hijo.

-Hola cariño -La mujer soltó a su hijo y se acercó a su esposo, saludándolo con un beso.

-Te quiero presentar a un amigo, se llama Jacob -Wezen le señaló a Jacob y la chica le dio la mano, sonriéndole con gentileza.

-Un gusto, Jacob, mi nombre es Clara -Jacob le devolvió el saludo y notó que los rasgos de Clara eran distintos a los de Wezen, verlo tanto le había hecho olvidarse del color natural de una persona. Éste se veía mucho más pálido y casi gris, llegando a no parecer humano, cosa que ella sí. Su hijo parecía tener una combinación entre ambos.

Le invitaron a quedarse para el almuerzo y Jacob se sintió un poco raro al ser recibido de esa forma por una familia.

Estaba un poco aburrido hasta que ambos esposos empezaron a hablar del trabajo.

-Llegó un nuevo paciente al manicomio y se puso bastante difícil, lo mandaron a encerrar por esquizofrenia debido a que es muy violento, a veces incluso pareciera que le cambia la voz, es horrible -Clara le comentaba a su esposo sobre su día y éste parecía levemente sorprendido-. Me gustaría que fueses a verlo mañana, algo me dice que se trata de lo que tú dices.

-Está bien, seguro esto se pondrá interesante -Wezen parecía emocionado ante la idea y decidió colocar un recordatorio en su teléfono-. ¿Conoces sus antecedentes?

-Sus parientes dicen que él no era así, que de la noche a la mañana empezó a actuar extraño, nadie sabe el por qué pero algo que llamó mi atención fue que dijeron que se la pasaba dibujando símbolos y hablando en otra lengua, eso me puso la piel de gallina -Clara se agitó un poco mientras se pasaba las manos por ambos brazos, simulando escalofríos y atrayendo la completa atención de Wezen.

-Esa no es esquizofrenia, otro punto para mí -Sonrió con picardía y anotó aquello en un block de notas del teléfono-. Deja que tenga más pruebas, esos inútiles no podrán refutarme.

Jacob lo miraba de reojo con sorpresa, eso que hablaban le parecía curioso pero ambos psiquiatras parecían estar de acuerdo en que las enfermedades mentales eran más que eso.

Lo otro que también se le hacía extraño era que Clara, pese a tener una personalidad cálida, tenía algo en los ojos que le decía que aquella chica también ocultaba algo.

¿Podría acaso ser cómplice de Wezen? Aquello le perturbaba.

Ambos esposos parecían llevarse de maravilla, muy a diferencia de Matthew y Wezen. El niño los miraba en silencio mientras hacía otro dibujo, uno donde sus padres hablaban felizmente y las sombras los rodeaban a ambos, sonriendo también.

Jacob se retiró después de comer mientras pensaba seriamente en todo el asunto.

Clara se fue al trabajo y dejó a Wezen a cargo de Matthew, el niño mantenía su distancia mientras dibujaba, inspirado en todo lo que veía.

-Cuando sea grande quiero ser un gran pintor -Habló mientras coloreaba-. ¿Tú pintabas cuando eras niño, papi?

-S... sí -Habló, recordando los sigilos que llegó a hacer de niño, ganándose su condena.

-¿Y tu mami o tu papi te decían que estaba bonito? -Preguntó, curioso.

-Yo no tenía padres, Matthew -Aquel comentario sorprendió al niño-. Mi madre murió cuando tenía 6 años, y nunca supe quién era mi padre.

-¿Y quién te cuidó? -Le preguntó, mirándolo con sorpresa-. A mí me daría mucho miedo quedarme solo.

-Ellos -Habló, mirando de reojo hacia los lados-. Pero no lo hicieron bien.

-No vengas a hablar, Wezen -Se quejaron las voces-. Gracias a nosotros no te moriste de hambre, y también te volviste toda una celebridad, te volvimos el mejor hechicero que ha pisado la tierra.

-Cállense -Les habló mentalmente en un tono aburrido. Sólo escuchó risas como respuesta.

-Tus amigos me dan miedo -Habló mientras fruncía los labios-. Pero les doy las gracias por cuidar de mi papi cuando estuvo solo.

-Ese niño es una dulzura, se ha ganado nuestros corazones -Las voces parecían enternecidas por Matthew pero Wezen sabía que esa era pura mentira.

-Ustedes no tienen corazón, no hablen tonterías -Les habló mentalmente mientras se ponía tenso-. Eso no fue lo que expresaron cuando Matthew nació.

-Nosotros sólo te sugerimos un nuevo poder, eran tiempos distintos -Y aunque aquellas voces disimulaban preocupación, en realidad se estaban burlando de él.

-Mentirosos -Wezen se levantó de su puesto y se fue a su habitación, agarrándose los cabellos mientras intentaba ignorar el hecho de que se estaban riendo.

Podía recordar las veces en las que las voces le arrebataron a personas importantes con el único fin de hacerlo molestar.

Muchas veces pensó en el suicidio para terminar con eso pero era tan consciente de lo que venía después que muchas veces le daba miedo.

Pero más le aterraba lastimar a su familia, tenía miedo de sí mismo, él era peligroso, tenía un poder impresionante.

-Sé que ese no fuiste tú -Recordaba aquella voz que escuchó hace tantos siglos como si hubiese sido ayer, acompañada de la imagen de una mujer que agonizaba en sus brazos, por su causa-. Tú jamás me harías daño.

Podía recordar cuánto maldijo a sus demonios por haberle arrebatado en esa noche tan oscura a la primera persona que pudo hacerle amar.

            
            

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