Tomo asiento y me uno a la rueda, fumamos hasta quedar chinos. Mientras Yuraima coloca
un cenicero limpio. Los tres conversamos como buenos amigos.
Mi visita tiene un fin en particular, enseñarle español nativo al hijo de ella. A pesar de
nuestra pobreza, en casa me enviaron a la escuela y siempre destaqué entre las mejores
alumnas. Tengo experiencia dando clases a los niños del pueblo. Solo que es la primera vez
fuera y todo se me hace nuevo, para mí también es un aprendizaje.
Mateo no demora en pasar la novedad a Hernán, el amigo de mi padre. Informando que
hemos llegado bien. Y se aparta para conversar sin ser escuchado. Al parecer es un
empleado fiel, a no ser que se trate de faldas. Dudo que lo que pasó entre nosotros se atreva
a contarlo. Y, por cierto, qué rico fue. Me estrené muy bien.
No son muchos los que viven en la casa, aunque parece un pequeño hotel. Solo Yuraima, su
esposo y uno de los hijos. El mayor estudia en Australia. Y a todos les entusiasma la
noticia.
Pasaron dos días desde mi llegada y me preparo para las clases. Peino mi largo cabello, ya
estoy vestida con el uniforme de trabajo. La falda de tela cruda, fresca y la camisa manga
corta a juego. Me parece un poco transparente, pero me sienta realmente bien. Me hace
lucir sumamente atractiva y eso me gusta.
Ya todo está listo. La mesa, flores y el refrigerio. Michael se acerca, colocando su bolso del
hombre araña en una de las sillas. Con mucho cuidado saca el cuaderno y la cartuchera para
dejarlo sobre la mesa. De manera ceremonial, extrae el sacapuntas y el lápiz del
compartimiento con cierre. Así como su libro de texto y me mira muy serio.
-¡Comienza la clase! -dije sonriente. Y el niño me muestra su sonrisa y sus bellos ojos
brillantes.
-Mi nombre es Mila, ¿tú?, ¿cómo te llamas?, si se puede saber.
Tomo el puesto en la cabecera de la mesa y él está a mi lado derecho.
-Ese es el lugar de mi papá -me dice.
-¿Crees que se enoje conmigo? Nadie me lo dijo, me levanto para moverme a otro sitio.
Una voz masculina interrumpe la conversación.
-No me molesta Mila, soy Hans. El padre de Michael no te levantes, no es necesario.
Me sonrojo al verle. Es un hombre muy guapo y joven, mucho más interesante que Mateo y
menor que ella. Lo miro de arriba abajo y sonrío, sin dejar de ocultar que me agrada.
Seguro que este lindo señor es el punto débil de ella.
-Encantada de conocerle, gracias por recibirme en su casa.
-¿Cómo te la llevas con Mila?, hijo. Es muy fea, ¿no ves? -dice, picando el ojo.
-Bien, papá. Es muy bonita, más que la otra. No es fea, para nada.
Reímos con las ocurrencias del niño. Me parecen encantadores.
-En un rato haremos una videollamada. Cuando termines con la clase, te cambias y te
pones muy bonita. Te estoy haciendo el contacto con una gente importante en España que
te van a ayudar. Ya Hernán me contó tus planes a futuro.
En este momento llega la esposa y me quedo callada, soy muy prudente en esos casos. Las
mujeres somos celosas. En especial, las mayores. No quiero ser motivo de disgusto entre
ellos. Necesito que comience a confiar en mí desde este momento.
Con humildad, Michael toma cada consejo y se comporta muy bien durante nuestra primera
clase. En silencio, me retiro a mi habitación a ponerme linda. Sin sospechar de qué se trata.
La reunión programada se pospuso por una hora. Pasado este lapso de tiempo, Hans entra a
buscarme y lo sigo a su oficina. Estoy nerviosa, siempre me pasa cuando tengo que hacer
algo nuevo. Una entrevista nunca hice. Lo que más me pone insegura es su cambio de
actitud y la mirada de desprecio cuando entré. Lo primero que me dijo fue que me traerá
ropa nueva y que bote todo lo que tengo. Me hizo sentir humillada, otra estuviera feliz. Yo
no soy poca cosa, no me gusta que me hablen así.
Comienza la reunión, en cámara pude ver a un señor mayor, gordo y de mirada penetrante,
de nombre Roberto. Cada uno habla, mientras yo estoy en silencio. No me mencionan en lo
absoluto. Otra vez, me siento como una desgraciada.
Hasta ahora, lo único bueno que me ha pasado es Mateo.
De pronto, veo que se despiden y cortan la comunicación. Yo vengo de un pueblo y no
entiendo mucho ¿Será eso? Me quedé extrañada.
-¿Qué ha pasado? -le pregunto a Hans.
-Nada, Mila.
Durante la tarde, todo es alegría y felicidad. Nos bañamos en la piscina y tomamos algo de
sol jugando con la pelota inflable. Mateo comparte, muy serio, como si no pasa nada y me
gusta que sea así. Muero de vergüenza si alguien se entera.
Mi cabeza, no para de pensar, y me viene un pensamiento ¿Le habrá gustado? Soy
inexperta por miedo, no por falta de ganas ¿Se lo hará a todas las que trae? Quisiera saber
qué pasa por su cabeza, sin parecer cursi ni nada.
Ya sé que fue algo imprevisto, un hola y chao. Lo que sucede es que me ha quedado una
espinita pues, como ganas de repetir. Claro, sin enganche.
Nos cruzamos miradas, sonrisas y buenas vibraciones. En realidad, es perfecto. Lo
aprovecho mucho.
Una de las mujeres me molesta con su mala cara. Sin motivo alguno. Algo se mueve dentro
de mí y no es nada bueno, ¿qué será?
Oculto lo que siento, en ese momento donde todo es perfección. No quiero verme como una
verdadera bruja.
No le doy la oportunidad de arruinar esta noche maravillosa.