-Lo sé, te siento a cada momento.
-¿Y la gente, qué tal?, ¿cómo te tratan?
-¡Uy, muy chéveres son! Ya los conocerás un día de estos.
-Vamos a esperar que aparezca tu papá y te aviso, para que lo llames.
-Dale, dile que estoy bien. No le digas donde estoy.
-Está bien.
-Te llamo cuando pueda. Te amo, mamá.
-Dios te cuide, Mila. No olvides en lo que quedamos.
Estuve a punto de llorar de nostalgia.
-¡Mila!, ven-interrumpió Michael, riendo.
-Hola, no grites que vas a despertar a tu mami.
-¡Quiero nadar! -gritó molesto.
-Pero claro, yo te acompaño, ¿te dan permiso?
Sale corriendo a buscar los inflables y me deja con la palabra en la boca.
-¿Quieres ver cómo me lanzo un clavado?
-¡No!, ¡carajo!
-¡Anda, no seas aburrida! -replicó el niño.
-Cuando venga tu papá, ahora tranquilo.
-¡Qué viva! Allí viene papi.
Noto que Hans viene caminando a toda prisa y se molesta con Michael por no obedecer.
De pronto, me toma de los brazos, me carga y me lanza a la piscina, como si se hubiese
puesto de acuerdo para jugarme una broma pesada.
Grito fuerte mientras voy en el aire a punto de pegarme contra el agua.
Empapada, no me queda más remedio que ponerme a jugar con el pequeño quien se muere
de risa por lo sucedido.
-¡Bellos!, parecen hermanos.
Este bendito hombre tiene unos cambios de conducta extraños. No entiendo por qué a veces
me trata bien y de repente me hace sentir mal. Procuro no darle mucha importancia.
-Esperemos que el señor que hace el mantenimiento venga hoy a revisar los filtros porque
parece que está algo sucia en algunas áreas.
-No te preocupes, se ve limpia.
Me sumerjo a echar un vistazo en el fondo y encuentro un bello anillo. Lo tomo y se lo
entrego al señor.
-Tremendo hallazgo. Mi mujer te va a amar, lo creía perdido.
-El reflejo me hizo mirar hacia el lugar donde estaba. Menos mal. Muy hermosa joya.
-Se lo regalé cuando comenzamos a salir en plan de novios.
-¿Cuántos años llevan juntos?
-Bueno, alrededor de dieciocho años. Nos conocimos en una fiesta cerca de aquí. Me
impactó al verla, su figura era de reina. Así como tu cuerpo ahora.
-Yuraima es una mujer muy hermosa y se nota que lo ama.
-Yo también la amo. Aunque de vez en cuando, ya sabes. Cosas de hombres, no tiene
nada que ver con el amor.
-¡Sí!, eso supongo. Me recuerda a mi papá, hace poco le descubrimos que tenía otra
familia.
Luego de almorzar, nos tomamos un café. Reposamos la comida y volvimos al agua.
Seguimos allí, jugando pelota inflable hasta que los brazos me comenzaron a doler.
El baño en la piscina me deja muerta y el pequeño sigue corriendo como si nada, esta vez
alrededor de la grama japonesa del jardín.
Ya tengo un mes acá y se acerca el momento de irme a España. La emoción es
incontenible, solo falta que Hernán cumpla con su palabra. Prometió costear el boleto aéreo
a cambio de que compartiera mis conocimientos con el niño. Y no solo he cumplido, sino
que me he ganado su afecto.
En mi casa, no saben nada de mí. Pocas veces llamo a mi madre. No tengo nada nuevo que
decirle y no la quiero preocupar. Hoy, Mateo vino a avisarme que Hernán llega esta noche.
Me dice que no me preocupe. Y es que ya estoy muerta del susto, algo raro sucede, lo
presiento.
Aprovechó que todos dormían la siesta para meterse en mi cama. Este hombre me encanta,
es tan galante y cuidadoso que sigo siendo virgen. Me ha respetado, al menos por esa zona,
solo besos que me hacen delirar.
Me pregunto si me podré alejar tan fácil de este chico o si resultará un obstáculo en mis
planes. No quiero imaginar que arruine mi partida.
Lo beso una y otra vez, necesito que se vaya para poder arreglarme. Me quiero bañar, para
quitarme su olor. Y ponerme rompa limpia. Me haré ondas en el cabello y un maquillaje
sencillo. Quiero que esté orgulloso de mí a la hora de la cena, cuando nos volvamos a ver.
Mateo se resiste y me toma de nuevo, nos caemos de la cama luchando como dos pequeños.
Y en el suelo, nos besamos apasionadamente. Sin querer separarnos.
Me toma de la mano y tomamos una ducha juntos, qué decir de la sensación de sus manos
pasando el jabón por la piel de todo mi cuerpo. Me pega contra la pared y disfrutamos del
maravilloso roce de nuestros cuerpos. Hasta que somos interrumpidos por un sonido seco
del otro lado de la ventana.
-Alguien no está espiando -susurró.
-¿Quién podrá ser?, quizás fue una de las mascotas que están en el jardín.
-No lo creo. Tenemos que tener más cuidado, si se entera Hernán soy hombre muerto. No
me perdonará el haberme metido contigo.
-No, hombre.
-¿Piensas que ha llegado?
-No, para nada. Pero quien estuvo escuchando puede soltar la lengua y allí sí que se arma
tremendo problema.
-Que Dios nos cuide, ese hombre es muy peligroso.
-¿Tú tienes algo con él?
-No, lo conozco desde niña y tenemos mucha confianza, solo eso.
-¿Tú supones?
-¿¡Claro!?, le sobran las mujeres.
-Quien quita, una nena como tú alborota a cualquiera. Yo que tú me andaba con mucho
cuidado. Estoy seguro de que tiene otras intenciones contigo.
Me quedo pensativa y muy preocupada.
Hernán me obliga a pasar la noche con él.