No juegues conmigo
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Capítulo 4 4

Abro los ojos y recibo un beso en la mejilla.

-Qué rica estuviste, anoche mami, me dice él.

Me levanto de muy mal humor y voy al baño. No entiendo la razón para que se comporte

de esa manera. Es amigo de la casa, me conoce desde niña. Salgo del cuarto, sin siquiera

dar los buenos días.

-¡No, señor! -dijo Mateo, tomándome por el brazo.

-¡Me asustaste!

-Oye, no te pongas arisca con el jefe. Mientras sigas siendo virgen vales plata, no te hará

más que eso. Ahora, si te pones bruta no le cuesta nada tirarte a los tiburones.

-¿Virgen?, eso era cuando me embarqué contigo. Cómo puedo ser pura si he dormido con

dos hombres ya.

-No, niña. Mientras no lo hagas por el frente no pasa nada. Sigue la corriente ¡Haz caso!

Trato de asimilar todo esto y me cuesta. Me hubiese quedado en mi casa. Estoy tan

arrepentida.

-¿Qué tienes? -preguntó Michel.

-Nada mi amor. Cosas de grandes.

-¿De dónde has sacado esa rabia?

-Voy a estar muy bien. Dame un beso.

Caminamos por la playa, uno al lado del otro.

¿Cómo es posible que me hagan esto? Después de haber atravesado esa gran distancia.

Estoy depre, con los ojos rojos y con una expresión terrible. Trato de reponerme y hacer

caso. Atrapada en la isla, no puedo regresar. Tengo que cumplir mi parte del trato, me las

pagará.

-¿Qué tienes? ¿Por qué estás en ese estado? -preguntó Yuraima al verme llorando

desconsolada- ¡Seguro fue él!

Mira asume y ya. No te pongas terca. Eso se le pasa rápido y te deja tranquila. No es la

primera vez que lo hace.

-Me tratas de consolar y, en lugar de ello, me partes el alma.

-Basta de drama, a todas nos pasa. Hans invitó a los alemanes a casa. Cuando vienen

hacemos fiestas en la piscina, así que quita esa cara. La vas a pasar bien.

Yuraima se retiró y fue a la sala a llamar a Hans. Tenía que averiguar qué demonios había

inventado.

-Hola, Yuraima, ¿Sucede algo? -dijo Hernán.

-Eso es lo que yo quiero saber. Mila, no para de llorar y ni siquiera ha comido ¿No le vas

a pagar el viaje a España, es eso? Necesito que me des más información. Ella está aquí en

mi casa y yo no encuentro que hacer, se siente muy mal.

-Tú tienes que saber qué es lo que pasa y te agradezco que me lo digas. Esa mujer está

enamorada de otro. Es lo que parece y si me entero...

-Eso mismo pensé yo ¿Será de algún empleado? Te juro, de aquí no ha salido. La chica es

inocente, no la he visto en nada raro.

-Eso espero. Y que se acostumbre porque me gusta.

-Tampoco es para tanto. Dale chance.

-Bueno, eso lo sabrán ustedes. A mi parecer, a las mujeres no se les da tiempo. Se

acostumbran en el camino.

-Coño, lo que pasa es que ni un regalo le has dado. Eres una bestia.

-Sí es cierto. Es que vine caliente demás. Como decimos en mi pueblo. Tengo años

esperando para meterla a la cama, entiende.

Ya le doy unos verdes para que se acople.

-Eso lo tenías que pensar antes de que ella viniera, ya está aquí, tienes que cumplir tu

palabra. Llévala de viaje, al menos. Los regalos ablandan.

-No es tan fácil, ya tú sabes cómo es mi trabajo.

-Qué buena vaina. Y ahora a mí me tienen entre la espada y la pared. No sé qué decirle.

Hans interrumpió cantando. Me pasó, por un lado, diciendo:

-A prepararse que esta noche tenemos fiesta.

-¿Qué celebran?

-Que estamos vivos. La rumba es en pelotas, no pongas cara rara que para nosotros es

normal.

Se fue saltando sobre la terracota y yo me quedé sin habla. Quise llamar a papá y no pude.

No quiero avergonzarlo. En la carta que le dejé le juré que le llamaría al llegar a mi destino.

Ya debe estar preocupado.

-¡Quita esa cara! -dijo Mateo, mientras me abrazaba por la espalda.

-Cuidado nos ven, por Dios. Viene el empleado.

Se apartó un poco como si quisiera jactarse de tener algo conmigo.

- Conoce a Mila. La tipa es la nueva mujer de Hernán -dijo Mateo.

-Ah, pero ella no lo eligió -murmuró este.

Poco tiempo después, ambos jadeábamos. Lo que nos dificulta continuar con la

conversación. Nos metimos en un baño a hacerlo. Me gusta mucho este hombre. Bebemos

cerveza fría y nos bañamos juntos.

-Ten paciencia y aguanta. Que si te portas bien conmigo te saco de aquí, dentro de poco.

Quiero más.

-No te respondo ahora, dame tiempo de pensar.

Ya estoy más tranquila y me alisto para la fiesta. Me pongo un vestido que me dio

Yuraima. Transparente, de color blanco y sin nada debajo. Los demás están ya desnudos,

bebiendo alrededor del área de recreación. Se desenvuelven de manera natural, como si

estuvieran vestidos. La rara era yo.

-Hola, no he venido a tener problemas contigo. Me llamo Tony. No pongas esa cara, por

favor.

-Hola -dije en un tono descortés.

-Primero que todo, buenas tardes. Me imagino que estás en tu derecho de hablar con

quién desees. Solo que aquí no voy a soportar cuernos -comentó Hernán, tomándome de

la mano.

-Muy bonito ¿Ya te embrujó a ti también, Tony? Este señor es enamorado niña.

-No, querida. Solo tengo ojos para ti.

La música suena y decido disfrutar. La verdad es que me gusta la sensación de estar

desnuda frente a todos. Es algo muy diferente a lo que he vivido.

Una vez que entro al agua no salgo más. Los empleados me traen el trago y lo coloco al

borde. La noche es muy hermosa. Las estrellas brillan espectaculares en el oscuro cielo. Me

uno a la celebración, sin ningún remordimiento. Siento el agua calentita en mi piel desnuda.

No hay retorno, me entrego. Uno de estos días escaparé y no me verán nunca más. Hoy a

disfrutar.

Yuraima cae al agua y Hans se lanza tras ella. Entre risas y excesos pasamos una noche

fantástica. Debo reconocer que hace mucho que no me divertía tanto.

Hernán ya se está quedando dormido, son las dos de la mañana. En ese momento, sube a

toda carrera la cuesta hacia la casa.

Corren tras ella y no pueden alcanzarla. Sin poder hablar y menos gritar, cansados. Cuando

ponen los pies dentro, viene de regreso con la cámara y todos posan con la mayor

desvergüenza.

-¿Qué has hecho? ¿Te has vuelto loca? ¿Sabes que no puedes hacer eso?

-Ja, ja, ja, mañana las borro. No me molestes. Déjame gozar.

            
            

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