No juegues conmigo
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Capítulo 5 5

-¡Que falta de delicadeza pequeña! No me has despertado -comenta Hernán, al

levantarse y verme levantada.

-Después de la fiesta de anoche tenías ganas de dormir, es todo. Bebiste mucho, por eso te

dejé tranquilo.

-No merezco tanta consideración, la próxima me despiertas ¿Lo prometes?, tengo que

atenderte bien.

-Por supuesto, tú mandas. Eres el jefe.

-Qué delicia que me digas así, me pone uf -me dice, mientras me acerca a su pecho

desnudo. Te aprovechas que estoy muerto porque si no...

-¿Vamos a desayunar? -dije, para cambiar el tema. Tengo mucha hambre pequeña

traviesa.

-Hoy he pensado en complacerte en lo que quieras. Me baño y salimos. Luego viene una

amiga que vende ropa importada, para que escojas lo que te guste.

-Gracias, Hernán. Me hace falta de todo. No tengo nada bonito que ponerme y aquí es un

ambiente de altura.

-Nena, si te portas bien, te voy a comprar lo que me pidas ¡Ya lo verás! Lo que sea.

No pude evitar sonreír y no estoy fingiendo. Me gustan sus maneras, espero que siga así

porque ya bastante difícil es lo que toca vivir. Como para que me la ponga cuesta arriba.

Necesito tener cosas nuevas para estimularme.

El desayuno es en el área de la piscina. La fiesta sigue porque veo a algunos de los

alemanes en el agua. Son medio extraño esos tipos. Hernán se sienta a mi lado y

comenzamos a comer. Me tomo dos jugos de naranja, uno tras otro. Estoy muerta de sed.

La variedad es tal que me decido por una arepa de queso amarillo con carne desmechada y

picante. La pelua como le llaman, mi favorita. Abro la boca bien grande y le doy el primer

mordisco.

-¡Qué vaina tan buena! -exclamo, sin pensar.

-Él se ríe mucho por lo jocosa de mi expresión.

-Estamos en confianza, ¿o no? -le digo, mirándolo a los ojos.

-Sí, claro, mi jojotica. Siéntete en libertad. Puedes decir todo lo que te haga sentir bien.

Que más coño me queda, tengo que llevar la fiesta en paz hasta que se me ocurra algo. Ya

con todo lo que he pasado en la vida estoy aprendiendo a detectar cuando tengo chance y

cuando no. Y este no es precisamente mi momento al bate. Debo ganar terreno.

El resto del grupo está medio borracho todavía. Al que no he visto es a Mateo, ¿dónde

andará? Seguro salió de compras. Me late que anda enrollado con la mujer esa, la

empleada. Pero no me va la de novia celosa, me interesa tenerlo de mi lado. Sin pelear.

Me queda claro que para no ponerme a la gente en contra tengo que seguirles la corriente.

Al menos, cuento con Yuraima. Aunque sea parte de todo este enredo, no puedo negar que

me ha ayudado a adaptarme.

También está lo que hemos compartido, nada de eso es por compromiso ni mucho menos.

Yo creo que se siente sola. Si no fuera por Mateo y por ella, mi vida resultaría un verdadero

infierno. Y hablando de demonios, ¿quién diablos será el tipo de la videollamada? No me

inspira confianza. Le voy a consultar a Hernán.

El miedo que me da es que esté planeando venderme, eso sí que no lo voy a permitir. Yo, a

pesar del lío en el que ando, sueño con casarme, en un futuro.

-¡Que falta de hombría! Él es el culpable de todo-interrumpe Mateo, en relación con un

chisme que está en boca de las mujeres en el centro. Bien pendejo que es ese tipo, yo no la

dejo bajo el mismo techo. La echo para la calle por bandida.

Después de la desgracia ocurrida con Martin ya anda en coqueteos con los chicos del

pueblo. Sí, no le guardó luto a su propio esposo, ahí mismito estaba buscando verga, tras

los machos.

-¿Y por qué el marido no le mete un tiro entre ceja y ceja? Ya cuando una mujer llega a

ese nivel de falta de respeto. Lo mejor que se puede hacer es cortar por lo sano. De lo

contrario, toda la mierda se te viene encima mi hermanito -recalcó Hernán.

-Ya tú sabes patrón que uno es muy macho. Pero cuando se encuca uno con una hembra

es muy arrecho. No hay manera de uno alejarse.

Casi me muero al oír eso, menos mal que no tuvo el descaro de mirarme. Juro que me va a

dar un yeyo en este instante.

-Oye consejo, si eso te pasa un día, la matas sin pensarlo dos veces. Si toca llorar a la jeva

se llora. Lo que no puede uno es perderse el respeto así mismo porque allí sí que se jode la

cosa.

-En el barrio, dicen que pobrecita y tal. Y eso que no saben que la mujer que él tenía antes

de esta si era bruja de verdad. La tipa era una dura con el tarot y la buscaban mucho porque

hacía trabajos de toda clase. Hasta para matar gente, eso dicen... quien quita que le echaran

un mal.

-Ahora, al parecer, sarna con gusto, no pica, como dice el refrán. Yo prefiero tener una o

dos aparte de la legal. La mayoría de los caídos en este negocio son pichados por las tipas.

Las chamas los venden o, peor aún, la esposa celosa los entrega. No hay nada más

peligroso que una mujer herida ¡Diablos! ¡Dios me libre!

Lo que más me gusta de ser callada es que paso desapercibida y hasta por ingenua. Ellos

mismos me dan los datos para saber qué hacer y como. Así que les gusta el tarot, una de

estas noches les voy a dar una sorpresa leyéndoles el futuro. Tengo que buscar, caerles en

gracia, y sobre todo, hacerme la indispensable con las armas que poseo.

-Mateo esta noche necesito reunirme con el jefe y quiero que me acompañes. Te vienes

con las bichas, ya sabes. Las nuevas que le compré al vendedor de armas. Todas las

previsiones no están de más.

-¿Cómo que con el jefe, patrón?, usted no tiene perro que le ladre, que yo sepa.

-No preguntes mucho, muchacho. Que todos tenemos a alguien arriba, a quien rendir

cuentas. Hasta el mismo satanás, nadie se salva. Me voy a ver con el vocero de las

aceitunas, uno de los soles, no me hagas hablar de más, pues, ¿captas o no?

Mateo ten cuidado, le decía en silencio, con la mirada penetrante. Y el carajo ve y me hace

un guiño. Es un loco suelto. No le tiene miedo a las balas.

Me siento tranquila porque Hernán va a llegar tarde, eso es un tiro al piso. Cuando sale a

sus reuniones aparece de madrugada. Podré dormir en paz, al menos.

En cuanto a Mateo, en cualquier momento, volveremos a estar juntos. Nunca olvido la

manera como me toma entre sus brazos, ni la como me pone a temblar de placer. El amante

perfecto, lo deseo tanto.

                         

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